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domingo, 21 de febrero de 2016

El torso de Cristo frente al de Rita Maestre


 Por Juan Argelina                                                                 

"El lenguaje es la morada del ser y el hombre es su pastor". Estas palabras de Heidegger muestran el constante conflicto del ser humano con el poder. Un poder "pastoral", que le conduce como a un rebaño, sometiéndole a través del miedo a una culpa que paraliza cualquier intento de liberación. 

La Iglesia católica, como institución de poder, como Estado construido en base a la imagen de un Cristo torturado y juez de los delitos de la humanidad, va a considerarnos a todos pecadores, delincuentes, que, para poder evitar la condena fatal, debemos confesar. 
La confesión es la clave del poder porque, no solo interioriza el sentimiento de culpa, el desasosiego y la angustia del mal comportamiento, sino que obliga a transmitir el secreto individual de esa transgresión a un funcionario de ese poder, cuyos posibles pecados permanecen impunes. 
Este poder eclesiástico, este poder pastoral, ha ejercido así el control sobre los seres humanos mediante el temor a/de Dios. La confesión se produce por este temor, fuertemente condicionado por la tremenda imagen del cuerpo torturado del Cristo en la cruz. 
El católico asume de este modo el poder, y su miedo le impide pensar siquiera otra alternativa. El poder controlador de la Iglesia se extendió de forma dictatorial a lo largo de la Edad Media, y se va a prolongar en el Estado moderno, puesto que ahora mismo es el Estado el que está ejerciendo su poder pastoral. 
Es tanta la influencia en nuestro comportamiento de esa necesidad impuesta de la confesión, que ya no podemos librarnos de ella ante cualquiera de nuestras relaciones jerárquicas con las instituciones administrativas. 

Lo confesamos todo a nuestros profesores, al médico, al inspector de Hacienda, ... Asumimos la desigualdad en una situación en la que el Poder se adueña de nuestro conocimiento, de nuestras "faltas" y delitos, con nuestras mentes y nuestros cuerpos, disciplinados por sentencias médicas y agua bendita. Y, de hecho, nos convertimos igualmente en controladores de nuestros iguales, señalando culpables de transgresión a todos aquellos que ponen en riesgo su propio orden, o lo que ellos llaman “orden” . 

Así surge el "loco", al que se obliga a depender permanentemente del psiquiatra, que se arroga para sí mismo el poder de la razón. Una razón que "cura". Una razón que controla. Una razón que domina. Una razón ejercida por la policía y la justicia que incrimina al que viola la ley. 
El acusado es forzado a confesar las causas de esa "culpa", igual que la maestra hace con el niño indolente o conflictivo. El maestro es el pastor de sus alumnos. Consciente o inconscientemente les transmite la ideología del poder. 
La verdad del Poder es la verdad transmitida a través de los tiempos, la que se manifestaba en ese Cristo torturado y la que se revela en el orden moral de las instituciones del Estado. Si vas contra esa "verdad" estás perdido. Si transgredes ese orden eres subversivo. Si pides perdón también más por mal camino. Porque les concedes un poder que no te representa y además haces algo que la Iglesia Católica en su larga historia de asesinatos, genocidios, ofensas materiales y simbólicas, expolios, casi nunca ha hecho “pedir perdón a nadie” y menos obligada. 

El problema es que aunque la masa de ese colectivo al que representas puede estar contigo pero los que ya estaban en política se expresaron a media voz porque se temían que algo de esto podía suceder en una España donde no se juzgan los crímenes del franquismo, donde los estudiantes de derecho lo son también de doble moral  y donde ningún ministro de Dios o no pide perdón por ofender al colectivo LGTB.

A pesar de la "a-confesionalidad" del Estado, su poder no puede separarse de la necesidad de continuar con las mismas prácticas pastorales instituidas por la Iglesia católica desde hace centurias y reforzadas en épocas de dictaduras. Más aún en un país como España, constituido como tal en base al control inquisitorial.
La Inquisición unió las diferentes entidades políticas del Estado, formando un auténtico orden teocrático, en el que la religión fundamentaba el control social.

