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sábado, 13 de junio de 2015

14 de junio: Inauguración de los Jardines de Yolanda González en Madrid




YOLANDA NO TE OLVIDAMOS
Por Carlos Jiménez Villarejo 


En primer lugar, hacer constar que el asesinato terrorista de Yolanda, en Febrero de 1980, fue una constatación más de la permisividad, cuando no complicidad, de las instituciones democráticas con las fuerzas de extrema derecha que, después de 1978, persistían en la abierta oposición y desestabilización del régimen instaurado por la Constitución.
Primero, en el proceso penal, cuando el Tribunal no solo no condenó a los responsables del crimen como terroristas sino que la norma penal  fue aplicada de forma favorable a las organizaciones de signo fascista, como era la banda armada  Grupo 41 – perteneciente a Fuerza Nueva- al que pertenecían  los autores y, particularmente, el autor material de la muerte, el asesino Emilio Hellín. Por ello, no fueron condenados por el delito de asociación ilícita.
Posteriormente, hubo la posibilidad de reparar esa tremenda injusticia. Lo fue durante la tramitación parlamentaria de la Ley 29/2011, de 22 de Septiembre, de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo.
Varios Grupos Parlamentarios presentaron Enmiendas encaminadas a incluir en dicha Ley a las víctimas, como Yolanda, de organizaciones terroristas de origen franquista, máxime cuando el plazo establecido en dicha Ley para reconocer derechos y prestaciones a las víctimas de dichas organizaciones era a partir del 1 de Enero de 1960.Se pretendía que “los valores de Memoria, Dignidad, Justicia y Verdad” que según el Art. 2  inspiraban dicha Ley, permitieran también la inclusión en dicha Ley de víctimas, como Yolanda,  tan maltratadas  desde la instauración de la democracia o, como dijo Reyes Mate, tan “invisibilizadas”.Pero no fue posible, por la cerrada oposición del PSOE y PP.
Pero, la más reprobable complicidad de las instituciones con los responsables del asesinato de Yolanda fue la que tuvo lugar durante el cumplimiento de las penas por Emilio Hellín. 
En primer lugar,  el injusto permiso de salida otorgado a dicho penado por el Juez de Vigilancia Penitenciaria (VP) en Enero de 1987, aprovechado para fugarse a Paraguay, incumpliendo las penas impuestas durante tres años. 
Posteriormente, el favorecimiento judicial continúa. Primero, cuando la Sala 2ª del Tribunal Supremo rechaza la querella presentada por los padres de Yolanda por la presunta prevaricación cometida por dicho Juez. Y después, cuando un Juez del Registro Civil de Madrid autoriza en 1995 al asesino Emilio Hellín, cuando aún está cumpliendo las penas, a cambiar de nombre, con la evidente finalidad de ocultar su identidad. Y, a continuación, como si todos estuvieran de acuerdo, la Juez de VP de Granada, ese mismo año, otorga al penado Hellín el tercer grado penitenciario que, prácticamente, representa el cumplimiento de las penas pendientes; una decisión judicial, objetivamente,  favorecedora de los intereses espurios el penado y contraria a los fines constitucionales de la pena..
Pero la protección del penado Hellín llega hasta nuestros días. Como consecuencia de la decisión judicial de concederle el permiso de salida a principios de 1987,la Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial(CGPJ) le impuso al Juez de VP una sanción de suspensión de empleo y sueldo durante un año. Habiendo sido recurrida, el Pleno de dicho organismo anuló la sanción con siete votos en contra de destacados juristas y magistrados. Pues bien, habiéndose solicitado recientemente una certificación literal de ambas Resoluciones, el CGPJ acordó denegarlas el 26 de Noviembre de 2013, porque la concesión de la misma “afectaba a la intimidad e imagen” de Emilio Hellín, de quien se dice fue ”dirigente en su día de formaciones extremistas en España y posteriormente al servicio de dictaduras latinoamericanas”.Todo un ejemplo de opacidad y de protección de un inexistente derecho al honor por una Institución que debería ser un ejemplo de justicia, equidad y transparencia plena. Hasta aquí llegan los ecos favorecedores de quien fue responsable penal de uno de los crímenes mas terribles de la transición. Por todo ello, Yolanda sigues viva en nuestra memoria.




