Por Eduardo Nabal
ENTREVISTA A JONATHAN LEMA
TOURIÑÁN.
LICENCIADO EN DERECHO Y GRADUADO. ESTUDIA A FONDO LOS TEMAS DE LGTBFOBIA
Y DISCRIMINACIÓN LABORAL.
Hola Jonathan. Has estudiado recientemente la homofobia en el ámbito laboral. Un secreto
a voces. Solo salen los casos más sangrantes o cuando la discriminación es
claramente demostrable pero como cuantificar la homofobia en determinados
sectores. ¿No crees que sigue habiendo una violencia simbólica en algunos
empleos que no es igual en otros?
Soy partidario de pensar que
hay empleos en los que existe predisposición en ubicar a una persona por razón
de orientación o identidad sexual. Estos empleos, no obstante, suelen ser la
minoría del abanico laboral que nos podemos encontrar hoy en día. Por otra
parte existe la otra realidad, en la que la mayor parte de los trabajos (sobre
todo los cualificados) presuponen un heteronormativismo del que no puedes
salirte. El hecho que una persona tenga que participar en el teatro de ser
quien no es, ya es toda la violencia simbólica que se necesita para pensar que
hay mucho que cambiar. La única manera segura de trabajar dignamente y siendo
que eres, desde mi parecer, sigue siendo el autoempleo.
Yo he conocido casos como el de Daniel Román en el que la homofobia
o, más bien, la transfobia que
manifiesta una determinada institución (en este caso ONG) no se pone en primer
término sino que se exponen otras excusas como el bajo rendimiento, malas
relaciones con los compañeros etc. etc. ¿Es lo habitual?
Por desgracia es más que
habitual, yo diría que es común. Normalmente el empleador suele usar siempre
alternativas a la verdad para estos casos. Es común "maquillar"
muchos aspectos a la ora d perjudicar a un trabajador, más aún en los casos de
ser un LGTB, una mujer o a un extranjero.
Es muy difícil demostrar los
casos como la homofobia/transfobia en el trabajo, como lo es demostrar
cualquier caso de discriminación. Los poderes empresariales, agrandados con
cada recorte y reforma laboral (muy comunes en épocas de crisis como la actual,
aunque siempre constantes), cuentan con un gran potestad de discrecionalidad
individual que suele predominar en muchos ámbitos laborales, lo que los
salvaguarda de muchos comportamientos homofóbicos y trasfóbicos dentro del
centro de trabajo o, siendo el ejemplo más significativo, a la hora de la
contratación o de dirimir conflictos relativos a la sexualidad e identidad en
el horario de trabajo. Me gustaría añadir como dato curioso que son los
compañeros y compañeras de trabajo los que más suelen discriminar y de los que
más difíciles es demostrar esa discriminación.
Hoy por hoy siguen sufriendo una doble discriminación las mujeres
lesbianas. Pero es todo muy dificil de estudiar porque una profesora de un
colegio concertado no vive la misma experiencia de exclusión que una camarera
en el armario o que una periodista bien situada. El avance del feminismo tiene
todavía esa asignatura pendiente ¿Cómo lo ves tú?
Me siento cómodo hablando de
feminismo puesto que tuve una buena maestra. Mi antigua profesora ROSA COBO
BEDÍA no me dejaría responder esta cuestión sin decir dos palabras clave:
interseccionalidad y patriarcalismo. La "doble discriminación" que se
menciona en la cuestión se conoce como interseccionalidad, lo cual implica que
coexisten varias variables en un individuo que lo presuponen en este caso a ser
múltiplemente discriminada. Por otro lado, la culpa de esta condena a las
mujeres (porque yo lo veo así) es el machismo que existe en la sociedad
instaurado por el patriarcado caduco que no aspira todavía a desaparecer.
Defender los derechos de las mujeres no es una asignatura pendiente sólo del
feminismo, sino de toda la sociedad.
Las mujeres siempre han tenido
un "techa de cristal" que las hacía frenarse en ciertos puntos del
mundo productivo (de su vida laboral). El entorno, la educación y la misma
sociedad hace que la posición social de una mujer cambie. Así pues, no es lo mismo ser una mujer que sólo se dedica a
las labores domésticas (algo culturalmente impuesto por la clase de estado de
bienestar que existe en España y compartido con los países del sur de Europa)
que otra que tiene la oportunidad de estudiar y desarrollarse profesionalmente.
