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miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Hangar: Por el bulevar de los sueños rotos



Por Emilio Lizcano

La esencia que cautivó la construcción del Centro de Creación Musical de Burgos, EL Hangar, se encuentra desaparecida.

Por el bulevar de los sueños rotos pasan de largo los terremotos pero no la inoperancia y la desilusión. Da igual que esté en juego la poesía juvenil porque siempre hay quien quiere de la Luna su cara entera. La avaricia rompe los sueños fértiles de la creación y mella la ilusión a favor de la apariencia desconsolada.

El postureo amarga toda dulzura sacudiendo el interés por las dudas. El moderneo contemporáneo se alza como la planta trepadora que ahoga la dignidad y la propia inteligencia. Sobre todo aquella que anhela la libertad no aparentada. Qué bonita suena la música en boca del encantador de serpientes y qué pronto silencia la alegría y el esfuerzo de quien la escucha y se envenena.

Sería cruel y ridículo encontrar un chivo expiatorio al que cargar con todos los males que atañen a lo que a continuación voy a contaros pero … Nunca pensé tal cosa. Nunca he creído en semejante simplicidad. Hay quienes se empeñan en hacer creer que las cosas pasan porque sí. Yo creo que pasan porque los negocios existen. ¿Y por qué no decirlo libremente? ¡No me gustan! Tienden a resultar dañinos cuando atañen a la cosa pública.

¡Así es! Voy a hablaros de la defensa del medio público desde la actitud pública. Y de cómo la abstracción empresarial sustenta el objetivo primordial de ganar dinero.
Son muchas las voces que sacuden sus ondas afiladas hacia el entorno público como único continente de la corrupción. Yo creo que nos equivocamos en gran medida.
Prefiero mirar a todas las direcciones en el cruce de caminos para ver quién es el primero en acercarse con la mercancía peligrosa. Estoy convencido de que es en la mentalidad empresarial donde se acelera el simulacro destructor.

La corrupción es cotidiana en España porque no somos capaces de identificarla, de describirla y sólo la significamos con la justicia en la mano. Pero no hay justicia que pueda arreglar una carencia educativa y una pobreza estructural y clasista.

No más chivos expiatorios. Si queremos solucionar el problema de la dualidad público-privada no podemos seguir negando las causas radicales que nos llevan a aceptar estas fórmulas de gestión. Los sistemas basados en la gestión privada de infraestructuras públicas ya se han mostrado ineficaces en la mayoría de proyectos.

En muchos casos resultan más caros para las arcas públicas y en otros no consiguen desempeñar correctamente la utilidad pública para la que fueron concebidos.
Si seguimos construyendo infraestructuras vacías de contenido público estaremos consolidando inevitablemente una fractura sistémica que nos impedirá caminar firmemente como una sociedad conformada.

En el caso del Centro de Creación Musical de la ciudad de Burgos fueron tres (Junta de Castilla y León, Ayuntamiento de Burgos e Injuve) las instituciones públicas que unieron fuerzas para construirlo. Su finalidad fue la de fomentar la creación musical, en especial la realizada en el marco de la música joven.

El proyecto fue recibido con entusiasmo por gran parte de los músicos burgaleses por significar un claro paso adelante hacia la democratización de la cultura en la ciudad.
El centro respondía a las demandas del colectivo con un atractivo proyecto que incluía la creación de un sello discográfico así como la disposición de locales de ensayo y sala de conciertos. El centro estaba llamado a consolidar un plan regional que situaba a Burgos como la capital de la música joven en la Comunidad Autónoma.

Siete años después de su inauguración el Centro de Creación Musical “El Hangar” no ha satisfecho sus principales propósitos. No es un referente local, nacional, ni europeo como se intentó vender. Y no lo es porque no se ha posicionado como punto de encuentro para los creadores de la ciudad ni del país. No se han diseñado las actividades que merecía un Centro de Creación Musical, ni se han propiciado las sinergias necesarias para conformar una comunidad de creadores orgullosos de pertenecer a un centro vanguardista y con identidad.

