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sábado, 26 de diciembre de 2015

¿Una vida normal?

Por Eduardo Nabal
En un limbo electoral y de estupefacción generalizada -en el que todo es posible- no está de más recordar que la lucha no acaba ni empieza en ninguna urna, sino como dice Dan Spade, en su libro sobre la guerra contra las personas pobres, inmigrantes, trans, con discapacidad, sin cobertura médica. 
La lucha continúa en las calles y los barrios más desfavorecidos, ese espacio invisibilizado de la que sigue siendo la gran potencia del mundo occidental a costa de masacrar pequeños países donde tienen depositados sus intereses. Libros como “Una vida normal” (Ediciones Bellaterra, 2015) nos recuerdan que la lucha que empezó en Stonewall (la lucha por la liberación LGTBQI y particularmente de  los sectores con menos reconocimiento) tomó muchos caminos pero el camino del cambio radical de instituciones que se autoperptúan a costa del bien público sigue abierto por gentes dispares que continúan en la brecha contra el capitalismo heterosexista que el propio Obama se ha limitado a maquillar discretamente. 
Como en el caso de los derechos de las mujeres de pronto algunas ideologías se siguen difuminando, negociando a la baja, afortunadamente cada vez menos. Acaso todo el asunto de ser los “últimos de la fila” nos entristece un poco, esta inercia heteropatriarcal o ese olvido heterocentrado. 
Pero lo que cuenta el activista y profesor Dean Spade en su libro recién traducido “Normal Life” es la verdadera historia de los movimientos de resistencia al heteroracismo y el capitalismo feroz o sutil desde Stonewall a la sonrisa forzada de los EEUU de nuestros días y su temible política de emigración/inmigración, una historia de resistencia que no se enseña en las aulas, o en muy pocas. O no por estos lares. 
El autor, activista trans y ensayista vociferante nos acerca en su recorrido documentado a la historia dura y áspera de cómo en su país, el más poderosos del mundo, bajo una serie de concesiones-maquillaje legales y reformistas y tímidos llamamientos a la tolerancia se sigue excluyendo de muchos derechos básicos y libertades a medio conquistar (desde el ámbito laboral, la sanidad a la seguridad jurídica o el derecho a la vida digna) a mucha gente de otras razas y/o LGTB sin grandes recursos que no aparece en las series de televisión ni en los grandes bodorrios. 
Es la “otra Norteamérica” de la que hablaban Sylvia Riera o el propio Spade que sufrieron la violencia policial, el encarcelamiento, el ostracismo o el paternalismo de asociaciones benéficas y discretas dispuestas a camuflar bajo concesiones varias, ayudas esporádicas y reformas oportunistas las cada vez más profundas brechas que existían en su sistema socioeconómico, también en su sistema de binarismos de género, contribuyendo a disfrazar o atenuar las graves desigualdades y las exclusiones estructurales que condenaban  a amplios sectores de la población desde tiempos ancestrales a la pobreza o incluso la violencia institucionalizada, real y simbólica, la exclusión sociolaboral cuando no la prisión o los centros de internamiento para extranjeras/os.
Grupos de trans latinas se enfrentan aún hoy al Presidente de los EEUU y a otros muchos gobiernos occidentales porque sus políticas son políticas legalistas, de concesiones, políticas de poca monta que no van a la raíz de los problemas sociales ni a las causas de la violencia contra los pequeños delincuentes frente a la adoración de los grandes estafadores, que pisotean muchos derechos humanos en cárceles inhumanas y apuntalan a golpes las dicotomías sexo/género, el racismo ancestral, la xenofobia y la guerra declarada contra los sin techo y los y las sin papeles. “Una vida normal”, con prólogo de Lucas Platero, es el irónico título de este ensayo valiente y transgresor que, si realmente lo leyeran, escocería a muchos miembros de la comunidad LGTB conservadora (que, en el mejor de los casos, festeja lo que sigue siendo una jornada de lucha) o la izquierda perezosa y, esperemos que no demasiado, camino de lo institucional. 
Tal vez pudiera hablarles sobre ese sendero que abandonaron hace mucho tiempo en tantas y tantas luchas por algo mas que una serie derechos a favor de la lucha por la democracia real. Una bajada de guardia que tal vez les asegure un escaño pero que deja a muchos de sus compañeros y compañeras en la cuneta.


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