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miércoles, 1 de julio de 2015

El centro de Burgos y los barrios

Edificio de Plaza de Vega antes de su demolición

Por Víctor Atobas


Burgos es como un conjunto de ciudades (o burgos). Barrios como San Pedro de la Fuente con mil dos cientos años de historia, otras periferias como El Crucero, San Agustín y San Cristóbal, o Gamonal, todas ellas con algo en común; han sido centros de uno de los movimientos sociales más punteros. Aparece el movimiento vecinal como arma de defensa frente a un mercado inmobiliario que se expande incontrolado, con las consiguientes consecuencias respecto al sistema de estratificación; todo el mundo lo sabe, hay barrios de ricos, y otros de pobres.
Esto lo podemos advertir cómo la clase trabajadora ha sido expulsada del centro, donde también se produjeron protestas vecinales. El centro de Burgos definido en relación a las periferias; para hablar del centro, nos fijaremos asimismo en el resto de la ciudad. Cualquier transformación supone la modificación total de la misma; actuar en el conjunto de relaciones y flujos que configuran el espacio social que es una ciudad, repercute en el precio del suelo, influyendo en las ganancias de los propietarios y los gastos de los arrendatarios, así como en la concentración social y el resto de flujos interdependientes: transporte, trabajo o comercio.

La inversión o el abandono de una calle, la expropiación o la demolición de un solo edificio, por ejemplo; actuaciones concretas que, sin embargo, cambian toda la zona mediante el flujo del capital especulativo y la expulsión de las rentas más bajas hacia otras zonas, a su vez transformadas. La ciudad se expande a través de la dinámica de desestructuración – reestructuración; el casco histórico ha sido reestructurado para albergar nuevas funciones, al igual que Gamonal ha sufrido profundas transformaciones; pero primero había que eliminar todo lo antiguo, el pueblo de los gamones.

Uno de los problemas de la planificación urbanística propia al capitalismo es que arroja una planificación espacial que trata de ordenar todo, constituida sobre la totalidad de la ciudad como si fuera una, cuando geográficamente Burgos no es más que un conjunto de parcelas privadas sobre las que es difícil intervenir de manera directa, aunque existe el recurso de la expropiación que, en numerosas ocasiones, ha sido utilizado para expulsar la clase trabajadora. Así, la mayor parte de la planificación urbanística es entregada al mercado. 

Que el centro haya perdido tanta población, que han ganado otras zonas, se entiende en la política sobre el suelo. Cuando vamos recorriendo Laín Calvo o cualquier otra calle del centro, nos encontramos con que la pequeña burguesía ha establecido allí sus comercios; el centro, dedicado al sector servicios, re-estructurado como un espacio de representación dedicado a los turistas. 

La inversión se ha canalizado hacia el centro de la ciudad, donde se encuentran los intereses comerciales; la peatonalización, las continuas intervenciones, restauraciones y dotaciones, las demoliciones de la Plaza Vega y la especulación, la política de incremento de precios en el barrio de San Esteban, entre otros ejemplos. 



La planificación espacial de la sociedad capitalista ha sido caótica; Burgos, ciudad conocida como mal ejemplo de ordenación urbanística, y el ejemplo más claro lo encontramos en Gamonal, que a partir de los años 40 y 50 se reestructuró de pueblo a suburbio; varias décadas después, algunas zonas del barrio parecen en transición, pero los cambios que ahora nos interesan se encuentran en cómo la relación centro-Gamonal definen los usos sociales en el espacio. 
La llegada de la industrialización, durante los años 50 y 60, supuso el florecimiento del “capitalismo urbano”, presa de una planificación caótica. Los capitalistas que invirtieron en la expansión urbanística de Burgos eran, por un lado, capitalistas productivos que tenían su inversión en las fábricas, pero que se convirtieron también en capitalistas especulativos; cuando la construcción pasó a “fondo seco”, los capitales se centraron en expoliar sectores públicos como la sanidad y la educación. 

Mientras los propietarios vivían lejos de sus fábricas y del humo, los obreros; que no disponían de vehículos ni de trasporte público, buscaban la vivienda cerca del trabajo. 

