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sábado, 4 de abril de 2015

Entrevista a Gracia Trujillo, Transmaricabollo de Sol

ENTREVISTA A LA PROFESORA Y ACTIVISTA  GRACIA TRUJILLO
Con motivo de la publicación del libro “Feminismos lesbianos y queer” (Plaza y Valdés, 2014) junto a otras muchas autoras de todo el estado español.  Desde distintos puntos de vista.
"Estos últimos años estamos sufriendo un ataque sin precedentes a todo lo público, un intento de empujarnos décadas atrás en lo ideológico…”
Por Eduardo Nabal
-Aunque tú has optado por el compromiso con la izquierda vivimos un momento político no solo de recortes económicos sino también de retroceso en cuanto a los derechos de las llamadas,  por algunos, “minorías sexuales”, entre las que se encuentran las lesbianas aquí y ahora. 
El libro se hace eco muchas  luchas y avances pero también de amenazas de retroceso reales y simbólicas. Cuéntanos algo de tu capítulo, que por otra parte parece vinculado a tu experiencia personal.

Gracia Trujillo: Te cuento un poco primero del libro para contextualizar mi aportación en él. 
Este trabajo colectivo surgió de un proyecto de investigación (con el mismo nombre que el libro) que integramos varias profesoras, que también somos activistas. 
Nuestra intención fue recoger cuantas más voces fuera posible de ambos ámbitos, y pensamos una serie de preguntas que les enviamos a muchas como sugerencias para escribir, de la manera que ellas quisieran, sobre estos debates entre los feminismos lesbianos y queer
Creo que es un libro interesante porque funciona como un espacio de encuentro entre los activismos, las teorías y las experiencias de vida. Y porque, como tal, no puede ser más plural: hay diferentes posiciones ideológicas, experiencias político- vitales, estrategias... Mi capítulo se titula “Escritas en el cuerpo. Genealogías políticas, afectivas y teóricas”, y es que ¿cómo separar las tres cuando eres activista? imposible y tampoco es algo que me parezca deseable. 

El texto que escribí es bastante personal, sí, pero no hablo de mí exactamente en él, sino desde mí, desde mi experiencia en el activismo feminista desde 1996, ¡cómo pasa el tiempo!. Y lo que trato de explicar es que todas estas cuestiones relacionadas con las identidades, y su crítica a ellas, entre los feminismos lesbianos y queer no son algo teórico, que pertenezca sólo al territorio del papel, de la teoría, sino que muchas hemos hecho todo ese “viaje” desde la política identitaria, la crítica queer, el transfeminismo….

Yo soy de las que comenzó haciendo eso que ahora llamamos política identitaria en los grupos de lesbianas en los noventa, que se reenganchó tiempo después al feminismo gracias a las propuestas subversivas y radicales que se autodenominaban queer, y que, en los últimos años, se ha sumado a la crítica y movilización transfeminista… Y en ese viaje también hemos vivido de todo, claro, buenas y no tan buenas experiencias, qué gran escuela el activismo. De ahí el título de escritas en el cuerpo, que es un guiño también a Jeannette Winterson y a un libro suyo que me gustó mucho hace años, Escrito en el cuerpo.

Sobre las amenazas de retroceso que comentabas creo que son bastante más reales que simbólicas, ¿no? Estos últimos años estamos sufriendo un ataque sin precedentes a todo lo público, un intento de empujarnos décadas atrás en lo ideológico… y ahí las mujeres, y los maricas, bolleras, y trans, llevamos todas las de perder. 

Creo que tenemos muchos frentes de batalla abiertos, y el feminismo tiene que dejar urgentemente de pensar en términos esencialistas, binarios, heterocentrados, blancos y burgueses, y considerar las intersecciones que están atravesando nuestros cuerpos y nuestras vidas. 
El feminismo tiene que estar atravesado por la cuestión de clase, de etnia, de raza, migrante, sexual… si no, no nos vale. ¡Pero de esta cuestión llevan ya alertando muchas voces desde los años setenta! Las de las negras, las mestizas, las pobres, las no heterosexuales, las putas, las trans... Y, por otra parte, el movimiento LGTBI- queer tiene que ser necesariamente feminista: no puede ser que, por ejemplo, la lucha por el aborto libre y gratuito sea de los grupos feministas y la de la despatologización de las identidades trans le corresponda a los grupos de lesbianas, bisexuales, gays, y transexuales. 

