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domingo, 29 de noviembre de 2015

¿Cuánto vale la vida humana? reflexiones sobre los atentados de París

¿Cuánto vale la vida humana?

Por Juan Ángel Argelina Díaz

"Llevad la carga del Hombre Blanco.Enviad adelante a los mejores de entre vosotros; Vamos, atad a vuestros hijos al exilio Para servir a las necesidades de vuestros cautivos; Para servir, con equipo de combate, A naciones tumultuosas y salvajes; Vuestros recién conquistados y descontentos pueblos, Mitad demonios y mitad niños."

Rudyard Kipling. La Carga del Hombre Blanco, 1899.



Los imperios, como los adolescentes, piensan que siempre serán eternos. El poema de Kipling es el producto de la fascinación colonial. A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, las grandes potencias se extendieron por el mundo bajo el pretexto de su "misión civilizadora". Mientras las clases medias británicas y francesas disfrutaban de los productos exóticos más variados, admiraban el arte de los pueblos "inferiores" conquistados, saqueados y expuestos en los imponentes museos del Louvre y Británico, y mantenían un buen nivel de vida gracias a la explotación de todos sus recursos, se extendía incluso entre el proletariado la convicción de pertenecer a una raza superior, a una cultura evolucionada y claramente destinada a cambiar el mundo conocido, desterrando para siempre el salvajismo, propio de gente que no había sabido desarrollarse como ellos. 

La opinión pública, arrastrada por el nacionalismo y el patriotismo de las hazañas bélicas, y por una teoría "científica" que trataba de demostrar la jerarquización evolutiva de las sociedades y las clases, se regocijaba en la grandeza de su Imperio. 
Y personajes como Livingstone, Richard F. Burton, y otros exploradores inquietos eran llevados a la leyenda y a la nueva mitología del héroe capaz de enfrentarse a los peligros de ese mundo incógnito, lleno de seres humanos inconscientes del papel salvífico de su figura. Kipling, London, y otros escritores magnificaron en la literatura a esos "superhombres". 
Pero lo más importante fue que en el inconsciente colectivo occidental se grabó y perduró la idea de su superioridad étnica y cultural. 
Las viejas prácticas del imperialismo colonial se mantuvieron incluso después de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y de los claros mandatos de las Naciones Unidas sobre descolonización: Las antiguas metrópolis mantuvieron el control de sus antiguas colonias por medio de férreos tratados económicos y militares, que las ataron en sus políticas tanto internas como externas. Siempre tratadas como menores de edad, sus intentos de emancipación total casi nunca tuvieron éxito, y durante la Guerra Fría no pudieron optar más que por pertenecer a alguna de las áreas de influencia de las nuevas potencias dominantes, USA o URSS. 

Las viejas naciones de Europa no fueron sino comparsas en esa lucha sorda, limitándose a seguir los planes de Whasington o Moscú. Pero el fin del bloque comunista iba a modificar este panorama: no sólo resurgieron los antiguos nacionalismos, sino que dentro de la estrategia del Nuevo Orden Mundial, iniciado con la primera Guerra del Golfo en 1991, los tradicionales planteamientos del sistema colonial iban a resucitar con fuerza, aunque esta vez ya no con una excusa civilizadora, sino con el sacrosanto ideal de la democracia. 
Daba igual que Estados Unidos hubiera plagado de dictaduras América Latina durante la Guerra Fría, o sustentado las de Grecia, Portugal o España, y armado a las de medio Tercer Mundo. 
Ahora, la liberación de Kuwait daba comienzo al cuestionamiento del sanguinario sistema baazista de Irak, al que, curiosidades del destino, había apoyado en su cruenta guerra contra Irán en los ochenta (más tarde se sabría que también había vendido armas a Irán para financiar a la contra nicaragüense), y el propio presidente Bush padre, al igual que Clinton y Bush hijo, se congratulaban del fin del peligro rojo en el mundo, especialmente en Afganistán, donde habían, con la ayuda de Arabia Saudí, creado y financiado a los grupos fundamentalistas islámicos que tomaron el poder tras la retirada soviética. 

Éste es el prólogo necesario para comprender el estado actual de las cosas, sobre todo en el mundo árabe y musulmán en general. La posición dominante de Estados Unidos en los años 90 permitió dibujar una representación del sistema-mundo basado en un poder unidireccional, globalizado y marcado por la victoria del liberalismo económico, el mismo que había llevado a la expansión colonial depredadora desde el siglo XVIII. No había nacido un mundo nuevo. Se había despertado el viejo, pero ahora en forma de zombi.

