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miércoles, 20 de mayo de 2015

De gigantes, molinos y comisiones



Por Manuel Cortázar

Don Vicente de la Chanza: ¡Mi jacaaa, galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto, camini…to de…! ¡Pero qué ven mis ojos! ¡Si son gigantes malandrines moviendo sus brazos y asustando a las buenas gentes de estas tierras que con tantas ganas nos quieren! Ya se lo descía yo a los de mi Consejo, que esta era la causa de la despoblación, y no otra…


Escudero Villanueva: ¡Mire usted, maese Vicente, que no son gigantes, que son COMISIONES!

V.CH.: ¡Ande, ande, no digas bufonadas! Atente a mi experiencia que es grande en contiendas y sé la cantidad de mudas y engaños que utilizan los enemigos para no dar la cara. ¡Comience a preparar mis armas que de aquí a nada entraré en combate! ¡La lanza, el escudo! ¡Por dios dese prisa, que esas criaturas del demonio no van a dexar títere con cabeza!

E.V.: ¡Ay, ay, ay, qué espanto de hombre, si no se entera de nada! ¡Su ingenuidad es proverbial! ¡Menos mal que lo es aún más la de nuestros paisanos! ¡Ay, si supieran en manos de quien están!

V.CH.: ¡Qué murmulla! ¡Cuánto pico para tan poca cabeza! ¿Es que tengo yo que estar en todo? ¿Aún no se ha dado cuenta que un caballero como yo, no puede ir a la guerra poniendo en peligro a su doncella? ¿Pero es que acaso no ve que tengo al lomo de mi hidalgo jaco a Doña Silvia del Sabroso?

E. V.: ¡Vaya por dios! ¡Hoy tenemos fiesta en su testa! Gigantes y doncellas. Y como le convenzo yo que ya no quedan doncellas en esta tierra, que no digo yo que sea necesario… Pues nada, caso le haré de su imaginaria señora, pero de los gigantes no, que sin saberlo le va a estropear la verbena a muchos hidalgos.

V.CH.: ¡Venga, dese prisa, y deje de cuchichear que a este paso ni palmo de tierra dejarán sin segar! Comisiones dice… ¡Qué sabrá el plebeyo de andanzas y caballerías, que la miel no se fizo para la boca del asno!

E.V.: Mire, vuesa merçed: sean o no sean gigantes, que yo como hombre de poco mundo y de menos inteligencia no sé distinguir, éstos no facen daño ni a la nobleza ni al pueblo llano. A unos porque les va la renta en ello y a los otros porque prefieren que las cosas sigan como están. Que a estos yo si los conozco bien que por algo soy también yo terronero aunque usía quiera elevarme a las glorias del Olimpo ese…

V.CH.: ¿Quiere usted terminar su discurso para que yo le entienda? Mira que le gusta divagar a la plebe…

E.V.: Pues ea, ya termino. Que sé de buena tinta que es mejor que dexe a esos gigantes que bien le ha ido hasta ahora con mis consejas, y si alguien quiere sacarle la color ponga esa cara que pone siempre de ofendido y mancillado, que muchos son los que cerrarán filas en torno a vuesa merçed. Mientras tanto, que esos gigantes sigan segando, que son la grasa nescesaria para que usted siga siendo hidalgo y para que el campesino, el pastor y el molinero paguen alegremente sus diezmos y alcabalas. Ese es el orden natural y así tiene que seguir siendo, sino cómo iba a pagar el Rey a la tropa, cómo iban los nobles a vestir sus sedas y tafetanes e iban a pagar sus relumbrantes banquetes, cómo iban los arrieros a engordar los prescios para comprarse tierras y títulos de hidalguía. ¡Que todo eso alguien lo tiene que pagar, ya lo sabemos! Para eso estamos los pecheros, que por eso somos más en cantidad y menos en discernimiento.

V.CH.: Ya. Pero sigo sin saber muy bien cuál es la relación entre esos que llamas Comisiones y que siguen moviéndose como si mañana se fuera acabar el mundo y todo lo discurrido por usted.

E.V.: Pues está claro. Que sin esos gigantes al Rey y a la nobleza les va a costar un potosí armar a sus huestes que mantienen la Ley y el orden perpetuo del Universo; pagar a los cronistas y trovadores para que pueblo por pueblo glosen las glorias de sus fazañas; ordenar los pagos a los juesces y picapleitos para que aquestos fabriquen leyes que convengan a vuesas merçedes; fasçer posible el triunfo de la única y verdadera religión, que es la de nuestros padres; reparar caminos y puentes para que el comerçio fluya y con él los maravedíes que puedan engordar de nuevo a esos gigantes que usted ve…

V.CH.: ¿Y qué gana con ello el tercer estamento?

E.V.: ¿Y qué más da si gana o no? ¿Las cuentas salen? Sí. ¿Y si algún día no salen? Pues ya se inventarán nuevos gravámenes o se venderá lo que compartan.

V.CH.: ¿Y si algún día se enfadan?

E.V.: Dexe, dexe. No se preocupe por eso. Que a estas conclusiones no llegarán nunca y hay armas más poderosas que la espada para evitarles malos pensamientos. Si yo me he atrevido a llegar a estas conclusiones no es más que por contacto con su carácter hidalgo y por la experiencia acumulada junto a vuesa merçed. Y por mí no tenga cuidado, que yo como buen castellano soy ya más escudero de su noble condición que destripaterrones, y mientras tenga mi familia y yo las alforjas bien repletas, al Común ni agua…

V.CH.: Pues venga, que así sea.