Ni siquiera la democracia pudo sustraerse a esa influencia, y por ello aún sufrimos la posibilidad del castigo por delitos referidos al "escarnio", "profanación" u "ofensa" de los "sentimientos" religiosos (artículos 524 y 525 del Código Penal), sobre todo si van dirigidos a la Iglesia católica.
Los citados artículos dicen proteger la libertad religiosa, unida al derecho a la libertad de expresión y de crítica. Pero ¿quién protege a los ciudadanos que quieren verse libres de la presión de la Iglesia y de sus excesos proselitistas o injerencias en la vida pública? ¿No es acaso la mera existencia de capillas en espacios educativos públicos una "profanación" de esos lugares, un "escarnio" a los sentimientos de quienes no nos consideramos católicos, una "ofensa" a los no creyentes? ¿Es más escandaloso el torso de una mujer que defiende su derecho a controlar su propia vida, su propio sexo, su propio cuerpo, que el de un Cristo torturado hasta la muerte, símbolo de los excesos de un Torquemada?

La concejal Rita Maestre es juzgada por expresar sus deseos de libertad en un lugar que no debería existir. Ahora, los que siempre se arrogaron el poder de ofender y subyugar a quienes no comulgaban con sus creencias, se sienten ofendidos por torsos libres de heridas y castigos. Supongo que el poder pastoral aún les protege. Y se sienten fuertes sólo con el hecho de ver a esa joven manifestante, que mostró la misma valentía que aquellos que subieron al altar de Notre-Dame de París en plena misa de Pascua el 9 de abril de 1950 gritando "Dios ha muerto. Vomitamos la agonizante estupidez de vuestras plegarias pues han sido el humo pringoso de los campos de batalla de nuestra Europa", siendo juzgada como si fuera una bruja medieval.

La separación entre la iglesia y el Estado queda en entredicho en este juicio. Y en esa mujer sentada en el banquillo nos reflejamos todos.
Walter Benjamin, en sus Tesis de Filosofía de la Historia, tiene una teoría muy especial sobre la presencia del Mesías en la sociedad. Argumentaba que no era necesario esperarle, porque podía aparecer por cualquier rendija de la Historia.
Quizás él estaba presente en esa capilla, y no precisamente en la forma del crucificado.


viernes, 15 de enero de 2016

La muerte de España

Por Juan Argelina

"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir" (Blade Runner)


Busqué palabras que enmudecieran el terrible silencio de la muerte, pero no encontré más que confusión y angustia por un vacío indefinible. Sólo una sucesión de tiempos inconcretos empujando violentamente en la memoria, dejaba mi cabeza como un yunque amartillado, alejado de la paz que tópicamente deja la muerte. 

Mi padre
Los niños-duende parloteaban en torno a madres-clon mientras yo trataba desesperadamente de encontrar el sosiego imposible en un autobús de línea que me dejaba a toda prisa en un Madrid de resaca de fiesta. La muerte no está de vacaciones. Los fantasmas rodean invisibles nuestras vidas de mentira mientras sus cadáveres yacen expuestos tras las vitrinas de un tanatorio. No reconocí a mi padre, cáscara informe metida en un féretro, envuelto en un sudario brillante que contrastaba con su rostro inerte, amarillento, deformado por los químicos de la higiene funeraria. El llanto se resiste y las entrañas se remueven. Eso había sido mi padre. De pronto la sala se vuelve inmensa, solos mi hermano y yo, bajo la asepsia del aire acondicionado. ¿Que fue de la vida? Una sombra recorrió fugazmente el espacio del rabillo del ojo a las dos de la madrugada, me advierte un familiar desconocido, en su casa, donde durante los últimos años iba de visita para ver a su prima, hasta que la enfermedad le dejó postrado para siempre. 
Allí recordaba, recordaba, hablaba, hablaba, ... todo lo que no había podido sacar de si durante tanto tiempo, todo lo que no había podido compartir siquiera con sus hijos. Una vida perdida, recuerdos borrados, esfuerzos, sufrimientos, alegrías engullidas por la soledad y la impotencia. Mi padre. Muerto. "Aquí yace Juan Ramón. Tus hijos te lloran". 

Tópico lapidario. Pero no hay lágrimas. Solo el ansia de saber, de comprender por qué fuiste así, por qué te callaste siempre, por qué ocultaste su verdadero ser. 

Me hablaste al final de gentes perdidas en la guerra, de represalias abominables durante los años del frío, de un abuelo casi anónimo al que encarcelaron con falsas acusaciones en Ocaña, de un tío echado al monte del que nunca se volvió a saber nada, de hermanos linchados atrozmente en la plaza del pueblo, de una madre infeliz que llevaba comida a un hijo preso en los sótanos del ayuntamiento, de un mundo atroz marcado por la necesidad constante de la supervivencia, de la ignorancia, del miedo, de la emigración, del matrimonio obligado y de los hijos que tardaban en llegar, de una niña que no pasó del año de vida, a la que nunca llegué a conocer, de esperanzas frustradas, y por fin, del silencio del tiempo, o más bien, del tiempo del silencio. 