Aún así, esta última tendrá que esforzarse siempre más que un varón a la hora
de acceder y ascender respecto a un puesto de trabajo.
En mi experiencia con el mundo laboral más elemental (la cadena de
una fábrica) la homofobia verbal era tan brutal que era dificil que nadie
saliera o dejara salir del armario. Imagino que los colectivos LGTB no han
llegado a los sectores económicamente más vulnerables o vulnerados o no
siempre.
El colectivo LGTB ha llegado a
todos los sectores. El valor del trabajo que ha hecho en España este colectivo desde
los años 70 es incalculable. Lo que es más difícil es cambiar la mentalidad de
un país en el que la palabra "maricón" se usa para todo. Parte del
uso y el ataque despectivo hacía los LGTB está en la ignorancia. He encontrado
casos de gente que era homófoba y no se consideraba como tal (inclusive gente
que defendía al colectivo). Hay cierta parte de la homofobia, xenofobia, de la misoginia,
etc., que uno no llega a darse cuenta que la profesa. El secreto para
combatirla consiste en aplicar dos métodos: educación y visibilidad. Lo más
sencillo es que la educación fuera primero y luego la visibilidad pero, la historia nos ha demostrado que lo que suele
funcionar es visibilizarse primero.
Existe el tópico de que hay profesiones más tolerantes que otras pero
yo me temo que esto es una verdad a medias máxime en tiempos como los que vivimos.
¿Crees que la llamada crisis conlleva una posible vuelta al armario en los
trabajos?
No es un tópico, es un
realidad. Seamos realistas y aceptemos que hay profesiones que son más
tolerantes con la homosexualidad (peluquero, dependientes, periodismo...).
Incluso se da el caso (y la falsa verdad) de preferir homosexuales por pensar
que sirven mejor para ellas que un heterosexual. Lo que nunca se verá (al menos
de momento) es una profesión que sea tolerante con la transexualidad. La
orientación sexual se esconde siempre mejor que la identidad.
La crisis, por su parte, hace
todo lo que puede por atrasar más la lucha LGTB. Hoy la gente que realmente necesita
en su trabajo piensa más en su bolsillo que en sus derechos. Pero, no sólo deberíamos
hablar de una crisis económica, sino también de una crisis de valores. Hay
mucha parte de la política que aprovecha toda oportunidad de retroceder en
derechos. El ejemplo más claro es lo sucedido esta semana con la firma del
acuerdo entre el gobierno de España y el Ruso respecto a la negación de la
adopción para parejas homosexuales. Explíquenme a mí en que afecta eso a la
economía.
Has hablado de la transexualidad como estigma y de las personas
transexuales que, aún hoy, se dedican a la prostitución. No obstante yo creo
que ha habido un cambio con la reciente visualización de las personas
transexuales en diferentes ámbitos (la música, el cine o incluso en el
ejercito). ¿Crees que está avanzando realmente o solo en la teoría o modernas
corrientes sobre el género en ámbitos culturales elitistas?
Todo lo que sea visibilizarse
es una ayuda inmensa. Los medios de comunicación han sido primordiales en esto
pero no es suficiente. No queremos ver transexuales únicamente en televisión o
en el Orgullo Gay. Lo justo sería verlos en una oficina, en una panadería, en
un restaurante, o en cualquier puesto de trabajo que ocuparía cualquier persona
si su preparación y experiencia lo permiten. Lo justo sería que pudieran
acceder en igualdad de condiciones y, lo justo sería que una vez desempeñe su
puesto se valore su trabajo por encima de la identidad, la que nada tiene que
ver con su productividad.
Los transexuales, por otro
lado, siempre los he considerado un grupo culturalmente potente. Han tenido que
luchar siempre 100 veces más por sus derechos que los homosexuales o bisexuales
y eso los ha hecho más fuertes. No estoy diciendo que sean invencibles pero si
digo que no se puede dudar de su aportación a la cultura contemporánea. Carla
Antonelli es mi ejemplo preferido y modelo a tener en cuenta.