La necesidad de materias primas y energéticas seguía siendo la prioridad para mantener ese nivel de vida que las clases medias occidentales disfrutaban desde entonces, y que servía como justificación para montar todo el engranaje de dominación mundial. 
No obstante, como iniciaba este artículo, los imperios siempre se niegan a abordar su propia situación de decadencia, y la adaptación de sus viejos modelos en un marco de relaciones internacionales diferente, no da los mismos resultados: En un mundo saqueado y con enormes problemas medioambientales, de escasos recursos y muchos competidores, las viejas estrategias traen problemas inesperados. 

Los atentados del 11-S en Nueva York fueron el primer aviso. Y con ellos la democracia sufrió el primer embate. Fueron la excusa idónea para firmar la Patriot Act, que recortaba los derechos ciudadanos hasta niveles impensables. El escenario del miedo, impulsado por el propio gobierno norteamericano, marcó el escenario de una manipulación de la opinión pública sin precedentes. 

Desde entonces, cualquier acto contra los derechos humanos ha sido justificado de forma repulsiva, incluyendo la construcción de un campo de concentración en Guantánamo y la existencia de cárceles secretas en todo el mundo, donde la tortura se practica de forma sistemática a prisioneros sin juicio ni garantías legales reconocidas.

Es la guerra contra el terror, se dice desde entonces. Será una guerra larga, decía Bush, mientras su gobierno mentía sobre las supuestas "armas de destrucción masiva" que Saddam Hussein habría acumulado en un Irak suficientemente machacado por las sanciones impuestas desde la invasión de Kuwait; un Irak despedazado por las luchas internas entre facciones étnicas y religiosas, mientras la ocupación norteamericana no hacía otra cosa que beneficiar a empresas privadas y a políticos corruptos en un ambiente de saqueo sistemático. 
O un Afganistán igualmente ocupado tras los bombardeos que dieron fin al régimen talibán, que no ha logrado la estabilidad ni el desarrollo que se le prometía, al igual que Libia, cuyo dictador fue asesinado tras una guerra que se justificó por esa misma idea de democracia, que no es otra cosa que la nueva versión de la "civilización" de la época colonial. 

De este modo, Oriente Medio en llamas. Qué curioso que todo pase en el área con más yacimientos petrolíferos del mundo. Qué curioso que sólo haya que llevar la democracia a las regiones donde se encuentran los recursos energéticos que hacen posible nuestro modo de vida, aunque después se maten entre sí. Pero eso ya no es culpa nuestra. Son pueblos atrasados, salvajes. No han pasado por nuestra "ilustración". 

Nuestro lavado de cerebro ya es tan completo, que no sólo carecemos de empatía para comprender al otro, sino que hemos perdido la memoria. Los grupos islamistas ya estaban presentes entonces. Fueron financiados por los servicios de inteligencia de nuestra querida Europa. 
El Barclay's Bank, Lloyd's International, el National Westminster Bank y otras empresas y bancos británicos financiaron desde los años 40 al Consejo para el Entendimiento Árabe-británico (CAABU) y al Centro de Estudios Árabes del Medio Oriente (MECAS), que respaldaron y apoyaron significativamente a los Hermanos Musulmanes, principal y más antigua fuerza islamista de Oriente Medio, que logró el poder en Egipto en 2011. 
Creo, sin duda, que ningún movimiento yihadista hubiera podido desarrollarse en Oriente Medio sin la participación de los servicios de inteligencia occidentales, sobre todo tras la desastrosa aventura siria. 

Está comprobado que los gobiernos británico y francés apoyaron financieramente a los grupos anti-Assad, y que gran parte de ese dinero y armamento han ido a parar al nuevo "Estado Islámico" (ISIS). Es tan evidente, que ahora que el terrorismo golpea con fuerza el corazón de Europa, la única respuesta del gobierno francés, respaldado por el británico, es la misma que la que ofreció el presidente Bush tras el 11-S: golpear con fuerza al enemigo, declarar la guerra al mal, bombardear sus centros neurálgicos, fomentar el nacionalismo patriótico, proclamar la resistencia cerrando fronteras y anulando derechos ciudadanos al imponer el estado de emergencia. Será una guerra larga, dice Hollande. Hay peligro de un ataque químico, dice el primer ministro Valls. ¿No suena a déjà vu? 

Sin minimizar la tragedia y conmovido por la magnitud del desastre, no puedo dejar de preguntarme por las circunstancias y las causas de todo esto. Sobre todo porque yo mismo fui víctima de otro sangriento atentado: el 11-M (2004), y porque ya estoy escarmentado por la manipulación y uso mediático de la muerte y el dolor. Entonces la situación era diferente, y el gobierno no quiso admitir su relación con la guerra de Irak y el auge de los grupos islamistas que utilizaban la excusa de la intervención occidental para cometer el crimen.