La Historia de ese tiempo muere contigo y con muchos como tú, que guardaron el silencio del miedo, el silencio de las fosas, como las de Villacañas, sobre las que están escritos los nombres de varios de tu sangre. Y todo eso, al final, rompe en mí, ajeno a esos recuerdos, pero heredero de la fatalidad, condenado a seguir sin tu carga de emociones, sin tu experiencia, sin tu memoria, como aquel replicante de Blade Runner. 
Solo queda una fotografía emocionante que llega a mis manos tras tu muerte. Y las lágrimas quieren salir al ver a un joven soldado sonriente que rodea con su brazo a un amigo inseparable, cuya vida tampoco fue fácil. 

Sin embargo, la magia de la imagen detenida evoca un momento entrañable con el que me detengo a soñar, porque la felicidad, si existe, está en un instante impreciso del que no somos conscientes mientras ocurre, y que solo se retiene en su captura fotográfica. 
Ahí sí te reconozco. Ahí eres tú. Vivo. Ahora queda el tiempo de limpiar, de desbrozar el camino que sigue a partir de aquí. Sé que el pasado se funde con el futuro, que la memoria se degradará, y que hasta el vacío más profundo acabará disolviéndose en la lógica de la interpretación. Por eso escribo esto ahora, mientras me envuelve el misterio de la muerte. Porque todo pasa, pero no el tiempo de haber amado, de seguir amando todavía, hasta ese aliento último, ya pronto, esa postrer palabra cercana y terrible.
Perder la cabeza, perder la memoria, borrar el tiempo pasado, ignorar la raíz, moverse en el vacío, temer el futuro, guardar las distancias, prohibir el paso, impedir que se investigue el crimen, pasar página, dejar a los muertos en sus fosas, cerrar los ojos, estar cómodo en la ignorancia, conceder impunidad al asesino, reírse de las víctimas, engañar, ocultar, someter, someter, someter siempre al vencido hasta su aniquilación en el tiempo y en el espacio, anulándole de la memoria colectiva, haciéndole creer que tiene lo que se merece, que debe vivir en un maltrato constante. 
Esta es la situación de la relación de España con su historia reciente.



martes, 5 de enero de 2016

El futuro de la Izquierda tras el 20D


 Artículo de Opinión
Por Juan Argelina¿IZQUIERDA? ¿QUÉ IZQUIERDA? IMPRESIONES TRAS LAS ELECCIONES DEL 20-DEn estos días de cambio de año suelo ver mensajes de entierro del pasado. El 2015 se ha ido. ¡Olvidémonos del tiempo viejo y abracemos ansiosos el nuevo! Cómo si tuviéramos que hacer un borrado de memoria y resetear el disco duro de nuestra mente, harta ya de datos obsoletos.Las elecciones de diciembre también lanzaban un mensaje de ruptura y futuro, pero nos dejaban en un limbo político en el que, como decía Gramsci, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de llegar. Y en estas circunstancias, el tiempo lento parece dar paso a una impaciencia que quiere ver cambios sin darse cuenta de que la carga del pasado es aún muy pesada. Mientras unos hablan de la reconstrucción de la izquierda (Alberto Garzón habla ya abiertamente de "una izquierda que supere a IU, que será el resultado de un debate riguroso y sin miedo al debate") y otros de la obsolescencia misma del concepto "izquierda" (desde Podemos siempre se habló del "arriba" y "abajo" frente al "derecha" e "izquierda", argumentando la necesidad de un nuevo planteamiento ideológico, unido a una reformulación de los conceptos de base), bastante manoseado en un modelo binario de sociedad, heredado de las revoluciones burguesas, las viejas formas de transmisión política van quedando relegadas al letargo de mentes formadas en un tiempo que no por lejano, ya parece prehistórico.No es que se creara nada novedoso con el sistema asambleario de las protestas del 15-M, pero si lo fue la forma en la que se constituyeron los debates "a cielo abierto" (siguiendo el modelo del mayo francés), señalando directamente a la gente como agentes activos en el proceso, y marcando diferencias con el modelo tradicional de partidos como esquema de representación democrática.Algunos amigos me discutieron indignados la "traición" de Podemos hacia esos primigenios fundamentos, recalcando que su integración en la maquinaria electoral como un partido más, marcaba un signo de continuismo.
No obstante, si no hubiera sido así, ¿tendría que haberse creado entonces un sistema paralelo de asambleas populares que se enfrentara, de forma revolucionaria, a las decisiones parlamentarias? Se necesitaba, en mi opinión, un primer paso que aportara legitimidad a la existencia de las tendencias políticas que se estaban formulando desde la base social.