Por Mariano Sánchez Soler
Hoy Yolanda tendría 54 años. Resulta imposible pensar en ello, imaginarla como a cualquiera de nosotros, en las manifestaciones, en las reivindicaciones ciudadanas, en las fiestas de cumpleaños, haciendo con nosotros todo este camino vital y político, tan largo, que nos ha traído hasta aquí, a un jardín con su nombre, muy cerca de donde vivió y murió. Quienes la conocimos personalmente, quienes fuimos compañeros suyos en la lucha política, en las Juventudes Socialistas primero y en el Partido Socialista de los Trabajadores después, nunca podremos olvidarla, porque forma parte de nuestra alma.
Cuando el comando parapolicial del Batallón Vasco-Español, dirigido por el ultra Emilio Hellín, dirigente armado de Fuerza Nueva, la secuestró y asesinó el 1 de febrero de 1980, de alguna manera también nos mataron a muchos de nosotros. Eso buscaban; eso busca el terror. Al quitarle la vida a Yolanda, trataban de asesinar a demasiados jóvenes comprometidos, airados, serios consigo mismo. Porque Yolanda, en su vida cotidiana y en su actividad personal de cada día, era un producto de su generación; de los nacidos al compromiso político y social en junio de 1977, posteriores a quienes lucharon en el posfranquismo y elevaron el término “desencanto” a una etiqueta de moda.
En plena transición política, bajo los gobiernos de UCD, el asesinato de nuestra amiga Yolanda nos mostró el rostro verdadero del crimen político, puso delante de nuestros ojos jóvenes e idealistas  la amarga verdad. De las 598 víctimas mortales por violencia política en siete años (1975-1982), a Yolanda la conocíamos, estaba entre nosotros, compartíamos con ella demasiadas cosas; era nuestra compañera y amiga. Su proximidad cotidiana daba al crimen una dimensión íntima, un dolor casi físico, más allá de la rabia que sentíamos cuando otros jóvenes estudiantes y obreros eran asesinados por reclamar la democracia, la amnistía, la igualdad. El nuestro era un dolor personal.
En 1983, escribí una semblanza de Yolanda en El Periódico de Catalunya cuando sus asesinos iban a ser juzgados. De ella rescato algunos párrafos, porque hoy, como entonces, su memoria sigue dentro de nuestras almas:
“Dos años después de su asesinato –escribí-, Yolanda se ha convertido en otra cosa, es diferente. Muy pocos hablan ya de aquella joven menuda, de sonrisa amplia y ojos muy abiertos, nerviosa siempre, preocupada y enérgica en sus convicciones, con la tenacidad inquebrantable de sus 18 años.
“En 1979 dejó Bilbao. Allí había militado en las Juventudes Socialistas de Deusto, ocuoó la secretaría de Cultura y trabajó en la Asociación de Vecinos. En aquella ciudad emprendió el camino más difícil, pero el más acorde con sus ideas revolucionarias. Cuando se trasladó a Madrid lo hizo porque su compañero, Alejandro, su novio desde hacía un año, tenía que vivir en aquella ciudad.
“Después estudió Formación Profesional en Vallecas, representó a este instituto en la Coordinador Estudiantil de la que había sido promotora, y por las mañanas trabajaba limpiando casas y fregando suelos. Con su sueldo se mantenía. Tal era la razón de que compartiera su casa con otra joven trabajadora en idéntica situación económica. Siempretomó una postura activa ante quienes la rodeaban. Lejos del escepticismo, sin desesperar, ocupaba su vida en el compromiso de su actividad militante: en la Coordinadora como estudiante, en Comisiones Obreras como trabajadora y en Partido Socialista de los Trabajadores.
“Yolanda –a quien todavía recuerdo discutiendo acaloradamente- formaba parte de esa otra juventud que jamás podrán vender en la rebajas de otoño, ni exponer en los escaparates de la esquina. Pero ya no es nada de todo eso. Despojada con el paso del tiempo –dos años que parecen lustros- de su calidad personal, humana y concreta, se ha convertido en otra cosa. Sobre ella se han vertido calumnias, especulaciones, mítines y poemas. Con el proceso a sus asesinos, se ha transformado en “actualidad política”, en picota contra Fuerza Nueva, en recuerdo sentimental y compañero de muchos, en odio cobarde de quienes tienen las manos manchadas de sangre. Yolanda ya es algo diferente, queda atrás la Yolanda de carne y hueso, la que muchos conocimos. Tras su asesinato, muchos estudiantes recibieron anónimos fascistas como éste: “Abandona el movimiento estudiantil o morirás como Yolanda González”. Su nombre es ya un símbolo”.
También hoy, treinta y cinco años después de su muerte, sigue siendo aquel símbolo. Duele mucho pensar que ahora tendría 54 años y podría pasear por las calles como cualquiera de nosotros, si el fascismo no la hubiera asesinado.

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