Al tiempo que Gamonal congregaba en sus calles y plazas, fábricas y viviendas de baja calidad, huertas y una falta total de aparcamientos, así como de servicios públicos o de dotaciones, el “segmento del centro” concentraba el poder político, institucional y social, concentrando a las rentas más elevadas. 
La clase trabajadora fue expulsada del centro de la ciudad y la mayor parte de los flujos; comercio, distribución, hostelería, transporte, ocio e inversión en dotaciones, se distribuyeron en el centro de Burgos, de modo que aumentó el precio del suelo y aumentaron los costes de los alquileres, a lo que habría que sumar el aumento del precio del transporte hacia los polígonos. 

De modo que el ayuntamiento de Burgos, durante los gobiernos del PP y el PSOE, ha apostado siempre por una planificación entregada por entero al mercado. En un barrio podremos encontrar casas desvencijadas y en mal estado, a las que se niega el mantenimiento y la reforma, porque precisamente cuando sea imposible vivir en dicha vivienda por las malas condiciones y los inquilinos la abandonen; entonces se producirá la especulación con el valor del suelo, incrementándose tanto que las rentas más bajas resultarán expulsadas de la zona.


Calle de Vitoria

Estas mismas viviendas en deplorable conservación que referíamos, contrapuestas apenas unos metros más allá con lujosas viviendas, dotadas de cámaras de seguridad, y unas condiciones de vida que difieren mucho de otros que sufren nuestros queridos vecinxs. De ahí que el movimiento vecinal haya plantado cara a la dinámica de expansión urbanística, en casos tan conocidos como Eladio Perlado o el Bulevar de Gamonal. Luchando por su barrio; las dotaciones abandonadas por doquier: bibliotecas, guarderías y centros de salud en mal estado, goteras, falta de aparcamiento, entre otros ejemplos.


Con el Bulevar intentaban hacer de Gamonal una nueva centralidad. Pero ya conocemos las consecuencias de esto, una pista nos la proporciona la construcción de nuevas periferias para albergar a las rentas más bajas de las zonas depauperadas de Gamonal, frente a la que hubiera sido zona del Bulevar llena de comercios y de viviendas re-valorizadas. Pero entonces el barrio hubiera perdido sus habitantes oriundos; trabajadores y parados, pensionistas, niños, jóvenes precios, los recuerdos de los exiliados, desplazados ante las prácticas especulativas hacia zonas más asequibles, con malos materiales de construcción y en puntos dispersos al acceso a dotaciones y servicios públicos.

Pero no vamos a permitir que se lo entreguen todo al mercado. No lo podemos consentir  porque, mientras, nuestros familiares, amigos y conocidos sufren desahucios, no pueden pagar la calefacción, se les inundan los baños y revientan las cañerías, pierden la casa y se van donde los padres, o no pueden independizarse o hacer planes de futuro.

BARRIOS VIVOS, BARRIOS COMBATIVOS

Otros artículos de Victor Atobas:
Burgos no es de derechas
La frustración de vivir en una ciudad cerrada como Burgos






domingo, 24 de mayo de 2015

Sueños húmedos en el Burgos-Abierto

Por Víctor Atobas

Deseo y represión en la Costa de San Gil

No debería luchar por lo que deseo, al fin y al cabo es imposible, más vale dirigir los pensamientos y las atenuadas fuerzas hacia un lugar provechoso, si quiero permanecer cuerdo. Pero entonces, ¿para qué voy a esforzarme lo más mínimo, si se trata de algo no deseado? Locura total. Demencia juvenil.

Quiero destruir esta ciudad cerrada, hasta que no quede nada de su catedral, nada tampoco de las cruces que me culpabilizan, derruidas las campanas y las torres desde las que arrojan estigmas; destrozadas las resistencias, habrán de caer los oráculos y también los predicadores que chantajean por doquier. La Calle Vitoria transitada por miles de cadáveres, erigidos de las cunetas y las entrañas de la tierra; muertos que afirman lo negado. Capitanía explotando en monstruosos riscos que ruedan y aplastan todo alrededor, suerte que los pedruscos no han alcanzado la Costa de San Gil, el mejor sitio para perderse en esta ciudad de laberintos geriátricos, desconfianzas y redes paranoides. ¿Me habrán seguido?