En un contexto contrario a la guerra, no hubiera sido correcto promover reacciones patrióticas contra el islam radical, y, al contrario, el nuevo gobierno promovió la tan criticada "Alianza de Civilizaciones", en clara alusión crítica al "choque de civilizaciones" de Samuel P. Huntington
Desde entonces ha habido un fuerte desarrollo de la intercomunicación electrónica y los mass media alcanzan un poder de manipulación mucho mayor. 
Los atentados de París, tanto el de Charlie Hebdó como el del pasado 13 de noviembre, han tenido un eco mucho más profundo que los anteriores, y su difusión mundial ha logrado aumentar no sólo el apego sentimental con el dolor de las víctimas, sino que ha hecho posible la rápida comprensión de las medidas de fuerza del gobierno francés.

Prácticamente medio mundo ha usado la bandera francesa en sus perfiles de facebook. La Torre Eiffel se ha convertido en un símbolo de libertad, y las imágenes de la tragedia han copado con tanta frecuencia los espacios televisivos, que el resto de muertes producidas en atentados similares en el resto del mundo han pasado prácticamente inadvertidas. 

El centro de la civilización ha sido atacado y sus víctimas adquieren un protagonismo mucho más importante que el resto, en una jerarquización de la muerte intolerable. No podríamos comprender esto, si no hacemos un análisis histórico sobre lo que aludí al principio: en el inconsciente colectivo occidental se grabó y perduró la idea de su superioridad étnica y cultural desde la época colonial.

Recuerdo imágenes de la película de Gillo Pontecorvo "La Batalla de Argel" (1966): una bomba estallaba en un café de una de las calles de la zona "blanca" acomodada de la ciudad. En una rápida reacción del ejército francés, la Casbah era tomada, y se cercaba a los responsables en una de sus miserables casas. La diferencia étnica y religiosa ocultaba otra aún mayor relativa a su posición social y de clase.

Para el colonizador, el árabe era inferior. Siempre se le trató con desprecio, al igual que en todas las ocupaciones coloniales. Cuando emigraron a la metrópoli, su situación no cambió. Fueron ocupando el lugar de los antiguos proletarios nacionales, de tal modo que hoy les han sustituido en sus suburbios tradicionales. 

Se dice que no se quiere que los atentados traigan como consecuencia una ola de racismo, pero es que ya existe, y condiciona la misma estructura de la sociedad francesa, con sus reflejos mediáticos. O si no, echemos un vistazo a la hemeroteca, y recordemos lo que ocurrió el 17 de octubre de 1961 en París, cuando durante una manifestación pacífica de más de diez mil musulmanes que protestaban contra la represión francesa en Argelia, la policía asesinó a más de 200 personas, muchas de las cuales fueron arrojadas al Sena aún con vida desde el Pont Saint-Michel.
La escritora Marguerite Durás comparó entonces la situación de los argelinos con la de los judíos del gueto de Varsovia. "El origen de este drama se encuentra en el terrorismo islamista", se podía leer en Le Monde (19-11-1961). Aunque los hechos fueron reproducidos en la novela Meurtres pour mémoire, de Didier Daeninckx (1984), y se realizó posteriormente el documental Nuit noire 17 octobre 1961 (2005), de Alain Tasma, el gobierno francés no reconoció la matanza y no admitió su responsabilidad hasta el 17 de octubre de 2012, cincuenta y un años después. Unos hechos se olvidan y otros se magnifican. 
La opinión pública se moldea, y el "terrorismo islámico" sirve para justificarlo todo. 

Cuando la memoria falla se puede decir cualquier cosa impunemente. He oído a las autoridades francesas que los sucesos del pasado 13 de noviembre constituyen el atentado más grave ocurrido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Veremos las consecuencias a sus reacciones. Esto no es sino una de las muchas jugadas de la sangrienta partida de ajedrez librada en el nuevo orden mundial. 

Al igual que los millones de refugiados que llaman a nuestras puertas, las acomodadas poblaciones de Europa son igualmente víctimas de su propia ignorancia. Sus gobiernos han desestabilizado el mundo, y ahora es la propia Europa la que se desmorona, al igual que lo hizo el antaño invencible Imperio Romano.
También los civilizados romanos se consideraban superiores en todo a los bárbaros que rodeaban el Imperio, e intentaron contenerles en campos de concentración en la frontera del Danubio. 
Pero éstos aprendieron sus tácticas y superaron su estrategia, venciéndoles y asesinando a su emperador Valente en la batalla de Adrianópolis (378), para posteriormente saquear la propia Roma en el 410. Incluso entonces, historiadores como Hidacio hablaban ciegamente de un prometedor porvenir. Los imperios, como los adolescentes, piensan que siempre serán eternos.


