Seguimos en Burgosdijital.net

Seguimos en Burgosdijital.net
Nos hemos trasladado a Burgosdijital.net

domingo, 3 de marzo de 2013

Capitalismo o Democracia

Foto de archivo 19-05-2011

Merkel, Draghi, Berlusconi, Bersani, Sarkozy, Hollande. Rajoy, Rubalcaba, Aznar, González, Mas, Camps, Bárcenas, Urdangarín, Blanco, Matas, Rato, Botín. Herrera, López. Aparicio, La Calle, Ibáñez, Braceras, Escribano… No son más que productos de la misma época, del mismo sistema que elige a los “mejores”, a los “más dotados” para decidir los designios de aquellos a los que representan, o a los que dicen que representan. Y es por ello que estamos como estamos…

Esta crisis sistémica, como ya se ha dicho en tantos foros, no es más que el anuncio de una muerte anunciada. De la misma manera que un ser vivo enferma y muere cuando introduce en sus circuitos vitales el tráfico de sustancias venenosas para sí mismo, el sistema de convivencia que nos dimos a nosotros mismos como sociedad se catapulta al fin de su existencia. Si una condición física o química resulta incompatible con la vida, es lógico pensar que un valor, o varios, incompatible con un  sistema puedan acabar con él, o al menos se contemple como un peligro crítico.

Me explico. Cualquiera que tenga un mínimo de memoria, se acordará de la cantidad de recompensas y castigos que recibía cuando era niño tanto en casa como en el colegio por aquellas cosas que los adultos, padres y profesores, consideraban que habíamos hecho de manera correcta o incorrecta. En el fondo no se trataba más que de moldear nuestro comportamiento para que la sociedad nos viera como alguien en quien confiar, ya que la confianza, valor opuesto al miedo, es uno de los principales pilares en los que se basa todo colectivo para poder vivir.

Siempre se oponía la Verdad frente a la Mentira, la Solidaridad frente el Egoísmo, la Cooperación frente al Individualismo, la Generosidad frente a la Avaricia, la Tranquilidad frente a la Ira, la Trasparencia frente a la Opacidad. Toda esta contraposición de valores se convertía en parte del acervo cultural y de nuestra enseñanza cotidiana, sin que apenas nos diéramos cuenta.

Foto de archivo
Luego, más tarde, a medida que nos hacíamos mayores íbamos experimentando que para adaptarnos a nuestro sistema socioeconómico debíamos percibir esos valores como algo a lo que aspirar, pero prescindibles en tanto en cuanto resultaran una molestia para conseguir aquello a lo que uno aspirara: en todas las ocasiones, el individuo por encima de la sociedad. O como se atrevió a aventurar Margaret Tatcher: “la sociedad no existe”.

Y en esas estuvimos. Mientras intuíamos el camino correcto, elegimos el único que nos permitieron, y de esta manera el capitalismo imperante en los 80 nos llevó al paraíso. Difícil no lo tenía: a un lado el socialismo soviético en plena descomposición y con un sinfín de errores y horrores que serían explotados y difundidos hasta la extenuación por sus enemigos, y al otro un mundo donde todo podía ser posible si te esforzabas, un mundo donde las libertades y el ascenso social eran las principales recompensas.

Pero nos engañaron al hacernos creer que todas nuestras ilusiones y nuestros deseos pasaban por la asunción indiscutible de nuestra convivencia en el libre mercado, y de éste como única fuente inspiradora de los sistemas democráticos.

Nada más lejos de la realidad, ya que sobre el terreno cualquiera comprueba cómo es en el libre mercado donde se produce la necesidad de instrumentalizar al resto de los sujetos sociales para extraer el máximo beneficio propio, de vulnerar su dignidad. Y es aquí donde nuestro sistema de convivencia, sin que quizás nos diéramos cuenta, comenzaba a hacer aguas. Según la Declaración Universal de los Derechos HumanosDignidad” quiere decir “valor en igualdad, sin condiciones e inalienable, que poseen todos los seres humanos”. Y como reflexiona Felberdel idéntico valor de todos los hombres proviene nuestra igualdad en el sentido de que en una democracia todas las personas deben disfrutar de la misma libertad, derechos y oportunidades.(…) La dignidad humana es la premisa para la libertad.”   
    
Por lo tanto sin dignidad no hay igualdad de oportunidades, y sin ésta la libertad no sirve más que para elegir entre Iberdrola o Gas Natural…

Foto de archivo

Una de las principales razones por la cual los ciudadanos que llegan a gobernar nuestras vidas, o al menos a influir en ellas, son como son, se debe al sistema de valores que realmente nos es inoculado desde los “tanques de pensamiento” capitalistas: sociópatas educados en la obediencia y el rendimiento, cuyos valores principales son la competencia, la ambición por el beneficio y la obsesión por el ascenso social… Todos ellos, ansiosos por el miedo y la desconfianza, mueven sus hilos con el único fin del dominio. Capaces de todo por alcanzar la cúspide de la pirámide del poder, cual sacerdote supremo en un zigurat sumerio. Esta es la raíz de la corrupción que ataca directamente la línea de flotación de nuestras democracias, y a su vez es la causa de la miseria económica de un sinfín de ciudadanos que merecen tanto respeto, o más, que otros ciudadanos que nos están llevando a la miseria moral.

Resulta evidente que el sistema político y económico que nos hemos dado para convivir es obsoleto y prescindible. Ya no sirve, si es que sirvió alguna vez, para colmar las ilusiones de la mayoría. Y es por ello que se hace necesario un nuevo paradigma en las relaciones de poder y un revolcón radical en las personas y organizaciones que lideren ese cambio.

Nuestros valores morales, los que nos enseñaron de niños, junto a la declaración universal de los derechos humanos deben de prevalecer sobre cualquier argumento de crecimiento económico. Se debe de desligar la política de la economía, anteponiendo la primera, ya que es ésta en la que más influyen los ciudadanos, sobre la segunda. Se deben de limitar las desigualdades imponiendo límites sobre la propiedad privada, ya que las élites económicas están en contradicción con una sociedad realmente democrática. Se debe de incentivar la verdadera responsabilidad social en las empresas para que estas incorporen valores positivos relacionados con la dignidad humana y con la defensa del medio ambiente. Y por último se debe de impulsar la participación ciudadana destruyendo la organización piramidal en la toma de decisiones y el control democrático permanente sobre las acciones ejecutivas.

¿Quién quiere ser poderoso cuando se puede ser feliz?

2 comentarios:

  1. Artículo genial,me he quedado pensando.

    ResponderEliminar
  2. el poder les da su felicidad a toda esta gentuza...

    ResponderEliminar