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jueves, 25 de febrero de 2016

Arte en San Pedro de la Fuente

Pintura de Miguel Moradillo - Un óleo que muestra una estampa nocturna en la rutina de la ciudad 
Por Burgos Dijital

Pintura del artista del barrio Revilla XII
Desde el día 18 de febrero, con motivo de la celebración de las tradicionales fiestas del barrio de San Pedro de la Fuente, y hasta el día 5 de marzo, el barrio tiene una cita con el arte. La Biblioteca «Miguel de Cervantes» alberga una exposición colectiva de artistas de la ciudad.
En la cita se encuentran obras pictóricas que, si bien en esta edición han coincidido en tamaños medios, sus estilos pictóricos y tendencias son tan diversas como las técnicas.
Esta pequeña "bienal de San Pedro de La Fuente", como la llaman cariñosamente las y los artistas y la gente del barrio, comprende un total de 21 obras de diferentes artistas de Burgos.

Dibujo de Mariangel González
El visitante puede observar la exposición como un viaje colorido  desde el tono matérico- informalista de las pinturas de Antonio Doñate a las pinceladas rápidas de óleo semifigurativas de Revilla XII. En contraste con lo gestual y el dripping, podemos encontrar las pinceladas precisas de Miguel Moradillo cuya materia pictórica conforma un paisaje urbano bajo la luz de la noche.
El dibujo también está presente en la muestra ya sea mediante el hilo cosido, como la técnica de Mila Labarga donde los hilos pasan a conformar los trazos y las formas, o bien con tramas como en el dibujo de Mariangel González, obra con una composición muy efectiva llena de innumerables personajes donde ninguno pasa inadvertido gracias a una efectiva y elegante colocación del fino tramado, una técnica donde la luz y el volumen del dibujo adquieren una importante relevancia. Por otro lado en otras obras al igual que la pintura el dibujo va tomando otro tipo de libertades para volverse caprichoso, extravagante y con cierto toque de comicidad como en la pintura homenaje de Rodrigo Trespaderne a Ignacio del Río a quien retrata como un pelele manteado por mujeres o el trazo libre y colorido de Pablo del Barco o Juan Mons en sus dibujos.

Momento de la Inauguración el pasado jueves
"El Profeta y la cabra" dibujo de Juan Mons
Para el espectador más reflexivo no pasarán inadvertidos los paisajes de tamaño medio que encontramos en las formas descriptivas de la acuarela, como la obra de José Marticorena, donde el color y el juego de luces y sombras consigue sumergir al espectador en lo más profundo del paisaje; sensación similar encontramos en algunas abstracciones de gran tamaño como en la pintura de Julia Rocano donde la técnica mixta configura un paisaje abstracto cuya intensidad y colorido puede llegar a convertirse en hipnótico.
 Del abstracto también podemos cambiar a la precisión técnica y composición artística de las fotografías de Ángel Herraiz donde el grano y la textura adquieren un especial protagonismo, o bien en la fotografía de Javier Contreras donde más allá del creativo uso del color nos encontramos ante el dilema del "cuadro dentro del cuadro", o en este caso la "fotografía dentro de la fotografía" así como una metáfora de la contemplación y el ser observado, el espectador acaba formando parte del discurso de la obra y curiosamente pudiendo llegarse a ver reflejado en el cristal sentirse un espectador más de la representación.

Acuarela de José Marticorena
La muestra se caracterizaría de totalmente pictórica si no fuese por la presencia de una pieza de Javier Moradillo, artista vinculado a las artes escénicas al que hace poco pudimos ver junto a otras y otros artistas en la obra teatral "La estrategia del caracol" en la Parrala, CSR de Gamonal y Casa de la cultura de Gamonal. En esta exposición Moradillo participa con una de sus creativas máscaras.
Y es que, desde la humilde opinión de este blog, se echa en falta la presencia en la muestra de algo de escultura como tuvo lugar antaño en sus antiguas ediciones y donde la materia escultórica enriqueció notablemente la exposición y los espacios de la sala.

