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martes, 19 de abril de 2011

Los más débiles y la libertad entendida por Gallardón

Durante la pasada semana nos hemos desayunado con la inquietante propuesta del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Sorprende en una persona que gusta presumir de su ideario liberal y democrático. Pero más allá de las críticas que se puedan aprovechar para desenmascarar al personaje, que por otro lado nos ha ahorrado el trabajo, me gustaría situar el debate en otras coordenadas.

 Para empezar, los falsos axiomas que se presentan en la propuesta: “tenemos la obligación de ayudar a las personas que viven en la calle, aunque no quieran, y ofrecerles lugares, o centros donde puedan estar atendidos...”
Ruiz Gallardón presupone, de antemano que los indomiciliados y transeúntes que habitan en la vía pública (cajeros automáticos, soportales, bancos en las mismas calles, rincones u otros lugares muy visibles),  están ahí por gusto propio, porque les encanta el frío de la noche, disfrutan de la dureza del asfalto, gozan con la escarcha de la mañana empapándoles la manta. Da por hecho también que existen suficientes recursos para estas personas. Lo primero es una insidia, la situación de cada indomiciliado responde a historias de vida muy personales, a trayectorias únicas que se asemejan únicamente en el resultado: el aislamiento, el deambular, la reducción de contactos sociales, etc.
            
 Y siendo sus causas complejas me atrevo a apuntar algunos fenómenos que precipitan a las personas a “la calle” y que a su vez complican el retorno a una convivencia más normalizada. En España, como en otros lugares, estamos viviendo procesos de enriquecimiento insultante que se sostienen en  la reducción de recursos y posibilidades para otros, se profundiza en la desigualdad, el efecto mateo, cuando entras en la espiral del empobrecimiento y la exclusión se complica salir de ésta última; la carestía de la vivienda y los recursos que se invierten para sostenerla hacen cada vez más difícil para muchos este bien que la Constitución garantiza de palabra; la filosofía del éxito que nos envuelve, bloquea a los que no son capaces de alcanzarlo y tiran la toalla, dejándose de querer; asimismo el fracaso de la atención a los enfermos mentales, la carencia de recursos y apoyo a las familias es uno de las asignaturas pendientes de nuestro incompleto Estado de Bienestar. Seguramente me he dejado en el tintero alguna cuestión, añádanla ustedes, seguro que es pertinente.

Sin embargo de todo esto el señor Ruiz Gallardón no habla. Él no se siente responsable de los recortes sociales, de la insuficiencia de los servicios sociales en Madrid, de que en España haya al menos un millón de viviendas vacías y más de un millón de personas que carezcan de ella, del ahogo de las deudas, de que a los enfermos mentales sólo les ofrezcan psicofármacos, y no sistemas de apoyo comunitario, o equipos de atención en centros especializados para los casos más graves. No menciona la insuficiencia de la oferta de recursos para atajar el mismo problema que presenta. ¿Acaso una gran ciudad no tiene competencias sobre alguna de estas cuestiones? ¿Y si no tiene competencias, no puede lanzar propuestas constructivas a quienes las tengan? No, lo suyo es culpabilizar a los débiles, porque son responsables de su fracaso -profundizando en la esquizoide cultura del éxito-, lo suyo es presentarlo como si de una acción humanitaria se tratara, con un paternalismo trasnochado y peligroso, del que se cree con la superioridad moral para pensar en nuestro bien sin tan siquiera respetar la opinión de otros seres humanos. Esta deriva es ciertamente muy peligrosa, y termina en la privación de libertades por el “bien de los sometidos”. ¡viva el liberal Gallardón! El Señor Gallardón, como otros sólo aprovecha su credo liberal para beneficiar los movimientos económicos de los que pueden realizarlos, para lo demás le tiran las políticas de orden como a sus antepasados...¿o se trata de una vil estratagema electoral?

Lo que propone el señor Gallardón es sencillamente un atropello, una reedición de la Ley de Vagos y Maleantes franquista con barniz democrático, pero ni siquiera mucho. Su propuesta atenta contra las libertades más esenciales del individuo, que por suerte protege nuestra Constitución.

Nosotros, una vez más queremos devolver la pelota al tejado de las responsabilidades políticas de largo alcance: las políticas públicas cuya ausencia definitivamente genera situaciones poco deseables para las miradas burguesas y biempensantes a las que quiere y tiene que agradar Ruiz Gallardón. Lo que propone este representante público, no es nuevo, ni original, y por ello se sabe que no funciona, que ocultar los problemas sólo ha conseguido que se pudran y que cuando salgan a la luz de nuevo, porque esto vuelve a ocurrir, lo hagan de peor manera.

Si insistimos en desmontar los sistemas de protección pública, obviamente habrá consecuencias no gratas, tenemos que ser responsables cuando optamos por políticas en esa dirección y no tratar de escurrir el bulto y aún más responsabilizar a aquellos que las sufren, a las víctimas de ser los responsables del malestar social. Esto último es retorcido y tiene un efecto demoledor sobre la sociedad, acostumbrarla a culpabilizar a los más tirados, en este caso a los indomiciliados, a despersonalizarlos, para que se les pueda barrer de nuestras rutilantes avenidas con escobas morales si se resisten a desaparecer, con la aquiescencia del respetable.

Amigo Gallardón y a los que opináis como él: vivimos en una sociedad que genera injusticia y desigualdades, si no os gusta ver su rostro desagradable en vuestras calles, cambiad de políticas, porque si optáis por la fuerza y por la ocultación de la propia miseria, iniciaremos un precipicio que imagino sabéis a donde conduce. Asimismo nuestro lado oscuro, como sociedad siempre tiene un reflejo que nos deforma y recuerda quiénes somos realmente cuando nos miramos al espejo, como le sucedía imperturbablemente a Dorian Gray.

                                   Catorce de abril

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