“Hasta hace aproximadamente dos años, con mayor o menor fortuna, créame que no había tenido problema para encontrar trabajo...Pero llevo todo este tiempo en la estacada, y por más que busco y busco, no hay manera…
Agoté el paro que tenía acumulado, después el subsidio, y finalmente la ayuda de Zapatero…
Nunca antes había venido a un sitio de éstos a pedir ayuda, pero lo cierto es que ya no sé qué hacer...Tengo dos hijos, una hipoteca..., ya sabe...”
Cada vez resulta más habitual escuchar relatos como éste entre las paredes de los llamados Servicios Sociales, aquellos que tradicionalmente parecían reservados a ciertas personas inmersas en graves procesos de exclusión social, al otro lado de una línea que muchos de nosotros jamás habríamos imaginado poder llegar a cruzar en algún momento
Son estos nuevos “usuarios” de Servicios Sociales los que acuden a nuestros despachos, en ocasiones azorados, y cada vez en mayor número, esperando encontrar respuesta en una de las patas del llamado Estado de Bienestar de la que seguramente pocas veces habían oído hablar.
Resulta evidente el hecho de encontrarnos atravesando una situación socioeconómica que está arrojando a la cuneta a cada vez mayor número de ciudadanos. Se me antoja la imagen del toro mecánico de las fiestas de los pueblos, que de un tiempo a esta parte habría ido aumentando su potencia de manera gradual y constante, siendo cada vez más aquellos que, antes asidos con dificultad, ahora terminan cayendo, en ocasiones con gran violencia.
Resultaría lógico pensar que, en esta coyuntura, nuestras instituciones deberían reforzarse para ser capaces de dar una respuesta de calidad a sus ciudadanos más azotados (sin pretender referirnos a un mero asistencialismo).
Es en cambio, entonces, cuando se nos pide un esfuerzo común y “solidario” para la aceptación, entre otras cosas, de un recorte del gasto público, dentro del cual, la partida de “lo social” es una de las primeras, si no la primera, que normalmente empieza a descolgarse.
Keynes sí, Keynes no..,al margen de la teoría económica que queramos adoptar, sí parece hacer aguas a todas luces el razonamiento que pretende justificar la necesidad imperiosa de este “tijeretazo”, cuando se observan, por otra parte y de manera simultánea, fuertes inversiones de dinero público en otros sectores y proyectos de justificación y prioridad altamente dudosos.
Y no sólo es el montante de la dotación presupuestaria de estos Servicios Sociales el que podría hacernos preocupar, sino también otros movimientos que observamos se vienen produciendo en los mismos en los últimos tiempos, merecedores de un análisis más detallado del que aquí solamente se perfila:
*”Competiciones” entre Comunidades Autónomas por la reducción de listas y mejora de números en base a “prioridades políticas”.
* Aumento de servicios y prestaciones ofertados a bombo y platillo, sin la consiguiente dotación de medios y personal suficiente.
*Creciente externalización de servicios públicos, que dejan a estos, cada vez en mayor grado, en manos de la empresa privada.
*Aumento de la carga burocrática y pérdida de la dimensión transformadora de la intervención social, más allá de la simple gestión de prestaciones..
Y en medio de todo esto, los técnicos de a pie, que en muchas ocasiones, la mayoría quiero pensar, desde una fuerte conciencia acerca de nuestra condición de servidores públicos, nos vemos atrapados entre la necesidad y voluntad de prestar un servicio de calidad, y la sensación de sentirnos rostro y manos de cierto mecanismo de control social, mercenarios de la rueda que oprime a las personas que atendemos, y a nosotros mismos.
“Vuelva usted mañana”, se quejaba alguno hace ya cosa de un par de siglos. Ojalá pudiera decirle eso ahora. Sintiéndolo mucho, me temo que no voy a poder darle cita hasta dentro de un mes.
Pero si es que al final es lo de siempre: cuando no hay dinero y se tensa la cuerda siempre se jode por donde está más delicada. El principal culpable es el Estado, creo que una de sus funciones principales es proteger y velar por los que poco pueden hacer por si mismos para salir de la situación de exclusión en la que se encuentran... Y no se hace. Es muy fácil poner los billetes encima de la mesa cuando sobra el dinero -ponerlos encima a lo loco, sin vigilar bien en que se gasta el dinero de TODOS- pero cuando falta... ah, cuando falta es sálvese quien pueda. Todos a correr y a proteger los intereses de las grandes empresas y de los bancos, poniendo el dinero que haga falta. Por lo visto es más importante que dar una asistencia básica y una opción de mejorar al que no tiene nada y, lo que es peor, no sabe que es lo que tiene que hacer...
ResponderEliminarEl corazón se nos está volviendo de piedra: en la época del desarrollismo y el pelotazo inmobiliario se ha asociado servicios asistenciales con ayuda a vagos y maleantes... Ahora que los necesita gente que jamás pensó que los necesitaría tal vez seamos capaces comprender su importancia y valoremos que es importante que estén bien dotados y funcionen de forma eficaz... Tal vez esta crisis de la que no está a salvo casi nadie sirva para eso...
ResponderEliminarPor otro lado, es evidente que el Estado debe repensar los servicios sociales y otras muchas ramas de la Administración: si es conveniente su externalización, si su burocracia es tan inmensa que los convierte en algo anquilosado e ineficaz, si el personal es el suficiente y el adecuado para la función a desempeñar...
"Vuelva usted mañana" es un artículo fantástico de Larra. Se lo recomiendo a cualquiera...
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