Grabado de Sandra Rilova
Dentro de esta miscelánea, la muestra se completa con otras obras de las y los artistas Meri da´Picnic, Beatriz Santamaría, Igor Torres, Juan Mª Criado, Luis Alberto Portilla, Luis Waldo, Julio Herraiz, Marcos Mesa y Carlos Santamaría. 
Los interesados en el arte burgalés podrán ver la muestra hasta el día 5 de Marzo en la tercera planta de la Biblioteca Cervantes del Barrio de San Pedro de la Fuente que, junto a la degustación de un buen vino con una ración de cecina del barrio en alguna taberna de los alrededores, es cita obligada en este periodo festivo, y muy aconsejable para el paladar.

Obra de Sonia Rocano
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miércoles, 16 de septiembre de 2015

¡Burgos como nunca se ha visto!

Por María Rejas Redondo. Historiadora del Arte



Pinturas de Luis Valpuesta en el Real Monasterio de San Agustín (hasta el 30 de septiembre 2015).


Rudolph Arnheim, en su libro ‘Arte y percepción visual’ afirma que “Todo aspecto debe su existencia a la luminosidad y al color”. Luis Valpuesta lo demuestra con cada una de las obras que este septiembre está exponiendo en el Real Monasterio de San Agustín en Burgos. 

Las formas y el color acompañan a la vida, acumulándose y enriqueciéndose, en las costumbres cotidianas, los paisajes, los objetos artesanales o industriales que nos rodean. En el caso de Valpuesta su vida se trazó con colores muy particulares; hijo de emigrantes españoles, nació en Caracas en 1952, entra en el dibujo y la pintura de manera autodidacta y esa afición infantil comienza a hacerse pública progresivamente. Primero formando parte del equipo de escenografía del colegio donde estudió, posteriormente como profesor de dibujo técnico y, más tarde, trabajando como diseñador gráfico. 

El lenguaje pictórico de Luis Valpuesta se ha forjado en esos paralelos del trópico; sus obras, realizadas en formatos y técnicas muy variadas, tienen ese pulso vital de realismo mágico. Destacan por la brillantez de la luz, la fuerza del color y la vibración de las formas. Sus temas subliman lo cotidiano y homenajean lo sencillo. 

En las propuestas pictóricas que nos hace se llega a percibir que su cuna en las artes plásticas la mecieron las gentes, las costumbres multiculturales, los paisajes, el color y la luz de su Venezuela natal. 
Así lo plasma en su primera gran obra en acrílicos, un mural para la parroquia salesiana de ‘La Dolorita’ de Caracas, situada en el barrio del mismo nombre. 
En ese mural las figuras centrales son una Virgen Dolorosa de piel oscura y estricto negro, acompañada de un Cristo resucitado de piel blanquísima y hábitos luminosos.

Con ese equipaje de luz y el brillo, Valpuesta llega a España en 1992 para descubrir, interpretar y plasmar, a su estilo, la tierra de sus mayores. Los acrílicos de Luis, debajo de su apariencia simple, juguetona y ocasionalmente transgresora, se apoyan sobre un sólido sustrato técnico. 

De Giotto (1266-1337) toma la frescura y sencillez al representar los edificios de su época. De los impresionistas sus técnicas para lograr el brillo y la máxima luminosidad a los colores. Del Pop-Art, de los años 50 y 60, su inspiración en temas cotidianos, pero ahora tratados con otros cánones muy alejados de las férreas normas academicistas y, en más de una ocasión, muy cercanos al comic. Valpuesta trasciende estas influencias reconocibles. 

La vibración que da a sus composiciones aportan la energía y el movimiento de la pincelada de los posimpresionistas y sus arriesgadas obras. Estar ante las obras de Luis nos lleva a evocar recuerdos que nos llaman al juego, a la alegría de vivir, y a la inocencia conectando así con los principios reivindicativos de la vanguardia. 

