Recuerdo que mientras mi
madre me estiraba los imposibles bucles de un pelo negro y rizado
desde la misma raíz, en aquella cocina de azulejos de reluciente
Blanco España, me entretenía mirando el calendario del Monte de
Piedad de la Caja de Ahorros de B. y una foto de mi padre con pelo,
barbudo y abrazando al mismísimo Nicolás Redondo. Mi padre,
asfixiado en la aldea e hijo de un alcalde afín al régimen, agarró
una maleta atada con cuerdas y se largó a la France, allí además
de hacerse tornero, conoció a mi madre, originaria de una aldea
similar de la irredenta Segovia, y de paso se afilió a la UGT.
Supongo que, cuando la
dichosa foto amarillenta de la cocina, en el famoso congreso de
Suresnes, de agosto de 1972, del PSOE, al que mi padre acudió de
rebote y como un impulsivo joven, lleno de fuerza e idealismo, él no
se imaginaba el sendero por donde habían de hacerle transitar....
Y es que recuerdo
vívidamente en los míticos ochenta, oír a mi padre con un
compañero del tajo en el polígono de Villalonquéjar, decirle:
“este tío no es trigo limpio, está muy pagado de sí mismo...”,
la desconfianza que mi padre sentía por Felipe González fue
proverbial y obviamente fue en aumento en la década de los 90, con
reformas con un íntimo tufillo neoliberal. La traición por la
taimada entrada en la OTAN supuso el primer revés importante. Aún
así, y a pesar de ejercer la militancia socialista desde una crítica
constante con la laxitud de sus líderes frente a la ideología
neoliberal, y su flexilenguaje, amalgamado en un aguachirle de
tercera vía, su fidelidad y educación autoritaria le impidieron
romper en todo momento con el Partido Socialista.
En el fondo me alegro
que mi padre no haya tenido que soportar la humillación de ver a su
querido partido desnortado, con una dirigencia cobarde, pero sobre
todo perdida por su propia connivencia con las oligarquías locales y
mundiales, participando torpemente en la tarta del enriquecimiento,
justificando a los suyos medidas . Un cáncer se lo llevó en plena
orgía zapateril, tras recuperar la senda de la paz y abandonar la
locura iraquí, en su primer gobierno.
Hace un par de meses,
tragándome varios sapos, acudí a la manifestación convocada por
los sindicatos, y me encontré con algunos miembros históricos de la
dirigencia socialista burgalesa en las primeras líneas de la misma,
me conocieron y me saludaron. Me preguntaba como habría actuado mi
padre, socialista convencido, me pregunto si les hubiera escupido a
la cara por traición o sencillamente dolido les hubiera retirado
hasta la mirada, para que no le vieran las lágrimas... Hay
políticos que utilizan a los que se toman las ideas en serio, estos
trepas/traidores profesionales son los peores de todos... No padre,
lo siento, yo no me siento atado a la misma fidelidad que la tuya, no
puedo apoyar a una organización política que sólo es de izquierdas
en la oposición. Personas que sólo hace unos meses defendían lo
que ahora juzgan un atropello sin precedentes, y esto sin tan
siquiera despeinarse. ¿Qué podríamos esperar de ellos y de sus
lobeznos en el futuro?.
Esperanza Abril
(transcrito de lo relatado por la protagonista, basado en hechos
reales)
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