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lunes, 12 de octubre de 2015

Celebrando un genocidio

Por Eduardo Nabal y Juan Argelina


Aunque no ha sucedido en todas las ciudades españolas, en la que yo resido ha sido hoy un día de fiesta en toda regla, incluso con más cerraduras de las esperadas, algo que pudiera ser saludable si la efeméride escogida no pudiera ser más triste y de funesto recuerdo. 

Aunque la distancia histórica enfría, estamos o están algunos celebrando la historia de un genocidio.   Recuerdo un lema de un grupo feminista de Salamanca en el célebre año 1992: “No nos gustan los conquistadores”. La hermosa película de Iciar Bollaín “También la lluvia” es un ejemplo de que no existe. La Historia como un todo sino muchas historias y, sobre todo, esa patraña que nos contaron aún cuando Franco y bastante después.   Para cualquier examen en la materia era imprescindible saber qué día Colón “descubrió” América. 


Hoy día esto nos suena ya a leyenda, y también a leyenda cada vez más negra, como la España en la que se enseñaba: una época en la que se utilizaba el “casco viejo” de las ciudades castellanas para contar historias épicas que sonaban a falsete pero costaban una fortuna y les valía un bocadillo a los extras del cartón piedra.  Me encanta que se filmase junto a la catedral de Burgos el asesinato final de “Amantes” de Vicente Aranda pero, como si no hubieran pasado los tiempos de Samuel Broston, se han seguido rodando epopeyas colonialistas y heroicas en distintos lugares de Castilla. De Ridley Scott a Ron Howard pasando por el propio Aranda. 

Algunos directores de cine aprovechan la muralla de Ávila o el Mar de Canarias para ambientar mentiras que persisten desde los tiempos de “Alba de América” o “Raza”, cuyo guión firmaba, con seudónimo, nada menos que Francisco Franco o, en otras latitudes, “Los últimos de Filipinas”.  Aunque parece que la moda de rodar grandes producciones sobre la llegada de “los europeos” a determinados lugares de Latinoamérica está pasando debido a que los datos que salen a la luz son cada vez más sucios, mas cercanos a nuestra realidad presente y menos heroicos. Con una mano evangelizaban y con otra se llevaban el oro de las Américas. 

También la lluvia, diría Bollaín, y en buenas cantidades. Lo cuenta Galeano pero no es el único, también lo cuentan Gioconda Belli, Octavio Paz, Fernando Vallejo o Sayak Valencia, aunque no gusten siempre a los machistas. ¿Pero qué se puede esperar de una ciudad donde se quiere, sin personal ni contenidos, fundar la cátedra “Giménez Rico”, director mediocre donde los haya? Poca cosa nueva. Así el día de la “Raza” o de la Virgen del Pilar o de la fiesta nacional es el día ocupación y el expolio del suelo ya poblado.

No voy a hablar mucho del futuro de la cultura en Burgos para no deprimir a nadie. Pero vamos si es irónico que una familia de banqueros sin escrúpulos se apellide Botín, también lo es que en Burgos se descubran fósiles y más fósiles, como si no tuviéramos bastantes en el Ayuntamiento o la Universidad, cada vez mas sitiada por el fantasma la privatización, el oportunismo, el enchufismo o el intrusismo empresarial.  Algunos te dirán que, como han dicho de Eurovegas, que eso de los dinosaurios crea puestos de trabajo y atrae turismo. Atrae turismo y deja divisas. Una frase del tipo “Que llueva, que es bueno para el campo”. O sea afirmar cosas sin saber lo que hay detrás o sin preguntar a los y las verdaderamente interesados/as en el asunto. Despotismo poco ilustrado.

Deberíamos preguntar a los descendientes de aquellos a los que descubrimos, matamos, robamos, adoctrinamos y expoliamos su verdadera opinión sobre el tema, ellos son la voz más auténtica, sobre esos que con una mano rezaban y la otra apuñalaban.  Pero ellos no pueden ser tan fieros como los nietos de las víctimas del Holocausto nazi y, en ocasiones, están tan amordazados, como nosotros/as en el estado español a la hora de hablar de los crímenes del franquismo o abrir fosas de las que pueden surgir demasiados fantasmas para la derechona que nos gobierna aquí y en todo el estado, con la sonrisa torcida por una inesperada respuesta popular.  Esa derechona que no quiere gente pensante y por eso les facilita o insinúa que estarían mejor escribiendo, pintando, rodando o trabajando en otros lugares del mundo, lejos de Europa.  Por ejemplo en Latinoamérica, a la que seguimos mirando con una mezcla de ignorancia y colonialismo que no tiene porque ser malintencionada pero cuyos resultados suelen ser nefastos. 