“El Hangar” dejó de caminar en la dirección que se esperaba desde el minuto uno de su andadura. Todo el proyecto avalado y estudiado institucionalmente cayó en manos de una empresa privada a la que se adjudicó su gestión. Se prometió un centro de creación para los músicos de la ciudad y se financió con dinero público. Finalmente lo que tenemos es una sala de conciertos gestionada por una empresa que se lucra de ello. Habría que exigir la recuperación del plan original de formación, de cesión de espacios de ensayo y de grabación y diseñar programas de encuentro y lanzamiento de la música local mediante una gestión pública.

Un centro concebido para albergar las demandas de la nueva cultura no puede ser gestionado mediante las prácticas de la vieja industria cultural. Industria que parece incapaz de regenerarse y de hacer valer el potencial y la pluralidad del mercado que explota. Es una cuestión de actitud. Tenemos una industria cultural anquilosada, carente de discurso y de grandes ideas que cautiven de nuevo a la sociedad. El reto es demostrar que el trabajo que desempeñan los artistas contribuye en la sociedad de forma determinante para su propia concepción.

Por estos motivos sería imprescindible abordar con firmeza un gran evento nacional que significase el pistoletazo de salida para una nueva ley que dotase de dignidad e infraestructura a la cultura artística de este país. Una ley que generase un nuevo campo industrial basado en el respeto y la admiración hacia la pluralidad creadora en España. Una nueva seña de identidad llamada a revolucionar la industria cultural sacando de la clandestinidad a decenas de miles de artistas. Hablo de un gran proyecto perfectamente abordable dado el potencial humano del que disponemos.

No es posible que estemos situados a la cola en venta de discos en Europa, no podemos ser líderes en precariedad laboral, no podemos seguir creando sin rumbo ni soporte colectivo. Abramos los ojos a la multi-realidad y olvidémonos de la farándula. La creación no es y nunca ha sido faranduleo. Los datos hablan por si solos y está claro que hay que ponerse manos a la obra para liderar un proyecto que signifique todo un gran logro social para el país y un ejemplo internacional.

La canción, el teatro, la poesía, la novela, la pintura, todo el Arte… permanecerá activo con industria o sin industria. Quizás esta sea la causa de su abandono. Todo esto es parte de la vida. La creación se regenera, innova con nosotros, porque es nuestra cultura, son nuestras creaciones y las compartimos entre todos. Pero es una pena que esta riqueza se diluya y desparrame por la inexistencia de cauces y canales de difusión reconocidos.
A la vista queda que la sociedad recoja nuestro guante o nos deje a un lado, o al margen, o debajo del suelo… A nosotros siempre nos quedará la fuerza de vivir creando; Tristes o contentos…, pero nunca pasaremos la creación por el aro del dinero. Porque entonces todos habremos perdido una riqueza diferente, no cuantitativa, sino cualitativa.

Vuelvo al proyecto local que a muchos nos ilusionó en un primer momento y después nos rompió el corazón. Quiero lanzar un mensaje optimista: Creo que volver a construir un sueño roto no es imposible. Planificar una nueva gestión para el Centro de Creación Musical a través de las tres instituciones que lo hicieron posible sería un primer paso a dar. Dotarlo de una programación estable en cuanto a actividades simbióticas se refiere, poner la actitud pública a trabajar, a generar riqueza y sinergias entre los agentes protagonistas.

Son muchas las actividades que imagino susceptibles de realizarse allí, pero más serían las que pudieran surgir en un verdadero foro de la cultura donde por convicción se defendieran la gestión y la acción pública.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Arte y poder: El precio de estar en la cima

Obras de Henry Moore estuvieron varios días envueltas en logos bancarios en lo que realmente es una demostración de poder




Por Marcos Mesa

Nunca se supo, hasta que quedó inmortalizado en la gran película “El Padrino” de Francis Ford Coppola, qué papel tuvo la mafia italoamercicana en la carrera de destacados músicos o artistas. 
En la película, un cantante llamado Paul Fontaine aspira a hacerse con el papel protagonista de una película de cine, un musical. 
Solo les bastaron unos días de “argumentos convincentes” (y alguna cabeza de caballo cercenada) para convencer al inamovible productor para que diese ese papel protagonista al cantante. 
Todo el mundo sabía que ese músico en realidad era Frank Sinatra, cantante-actor que se hizo con el papel de “De aquí a la Eternidad” y más tarde con el respectivo Óscar de Hollywood por una actuación que no era tal pues solo tuvo que ser él mismo en todo el largometraje.