Hay que salir ya de esa política identitaria de compartimentos estancos y trabajar de una manera más solidaria. Cuando además estamos reivindicando lo mismo: el derecho al propio cuerpo.
Diario P: Tu trabajo  más importante es Deseo y resistencia (que fue tu tesis doctoral y donde escribes sobre el movimiento de lesbianas desde la transición a nuestros días). Pero eres colaboradora en otras compilaciones como Las lesbianas (no) somos mujeres. En torno a Monique Wittig (Icaria, 2014). 
¿Crees que el materialismo histórico o el separatismo de Wittig tienen plena vigencia? 
¿Opinas que, en ocasiones, se ha negado el poder subversivo de su producción literaria o se ha descontextualizado?

El libro de Wittig nació también dentro de este proyecto de investigación que te comentaba. Es un libro más teórico, pero creo que es un buen análisis de los trabajos de Wittig, que cada una de nosotras hizo desde su mirada particular. 
Yo me centré en las influencias e inspiraciones que ha supuesto su obra para los feminismos en general, y radicales, queer, en particular. Wittig se definía como lesbiana materialista y antiesencialista, y desde ahí analizó las construcciones de género y de sexo, y lo que ella denominó el pensamiento heterosexual o de la dominación. Pero Wittig no defiende exactamente el separatismo, su figura de “la lesbiana” no es algo que esté fuera del régimen heterosexual, que sea ahistórica, algo utópico. 
Para ella es una demostración en el aquí y ahora de que la división de los sexos no tiene nada de natural, sino que es artificial, o sea, política. Y este es uno de los aprendizajes que hicimos muchas de Wittig, sobre los que escribo en este libro: no se trata de huir a comunidades aparte, fuera de la sociedad, sino de utilizar nuestra posición estratégica como fugitivas, desertoras de nuestra clase (la clase de las mujeres) para destruir el sistema heterosexual. 

No es la huida separatista, sino la autonomía y las micropolíticas la estrategia política más eficaz frente al heteropatriarcado racista en el que vivimos. Los feminismos queer y postcoloniales fueron los que retomaron a Wittig, en parte por la inclusión de Judith Butler de un capítulo dedicado a ella en su famoso trabajo El género en disputa. Pero ahí Butler la presentó como una existencialista, una humanista que daba por hecho la existencia de un Ser previo al lenguaje… este era un análisis no muy acertado que probablemente explique una parte importante de la indiferencia o la condescendencia con la que sus ensayos fueron recibidos en la Academia anglosajona. Una pena. Yo creo que hay que leerla, sus ensayos (El pensamiento heterosexual es más que inspirador), sus obras más literarias… lo que sea, es buenísima.

-En el libro de Feminismos lesbianos y queer hay teoría pero también experiencias vividas en el Estado Español. ¿Es fácil aunar fuerzas o las diferencias o divisiones paralizan muchos proyectos? ¿Nos puedes contar algo sobre el movimiento transmaricabollo en las recientes luchas sociales?

G.T: Yo creo que estamos en un momento en el que deberíamos estar mucho más unidas, con la que está cayendo. Pero es difícil, en los espacios activistas se juntan tantas cosas, lo personal, lo político, y vuelta a empezar… la verdad es que a veces es agotador. 
Creo que es necesario que sigamos construyendo redes y alianzas, aunque sean puntuales para conseguir objetivos concretos. 
Demasiado a menudo se nos olvida que los enemigos están ahí fuera, no en la gente o el grupo que está marchando contigo.

Sobre el movimiento transmaricabollo en el contexto actual, yo puedo hablar sobre lo que más conozco que es la Asamblea Transmaricabollo de Sol, que integra el 15M y de la que formo parte desde hace un par de años. 
En el manifiesto inicial, del 2011, ya se dibujaron las líneas políticas que se consideraron entonces prioritarias (que hoy siguen siendo las mismas, con alguna más que hemos ido sumando): la despatologización de la transexualidad, la crítica a la instrumentalización de ciertos grupos LGTB por parte de los partidos políticos, el reconocimiento de los derechos sociales y laborales de las trabajadoras sexuales y la regularización de las personas migrantes que se dedican al trabajo sexual, la crítica a la monogamia y la familia nuclear, la urgencia de una educación sexual integral y plural, los derechos sexuales y reproductivos para las lesbianas, mujeres sin pareja varón y las personas trans, el VIH/SIDA… por nombrar algunas. 
La Transma tiene esta conciencia desde su comienzo de la necesidad urgente de salir a la calle, en este contexto de movilización general contra las políticas neoliberales y todos los abusos que estamos viviendo estos años con la excusa de la crisis, que ya sabemos, como dice el 15M, que “no es una crisis, es una estafa”. 
Una de las cosas que más me gusta de la asamblea es su perspectiva transversal, la queerización de la protesta que intentamos llevar a cabo. Ese atravesar, literalmente, la protesta social general y estar, con nuestros cuerpos e identidades transmaricabollos, en todas las movilizaciones y concentraciones posibles, que también nos afectan, por supuesto (desde una huelga general, a las mareas de todos los colores, la mani el día de la República, etc.). 
Con nuestros aciertos y nuestros errores, por supuesto, como todo el mundo. 
Ah, y aprovecho que me entrevistas para aclarar públicamente que la Transma no es un grupo de Izquierda Unida, como me comentó una chica ayer tras la mani del Octubre trans. Ha habido gente de IU, que ya no está, y yo en concreto fui en las listas del partido por Madrid en las últimas elecciones generales, a petición de su Área de Libertades Sexuales (ALEAS), como candidata independiente. Eso es todo. Somos una asamblea del 15M, abierta a todo el mundo que quiera venir a poner su culo en la plaza, o ahora que ya hace frío en un centro social. Y autónoma, claro, radicalmente autónoma.

