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miércoles, 9 de enero de 2013

Las guerras de Foronda y los presupuestos del ayuntamiento de Burgos


Como todo el mundo sabe, Lacalle recurrió al ardor guerrero de Foronda para tratar de encauzar la chapuza de Ángel Ibáñez al frente de Hacienda.  Posiblemente sea mucho menos chapucero y hasta más honrado, eso no parece complicado a tenor del rigor de Ibáñez para fazer entuertos.  Otra cosa es asegurar que esta especie de Pantaleón Pantoja autóctono sea menos peligroso para la ciudad.

Foronda parece retorcer la máxima de Carl von Clausewitz quien aseguraba que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.  Parece que el concejal de hacienda ha entrado en la res-pública con la firme convicción de que la política es la continuación de la guerra por otros medios.  El gran problema no es éste sino de que él entre otros nos están haciendo la guerra a las y los ciudadanos para los que dice trabajar.

Un ejemplo de lo dicho ha sido lo ocurrido con los presupuestos municipales para 2013 cuya presentación y aprobación sólo pueden ser considerados como actos de guerra:  Los magníficos tijeretazos sociales que nos van a  llegar con nocturnidad, alevosía y secretismo, a lo Pearl Harbor.  La estrategia se basa en que  el lógico debate sobre en qué nos vamos a gastarnos el dinero no desbarate el efecto sorpresa con el que los Lacalle’s boys nos quieren caer encima.  Los concejales de la oposición tuvieron apenas dos días para estudiar los cerca de 800 folios de presupuestos, y presentar alegaciones con la Nochebuena, misa del gallo, y Papá Noel de por medio.  Ninguna fue aprobada, de la Foronda y Lacalle, siguiendo con el léxico guerrero, no dieron tregua a la dignidad ni en Navidad. 

No he leído el presupuesto, pero no me hace falta.  Sabría como es aunque no hubiera escuchado las templadas declaraciones del concejal en la siempre incisiva Radio Castilla.  En ellas venía a condensar el pensamiento conservador-liberal, es decir, que lo público debía desaparecer allí donde la iniciativa privada mostrara interés.  Creo que se refería a los gimnasios municipales a los que acusaba de competencia desleal, pero es lo de menos, esa es la filosofía que quieren aplicar a todos los niveles, con la sanidad, con la educación, con las pensiones.  Los derechos no deben hacer competencia desleal al negocio.  Lo público subsidiario de lo privado.  La misma machacona cantinela de la economía que nos lleva al desastre.

Hay en todo esto una cuestión que no deja de llamarme la atención.  ¿Por qué una persona que detesta tan profundamente lo público accede a un puesto de representación y gestión pública?  ¿Por qué les gusta tanto gestionar lo que desprecian? ¿Acaso para destruirlo más fácilmente?  Las declaraciones de Foronda sobre lo público muestran un amor semejante al de las termitas por un edificio con vigas de madera.  O por terminar con un símil bélico, delatan al autor de las mismas como una especie de caballo de Troya cuya función no sea sino facilitar el saqueo de lo público desde dentro.  Me da por preguntarme  si sobre los dinteles de las academias militares se leía “Todo por la patria” o “Todo por la pasta”.

Carolina R. Tenaz

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