Foto realizada por Burgos Dijital durante performance del autor José Luis Abajo Izquierdo |
Por Eduardo Nabal
Cartas de los lectores
Quedan lejos los tiempos en los que escritores y artistas famosos de diferentes países iban a Tánger o Marrakech en busca de nuevas experiencias vitales, culturales o sexuales. Marruecos, como otros países árabes, a pesar de discretos avances sigue siendo un país mayoritariamente dominado por oligarquías financieras muchas veces ligadas a la monarquía dominante o a intereses internacionales.
La riqueza cultural suele aparecer en Francia u otros países para los que pueden cruzar la costa buscando la libertad frente a costumbres violentamente arraigadas como el velo a las mujeres, la heterosexualidad obligatoria o los matrimonios de conveniencia. Abdelá Taia a punto de estrenar su primera película “Salvation army” ha sido de los primeros intelectuales jóvenes en mostrarse públicamente gay en una sociedad regida por esquemas patriarcales y costumbres irracionales que, si bien se parecen mucho a las nuestras, se aplican, todavía, con más violencia.
Como nos mostró Remi Lange en “Tarik el Hob” no es lo mismo la vivencia de la homosexualidad o el lesbianismo en una gran ciudad como Marrakech o incluso Fez que en una aldea perdida de costumbres conservadas a lo largo de los siglos de sumisión femenina y negación de la existencia misma del colectivo LGTB. Con novelas como “Mi marruecos” o la estupenda “Una melancolía árabe” Taia se expuso a la homofobia de la sociedad marroquí y, aunque ahora reside y trabaja en Francia en sus pasiones soñadas (el cine y la literatura) fue señalado por los grupos fundamentalistas que ven todavía en la homosexualidad o el lesbianismo ataques a su modelo de familia religiosa y organización social feudal.
Cineastas franceses como Remi Lange han llevado la experiencia de lo queer y las minorías raciales y sexuales a un punto intermedio entre Francia y Marruecos como, de otro modo, hicieron en su momento gente como Jean Genet, Chukri (con sus novelas autobiográficas sobre la lucha por la supervivencia) o directores clásicos como André Téchiné que abogan por una Europa multicultural donde tengan cabida todas las creencias y posibilidades vitales, hoy mermadas por los recortes del capitalismo tardío.
Las costumbres en Marruecos también afectan a las mujeres heterosexuales (cuyo destino, salvo si pueden y quieren rebelarse, es el matrimonio y la sumisión) e incluso a los hombres que deben contraer matrimonios de conveniencia sea cual sea su orientación sexual. A pesar de la permisividad a las demostraciones de afecto entre varones en las grandes ciudades de Marruecos la homosexualidad y el lesbianismo, la feminidad son cuestiones maltratadas por una legislación que como ocurre, en mayor o menor medida, les lleva al exilio o la posibilidad real de la cárcel.
El racismo en Europa se niega muchas veces a acoger a todas estas personas que buscan espacios de libertad. Por eso es necesaria que esta cultura crítica pero a la vez reivindicativa de sus raíces (como las novelas de Tahar Ben Jelloun) o el cine de Taia y Lange tenga un espacio amplio en nuestras sociedades que, muchas veces, no son más tolerantes, pero que ofrecen, de momento, mayores posibilidades de expresión y movilidad.
Las recientes detenciones y tumultos en una reciente boda simbólica gay celebrada en Marruecos nos ponen ante la evidencia que el empobrecimiento de los países árabes va ligado a la inmovilidad en cuestiones de género, libertad sexual, acceso real a la ciudanía y derechos humanos. Por ello es necesaria una política migratoria abierta y solidaria que contemple, de una vez por todas, la realidad vital de las personas LGTB y de las mujeres en general, allí y aquí.
Algunos palestinos acuden a Israel huyendo de matrimonios forzosos pero allí se encuentran tratados como gente peligrosa o indeseable, con pocas facilidades para quedarse en la zona y vivir con dignidad. En países como Egipto se han visto recortados derechos que ha costado mucho tiempo conquistar (reflejados en la obra narrativa de la médica y activista Nawal El Saadawi, que ahora vive y trabaja en el extranjero, después de numerosas amenazas de muerte.
Como se ven aquí amenazados los derechos de la población con VIH o las libertades sexuales reproductivas de las mujeres allí se teme que la religión aliada con el estado suponga una involución. El grupo de música Libanes Mashrou Leila -conocido por romper tabués todavía vigentes en la zona como la posición de la mujer, el matrimonio tradicional, la homofobia y la lucha por la visibilidad de una nueva juventud- ha estado este Octubre en Barcelona regalándonos su música entre el jazz clásico y el pop-rock de la zona. Como los refugiados de Siria o los músicos que buscan escapar de Irán de “Nadie sabe nada de los gatos persas”. Voces como la de la directora de cine Nadine Labaki revelan que, también en esos países, existen mujeres que, a pesar de las presiones del cristianismo o el islamismo, empiezan a vivir mayor autonomía personal y profesional así como una mayor libertad sexual y de movilidad.
Esperemos que la esperanza puesta en el Oriente próximo, marcado por el patriarcado tanto como nuestros países mediterráneos, tenga continuidad no solo en las representaciones culturales o artísticas sino también en una nueva postura social y gubernamental que recoja, de una vez por todas, la voz laica de una nueva generación.
Un tema interesante y actual, abordado con un amplio criterio, que vale la pena leerlo.
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