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jueves, 11 de julio de 2013

CHAVS. La demonización de la clase obrera.

Por Basilio El Bagauda 
“La locura de una sociedad organizada en torno a los intereses de plutócratas  se ha puesto de manifiesto por una crisis económica provocada por la codicia de los banqueros. La nueva política de clases sería un comienzo, al menos para construir un contrapeso a la hegemónica e incontestada  política de clase de los ricos. Quizá entonces sea posible otra vez una nueva sociedad basada en las necesidades de la gente, más que en el beneficio privado. La clase trabajadora se ha organizado en el pasado para defender sus intereses; ha exigido que se la escuche y arrancado concesiones de manos de los ricos y poderosos. Por mucho que se la ridiculice e ignore, volverá a hacerlo”.

De esta manera, el inglés Owen Jones termina a modo de optimista resumen su libro titulado “Chavs. La demonización de la clase obrera”.  En palabras del escritor, “Chavs” es un término peyorativo que hace referencia a la subcultura de la clase trabajadora inglesa, especialmente a jóvenes que llevan ropa deportiva de marca, bisutería llamativa, viven de las prestaciones y en viviendas sociales.

Su tesis recoge numerosos datos de fuentes fiables y contrastadas y numerosos ejemplos extraídos de los medios de comunicación británicos de prensa escrita y televisión. Con ellos el escritor trata de demostrar cómo ha existido y existe una intención premeditada de suprimir ideológicamente el concepto de “lucha de clases” para posteriormente denostar a una parte importante de la clase trabajadora como un parásito del sistema, un residuo que no ha querido ni ha sabido aprovecharse del crecimiento económico de la política tatcheriana y que ha vivido y vive “chupándole la sangre” al resto de contribuyentes que sí han conseguido un mejor estatus por sus méritos y su trabajo.
Owen Jones desmonta todo el aparataje ideológico neoliberal para enseñarnos las piezas que lo conforman, desenmarañando la red tejida con innumerables prejuicios y diseñada para incentivar el odio de clase, poniendo el foco en los medios como fabricantes de conciencias colectivas.

Fundamentalmente toca cuatro aspectos que explican el cambio cultural y social provocado y conducido por las élites conservadoras que, tras la devastadora destrucción de buena parte de los sindicatos, llevaron al laborismo a lo largo de los 80 a entrar en el mismo juego dejando de lado a las clases trabajadoras que se encontraron desarmadas y desalojadas del sistema político.

En primer lugar, explica cómo durante los últimos 30 años se ha producido una deliberada imagen distorsionada de comunidades de clase obrera a través de series de televisión donde se las caricaturizaba con múltiples estereotipos. Así mismo se presenta con mucha frecuencia en comedias histriónicas a jóvenes blancos sin trabajo, viviendo en viviendas sociales degradadas y llenos de vicios cuyo único futuro es esperar a la paga del subsidio mensual para cubrir la deuda adquirida realizando apuestas.

Por no hablar de las columnas de opinión en los grandes medios conservadores donde se aprovecha cualquier tipo de incidente en esas comunidades para colocar un discurso en el que las desigualdades sociales no existen ni son causa de esos incidentes, sino que son únicamente los individuos con sus comportamientos los que se merecen lo que tienen.

En segundo lugar, Owen Jones hace una descripción perfecta sobre la llegada al poder de Margaret Tatcher y sus principales actuaciones para cambiar completamente el sistema económico de Gran Bretaña acompañándolo de una verdadera contrarrevolución social sirviendo con su partido a los intereses exclusivos de las clases altas. Para ello desmonta por completo las industrias británicas más tradicionales y desregula el mercado laboral; debilita a los sindicatos aprovechando el empuje represivo contra las huelgas mineras; da un revolcón a la política de construcción de viviendas sociales liberalizando una buena parte de ellas para su venta convirtiendo el derecho en un producto de consumo y la segregación de las comunidades más tocadas por la crisis; y privatiza los más esenciales servicios públicos provocando graves desigualdades sociales. Hasta el punto de convertir a Gran Bretaña en el país europeo con mayor tasa de población por debajo del umbral de la pobreza, y en el núcleo ideológico conservador más duro de occidente.

A ello se añade, en tercer lugar, el destrozo de las opciones políticas de la clase obrera que siempre habían depositado su confianza en el Partido Laborista debido a la desaparición casi absoluta en él de miembros que hubieran salido de estas comunidades, el giro de 180 grados en el pensamiento político de la socialdemocracia que sólo se interesó por competir en el mismo campo de juego con los tories, y en basar buena parte de su argumentario en dos de las grandes mentiras del sistema en los últimos tiempos: la falsa meritocracia y el invento de la “clase media”. El primer concepto se basa en la existencia de oportunidades para todas las personas y en la absoluta creencia anglosajona de que Gran Bretaña premia a los trabajadores con la movilidad social. El ensayista critica este aparente positivo valor explicando que la gran desigualdad interclases provoca la impermeabilidad de ese supuesto flujo, ya que “los de arriba” bloquean a “los de abajo” esas posibilidades. Así mismo también desmonta el mito de la creación de la “clase media” que es, entre otras cosas para el autor, una parte de la clase trabajadora que ha mejorado su poder adquisitivo y que se reafirma a sí misma a través del distanciamiento con la clase obrera.

Por último, desgrana las consecuencias del odio de clase y de las humillaciones a los más desfavorecidos poniendo el foco en el resurgimiento de la extrema derecha de la mano del BNP (British National Party) y de la explosión inusitada de graves problemas raciales.

 

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