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jueves, 6 de febrero de 2014

La imagen del general Yagüe ensombrece Burgos

Fotomontaje: General Yagüe con el concejal de Cultura de Burgos Fernando Gómez

Por Lucas Mallada
Este sábado me he dado una vuelta por la “Feria de las Marcas”, celebrada en IFEMA, Madrid1.
Allí, en la despampanante puesta en escena, me he dado un garbeo muy ilustrativo acerca del estado de salud y capital simbólico que atesoran algunas de las “Marcas” de referencia de las que formo parte.

Veréis, entre todas, he visto a la flamante “Marca España”, en la UVI y muy maquillada por un equipo de generadores de opinión que no permiten que se arrime nadie, se creen que es suya, pero a pesar de ello se olfatean los desahucios, el desempleo, la corrupción rampante, el descrédito institucional y los buenos datos macroeconómicos únicamente de las entidades financieras.

Sin querer, lo prometo, estaba en el suelo y no la he visto, he pisado la “Marca Monarquía española”, decía el responsable que no sabe qué ocurre, que es como si se desprendiera ella sola del estante, y están llamando a los mejores fontaneros, y nada, porque dicen que es un problema de cañerías, que hieden.

Y andando por ahí, me he topado con agradable y cálida sorpresa con una marca recientemente colocada, estaba rodeada por japoneses haciéndose fotos, la “Marca Gamonal”.  Obviamente lejos de estar prevista su presencia en tan alta muestra, la organización ha tenido que reservarle un hueco de última hora desplazando a otras. La “Marca Gamonal” rebosa orgullo, autoconfianza y constituye un nuevo ejemplo para otras.

Finalmente, y he tenido que buscarla, he encontrado la “Marca Burgos”, en la última sala, junto a la puerta sin cerrar del almacén; hace frío y no está muy frecuentada, vaya decepción. La luz macilenta del espacio no invita, la “Marca Burgos” tiene caspa grasosa en la parte superior y está sostenida por ladrillos tabiqueros en forma de hubu, además sobresalen unos sobres cerrados y abultados con los anagramas de las viejas y perdidas cajas de ahorro, leo los nombres que figuran en las direcciones de los sobres, pero por decoro y dolor colectivo me los voy a callar.

Junto a la marca, y recientemente, han colocado una foto color sepia, en ella aparece una persona de uniforme, con aires pretorianos y sonrisa soberbia, de sus manos mana sangre de rojo oscuro que forma un charco alrededor de la foto y que amenaza con impregnar la “Marca Burgos”.  Casualmente pasa una ordenanza, estamos solos y me atrevo a preguntarle por qué no lo limpian. Me responde cansado que él ya ha avisado y parece ser que el único remedio sería retirar la foto del salvapatrias (sic) y que según dicen en dirección el Ayuntamiento de Burgos está conforme con que sea así.  Me quedo consternado por la desolación de la escena, y me arrebata la idea de preguntar a la organización si no se puede proponer alguna medida que mejore el lamentable estado de “Marca Burgos”.

Un rato después, alguien de la organización me recibe, entre curioso y sorprendido por mi interés en una marca tan relegada. Me contó muchas cosas, algunas me hicieron temblar por dentro, otras derramar lágrimas secas y otras me provocaron un extraño activismo irredento por los tiempos perdidos.  Me explicó que el personaje de la foto no era otro que Juan Yagüe, militar golpista, que logró el poder por métodos violentos, años atrás. Que su hija, Eugenia o algo así, se había empeñado en homenajearle, y que el Ayuntamiento de Burgos había ofrecido un espacio público para ello, nada menos que el Monasterio de San Juan, junto al pintor Marceliano Santamaría. Que a él le daba un poco igual, que eso era cosa del concejal de Cultura, un tal Fernando Gómez, que se empeñaba en justificarlo y en mezclar churras con merinas. Que si los dirigentes de la ciudad apostaban por asociar su imagen al franquismo, pues que cosa suya era, que ya les pasó factura con la candidatura de la capitalidad cultural para el 2016 pero que, en su opinión, en la meseta eran muy duros de mollera y no terminaban de aprender.

Y finalmente me advirtió de que la imagen a la que se asocian o como se definen las marcas no era algo público, si no que lo decidían los poderes establecidos, aunque la valoración de esos símbolos sí era cosa de la gente, por tanto, el aprecio o descrédito de las mismas consistía en el acierto de las autoridades en interpretar los valores de los ciudadanos, y que por mucha cosmética invertida no había remedio, como rezaba la Biblia “por sus obras les conoceréis”, y que así estaban las cosas, de momento; cerrando la cuestión con una sonrisita irónica, dejó caer: “y está claro que los “jefecillos” de Burgos últimamente no dan una”.   Salí al aire fresco. No entendía por qué aquel entuerto y empecinamiento, ¿será que en Burgos nos perdimos algún capítulo del “Cuéntame”, y tenemos asignaturas pendientes?

1Para despistados, advierto que es ficción, aunque podría no serlo...

3 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo y el montaje fotográfico.

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  2. Todavía no esta claro si se va a utilizar el Monasterio. Se están buscando las formulas para demostrar que es un ensalzamiento de apología de terrorismo. Esperemos que no se haga.

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  3. Hacen buena pareja....si en el fondo son como ellos.....

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