A su manera, Luis Valpuesta ha ido embebiendo, aprendiendo y, sobre todo, disfrutando hasta forjar un lenguaje propio, contundente, reconocible, minucioso que tiene una secuencia muy definida en su elaboración. Empieza con la elección del tema, saber ver; continua con el dibujo sinuoso y con un manejo especial de la perspectiva; finalmente, para llegar a contar esa historia con precisión, llena esos contornos con trazos de colores repletos de luz. 

Yo hago mías las palabras de Rudolf Arnheim (1904-2007), cuando estamos ante una obra de Luis. Con ellas “apreciamos no sólo una forma fantástica sino la particular calidad cromática de la misma”. Lo doy por cierto porque la selección adecuada de los colores es un problema clave de la producción plástica. Valpuesta mezcla y prepara cada uno de los colores que incorpora a sus obras; incluso, para dejar el testimonio de ello, en el reverso de cada cuadro, traza toda la escala cromática utilizada.


Luis Valpuesta conecta con esta nueva perspectiva de los clásicos, porque en las pinturas de Luis el color se vive; va a lo emocional, lo que sientes al ver sus cuadros se entiende desde las palabras de Eva Heller (1948-2008), en su obra Psicología del color en la que explica cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón: “Quién nada sabe sobre los efectos universales y el simbolismo de los colores, jamás podrá emplearlos adecuadamente”. 
Luis lo sabe y por eso conecta con el espectador y sus cuadros conversan con el espectador.

Siguiendo esa vocación de diálogo, Luis ha desarrollado su vida profesional relacionada con la docencia, el marketing y las nuevas tecnologías. Valpuesta tiene obras en España, Estados Unidos, Italia, Suiza, Alemania, Holanda, Brasil, Chile, Colombia, Venezuela, Camboya, Filipinas, y Nueva Zelanda. 
Su obra gráfica ha servido en muchas ocasiones, para realizar campañas de formación o publicidad, de ámbito nacional. 
Y para cerrar el perfil de este autor, hay que mencionar que a partir de los cursos de escultura y vaciado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid (2011 y 2015) ha incorporado algunas obras escultóricas de pequeño formato. 

Siguiendo a Samuel Beckett (1906-1989) cuando dijo: “Cada palabra es una innecesaria mancha en la oscuridad y la nada”, todas mis palabras sobre la obra de Luis se me antojan ahora innecesarias. 
Les invito a que construyan las suyas disfrutando sus obras, empapándose de su propuesta de color y luz. 
Obras de una cualidad poderosamente vivificadora y que, en los tiempos que vivimos, lejos de toda oscuridad son enérgicamente necesarias. 

jueves, 16 de julio de 2015

Agustín García Calvo

Por Juan Vallejo

Hace unos días, en la última página de El País, en una columna firmada por Félix de Azúa, (recientemente elegido Académico de la Española, sillón "H", el que ocupó Martín de Riquer) hablaba de una de las personas más inteligentes que había conocido en su vida. 

Se refería a Agustín García Calvo, el poeta, el filósofo; dramaturgo, ensayista y sobre todo gramático y pensador nacido en Zamora en 1926, ciudad en donde falleció el 1 de noviembre de 2012.  No puedo estar más de acuerdo con estas palabras de Azúa, cuya inteligencia no le va a la zaga al sabio García Calvo -no en vano fue discípulo suyo, como lo fueran toda una pléyade de filósofos y ensayistas como Fernando Savater, el cual salió trasquilado de la amistad del catedrático de latín de la Complutense de Madrid-. 



Viene esto a cuento de mi amistad con este hombre que fue premio nacional de ensayo, de literatura dramática y premio al conjunto de toda una obra entre docenas de premios que le situaron, sitúan, entre uno de los hombres más sabios del XX-XXI.  Y digo esto, con la benevolencia de ustedes que soportan mis colaboraciones en este medio, por referirme a mí mismo en esta historia que paso a contarles.