Era preciso abrir la puerta de un proceso de ruptura real desde dentro de las instituciones. El que después Podemos continúe o no representando este cambio es lo de menos. Lo interesante es abrir el frente para que surjan nuevas expectativas de creación de movimientos sociales que, desde abajo, vuelvan a reconstruir la relación entre los ciudadanos y el poder. Y en este sentido creo que va la idea de Alberto Garzón al hablar de "repensar la izquierda" y "organizar y fortalecer el instrumento político para la defensa de los servicios públicos y de los derechos humanos".

Evidentemente, el antiguo modelo del PC está caducado desde hace mucho. No es que el objeto de su lucha haya cambiado, sino que su esquema organizativo era y es un calco de las estructuras de poder que su misma ideología pretendía combatir.

Hace ya mucho que nos hemos acostumbrado a las continuas purgas y expulsiones de críticos y "desviacionistas", y el año pasado asistimos ya al sainete final en Madrid, cuando, en un espectáculo de "potlatch" autodestructivo, se desautorizó a Tania Sánchez y a todo su equipo, que habían sido elegidos por mayoría absoluta por los militantes de IU en las primarias para representar a la coalición en las elecciones municipales, por lo que la abandonaron poco antes de su celebración.

Estas luchas internas reflejaron lo que todo el mundo sabía, que el aparato de poder en IU no podía consentir cambios que supusieran el fin de las prebendas de unos cuantos dirigentes que ya se habían acostumbrado a las parcelas de control que conservaban. IU ya había perdido el norte político.
Cuenta Juan Carlos Monedero cómo planteó ya a inicios del 2000 a Gaspar Llamazares una serie de propuestas para reorganizar la actividad de IU: la primera era reconstruir las relaciones con los sindicatos; la segunda consistía en marcar claramente al PP como principal adversario político; y en tercer lugar, replantear la cuestión territorial.
Es decir, pretendía regresar a postulados previamente defendidos por Julio Anguita: los sindicatos habían traicionado claramente sus compromisos de clase (recordad a José María Fidalgo, secretario general de CCOO entre 2000 y 2008, que acabó manifestando sus coincidencias por el programa social del PP, e incluso se barajó su nombre como ministro de Trabajo en el ejecutivo de Rajoy); los partidos "hermanos" como Iniciativa per Catalunya estaban a favor del Tratado de Maastricht, por lo que se separaron de IU; y el acercamiento a un PSOE marcado por la reconversión neoliberal y los GAL implicaba la práctica anulación del discurso alternativo de IU. 

Por lo tanto, la "reconstrucción" de Izquierda Unida ya era un asunto bastante complicado. Para empezar porque era casi "natural" pensar que su secretario general debía ser también el del Partido Comunista, lo que hacía pensar en IU como su extensión, su "tapadera", cosa que lastraba lógicamente su capacidad de desarrollo y debate interno.
Llamazares siempre tuvo que luchar contra la desconfianza del PC, y contra la tendencia de buena parte de sus dirigentes de no abandonar su papel segundón con respecto al PSOE. 
Siempre existió la idea de que la principal tarea de IU era atraer al PSOE hacia posiciones de izquierda, y eso ha sido un lastre tremendo en su capacidad de acción política, ya que significaba su resignación a quedar como un residuo dentro del esquema del turnismo, y a la larga, ha demostrado ser una de las principales causas de su crisis final, porque dentro de este paradigma, no había que convencer a la gente de la necesidad de una nueva política, sino simplemente de obtener el espacio suficiente como para mantener al PSOE en una posición medianamente progresista, lo que en el fondo venía a decir que avalaba la estructura de poder existente, sin alternativa.
Realmente creo que una de las mayores aportaciones de Podemos es precisamente romper este esquema. ¿Y ahora qué? Garzón quizás esté haciendo lo que a Llamazares le aterraba. Lo que Acchile Occhetto hizo con el PCI en 1991: disolverlo. El PC de hoy ya no es el que era diez años atrás, y no creo que aparten a Garzón como hicieron con Llamazares.
Tendrá más libertad de acción, e imagino que la nueva estructura política que saldrá de las discusiones en el Consejo Político de IU, tratará de confluir de forma más independiente y realista con Podemos, sin la pesada carga de viejos modelos que solo representan a intereses de algunos, sobre todo de cara a unas próximas nuevas elecciones, si no se plantea la famosa "gran coalición" PP-PSOE-Ciudadanos, que recordaría el gobierno de concentración creado hace cien años, y que significó el principio del fin del sistema turnista de la Restauración.