Llego a San Gil y las centellas del petardo me explotan en los labios; aspiro el humo mágico y venenoso de la pólvora. Necesito escaparme. Tomo apuntes de la explosión; escribo para desaparecer. Entro en el San Fran y la música es la vida; he pasado miles de horas en este bar y apenas he hablado alguna vez con una mujer más de diez minutos, esto no puede ser sano, pienso, así es imposible que me encuentre bien, pero supongo que aquí todos nos conocemos y temo que, si hago aquello que deseo; flirtear, mirarte fijamente a los ojos e invitarte a  quedar, para conocernos en profundidad… entonces todxs lo sabrán y la historia se habrá acabado antes de comenzar. ¿Acaso no notas que me gustas? ¡Por supuesto que no! Estúpido – me insulta el juez interior que todxs llevamos dentro-. ¿Cómo iba a saberlo si ni siquiera te atreves a lanzarle señales?

 Además, todos nos conocemos y sabemos quién tiene pareja y quién no, mas no negaremos la evidencia; nos atraen más personas. En el Burgos- Abierto hay quienes han intentado poner en marcha relaciones abiertas, pero parece que esto forma parte, también, de nuestros deseos imposibles, dicen los de Burgos-cerradx. Lo peor es que, la mayoría de estos intentos de abrir las parejas a la libertad sexual, han acabado bien con la ruptura por haber encontrado en otrxs un mayor disfrute sexual, o con el cierre de la relación y el regreso a la normatividad de las relaciones en el patriarcado.  
Pero explíquenme una cosa: si, como decíamos, no podemos luchar por nuestros sueños porque son imposibles. ¿También los impulsos biológicos de nuestro cuerpo son irreales? Sólo resta la amarga cohibición, ponerse rojo y callarse; la timidez esconde la represión, ya nos lo enseñó el psicoanálisis. Cuántas oportunidades hemos desaprovechado, para conocer gente, siquiera para echar un polvo de vez en cuando y disfrutar de nuestros cuerpos en libertad y sin ningún tipo de compromiso.
Entonces alguien comenta que el sexo tiene que ver con el ego; puede que sea cierto, pienso. Comience, pues, la competición de Narcisos, hombretones enseñando los brazos y los hombros del gimnasio y chocando la cornamenta entre sí, machos que podrían proporcionarte horas de placer sexual; al precio de arrasar tu espacio de autonomía como mujer y aupar el displacer afectivo. Narcisos que crecen en la agresividad y que se cultivan en la imposición de reglas. Dispuestos los roles y demostrada la masculinidad de baratija; a las mujeres más jóvenes es más fácil engañarlas con las posturas de amistad simulada. ¿A cuántas te has tirado? ¿Cuál es tu record en una noche? ¿Cuánto has durado? Las mujeres no son yeguas a las que montar, digo, y algunos se ríen.

Calor en el Kubo: sueños húmedos y relaciones abiertas

El flamenco resuena en la Costa con el alma de los gitanos, confrontando cara a cara la inevitabilidad de la muerte para prorrumpir entonces en chanzas, jolgorio y baile, acompañado de ese acento tan triste que contiene un poso de verdad, desgarrado el cante y la garganta quebrada por la bebida.
Beber o fumar para desaparecer de una existencia atrancada y confusa, y perderse siempre en La Costa, en los antros llenos de belleza y esquizofrenia, heridas que suturan gracias al apoyo mutuo y la solidaridad, también hermosos momentos en los que se advierte la sombra pendiendo sobre alguien y otro la espanta con su sonrisa, brindando su apoyo. Todos somos iguales y por eso estamos solos, siempre solos; pero lo que nos hace hombres y mujeres es la acción; y en el Burgos-cerrado nos encontramos atados a la parálisis, a los reveses de los chantajes que nos culpabilizan por actuar en libertad, por ser diferentes, acaso por llevar el pelo verde, azul, por no tener trabajo, te convierten poco menos que en terrorista por luchar y expresar una cierta independencia, cercenada, falsa, hipócrita, que siempre acusa la sujeción a las fuerzas irracionales, al “Amo” como Hegel llamó a la muerte, al sistema político, al mercado incontrolado y engulle-vidas.