Por los años noventa, Diario 16 Burgos (del cual fui miembro del Consejo editorial, dirigido por el inolvidable José Luis Estrada, cuyas cenizas descansan a orillas del lago de Sanabria, su tierra), periódico en el que colaboré desde mi residencia habitual en Madrid, vía fax entonces, tuvo la osadía de crear un suplemento cultural llamado El Dorado de Castilla, cuyo alma mater fue la redactora Jefe del diario, Esther Bajo, compañera del director y magnífica periodista, ahora residente en León donde fueron "autoexiliados" a la Crónica de León, una vez fracasadas las andanzas del Diario XXI, y otros periódicos que dieron en desembocar en el Correo de Burgos, actualmente en vigor.  En este medio hay algún periodista que trabajó en el desaparecido Diario 16 Burgos; el director actual, por ejemplo.   El semanario cultural, Dorado de Castilla, salió setenta semanas. Les remito a una edición recopilatorio de dicho suplemento, realizada por Carlos de la Sierra y Fernando Barriuso en 2013 con CD incluido. En este medio publiqué algunas vivencias con amigos del alma como Maese Calvo y Agustín García Calvo entre otros.



En 1993, Hacienda le pidió a Agustín García Calvo 10.800.000 pesetas. Impuestos de una herencia entre la que se encontraba su casona de la rúa de los Notarios 13, donde vivía y tenía su editorial, Lucina, cuyo logotipo es una mariquita.  Esta cantidad desorbitada, le pilló a Agustín sin un duro, cosa habitual en él. Ácrata, epicúreo y revolucionario, no se le ocurrió otra cosa que poner sendos anuncios en los periódicos nacionales, el País, Diario 16, pidiendo ayuda.  Esto originó un sinfín de controversias. Lo cierto es que al autor del Sermón del Ser y no Ser, le llegó algo menos de la mitad, fruto de los donativos, de lo que la Hacienda pública le pedía. Le ofrecieron colaborar en muchos medios para paliar el impuesto, lo cual aceptó. De aquellos artículos fascinantes, guardo buena memoria.



Mi admiración profunda hacia el autor de La baraja del rey don Pedro, venía desde el destierro fuera de España que Franco ordenó a tres profesores: Enrique Tierno Galván, José Luis Aranguren, que fue luego director de Cuadernos para el diálogo, y Agustín García Calvo, prolijo colaborador de la revista de Occidente fundada por don José Ortega y Gasset. De mis asistencias al Ateneo Republicano de Madrid en el cual, el autor de tantas canciones y soliloquios, nos deleitaba con sus geniales y profundas conferencias. Decidí colaborar con la multa y el impuesto que Hacienda le había cargado a Agustín. Le envié seis lienzos de mediano formato para que los hiciera dinero en cualquier subasta o galería. Evidentemente, García Calvo no me conocía de nada. Esto fue en 1993. Pasaron un par de años y el Ayuntamiento socialista de Zamora patrocinó una retrospectiva de mi obra. Abril-mayo de 1995.  La obra se colgó en un marco incomparable, los claustros del Colegio Universitario: un antiguo monasterio de dos claustros superpuestos, cuyos cuadriláteros estaban potentemente iluminados por la luz cenital que invadía, a través de las galerías, sus paredes. En su tiempo fue Cuartel de la Guardia Civil, cárcel, etc (es curiosa esta metamorfosis de los monasterios devenidos a espacios expositivos del arte. 
Recuerdo a Maese Calvo en mis exposiciones de los claustros del monasterio de san Juan en Burgos, las cuales visitaba con frecuencia, cuando me contaba su prisión en el mismo, cómo allí le atrapó un reúma que le combó la espalda hasta su muerte. Otro republicano burgalés que salvó la cabeza de milagro. 

