Como
todo el mundo sabe, Lacalle recurrió al ardor guerrero de Foronda para tratar
de encauzar la chapuza de Ángel Ibáñez al frente de Hacienda. Posiblemente sea mucho menos chapucero y
hasta más honrado, eso no parece complicado a tenor del rigor de Ibáñez para
fazer entuertos. Otra cosa es asegurar
que esta especie de Pantaleón Pantoja autóctono sea menos peligroso para la
ciudad.
Foronda
parece retorcer la máxima de Carl von Clausewitz quien aseguraba que “la guerra
es la continuación de la política por otros medios”. Parece que el concejal de hacienda ha entrado
en la res-pública con la firme convicción de que la política es la continuación
de la guerra por otros medios. El gran
problema no es éste sino de que él entre otros nos están haciendo la guerra a
las y los ciudadanos para los que dice trabajar.
Un
ejemplo de lo dicho ha sido lo ocurrido con los presupuestos municipales para
2013 cuya presentación y aprobación sólo pueden ser considerados como actos de
guerra: Los magníficos tijeretazos
sociales que nos van a llegar con
nocturnidad, alevosía y secretismo, a lo Pearl Harbor. La estrategia se basa en que el lógico debate sobre en qué nos vamos a
gastarnos el dinero no desbarate el efecto sorpresa con el que los Lacalle’s boys
nos quieren caer encima. Los concejales
de la oposición tuvieron apenas dos días para estudiar los cerca de 800 folios
de presupuestos, y presentar alegaciones con la Nochebuena, misa del gallo, y Papá
Noel de por medio. Ninguna fue aprobada,
de la Foronda y Lacalle, siguiendo con el léxico guerrero, no dieron tregua a la
dignidad ni en Navidad.
No he
leído el presupuesto, pero no me hace falta.
Sabría como es aunque no hubiera escuchado las templadas declaraciones
del concejal en la siempre incisiva Radio Castilla. En ellas venía a condensar el pensamiento
conservador-liberal, es decir, que lo público debía desaparecer allí donde la
iniciativa privada mostrara interés. Creo
que se refería a los gimnasios municipales a los que acusaba de competencia
desleal, pero es lo de menos, esa es la filosofía que quieren aplicar a todos
los niveles, con la sanidad, con la educación, con las pensiones. Los derechos no deben hacer competencia
desleal al negocio. Lo público
subsidiario de lo privado. La misma
machacona cantinela de la economía que nos lleva al desastre.
Hay en
todo esto una cuestión que no deja de llamarme la atención. ¿Por qué una persona que detesta tan profundamente
lo público accede a un puesto de representación y gestión pública? ¿Por qué les gusta tanto gestionar lo que
desprecian? ¿Acaso para destruirlo más fácilmente? Las declaraciones de Foronda sobre lo público
muestran un amor semejante al de las termitas por un edificio con vigas de
madera. O por terminar con un símil bélico, delatan al autor de las mismas como una especie de caballo de Troya cuya función no sea sino facilitar el saqueo
de lo público desde dentro. Me da por
preguntarme si sobre los dinteles de las
academias militares se leía “Todo por la patria” o “Todo por la pasta”.
Carolina R. Tenaz
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