La irracionalidad de nuestro inconsciente desenvolviéndose en imágenes que nos someten a un estado arcaico, previo a la aparición del lenguaje; estos momentos los detectamos por estados de sometimiento, por la obsesión, la inferioridad, o cualquier otro producto de las identificaciones a través de las cuales se formaron dichas imágenes.
En el techo del Kubo, el enorme ojo parece representar el control permanente que nos convierte en cosas a vigilar, el control y la persecución de los excluidos, que tratan de moverse en sinuosos terrenos y con los medios que hay disponibles; lucha y resignación, desparpajo, uñas, navajas, insinuantes y peligrosas miradas. El ojo negro conquista los rincones apartados, reptiles-alienígenas pintados en las puertas de los baños que signan aquello “en movimiento”, que no puede ser desvelado ni comprendido en su esencia; metafísica de la autoridad, podría llamarlo la filosofía. Todo aquí es extraño y conocido al mismo tiempo.
La narcosis de humor verde-áceo me distancia de tal forma que ya no recibo transferencias, nadie puede traer esa imago de la que hablábamos antes, que es el significante. Siguiendo a Lacan, el Yo sería una conjunción de imagos; ahora nadie puede traer la sanción de la imagen, en el Kubo sólo el disfrute del calor y los mimos, de la música retorciéndose como una espiral roja de sensaciones que, explotando, se repiten de nuevo; ya estáis fuera de mí y no podéis alcanzarme, ni chantajearme. Bailo y me agito y no quiero parar. Afuera, la ciudad está explotando. Desde aquí, oímos las resonancias sónicas, la explosiones del mundo oscuro y antiguo. Las arenas psíquicas, inescrutables como la tormenta que siempre regresa los demonios de los que la narcosis tiene a bien esconderse; quizás alguna endeble seguridad a la que recurrir, tal vez una cueva, el cierre del Yo.
El Yo es demasiado débil para enfrentarse a la realidad, pero también es demasiado débil para dominar el instinto. Esta debilidad del yo […] es el marco dentro del cual tiene lugar el conflicto. Este conflicto se desarrolla de tal forma que el individuo reprime el instinto en aras de las exigencias sociales (1).
Se abre la puerta. Está sonando Somebody to love, de Jefferson Airplane. Entras y te quitas el abrigo. Tus caderas son como la carretera desbocada a la perdición y quiero sentirte, el corazón palpitando a velocidades de vértigo, saliendo del ensimismamiento narcótico para rebotar en un estado de excitación que se acompasa con la identificación; el deseo es el deseo del otro, y necesito saber que te gusto. La atracción provine del misterio, eres como una niña jugando conmigo, tan desconcertada como yo; así te imagino. Nos desconocemos tanto que sólo tengo que escribirte en las mismas encrucijadas donde se delimitaron las imagos. Charlamos  en la viscosa barra del Kubo, que a tantos ha dejado pegados, asidos al vaso como si éste continuara su mano de la forma más natural.
Cuando hablamos, las palabras son pájaros negros sobre cielos blancos, revoloteando alrededor de tu melena y el triste esplendor de tu mirada, batiendo las alas en tus sonrisas, que son planetas enteros. Las estrellas dibujadas en el canal que se abre y entreveo en tu camiseta, quiero comerte enterita y estoy muy caliente, vámonos, pienso, pero debería decirlo. ¡Atrévete, cobarde! ¿Te apetece que vayamos a casa? Pregunto al fin.
Después de todo, esto ha sido un sueño húmedo, claro, porque sabiendo que le haría daño a mi pareja y que, por si fuera poco, me mandaría al carajo, decliné la tentación de preguntarte si querías venir a casa, de lanzarme cuando estuviéramos en el sofá, porque al fin y al cabo intento no ser tan gilipollas como para tirar una relación maravillosa y duradera por un polvo con otra; aunque a veces me dan ganas de ser el más idiota contigo, de ser imbécil no sólo una noche sino todas. Claro que después volvería a comenzar la historia y, como lo más probable es que no tuviéramos tampoco una relación abierta, también querría acostarme con otras y de nuevo las mismas historias ya conocidas. Así que es mejor tirar por lo sano, y reprimirse, el no disfrutar del cuerpo se convierte entonces en la elección más racional.
¡Pues que le jodan a la racionalidad del patriarcado! Ya lo dijo Marcuse: Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. (2) Y si lo escogido es la “represión-racional”. ¿Qué resta?
El sueño húmedo, sólo la fantasía de la libertad; dibujarte en los paisajes del deseo. 