Normalmente se supone (lo que no siempre es verdad) que el trabajar
en trabajos mal pagados y, hasta hace poco, considerados masculinos predispone
a soportar distintas formas de homofobia. No obstante tenemos el ejemplo del
futbol. Muy pocos jugadores –ricos y famosos- han salido del armario. ¿Crees que hay
profesiones que todavía beben de la masculinidad hegemónica o el heterosexismo
como norma implícita?
Es un argumento muy utilizado
el de que "las cosas siempre han sido así". Cierto es que las clases
más bajas sufrirán discriminación en proporciones más altas que las altas. Lo
anterior no implica que las clases más
pudientes, como por ejemplo los ya mencionados futbolistas, no tengan que
sufrir discriminación.
Esta discriminación por
orientación sexual tiene que ver con la masculinidad. Se asocia que una persona
no es "hombre suficiente" si no es heterosexual, lo cual obviamente
no es cierto. Ser homosexual siempre presupone, por parte de quien es homófobo,
que ha de existir cierta androginia o acercamiento al sexo opuesto que no gusta
por implicar debilidad. En resumidas cuentas, hay más machismo que
heterosexismo. Todo se reduce a que tener rasgos del sexo femenino te hace
débil.
Cuando un colegio, una asociación o incluso una empresa ligada a la
Iglesia discrimina muchas veces se ampara en “sus propias creencias”. ¿Qué
armas legales y no legales tenemos aquí
y ahora contra posiciones fundamentalistas de exclusión?
La respuesta es fácil. Si
negociando no se consigue nada, se debe a una denuncia de manera inmediata. Los
Juzgados, al Defensor del Pueblo y las asociaciones LGTB son tres buenos
ejemplos donde uno podría empezar para la búsqueda de justicia. En España, está prohibido todo tipo de
discriminación, inclusive amparándose en la libertad de creencias. Si no se
respeta la ley española quien tiene un problema son las instituciones que
discriminan y no las personas discriminadas. Hay decenas de caso en prensa cada
año donde esto ocurre y que la mala publicidad ayuda bastante en estas situaciones.
Obviamente, existen excepciones donde es más difícil pelear, como por ejemplo
la suscripción a asolaciones privadas. Éstas tienden a autorregularse con
estatutos y la pertenencia requiere otros términos que los que pueda garantizar
el Derecho.
En muchos trabajos aún existe el “no lo digas, no preguntes”. Es
curioso porque aunque haya gente que lo lleva con más soltura para muchos y
muchas sigue habiendo una continua negociación con el silencio, la enunciación,
el miedo, la solidaridad o el secreto a voces ¿Cuál crees que es la mejor
postura de entrada si es que existe una mejor que otra? Hay gente que piensa
que el permanecer o no en el armario en su ámbito laboral es una posición
política, otra que es una cuestión privada e íntima y otra que no depende solo
de él o ella.
Uno es libre de vivir su
orientación como quiera. Si decide ocultarla me parece que está en su derecho
siempre que no sea nunca impuesto. Los temas laborales forman parte de la esfera
privada que existe entre el trabajador y el medio que lo rodea. Si se decide ir
por la vía del silencio, solo se conseguirá agrandar cada vez más las actitudes
homófobas. Personalmente, soy
partidario de las políticas "all out", esto es, que todo el mundo se
encuentre fuera del armario. Algo utópico pero que ayudaría a dar el último de
los grandes pasos que necesita el colectivo LGTB.
Respondiendo a la otra parte
de la pregunta, si la empresa donde realiza su labor discrimina lo normal sería
actuar. Es una posición difícil el tener que lidiar con este asunto y entiendo
que es muy fácil decir que uno ha de luchar cuando quiere callarse y dejarlo
pasar, pero estamos hablando del ambiente de trabajo que te rodea. Este
ambiente en el que convives ciertas horas de tu día (tu jornada laboral) puede
llegar a causarte enfermedades laborales como el estrés o la depresión como las
más comunes. Hacerle ver al empresario que puede perder mucho si el ambiente
laboral no es el adecuado (bajas médicas, denuncias, conflictos con los
sindicatos...), es para mí una de las mejores estratagemas. Los mencionados
sindicatos tienen una labor primordial en este asunto puesto que tienen un
carácter más estable y permanente en la empresa, así como cierta autoridad en
la misma. No estaría mal la idea de que trabajasen más a menudo con las
asociaciones LGTB en búsqueda de un avance más continuo y menos itinerante.
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