Años más tarde el director David Lynch plasmaría esa siniestra mano negra Hollywoodiense en su estrafalaria Mulholland Drive donde también nos contaría cómo han sido colocadas “a dedo” las actrices protagonistas en las películas de la mano de los que ostentan el poder económico (y no me refiero a Pablo Iglesias). 
Ya se sabe que quien ostenta un poder económico y decide o impone, en la mayoría de casos es gracias a actividades económicas delictivas o criminales bajo amparo legal (no estamos hablando de un ático ilegal, sino de algo más). 

La imposición y el silencio son los engranajes de un sistema vertical de unos pocos que en realidad viven para el control de la sociedad. 
A falta de la aplicación de los códigos de buenas prácticas que asociaciones artísticas han elaborado durante años se utiliza el farandulismo. Te llamo por teléfono o hablas personalmente conmigo saltándote el diálogo normalizado con los grupos de trabajo o con las instituciones. 

El arte es política con mayúsculas, como lo es también el fútbol y como últimamente gracias a los cambios de camisetas rojo-morado parece ser que es fútbol la política de izquierdas.

Qué decir también de los festivales artísticos solidarios, caritativos por guerras o terremotos en lugares remotos, esos festivales patrocinados por bancos que en realidad trafican con armamento y luego patrocinan de cara al público estas actividades para limpiar las conciencias de los pobres ciudadanos occidentales ante la impotencia de ver cómo su calidad de vida depende o está en relación directa con el sufrimiento de otros pueblos en el exterior (a los que nuestros gobiernos llevan la guerra o saquean sus recursos a precio de extorsión).

¿Sabían ustedes que Coca Cola posee en su capital geográfica, Atlanta, una de las mayores salas de conciertos de Estados Unidos y del mundo? ¿Qué harían ustedes si siendo músicos se les invitara a tocar en festival de tales características? ¿Cómo explicarían a los trabajadores de Coca Cola Fuenlabrada que gracias a su deterioro laboral y extorsión sufrida por la empresa ustedes han podido realizar el concierto de su vida en la mejor sala de Norteamérica? 

Eso si ya no tenemos en cuenta a los sindicalistas que Coca Cola ha mandado convencer con métodos más coercitivos (por no decir algo peor) en América del Sur.

Dibujo de la escultura del aeropuerto de Castellón
encargada por el imputado y condenado Carlos Fabra

¿Es que el arte no se puede financiar sin esclavismo y sufrimiento? ¿Cuál es el papel que deben tener los artistas frente a este tipo de hipocresías en los países occidentales? Pues hombre, podemos hacer como lo que hacen los políticos, me meto en un despacho y como no veo las consecuencias de lo que estoy manejando pues no pasa nada, o bien podemos ser consecuentes con lo que estas personas organizadas hacen en el mundo y rehusar éticamente a participar en despropósitos y parches, fotografías para el diario con políticos corruptos, exposiciones programadas con alcaldes y presidentes de dudosa credibilidad, fanfarrias e himnos varios, asignaciones de territorios porque yo lo valgo, homenajes al orden establecido, que no atienden la raíz de los problemas y tan solo sirven para anestesiarnos cada vez más, función asignada a la gran mayoría del arte en nuestros días.




"Tenía que ganarme la vida", se dirá uno para siempre.
Como dijo el artista (utilizado por los poderosos a cambio de dinero y vanguardia abstracta impuesta a golpe de "decreto" en detrimento de otras corrientes) Antoni Tápies meses antes de dejar este mundo en una entrevista: "Solo aspiro a que mi trabajo sea útil". 
Una más que desdichada reflexión para un artista que siempre se las había dado de filosófico cabalgando por la profundidad de la existencia (con infinidad de obras en la moncloa). Su frase póstuma lo dice todo. 

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