NOTAS:
(1) Reich, W. Materialismo dialéctico y psicoanálisis. Edición consultada: 1972. Siglo XXI. Omitimos una parte de la cita, entre corchetes.
(2)Marcuse, H. El hombre unidimensinal (1964)

Agradecimientos: A Burgos- Dijital por ser parte de ese Burgos-Abierto del que hablábamos.

sábado, 2 de mayo de 2015

La frustración de vivir en una ciudad cerrada como Burgos

Por Víctor Atobas

Desde la abierta desesperación

Las calles mojadas y frías y las sirenas azules; este es el mundo que habito, Ciudad Cerrada, ciudad de ciudades y mal de muchos enfermos, que Ella mastica en sangre burbujeante y escupe por los conductos de aguas sagradas, cuerpos y sexualidades mutiladas, sueños destartalados en el exilio de las ideas. Las mariposas congeladas en la punta de la lengua y el tiempo nos ha robado las alas; muertos los tiempos sólo cabe el renacimiento y la acción. Apaleándome con la culpa de la parálisis, aprisionado por las redes de araña, llego al centro.

Las miradas que leo con culpa; me observan como si yo fuera los espasmos de un animal atado y reprimido. Como dijo el indígena a los atónitos antropólogos; soy guacamaya. Soy un animal-cosa que ya no es capaz de comunicarse con el pico. Un pájaro con la cabeza roja y las plumas azules y los humos verdes que vuela en la sustancia gris de Ciudad Cerrada. Las sirenas azules me van a atrapar aquí y no voy a poder continuar, ya lo siento pero la voy a tener que volar más alto, hacia un lugar seguro. No quiero acabar en estas calles esparramadas como laberintos geriátricos, pero tampoco quiero ser cerrado en mí mismo, pero eso me fastidia tanto que siempre sea Nadie quien escribe. Nadie sujetado a frustraciones y fracasos, injerencias y chantajes.

Los demás se distancian en torres infranqueables y yo me mantengo alerta, defendiendo las pasarelas de un enemigo que no existe. Prendiendo las almenaras al divisar aquellos ejércitos de sombras danzantes, escudos y armas que aquejan esta pesadilla de vivir en Ciudad Cerrada, donde no existe el futuro porque dicen que sería insostenible, utópico, terrorífico, impredecible; y nos lo niegan en frío, después de haber congelado todas las fuerzas incandescentes. En las calles del centro, sólo animales-cosa encerrados en torres blancas, castillos sostenidos en vagas intuiciones de emborronado papel, castillos ambulantes que se cierran en lo inequívoco de algún valor o ideología; metas u horizontes hacia los que caminar.

De camino al confuso ruido de la cotidianidad: todas las mañanas, nos abandonan los ánimos para salir de nuevo a buscar trabajo o memorizar algún absurdo apunte. Internet, los vídeos y las redes sociales nos bombardean con la rabiosa actualidad, de forma que ya apenas atesoramos la memoria, pues todo parece fluir a una vertiginosa velocidad mientras caemos en la parálisis. Y todas las mañanas del neoliberalismo, la frustración se instala en nuestros pensamientos, aun debemos caminar hacia un lugar constructivo; el mañana.

 Pero el mañana ya es hoy. Porque ayer ya dijimos que las cosas cambiarían para nosotrxs; mañana encontraré trabajo, terminaré los estudios, dijimos, y al otro día solucionaré mis problemas de ansiedad sin culparme a mí misma, quizás al siguiente pueda haber ahorrado y alcanzado una cierta estabilidad, para tener una vida independiente de mis padres, que se criaron en unas condiciones autoritarias y por tanto “algo se les quedó”.  Lo que nos queda a nosotrxs; precariedad y desesperación ante la imposibilidad de planear un futuro, ya sea en pareja o en solitario.

