ENTREVISTA A LA PROFESORA Y ACTIVISTA GRACIA TRUJILLO
Con motivo de la publicación del libro
“Feminismos lesbianos y queer” (Plaza y Valdés, 2014) junto a otras muchas
autoras de todo el estado español. Desde
distintos puntos de vista.
"Estos últimos años estamos sufriendo
un ataque sin precedentes a todo lo público, un intento de empujarnos décadas
atrás en lo ideológico…”
Por
Eduardo Nabal
-Aunque
tú has optado por el compromiso con la izquierda vivimos un momento político no
solo de recortes económicos sino también de retroceso en cuanto a los derechos
de las llamadas, por algunos, “minorías
sexuales”, entre las que se encuentran las lesbianas aquí y ahora.
El libro se
hace eco muchas luchas y avances pero
también de amenazas de retroceso reales y simbólicas. Cuéntanos algo de tu
capítulo, que por otra parte parece vinculado a tu experiencia personal.
Gracia
Trujillo: Te cuento un poco
primero del libro para contextualizar mi aportación en él.
Este trabajo
colectivo surgió de un proyecto de investigación (con el mismo nombre que el
libro) que integramos varias profesoras, que también somos activistas.
Nuestra
intención fue recoger cuantas más voces fuera posible de ambos ámbitos, y
pensamos una serie de preguntas que les enviamos a muchas como sugerencias para
escribir, de la manera que ellas quisieran, sobre estos debates entre los
feminismos lesbianos y queer.
Creo
que es un libro interesante porque funciona como un espacio de encuentro entre
los activismos, las teorías y las experiencias de vida. Y porque, como tal, no
puede ser más plural: hay diferentes posiciones ideológicas, experiencias
político- vitales, estrategias... Mi capítulo se titula “Escritas en el cuerpo.
Genealogías políticas, afectivas y teóricas”, y es que ¿cómo separar las tres
cuando eres activista? imposible y tampoco es algo que me parezca deseable.
El
texto que escribí es bastante personal, sí, pero no hablo de mí exactamente en
él, sino desde mí, desde mi experiencia en el activismo feminista desde 1996,
¡cómo pasa el tiempo!. Y lo que trato de explicar es que todas estas cuestiones
relacionadas con las identidades, y su crítica a ellas, entre los feminismos
lesbianos y queer no son algo
teórico, que pertenezca sólo al territorio del papel, de la teoría, sino que
muchas hemos hecho todo ese “viaje” desde la política identitaria, la crítica queer, el transfeminismo….
Yo soy de las
que comenzó haciendo eso que ahora llamamos política identitaria en los grupos
de lesbianas en los noventa, que se reenganchó tiempo después al feminismo
gracias a las propuestas subversivas y radicales que se autodenominaban queer, y que, en los últimos años, se ha
sumado a la crítica y movilización transfeminista… Y en ese viaje también hemos
vivido de todo, claro, buenas y no tan buenas experiencias, qué gran escuela el
activismo. De ahí el título de escritas en el cuerpo, que es un guiño también a
Jeannette Winterson y a un libro suyo que me gustó mucho hace años, Escrito en el cuerpo.
Sobre
las amenazas de retroceso que comentabas creo que son bastante más reales que
simbólicas, ¿no? Estos últimos años estamos sufriendo un ataque sin precedentes
a todo lo público, un intento de empujarnos décadas atrás en lo ideológico… y
ahí las mujeres, y los maricas, bolleras, y trans, llevamos todas las de perder.
Creo que tenemos muchos frentes de batalla abiertos, y el feminismo tiene que
dejar urgentemente de pensar en términos esencialistas, binarios,
heterocentrados, blancos y burgueses, y considerar las intersecciones que están
atravesando nuestros cuerpos y nuestras vidas.
El feminismo tiene que estar
atravesado por la cuestión de clase, de etnia, de raza, migrante, sexual… si
no, no nos vale. ¡Pero de esta cuestión llevan ya alertando muchas voces desde
los años setenta! Las de las negras, las mestizas, las pobres, las no
heterosexuales, las putas, las trans... Y, por otra parte, el movimiento LGTBI-
queer tiene que ser necesariamente feminista: no puede ser que, por ejemplo, la
lucha por el aborto libre y gratuito sea de los grupos feministas y la de la
despatologización de las identidades trans le corresponda a los grupos de
lesbianas, bisexuales, gays, y transexuales.
Hay que salir ya de esa política
identitaria de compartimentos estancos y trabajar de una manera más solidaria.
Cuando además estamos reivindicando lo mismo: el derecho al propio cuerpo.
Diario
P: Tu trabajo más importante es Deseo y resistencia (que fue tu tesis
doctoral y donde escribes sobre el movimiento de lesbianas desde la transición
a nuestros días). Pero eres colaboradora en otras compilaciones como Las lesbianas (no) somos mujeres. En torno a
Monique Wittig (Icaria, 2014).
¿Crees que el materialismo histórico o el
separatismo de Wittig tienen plena vigencia?
¿Opinas que, en ocasiones, se ha
negado el poder subversivo de su producción literaria o se ha
descontextualizado?