martes, 15 de julio de 2014

Discriminación laboral y LGTBfobia

Por Eduardo Nabal

ENTREVISTA A JONATHAN LEMA TOURIÑÁN.
LICENCIADO EN DERECHO Y GRADUADO. ESTUDIA A FONDO LOS TEMAS DE LGTBFOBIA Y DISCRIMINACIÓN LABORAL.
Hola Jonathan. Has estudiado recientemente  la homofobia en el ámbito laboral. Un secreto a voces. Solo salen los casos más sangrantes o cuando la discriminación es claramente demostrable pero como cuantificar la homofobia en determinados sectores. ¿No crees que sigue habiendo una violencia simbólica en algunos empleos que no es igual en otros?
Soy partidario de pensar que hay empleos en los que existe predisposición en ubicar a una persona por razón de orientación o identidad sexual. Estos empleos, no obstante, suelen ser la minoría del abanico laboral que nos podemos encontrar hoy en día. Por otra parte existe la otra realidad, en la que la mayor parte de los trabajos (sobre todo los cualificados) presuponen un heteronormativismo del que no puedes salirte. El hecho que una persona tenga que participar en el teatro de ser quien no es, ya es toda la violencia simbólica que se necesita para pensar que hay mucho que cambiar. La única manera segura de trabajar dignamente y siendo que eres, desde mi parecer, sigue siendo el autoempleo.
Yo he conocido casos como el de Daniel Román en el que la homofobia o, más bien,  la transfobia que manifiesta una determinada institución (en este caso ONG) no se pone en primer término sino que se exponen otras excusas como el bajo rendimiento, malas relaciones con los compañeros etc. etc. ¿Es lo habitual?
Por desgracia es más que habitual, yo diría que es común. Normalmente el empleador suele usar siempre alternativas a la verdad para estos casos. Es común "maquillar" muchos aspectos a la ora d perjudicar a un trabajador, más aún en los casos de ser un LGTB, una mujer o a un extranjero.
Es muy difícil demostrar los casos como la homofobia/transfobia en el trabajo, como lo es demostrar cualquier caso de discriminación. Los poderes empresariales, agrandados con cada recorte y reforma laboral (muy comunes en épocas de crisis como la actual, aunque siempre constantes), cuentan con un gran potestad de discrecionalidad individual que suele predominar en muchos ámbitos laborales, lo que los salvaguarda de muchos comportamientos homofóbicos y trasfóbicos dentro del centro de trabajo o, siendo el ejemplo más significativo, a la hora de la contratación o de dirimir conflictos relativos a la sexualidad e identidad en el horario de trabajo. Me gustaría añadir como dato curioso que son los compañeros y compañeras de trabajo los que más suelen discriminar y de los que más difíciles es demostrar esa discriminación.
Hoy por hoy siguen sufriendo una doble discriminación las mujeres lesbianas. Pero es todo muy dificil de estudiar porque una profesora de un colegio concertado no vive la misma experiencia de exclusión que una camarera en el armario o que una periodista bien situada. El avance del feminismo tiene todavía esa asignatura pendiente ¿Cómo lo ves tú?
Me siento cómodo hablando de feminismo puesto que tuve una buena maestra. Mi antigua profesora ROSA COBO BEDÍA no me dejaría responder esta cuestión sin decir dos palabras clave: interseccionalidad y patriarcalismo. La "doble discriminación" que se menciona en la cuestión se conoce como interseccionalidad, lo cual implica que coexisten varias variables en un individuo que lo presuponen en este caso a ser múltiplemente discriminada. Por otro lado, la culpa de esta condena a las mujeres (porque yo lo veo así) es el machismo que existe en la sociedad instaurado por el patriarcado caduco que no aspira todavía a desaparecer. Defender los derechos de las mujeres no es una asignatura pendiente sólo del feminismo, sino de toda la sociedad.
Las mujeres siempre han tenido un "techa de cristal" que las hacía frenarse en ciertos puntos del mundo productivo (de su vida laboral). El entorno, la educación y la misma sociedad hace que la posición social de una mujer cambie. Así pues, no es  lo mismo ser una mujer que sólo se dedica a las labores domésticas (algo culturalmente impuesto por la clase de estado de bienestar que existe en España y compartido con los países del sur de Europa) que otra que tiene la oportunidad de estudiar y desarrollarse profesionalmente. Aún así, esta última tendrá que esforzarse siempre más que un varón a la hora de acceder y ascender respecto a un puesto de trabajo.

