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jueves, 16 de enero de 2014

Razones para pedir la dimisión del alcalde de Burgos: Javier Lacalle

Foto de archivo Javier Lacalle en un pleno 
Por Lucas Mallada

Una persona que ha perdido la confianza de sus paisanos, debe marcharse, dejar paso a otros u otras que generen más confianza.

Javier Lacalle venía demostrando que el cargo de Alcalde le venía grande.

Primero la elección de su equipo, con personas conocidas en la ciudad por su escasa ética en el ascenso social, como por ejemplo su escudero Ángel Ibáñez. Los escándalos que llevaron a la dimisión de dos de los concejales electos: Eduardo Villanueva y Santiago González Braceras, apodado El Tala, (amigo muy cercano a Ángel Ibáñez, al que también salpicó la historia), y además la constatación de trato de favor reiterado de la Concejala de Licencias: Dolores Calleja... Eso sin comentar la nula actividad del concejal florero: Cristino Díez, o la incompetencia manifiesta del Concejal de Movilidad: Esteban Rebollo, o en este caso defecto vecinal con la inoperancia de las políticas de participación, supuestamente puestas en práctica por la concejala María José Abajo.  Se dice que una de las grandes virtudes de los líderes inteligentes es la capacidad de rodearse de un equipo de personas capaz.

Segundo, la mentalidad. Ya sabemos que ha ganado las elecciones y tiene la legitimidad democrática para llevar a cabo su plan de gobierno. Sin embargo, muchos vecinos de Burgos pensamos que no se puede gobernar la ciudad del 2011 al 2014 como si estuviéramos en el periodo del 2005 al 2007.
Estos siguen subidos a la ola del desarrollismo sin límites y de las infraestructuras.  No parecen haberse enterado de lo que ha ocurrido en España estos últimos años, están desfasados. La prueba son sus propuestas.  Después de esto viene la dichosa Plaza de Toros (que aún nos sale más cara que la reforma de la calle Vitoria). Lo triste de todo es que son incapaces de pensar en otras posibilidades, carecen de ideas. Únicamente la apuesta por el turismo a través de la gastronomía, sin ser gran cosa, ni demasiado original, se desmarca de las estrictas limitaciones de sus mentes políticas.  Probablemente además de no contar con capacidad para imaginar una ciudad distinta, realmente no puedan hacerlo porque su “poder democrático”, está apuntalado por sus “amistades peligrosas”, como hemos venido explicando y como sabe toda la ciudad.

Lo lamentable de todo es que nuestro destino colectivo se vincula a estas espurias e interesadas relaciones de poder, y los objetivos que se marquen desde las mismas.

Foto de archivo Angel Ibañez conversa con Javier Lacalle en un pleno del ayuntamiento

Tercero. La demostrada incapacidad para gestionar conflictos. Esto quedó de manifiesto en el órdago que le plantó la Policía Local. Donde había unas reivindicaciones de índole laboral por parte de un sector de los trabajadores del Ayuntamiento (eso sí con porra), por su debilidad, inconsistencia y falta de claridad, generó un conflicto entre los propios concejales de su equipo, dejando al pie de los caballos a uno de ellos.... y el asunto sigue sin cerrarse, como muchos otros, donde se toman decisiones apresuradas, sin madurar, que luego han de retirarse, degenerando en confusión y descrédito.
 A Javier Lacalle le falta autoridad y le sobra autoritarismo.

Cuarto. El Bulevar de la calle Vitoria a su paso por Gamonal. Independientemente de la idoneidad de las obras, ha sacado a relucir las debilidades de una persona carente de liderazgo. Porque al contrario de lo que se dice, muchos creemos que se trata de una persona extremadamente débil. Y ahí reside el problema. Enmascara su debilidad en vanas tozudeces que no llevan a ningún sitio y sólo crean problemas de convivencia.  Los problemas de convivencia más grandes que se recuerden en la ciudad de Burgos en las últimas décadas.  Esta debilidad contrastada, supone una realidad bifronte. Por un lado se pliega con extremosa facilidad al verdadero poder fáctico, enmascarado, o no, tanto en hoja de periódico, o bien en en grupos de presión de constituyen asociaciones para rellenar los escasos órganos de participación que se crean. Lugares en los que los rostros son siempre los mismos, como si se tratara del viejo laberinto de los espejos que había antaño en las ferias. Y Por otro, muestra su cara de perro, con los vecinos, con los padres de las guarderías, con los desahuciados, en definitiva con los ciudadanos comunes. Es con ellos con quien se siente fuerte, a los que hace saber el poderío de su estatus.  Señor Lacalle, ser fuerte con los débiles y condescendiente con los poderosos es muy sencillo, no necesitamos representantes políticos así, si no todo lo contrario.

Quinto. Ha sido incapaz de estar a la altura de las circunstancias. Escondido, incomunicado, ausente, el barco estaba sin piloto, y esa sensación es algo que los burgaleses no podemos permitir.  Un representante, que no de la cara, que no ofrece explicaciones, que no baja a la arena, a la calle para parlamentar con los vecinos aunque se opongan a sus decisiones carece de los talentos y del carisma necesario para ser el líder que necesitamos y queremos.  Ha estado refugiado, una vez más en los medios de comunicación que le protegen y le utilizan a un tiempo ¿por cuanto tiempo les será útil?.  Javier Lacalle ha sido incapaz de reconocer parte de su fracaso enfrascándose en la manida e increíble retórica de la violencia. Lo único que ha conseguido con su actitud es irritar y enfrentar a la ciudad con su equipo de gobierno. Han quedado en evidencia sus insuficiencias como en el cuento del “rey desnudo”. Ese es el Alcalde, un líder desnudo y carente.

Por ello, le pedimos su dimisión, que se vaya y permita a otros, aunque sean de su misma ideología política que intenten tomar el timón y reconducir la ciudad hacia otros derroteros, mientras las urnas no hablen.

Buena suerte en su próximo trabajo, Javier Lacalle.