El
libro de Wittig nació también dentro de este proyecto de investigación que te
comentaba. Es un libro más teórico, pero creo que es un buen análisis de los
trabajos de Wittig, que cada una de nosotras hizo desde su mirada particular.
Yo me centré en las influencias e inspiraciones que ha supuesto su obra para
los feminismos en general, y radicales, queer,
en particular. Wittig se definía como lesbiana materialista y antiesencialista,
y desde ahí analizó las construcciones de género y de sexo, y lo que ella
denominó el pensamiento heterosexual o de la dominación. Pero Wittig no
defiende exactamente el separatismo, su figura de “la lesbiana” no es algo que
esté fuera del régimen heterosexual, que sea ahistórica, algo utópico.
Para
ella es una demostración en el aquí y ahora de que la división de los sexos no
tiene nada de natural, sino que es artificial, o sea, política. Y este es uno
de los aprendizajes que hicimos muchas de Wittig, sobre los que escribo en este
libro: no se trata de huir a comunidades aparte, fuera de la sociedad, sino de
utilizar nuestra posición estratégica como fugitivas, desertoras de nuestra
clase (la clase de las mujeres) para destruir el sistema heterosexual.
No es la
huida separatista, sino la autonomía y las micropolíticas la estrategia
política más eficaz frente al heteropatriarcado racista en el que vivimos. Los
feminismos queer y postcoloniales fueron los que retomaron a Wittig, en parte
por la inclusión de Judith Butler de un capítulo dedicado a ella en su famoso
trabajo El género en disputa. Pero ahí Butler la presentó como una
existencialista, una humanista que daba por hecho la existencia de un Ser
previo al lenguaje… este era un análisis no muy acertado que probablemente
explique una parte importante de la indiferencia o la condescendencia con la
que sus ensayos fueron recibidos en la Academia anglosajona. Una pena. Yo creo que hay que leerla, sus ensayos
(El pensamiento heterosexual es más
que inspirador), sus obras más literarias… lo que sea, es buenísima.
-En
el libro de Feminismos lesbianos y queer
hay teoría pero también experiencias vividas en el Estado Español. ¿Es fácil
aunar fuerzas o las diferencias o divisiones paralizan muchos proyectos? ¿Nos
puedes contar algo sobre el movimiento transmaricabollo en las recientes luchas
sociales?
G.T:
Yo creo que estamos en un momento en el que deberíamos estar mucho más unidas,
con la que está cayendo. Pero es difícil, en los espacios activistas se juntan
tantas cosas, lo personal, lo político, y vuelta a empezar… la verdad es que a
veces es agotador.
Creo que es necesario que sigamos construyendo redes y
alianzas, aunque sean puntuales para conseguir objetivos concretos.
Demasiado a
menudo se nos olvida que los enemigos están ahí fuera, no en la gente o el
grupo que está marchando contigo.
Sobre
el movimiento transmaricabollo en el contexto actual, yo puedo hablar sobre lo
que más conozco que es la Asamblea Transmaricabollo de Sol, que integra el 15M
y de la que formo parte desde hace un par de años.
En el manifiesto inicial,
del 2011, ya se dibujaron las líneas políticas que se consideraron entonces
prioritarias (que hoy siguen siendo las mismas, con alguna más que hemos ido
sumando): la despatologización de la transexualidad, la crítica a la
instrumentalización de ciertos grupos LGTB por parte de los partidos políticos,
el reconocimiento de los derechos sociales y laborales de las trabajadoras
sexuales y la regularización de las personas migrantes que se dedican al
trabajo sexual, la crítica a la monogamia y la familia nuclear, la urgencia de
una educación sexual integral y plural, los derechos sexuales y reproductivos
para las lesbianas, mujeres sin pareja varón y las personas trans, el VIH/SIDA…
por nombrar algunas.
La Transma tiene esta conciencia desde su comienzo de la
necesidad urgente de salir a la calle, en este contexto de movilización general
contra las políticas neoliberales y todos los abusos que estamos viviendo estos
años con la excusa de la crisis, que ya sabemos, como dice el 15M, que “no es
una crisis, es una estafa”.
Una de las cosas que más me gusta de la asamblea es
su perspectiva transversal, la queerización
de la protesta que intentamos llevar a cabo. Ese atravesar, literalmente,
la protesta social general y estar, con nuestros cuerpos e identidades
transmaricabollos, en todas las movilizaciones y concentraciones posibles, que
también nos afectan, por supuesto (desde una huelga general, a las mareas de
todos los colores, la mani el día de la República, etc.).
Con nuestros aciertos
y nuestros errores, por supuesto, como todo el mundo.
Ah, y aprovecho que me
entrevistas para aclarar públicamente que la Transma no es un grupo de
Izquierda Unida, como me comentó una chica ayer tras la mani del Octubre trans.
Ha habido gente de IU, que ya no está, y yo en concreto fui en las listas del
partido por Madrid en las últimas elecciones generales, a petición de su Área
de Libertades Sexuales (ALEAS), como candidata independiente. Eso es todo.
Somos una asamblea del 15M, abierta a todo el mundo que quiera venir a poner su
culo en la plaza, o ahora que ya hace frío en un centro social. Y autónoma,
claro, radicalmente autónoma.