En mi experiencia con el mundo laboral más elemental (la cadena de una fábrica) la homofobia verbal era tan brutal que era dificil que nadie saliera o dejara salir del armario. Imagino que los colectivos LGTB no han llegado a los sectores económicamente más vulnerables o vulnerados o no siempre.
El colectivo LGTB ha llegado a todos los sectores. El valor del trabajo que ha hecho en España este colectivo desde los años 70 es incalculable. Lo que es más difícil es cambiar la mentalidad de un país en el que la palabra "maricón" se usa para todo. Parte del uso y el ataque despectivo hacía los LGTB está en la ignorancia. He encontrado casos de gente que era homófoba y no se consideraba como tal (inclusive gente que defendía al colectivo). Hay cierta parte de la homofobia, xenofobia, de la misoginia, etc., que uno no llega a darse cuenta que la profesa. El secreto para combatirla consiste en aplicar dos métodos: educación y visibilidad. Lo más sencillo es que la educación fuera primero y luego la visibilidad pero,  la historia nos ha demostrado que lo que suele funcionar es visibilizarse primero.
Existe el tópico de que hay profesiones más tolerantes que otras pero yo me temo que esto es una verdad a medias máxime en tiempos como los que vivimos. ¿Crees que la llamada crisis conlleva una posible vuelta al armario en los trabajos?
No es un tópico, es un realidad. Seamos realistas y aceptemos que hay profesiones que son más tolerantes con la homosexualidad (peluquero, dependientes, periodismo...). Incluso se da el caso (y la falsa verdad) de preferir homosexuales por pensar que sirven mejor para ellas que un heterosexual. Lo que nunca se verá (al menos de momento) es una profesión que sea tolerante con la transexualidad. La orientación sexual se esconde siempre mejor que la identidad.
La crisis, por su parte, hace todo lo que puede por atrasar más la lucha LGTB. Hoy la gente que realmente necesita en su trabajo piensa más en su bolsillo que en sus derechos. Pero, no sólo deberíamos hablar de una crisis económica, sino también de una crisis de valores. Hay mucha parte de la política que aprovecha toda oportunidad de retroceder en derechos. El ejemplo más claro es lo sucedido esta semana con la firma del acuerdo entre el gobierno de España y el Ruso respecto a la negación de la adopción para parejas homosexuales. Explíquenme a mí en que afecta eso a la economía.

Has hablado de la transexualidad como estigma y de las personas transexuales que, aún hoy, se dedican a la prostitución. No obstante yo creo que ha habido un cambio con la reciente visualización de las personas transexuales en diferentes ámbitos (la música, el cine o incluso en el ejercito). ¿Crees que está avanzando realmente o solo en la teoría o modernas corrientes sobre el género en ámbitos culturales elitistas?
Todo lo que sea visibilizarse es una ayuda inmensa. Los medios de comunicación han sido primordiales en esto pero no es suficiente. No queremos ver transexuales únicamente en televisión o en el Orgullo Gay. Lo justo sería verlos en una oficina, en una panadería, en un restaurante, o en cualquier puesto de trabajo que ocuparía cualquier persona si su preparación y experiencia lo permiten. Lo justo sería que pudieran acceder en igualdad de condiciones y, lo justo sería que una vez desempeñe su puesto se valore su trabajo por encima de la identidad, la que nada tiene que ver con su productividad.
Los transexuales, por otro lado, siempre los he considerado un grupo culturalmente potente. Han tenido que luchar siempre 100 veces más por sus derechos que los homosexuales o bisexuales y eso los ha hecho más fuertes. No estoy diciendo que sean invencibles pero si digo que no se puede dudar de su aportación a la cultura contemporánea. Carla Antonelli es mi ejemplo preferido y modelo a tener en cuenta.