Algún día contaré esta historia, ésta y las confidencias de Modesto Ciruelos que me animaba a buscar cielos más propicios que el de la Caput Castellae ).  Ubicado en la rúa de los Notarios, en el número 1, este espacio expositivo de Zamora, era visitado forzosamente y también recorrido por los alumnos que accedían a las aulas, lo que dotaba a la exposición de una singular alegría por la juventud y ocurrencias de los chavales ante las obras que expuse. 


Y allí apareció Agustín. Sin dar ruido. Con su atuendo particularísimo. Tres camisas llevaba el poeta superpuestas, de colores malva, violeta y morado. Inspirador de Podemos, sin duda. Sus patillas en forma de hacha enmarcaban un rostro poderoso, coronado por una cabellera canosa, abundante, por donde Einstein parece que enredara el talento del autor de las versiones rítmicas de las canciones de Georges Brassens, de la versión rítmica de la Iliada, su libro de cabecera; del Sueño de la noche de verano, de Macbeth, etc. Allí nació una amistad que duró hasta su muerte. 


Agustín no me agradeció el envío. No recibí carta alguna. Pero lo iba a hacer de una forma muy especial. Me pidió que le acompañara a su casa estudio después de recorrer detenidamente la obra.  Una casona inmensa con escenario donde recitaban sus obras Agustín y sus amigos pues, para él, la poesía debía ser recitada, decida, hablada, Sonora, con ritmo, golpeando el estrado si cabe, "palabras que no se sabe de dónde vienen ni a dónde van". Por allí solía ir Amancio Prada y Chicho Sánchez Ferlosio a poner música a las canciones que escribía García Calvo. Una vez llegados a su casa, me presentó a uno de sus hijos, el cual nos preparó un café y unas pastas caseras, Agustín me llevó a conocer dónde escribía. Una habitación con una ventana que daba a la estación del ferrocarril, en la parte trasera de la casona. En esta sala no había más que una mesa con una silla en el centro, sin libro alguno. Todo de una sobriedad increíble. Unos lápices y sus plumas de tinta violeta posaban junto a unos papeles la mesa. Un asiento castellano de tres plazas y poco más. El dormitorio del genio, estaba aledaño a este estudio. Tenía un baldaquino y un fresco en el techo pintado con un tema romántico, del que me pidió opinión. Pero el asombro me lo causaron los cuadros míos que estaban colgados en las paredes de la escalera que accedía a la parte superior de la casa.  Mira, dijo Agustín. ¿Conoces estos cuadros? Me quedé estupefacto al observar cómo Agustín había preferido conservar la obra de un pintor que desconocía, al cual ahora había tenido la oportunidad de saludar.




A partir de ahí nuestra conversación derivó por los territorios de la Comuna antinacionalista que fundó en Zamora y de otras historias que sería prolijo enumerar. Pero lo que nunca olvidaré es el momento en el que me trajo su versión de la Ilíada que conocía de memoria. Una edición bellísima que me dedicó con una de sus tintas violetas: ahora me parecen grafías propicias para caminar por la epopeya, por los mitos y los dioses que jugaban con Agustín a esto de desnudar las palabras.  Esta dedicatoria que aquí reproduzco, es una de las joyas más hermosas que tengo en mi biblioteca. Está reproducida en el libro, Vallejo en Burgos, en el apartado de la Mitología, catálogo de la Antológica que el ayuntamiento de Burgos de la era Olivares, patrocinó.  En el 2013, en la sala FEC de Burgos, en una monográfica: Misticismo abstracto, colgué un cuadro-homenaje a Agustín. Hacía seis meses que había fallecido, era un lienzo, un óleo, una Ilíada de gran formato; casi tres metros de alto, con esta dedicatoria como título.



Tengo en mis manos el Sermón del Ser y no Ser de Agustín. Una edición de 1995, que leo con frecuencia y de cuyos versos finales ( son 2016 ), me voy a servir para concluir este artículo, no sin antes decirles que este inmenso poeta dio voz a un sentir anónimo, popular, que rechaza los manejos del poder.

