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viernes, 20 de mayo de 2011

El fantasma de Ariz Nava Reta



Las estrellas y una luna llena iluminan el cielo de la ciudad y logran traspasar las rendijas de la persiana en el cuarto donde trata de serenarse y dormir Francisco Javier. Un abundante sudor frío le recorre la frente y parece resbalar por el cuello hasta mezclarse con la  caspilla que va acumulándose en su almohada. Sus ojos se clavan en el techo, vagamente adivinado y culminado por una artificiosa lámpara dorada de una arroba de peso. Sabe que no puede ser que todo está atado y bien atado y que se investirá como alcalde en unos pocos días, quizá ya se puedan contar como horas, que debe relajarse, sin embargo… los últimos rumores y lo que mascullan algunos de sus más envidiosos compañeros no le dejan margen para el reposo. Dicen que hace dos noches se encendieron de repente todas las luces de la sede, en la calle Calzadas, que saltaron violentamente las alarmas, y que cuando la policía accedió a las oficinas no pudieron encontrar ni rastro del presunto allanador. Esto ha venido ocurriendo repetidamente desde que comenzó la campaña, a parecida hora, la misma secuencia y nadie en el interior. Fatalmente los rumores han ido creciendo, algunos malintencionados colegas comenzaron a hablar del espíritu de Ariz Nava Reta, el compañero de partido, militante de la Obra, que se presentó hace unos años, seguro de la victoria  y cosechó la más amarga de las derrotas. A las pocas semanas apareció colgado del caballo de nuestro héroe más querido, Mio Cidi Campidoctor. El tema dio que hablar porque apareció en paños menores y ya saben como se muestran los ahorcados, no hace falta que mencione más…  Un miembro tan honorable de la Obra y con apellidos en la ciudad, fue un escándalo y un desastre. Por cierto que acerca del desmesurado tamaño se hicieron chanzas durante meses por todos los mentideros de la ciudad.

Francisco Javier, siempre pensó en superar aquella afrenta para su partido, él era la gran esperanza blanca, el genuino ganador que la honorable derecha necesitaba para meter en cintura a una ciudadanía levantisca e irreverente. Para ello primero tuvo que superar las puñaladas traperas del propio aparato, que como todo político sabe son las que más duelen, y dejaron heridas, por las que precisamente ahora supura la envidia, el rencor y qué sé yo que sentimientos inconfesables.

Allí estaba Francisco Javier, sudando de miedo como un niño asustado de su propia ambición, de sus deseos de grandeza truncados, ya en el pueblo, siempre perdía cuando subían el mayo, y aquello le había dolido, porque venía de familia y de apellido.
No pudiendo soportarlo más, se incorporó y se acercó hasta el cuarto de baño, y en el espejo redondo que se enseñoreaba sobre un magnífico lavabo de alabastro y de muchos duros, vio horrorizado una terrible imagen que a modo de Dorian Grey le mostraba como un sarcasmo el rostro desquiciado de Ariz Nava Reta. Ahogó un grito y se golpeó con el bidé cayendo sobre el mismo, quedando encajado su alcaldable trasero[1]. A tientas y con la desesperación en el aliento, sintiendo en su cogote al aire helado de los abismos del Hades, logró dar el interruptor y deshacer el hechizo de luna que le había mostrado la otra cara de su codicia, siempre fresca y sonriente para el gran público. Un eterno minuto después y aún temblándole las canillas, se atrevió asomarse a la ventana y sintiendo el aire fresco de la noche se calmó contemplando como un demiurgo triunfante su obra, el Bulevar que había regalado a la ciudad y a su mayor gloria. Se dijo, en un alarde de íntimo despotismo, que los ingratos burgaleses no se merecían sus esfuerzos y que eran incapaces de comprender la modernidad y el buen gusto que él y alguno de sus secuaces más zalameros estaban tratando de imponer en esta ciudad polvorienta y gárrula. Se repetía concienzudamente, que se merecía la vara de mando y aun el amor y el reconocimiento del resto del vecindario, que tenía que tranquilizarse y ocultar lo que había visto y sentido, y que el viejo Ariz, había pagado por su incompetencia, que en el fondo se lo merecía, pero él tenía grandes planes, y muchos esperándolos para medrar adecuadamente, y así sería, porque esta iba a ser la voluntad de los mejores, de los ganadores como él. Iban a saber quien era él, jamás le volverían a repetir aquello de ¿y tú dónde trabajas, hijo?.  Nunca mais.

            Estas elucubraciones le fueron enardeciendo y sacaron de sus ojos, colorados destellos de ira, deseo irredento y ardores de poder. Sin percatarse, su rostro fue adquiriendo la imagen perturbada del espejo, para terminar soltando una sonora carcajada que llenó el silencio de la noche junto al Bulevar. Dueño de sí, como antes no se había sentido, Francisco Javier se giró bruscamente y desdeñosamente arrancó el espejo jaspeado, bordeado de odaliscas y sin miramientos lo arrojó desde el décimo piso, al tiempo su mirada estaba poseída por la firma de la enajenación, una mueca que pretendía ser sonrisa le cruzaba el rostro a modo de una espantosa cicatriz. Ya sabía quien era, no hacía falta que se lo mostrasen. Ahora se iba a enterar la ciudad y Europa entera, si hacía falta. En su delirio final, un fugaz pensamiento que le rondaba desde el comienzo de la campaña, el punzante temor al fracaso, repetir el naufragio del pusilánime Ariz. Por su parte, Francisco Javier, se juró que no se colgaría humillado de las crines de Babieca, si no que se arrojaría soberbio a su glorioso Bulevar, y para ello se enderezó en el alfeizar con las manos sueltas y estiró los brazos contemplando las sombras de la catedral y la silueta del castillo, tan embriagadora era la escena, que olvidó por un momento donde se encontraba y se puso a caminar sobre el fresco aire de la ciudad que no le amaba y mientras caía, inconsciente de la celeridad de su descenso a los infiernos, paladeaba un éxito que ya jamás disfrutaría.

            Loa ciudad consternada celebró tres días de luto y respiró aliviada.


[1] Tuco podría cantarlo mucho mejor, estoy seguro.

4 comentarios:

  1. ¡¡¡Ostrassss!!! Si no fuera por la incorrección gramatical reiterada, este escrito sería digno de algún premio literario. Tiene estilo, y es lo que suele contar para los jurados. Prefiero no opinar sobre el contenido.

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  2. es realmente propio de una buena novela.

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  3. ¿ Y QUE PASO DESPUES ?

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  4. Original y perversamente divertido ... jajaja!!

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