Normalmente se supone (lo que no siempre es verdad) que el trabajar en trabajos mal pagados y, hasta hace poco, considerados masculinos predispone a soportar distintas formas de homofobia. No obstante tenemos el ejemplo del futbol. Muy pocos jugadores –ricos y famosos-  han salido del armario. ¿Crees que hay profesiones que todavía beben de la masculinidad hegemónica o el heterosexismo como norma implícita?
Es un argumento muy utilizado el de que "las cosas siempre han sido así". Cierto es que las clases más bajas sufrirán discriminación en proporciones más altas que las altas. Lo anterior no implica que las clases  más pudientes, como por ejemplo los ya mencionados futbolistas, no tengan que sufrir discriminación.
Esta discriminación por orientación sexual tiene que ver con la masculinidad. Se asocia que una persona no es "hombre suficiente" si no es heterosexual, lo cual obviamente no es cierto. Ser homosexual siempre presupone, por parte de quien es homófobo, que ha de existir cierta androginia o acercamiento al sexo opuesto que no gusta por implicar debilidad. En resumidas cuentas, hay más machismo que heterosexismo. Todo se reduce a que tener rasgos del sexo femenino te hace débil. 

Cuando un colegio, una asociación o incluso una empresa ligada a la Iglesia discrimina muchas veces se ampara en “sus propias creencias”. ¿Qué armas legales y no legales  tenemos aquí y ahora contra posiciones fundamentalistas de exclusión?
La respuesta es fácil. Si negociando no se consigue nada, se debe a una denuncia de manera inmediata. Los Juzgados, al Defensor del Pueblo y las asociaciones LGTB son tres buenos ejemplos donde uno podría empezar para la búsqueda de justicia.  En España, está prohibido todo tipo de discriminación, inclusive amparándose en la libertad de creencias. Si no se respeta la ley española quien tiene un problema son las instituciones que discriminan y no las personas discriminadas. Hay decenas de caso en prensa cada año donde esto ocurre y que la mala publicidad ayuda bastante en estas situaciones. Obviamente, existen excepciones donde es más difícil pelear, como por ejemplo la suscripción a asolaciones privadas. Éstas tienden a autorregularse con estatutos y la pertenencia requiere otros términos que los que pueda garantizar el Derecho.

En muchos trabajos aún existe el “no lo digas, no preguntes”. Es curioso porque aunque haya gente que lo lleva con más soltura para muchos y muchas sigue habiendo una continua negociación con el silencio, la enunciación, el miedo, la solidaridad o el secreto a voces ¿Cuál crees que es la mejor postura de entrada si es que existe una mejor que otra? Hay gente que piensa que el permanecer o no en el armario en su ámbito laboral es una posición política, otra que es una cuestión privada e íntima y otra que no depende solo de él o ella.
Uno es libre de vivir su orientación como quiera. Si decide ocultarla me parece que está en su derecho siempre que no sea nunca impuesto. Los temas laborales forman parte de la esfera privada que existe entre el trabajador y el medio que lo rodea. Si se decide ir por la vía del silencio, solo se conseguirá agrandar cada vez más las actitudes homófobas. Personalmente, soy partidario de las políticas "all out", esto es, que todo el mundo se encuentre fuera del armario. Algo utópico pero que ayudaría a dar el último de los grandes pasos que necesita el colectivo LGTB.
Respondiendo a la otra parte de la pregunta, si la empresa donde realiza su labor discrimina lo normal sería actuar. Es una posición difícil el tener que lidiar con este asunto y entiendo que es muy fácil decir que uno ha de luchar cuando quiere callarse y dejarlo pasar, pero estamos hablando del ambiente de trabajo que te rodea. Este ambiente en el que convives ciertas horas de tu día (tu jornada laboral) puede llegar a causarte enfermedades laborales como el estrés o la depresión como las más comunes. Hacerle ver al empresario que puede perder mucho si el ambiente laboral no es el adecuado (bajas médicas, denuncias, conflictos con los sindicatos...), es para mí una de las mejores estratagemas. Los mencionados sindicatos tienen una labor primordial en este asunto puesto que tienen un carácter más estable y permanente en la empresa, así como cierta autoridad en la misma. No estaría mal la idea de que trabajasen más a menudo con las asociaciones LGTB en búsqueda de un avance más continuo y menos itinerante.

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