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sábado, 27 de agosto de 2011

"Unas de barquillo y otras no". Más poesía y menos policía.

                                           
                                                           UNAS DE BARQUILLO Y OTRAS NO


Hace unos días, mientras descansaba en uno de estos días de estío, cometí el grave error de encender la televisión a la hora de los “informativos” (las comillas no son gratuitas) y ¡horror!, me encontré con un representante del cuerpo nacional de policía hablando a cámara. El ejemplar en cuestión se quejaba amargamente de que los agentes, esos nuestros entregados amiguitos que velan por la seguridad de todos los ciudadanos, estaban siendo víctimas de un trato vejatorio por parte de una parte importante de la población mientras cumplen las órdenes encomendadas. Claro está que se refería sobre todo a las actuaciones de los antidisturbios en manifestaciones y demás movimientos populares. Hablaba de que se les insulta, se les escupe, se les dicen cosas feas, que los matones del patio les quitan las cosas, y ¡que hasta alguna mujer se ha quitado la ropa delante de ellos y les ha enseñado los pechos!... Donde vamos a parar, normal que todo esto les haga pupita.
Vamos lo que hay que oír, que bonita es esta vida que cada día te sorprende con algo, ya te digo.
Si estas declaraciones pueden resultar como poco irrisorias de normal, después de las actuaciones policiales en los últimos meses hacen de todo menos gracia, ya que el nivel de violencia y abuso de autoridad hace tiempo que se pasó de la raya, si es que puede existir alguna raya que marque esto.
Más concretamente, lo ocurrido durante la visita del señor Ratzinger a Madrid ya sobrepasa todas las marcas que se nos ocurra colocar. No voy a entrar ahora en lo que esta visita conlleva para todos, ética y económicamente, tema ya tratado en su momento.
 Mientras los llamados peregrinos participantes en la llamada jornada mundial de la juventud (católica claro está) campaban como Pedro por su casa a lo largo y ancho no solo de la capital, sino de toda la geografía del estado, los manifestantes de la marcha laica eran violentamente desalojados del recorrido previsto para una protesta perfectamente legítima.
Unos reciben descuentos en transporte público, alojamiento, comida y todas las facilidades que se puedan imaginar mientras cantan hermosas cancioncillas ensalzando a su líder, y los otros reciben hostias. Y uso esta palabra reconocida en numerosas acepciones por el diccionario del idioma de Cervantes (http://buscon.rae.es/draeI/).
Es posible rastrear numerosos ejemplos en los que se observa el modo de actuar de los defensores del orden público, maltratando física y psicológicamente a todo el que pasaba por allí, tuviera o no que ver con la manifestación en defensa de un estado laico. Golpes, insultos, agresiones, vejaciones… Se han podido observar una importante cantidad de capítulos del catálogo de actuación de la represión estatal, acciones que seguramente no acarrearán consecuencia ninguna para sus autores por muy claro que esté todo. Lo cual vuelve a incidir en el hecho de que esta gente puede hacer lo que quiera, como cuando y donde quiera. Eso sí, no les insultes ni les enseñes las manos… O las tetas, habrase visto.
Y al otro lado la juventud del papa que se hacen llamar, celebrando un encuentro multitudinario en el que una parte de los jóvenes venidos de todo el mundo aprovechan y se hartan de viajar, comer, beber y lo que yo te diga a cuenta de todos nosotros, a ver si vamos a pensar que todos vienen solamente a rezar y a cantar alabanzas. Eso sí, estos también reciben hostias (reitero la presencia de ambas acepciones de esta palabra en el diccionario de la RAE), pero no como las que reparten los del casco y la porra, no, sino de barquillo como decía mi abuela, que son harto diferentes, aunque en mi opinión mucho más envenenadas que las otras, por mucho que duelan más en el momento.
En definitiva lo dicho, que Madrid ha sido durante los últimos días una ciudad donde se ha repartido una cantidad considerable de hostias, unas de barquillo y otras no, dependiendo claro está de a quienes fueran dirigidas.
Pues así estamos y así seguimos. Esto no deja de ser un ejemplo más de la forma de actuar de los cuerpos de seguridad del estado, radicalizada en los últimos tiempos, y la impunidad que conllevan sus actos. Aparte de la responsabilidad de los agentes que reparten con semejante alegría, solo queda apelar a los responsables políticos de la situación y de las órdenes dadas. Porque aunque mucho me temo que esto no tiene pinta más que de ir a peor, me gustaría preguntarles si se ponen todos los días delante del espejo para auto convencerse de que pueden hacer las cosas cada vez peor.
Imagen cedida y modificada.

2 comentarios:

  1. se pasaron y se comportaron como matones de discoteca

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  2. en este pais hay todavía mucho pijo y borjamari que tienen el beneplácito del gobierno y del iglesia, a por esos no va la policia a por los que cantan consignas como " viva cristo rey " tampoco, tod@s sabemos lo que sigue habiendo....

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