Por Luis Carlos Gómez Pintado “Luca”
Militante de Lucha Internacionalista
La extrema derecha vuelve a primer plano en Europa aunando populismo y
crisis, pero con distintas variantes. De un lado los partidos de la
ultra-derecha, populistas y racistas que aparecen como opciones de poder, con
parlamentarios en la mitad de los países de la UE y con gobiernos en Bulgaria y
Letonia. Es el caso del Frente Nacional francés renacido con Marine Le Pen,
Interés Flamenco de Bélgica, el Partido Popular danés, el Partido de la Libertad
holandés o el austríaco que, con el mismo nombre, acaba de quedar en segundo
lugar en las recientes elecciones. También del Partido del Progreso noruego -en
el que había militado Anders Breivik, autor de la masacre de la isla de Utoya-
que acaba de entrar en el gobierno.
Del otro, los partidos neo-nazis, con grupos de choque, como Alba Dorada
que en estos días llenaban los periódicos por el asesinato de un militante de
izquierdas, o los paramilitares de la Guardia Húngara.
En el Estado español, a las argumentaciones estándar propias del fascismo
se les suma el tema de la unidad de la patria, así como las características del
Estado de la Transición y las del PP: ¿hacia donde vamos y qué hacer?
El fascismo aquí: anida en el Estado, se desarrolla en sus políticas y se
organiza sobre todo en el PP
Siempre hemos denunciando al régimen actual, como continuador del
franquismo, con el que nunca rompió. Ha sido este régimen quien, con la
cobertura «democrática» de la Constitución del 78, ha mantenido el aparato de
estado del franquismo, y especialmente ejército y policía, para reafirmar la
«unidad de España», negando el derecho a autodeterminación de los pueblos y
conservando la dependencia de la Santa Sede alrededor .
La violencia
institucional durante la Transición se cobró 188 víctimas: unos durante la
represión en el 76% de las manifestaciones, otros en asesinatos en comisaría, o
a manos de grupos anti-terroristas, o de grupos de ultra-derecha
«incontrolados».
Entre estos últimos, unos actuaban directamente junto a la policía en la
represión –como los Guerrilleros de Cristo Rey en diversas ocasiones-; otros,
como los que asesinaron a nuestra compañera Yolanda, o a los abogados de
Atocha, eran de Fuerza Nueva, y en connivencia con las fuerzas del Estado y la
justicia, o no cumplieron condena o esta fue simbólica, cuando no siguieron
trabajando para el Estado, como en el caso del asesino de Yolanda, Hellín. Pero
no acabaron los asesinatos impunes de la ultra-derecha en la Transición, sino
que aún en 1993, caía Guillem Agulló a manos de un militante de Alianza
Nacional.
Han sido las leyes propugnadas por este Estado, que más allá de la Ley de
Memoria Histórica, hecha para salir del paso y que ha muerto de inanición, han
permitido dejar intactos símbolos franquistas como el monolito del Valle de los
Caídos, símbolo que incluso el Consejo Europeo recomienda eliminar. Es el mismo
Estado el que ha impulsado el rechazo a las menores iniciativas nacionalistas,
sean plan Ibarreche o Estatut de Catalunya, o decretado leyes como la de
extranjería que han golpeado sistemáticamente a los y las trabajadoras
inmigrantes, generando xenofobia a la par que iba fragmentando a la clase
obrera.
Ha sido el PP que, continuador de Alianza Popular, recompuso políticamente
el franquismo a partir de los 7 partidos organizados por 7 ex-ministros (los
siete magníficos) y encabezados por el vicepresidente de Franco, Fraga. Cosa
que todavía hoy prevalece como demuestran hechos recientes. Así en agosto,
cargos y miembros de Nuevas Generaciones (Juventudes del PP) valencianos y de
Castilla La Mancha, posaban en público con banderas del ludos fascistas. Una
actitud «juvenil » afirmó el PP.
Más granadita es sin embargo, la alcaldesa popular de Quijorna (Madrid),
Mercedes García, quién autorizó una feria en una escuela pública en la que se
vendían banderas nazis y franquistas y al día siguiente presidía un homenaje a
los caídos «Por Dios y por España». No ha dimitido y no se sabe que haya sido
sancionada por el PP. Tampoco lo ha hecho Senén Pousa, alcalde popular de Beade
(Ourense), que se declara «franquista» y tiene un altar dedicado al dictador en
su despacho… O la presencia de miembros del gobierno en la macrobeatificación
masiva, en Tarragona el 12/10/13, de 522 religiosos profranquistas muertos
durante la guerra.
De todo esto podemos deducir la existencias de unas raíces fascistas
todavía activas como afirma Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal
Supremo, que considera que existe una masa sociológica franquista, que sitúa en
«más de un 10%» de los votantes del PP (El País, 5/10/13)
Se desprenden y radicalizan alas del PP
Este Estado y estas políticas, facilitan que en una situación de crisis, y
con una mayoría absoluta, el PP recrudezca sus rasgos más fascistoides, como en
la LOMCE, la ley del aborto, la reforma del código penal… Pero esas acciones,
que tensan la situación social, facilitan la expresión o la ruptura de alas de
esos votantes del PP.