Se me ocurren varias universidades del llamado “cono sur” que nos podían dar lecciones no solo de “urbanidad” o de docencia sino también sobre género, cine, sexualidades, estudios culturales… Mientras aquí las cosas peligran en las arcas de la privatización o en el rearme de la derecha moralista y mendaz.   Franco filmó (con seudónimo) el guión de “Raza” pero también hubo otras epopeyas de grandes conquistadores e indígenas ignorantes o adictos a ritos tribales que dejan la brujería en un juego inocente.  Vamos que no tenemos nada que envidiar a la ideología de “Fort Apache” “Lo que el viento se llevó” , “ o “La carga de la brigada ligera” gracias a filmes que van desde “Alba de América” a más recientes dibujos animados sobre la vida y milagros de Cristóbal Colón. 

Para que desde pequeños sepamos quienes son los buenos y los malos. 
Gracias a Fray Bartolomé de las Casas sabemos que la forma de tratar a los entonces llamados “indios” fue bastante deplorable aunque el propio Fray Bartolomé llegara a colaborar con aquello que criticaba o cuestionaba para horror de la Inquisición y los Reyes Católicos, cuyo lugar de nacimiento se siguen disputando algunas ciudades de provincias de Castilla y León, siempre disputándose honores dudosos. Yo no sé mucho de historia, otros deberían hablar, pero solo lo hacen cuando y donde les conviene..

¿Recordáis a aquel perro diseñado por Mariscal para ser la mascota de los Juegos del 92? Vázquez Montalbán, en un requiebro literario digno del mejor surrealista, lo describió como “un animalito sin dentadura, sin esqueleto, ni tan siquiera estatura de perro, ni siquiera es un perro: yo creo que es el alma de un perro atropellado en una autopista de peaje. Tiene el hocico hacia el oeste, cada pata por su lado y unos ojos obligados a la mirada plana por culpa de los neumáticos de un vehicle longe, probablemente holandés o alemán, los camiones más pesados que he visto nunca… 

El perro de Mariscal es el alma de un perro atropellado en una autopista convertida en llufa clavada en el culo de la España del V Centenario y de los Juegos Olímpicos de 1992”.   Estas palabras, escritas en 1988, destacaban la miseria ética de un país encaminado a la ruina del Españistán de Aleix Saló.  Los fastos de aquella conmemoración junto a la borrachera del tan cacareado éxito de la modernización y crecimiento económico de una España sedienta de dinero europeo, condujeron a la resurrección del más amargo de los episodios nacionales de ultramar, el “descubrimiento” y conquista del continente americano, que tanto hizo por construir el mito de la España imperial y que sirvió de base al más castizo de los discursos fascistas del pasado siglo. 

Hubo ya en ese controvertido año de 1992 furibundas críticas a la celebración, todas amortiguadas por el teatro de nuestro supuesto infinito progreso, aunque la huella del tradicional caciquismo no solo estuviese aún fresca, sino que seguía muy vivo bajo apariencias de modernidad democrática. 


El perro de Mariscal, como el de Goya de sus pinturas negras, o como el pobre Excalibur, sacrificado en un entorno de impotencia y realismo sucio, es la imagen de nuestra Historia, un constante atropello en una autopista de peaje, esta vez vacía por la crisis a la que nos han conducido los inductores de esa misma España Imperial, salpicada de crímenes aún sin resolver.   A un lado y otro del océano las víctimas todavía claman encerradas en el fondo de su caja de Pandora particular. ¿Sin esperanza? Está por ver. A Vázquez Montalbán le gustaba la mascota de Mariscal porque le recordaba a todos los perros que se le habían muerto, y le infundía la esperanza de que algún día resucitaran por obra y gracia de la misericordia del dios de los perros.

domingo, 7 de junio de 2015

La situación política en Venezuela: entrevista a Tahina Ojeda

Por Burgos Dijital

Tahina Ojeda tiene su vida dividida entre Venezuela y España, realiza sus estudios de doctorado de ciencias políticas en España.
Es analista internacional de conflictos latinoamericanos y en esta entrevista desgrana en poco tiempo la realidad política y económica de Venezuela, la manipulación de los medios de comunicación, y opina sobre el viaje del ex-presidente de gobierno de España, Felipe González, a Venezuela así como la existencia de otros ex-presidentes que apoyan a los golpistas venezolanos.