"Bendito aquel que venga con la mano en alto
y borre las cenizas de la muerte, un día
que la red de oro de par en par se abre al aire
Y se pierden los murciélagos por el hondo cielo"


domingo, 12 de octubre de 2014

La Paleta: Criado Bartolomé, estética e imaginación sobre lienzo.

Por Burgos Dijital


En vista del poco apoyo a la difusión y el fomento de la cultura de la ciudad por parte de las autoridades, que siempre actúan desde la ignorancia y el interés en beneficio de la cultura de la élite y la oligarquía (la gestión especulativa del próximo Foro de la Cultura, es un ejemplo), en Burgosdijital hemos decidido estrenar esta sección para dar difusión y apoyo a los artistas que nos rodean en nuestra ciudad y provincia, adentrándonos con humildad en sus obras para observarlas y hacerlas llegar a la ciudadanía.

Este mes de octubre los curiosos e interesados en el arte tienen una cita en la Biblioteca Cervantes del barrio de San Pedro de la Fuente. Se trata de la exposición de pintura del pintor y restaurador Criado Bartolomé que nos muestra tanto su lado más realista como el más imaginativo, con obras de mucho color y pequeño formato.

Es una muestra muy colorida donde el espectador puede recorrer el estilo realista y ciertamente naturalista en sus lienzos sobre paisajes, calles, rincones del barrio y ciudad inundados de una aparente calma, y sumergirse en la imaginaria mirada del autor en otras obras que se acercan al surrealismo.  

Los felinos son un motivo recurrente en la obra del artista
Muchos de los personajes de las pinturas miran directamente al visitante con lo que éste puede adentrarse en esos pequeños momentos o instantes cotidianos que si bien podemos vivirlos en los rincones y calles de Burgos, pertenecen al universo personal del pintor. Es aconsejable visitar la exposición con mucha tranquilidad, y con la inquietud de dejarse llevar por la mirada del artista.

El colorido de las obras y las referencias a la naturaleza, que en algunas de ellas acaba conviertiéndose en "naturaleza mágica", reflejan pequeñas reminiscencias de arte Latinoamericano. Por otro lado el artista, muy cercano al mundo de la ilustración y del cómic (con diversos guiños en alguna de sus obras para quien sea buen observador), no parece hacer distinciones entre pintura realista y abstracción, sino que entiende la pintura como "pintura" por igual en todas sus obras y los límites tanto en técnica como en ideas varían hacia lo imaginario sin que haya unas fronteras claras. Es más, lo realmente deleitable de la obra de Criado parece ser ese paso del naturalismo o realismo (mágico) hasta llegar a un desenfreno de formas, colores y personajes surrealistas. En algunas pinturas la connotación sexual se hace evidente, mientras que en otras los colores se disparan y las formas parecen danzar hasta conformar seres de diversa índole, rostros desencajados, personajes flotantes, escenarios increíbles con una pincelada libre, borrones de color y fondos con un acabado muy trabajado. 

Un apacible jardín se convierte a través
de la mirada de Criado en el rostro de un gato
Criado, que también se ha movido en trabajos de restauración, utiliza técnica mixta en sus pinturas, predominando un curioso uso del barniz y el esmalte.

Es destacable como curiosidad que el artista casi nunca deja una obra acabada y es muy habitual en su forma de crear que retoque sus propios cuadros e incluso les añada con el tiempo lo que su inspiración le dicte. 

Para los que quieran seguir curioseando en esta faceta de convertir tímidamente los rincones cotidianos en escenas donde cualquier cosa puede acontecer, pueden seguir la exposición y tomarse un refrigerio en la Bodega Marcos, muy cercana a la Biblioteca Cervantes, en el barrio de San Pedro de la Fuente. Allí el artista ofrece como parte final de la exposición obras también de pequeño formato y que completan la muestra.