Y se reproduce el proceso europeo. El equivalente a los de ultraderecha
populistas, serían aquí partidos que pueden poner distancia de los recortes de
los gobiernos de turno, y que toman como bandera la unidad nacional –uno de los
leiv motiv del franquismo-: los lerrouxistas de UPyD o de Ciutadan’s. Y ello
aún cuando el PP les deja poco espacio y pueden coincidir, como en no votar la
condena del franquismo hace unos días en el Parlament de Catalunya, o en la
convocatoria de «Som Catalunya, somos España» de Barcelona del 12 O. Antes de
ellos otra organización, apoyándose en el racismo más visceral, se había aupado
a muchas concejalías catalanas: se trataba de Plataforma por Catalunya mucho
más cercana a los grupos nazi-fascistas pues han protagonizado algunas
agresiones, dando así el salto hacia la violencia explícita.
También se fortalecen alas aún más radicalizadas y de choque,
nazi-fascistas, como Falange Española, Alianza Nacional, Democracia Nacional y
España 2000. No es que antes no existieran, como demuestran inmigrantes y
jóvenes asesinados –como Carlos a manos de un soldado del Ejército de Tierra
miembro de Democracia Nacional-, o la existencia de la librería nazi-fascista
Europa en Barcelona. Pero el asalto a la librería Blanquerna en Madrid, el
pasado 11, o la organización de autocares con militantes fascistas de todo el
Estado, para concentrase el 12 O en Barcelona –que sólo reunió unos 300-, les
dan protagonismo. Y marcan la profundización del giro que también se agudiza en
estos grupos, de poner en primer plano la defensa a ultranza del tema nacional.
Su mejor expresión, fue la participación en la convocatoria de PP y C’s, de
Plataforma por Catalunya, del neonazi Casal Tramuntana, Falange Española y de
las JONS y España 2000, amalgamados todos en la defensa de la unidad de España.
Una política frente al fascismo
Pero el fascismo es algo más que racismo y centralismo. Es esencialmente la
opción del capital financiero cuando precisa aplastar a la clase obrera y a sus
organizaciones con métodos de guerra civil. Por eso, cuanto más se profundiza
la crisis, y menos alternativas sólidas aparecen de la izquierda que ofrezcan
salidas a la miseria, más peligro hay de que crezcan las opciones desesperadas
que giran a la derecha, o de que sectores de pequeña burguesía pidan salidas de
orden.
Esa es la base social del fascismo y aún no se ha desarrollado en el Estado
español. Pero, como marca el avance de Alba Dorada en Grecia, a nuestro
alrededor están dadas todas las condiciones, con la diferencia de que aquí,
como históricamente ha ocurrido, la bandera inicial de su resurgir es la unidad
de España.
Esto nos obliga a tener una política frente a su ascenso. No se trata de
centrarnos en conseguir que se prohíban o ilegalicen las bandas fascistas, por
más que podamos denunciar la doble vara de medir cuando se prohíben partidos de
la izquierda abertzale y no se hace nada con las bandas fascistas. Pero poner
el eje ahí es alentar la falsa expectativa de que será el Estado quien nos
defenderá del fascismo - cosa que es imposible por sus propias características-
y anestesia para enfrentarlo directamente. Tampoco se trata de «unir a los
demócratas » contra el fascismo, borrando la frontera de clase, puesto que la
burguesía, aún la más aparentemente demócrata, ha demostrado desde el mismo
aparato de Estado de qué lado está. Y no sólo recientemente –Ley de Partidos por
ejemplo-, sino en su historia posicionados junto a Primo de Rivera o Franco.
Que los hay honestos, sí, pero no es el frente con sus organizaciones –que
son de clase- el que combatirá al fascismo, sino que hacerlo debilita el frente
obrero que sí debiera existir para derrotarlo. Porque en primer lugar se trata
de impulsar una política con salidas realistas a la crisis y especialmente para
los y las trabajadoras que sufren la miseria del sistema, a la vez que se
defiende el derecho democrático de la autodeterminación de los pueblos. Y
difícilmente ofreceremos salidas convincentes de la mano de quienes con,
mejores o peores palabras, tienen los intereses opuestos.
Por lo tanto se trata todavía hoy y aquí –en Grecia ya se pasó a otra fase-
de fortalecer los debates y las resoluciones en las organizaciones del
movimiento obrero, juvenil y popular, porque /tenemos que prepararnos para
resistir los ataques fascistas que serán violentos y deberán encontrarnos
preparados para defendernos. Porque al fascismo no se le discute, se le
destruye, y eso pasa en primer lugar por arrebatarle hoy, su posible base
social.