La precariedad en Burgos: Rompamos el cierre

Y la frustración lleva a la agresividad que pudimos ver en nuestra ciudad durante los disturbios que se produjeron a principios y finales de 2014, con instantáneas de violencia política que provienen de la represión que ejerce el sistema y las desigualdades subsecuentes en el sentido de que la sociedad burgalesa se fragmenta, puesto que los espacios de la ciudad se han privatizado excluyendo a quien no puede pagar su entrada, persiguiendo las prácticas precarias como el botellón, ilegalizando colectivos, cerrando locales de música y fiesta auto-gestionados por lxs jóvenes. Ejemplos los encontramos a patadas: las ayudas públicas a la empresa Campofrío que generaron las protestas de lxs desempleadxs, la construcción de un aeropuerto que la inmensa mayoría no podemos utilizar, al igual que tampoco disfrutar de la oferta cultural. Recordemos que la denominada “calidad de vida”, depende la capacidad de consumo.

La centralidad de los flujos urbanos muestra que allí donde el comercio, el transporte y la hostelería se instalan, se abandonan las viviendas de la clase obrera y se emprenden prácticas especulativas, como las intervenciones del Bulevar y aquellas producidas en el centro, que redundan en los intereses económicos de una minoría. La juventud precaria que logra independizarse, en la mayoría de los casos, se instala en infraviviendas o habitaciones compartidas en los barrios periféricos, donde mayor es la contradicción entre las condiciones de vida de quienes viven allí; mujeres divorciadas de escasos recursos, inmigrantes y jóvenes precarios, y quienes tienen sus lujosas viviendas en el centro, la Castellana o Villa Pilar.

Evidentemente, los recortes en educación afectan más a las rentas más bajas, de modo que aun recolectando títulos de la depauperada universidad española, ni siquiera encuentran trabajos estables. Y así podríamos continuar toda una larga lista de recortes de servicios públicos, que el capitalismo concibe como cuerpos extraños, concesiones temporales a la clase trabajadora que impiden oportunidades de mercado.

Quienes sí encuentran trabajos estables son los “hijos de ese Burgos” conservador que se ha implantado a través de las redes clientelares en la mayor parte de las instituciones de tipo educativo, religioso, comunicativo, empresarial, administrativo,  en las cajas y en todos aquellos lugares donde se reparte el excedente social, o haya oportunidades de negocio y saqueo.

Los “hijos de ese Burgos” conservador no son gays ni lesbianas,  al menos de manera pública claro, ni tampoco negrxs o inmigrantes, apenas hay mujeres en los puestos más elevados de poder, y andan muy lejos de creer en la justicia social puesto que la razón instrumental convierte a los demás en medios para un fin personal. El poder lo ata todos los flecos a través de las redes clientelares que  impulsan el cierre de la sociedad a la dinámica  de cambio, que se expresa en momentos de frustración y agresividad, recordando no sólo los números disturbios ocurridos en 2014 sino también los frecuentes tumultos en Las Llanas y Bernardas, precisamente porque es una sociedad cerrada que expulsa, censura y excluye, donde los privilegios se reparten a través de posiciones alineadas; es decir, hay una estrategia de la casta para cerrar todas las posibilidades de cambio social, y el último ataque lo podemos ver con la Ley de Grandes Ciudades en la que Burgos ha sido incluido, y que trata de acabar con la identidad de barrio que tan bien ha funcionado como motor de movilización en la ciudad, que el año pasado contó con uno de los movimientos vecinales punteros del Estado.

Orígenes de la frustración: El alineamiento de la conducta

Si la filosofía es, como diríamos, la objetivación en conceptos de lo que ocurre en una sociedad determinada, y partiendo de mi experiencia vital en Ciudad Cerrada, propondría el concepto de “alineamiento”; así nos quiere el poder, pasivxs, narcotizadxs, deprimidxs, culpabilizadxs, como si fuéramos cosas controladas mediante la ingeniería social: seres predecibles que pueden ser administrados mediante distintas técnicas. Temo que no cambien las cosas, a que el cierre de nuestras vidas continúe mediante la conducta alineada.

Por fortuna, la realidad contiene múltiples dimensiones; podemos movernos en la profundidad del campo, construyendo espacios de movilización que aglutinen a las identidades y demandas de quienes se sienten cerrados, quienes ven a Burgos como un pueblo-geriátrico porque no pueden intervenir, ni plantear un futuro; sin espacios para follar, ni educación sexual, ni ocio, ni cultura, la beca recortada, tampoco podemos independizarnos ni planear un futuro con nuestrxs parejxs. ¿Para qué? Si aquí es imposible.

¿Probamos en Barcelona?