Mis vecinos van a votar al PP

Por Eduardo Nabal
Carta de los lectores

Cada persona LGTB de Burgos ha tenido una experiencia diferente pero, aunque cada vez menos, hay muchas heridas que cicatrizan con dificultad: en el colegio, en el trabajo, en algunas familias,  frente al psiquiatra, con los viejos amigos… Las cosas van cambiando y hay gente inteligente y honesta con mentalidades renovadas  (no cabe duda) pero no lo bastante frente a  una política cultural dominada por las oligarquías de la derecha burgalesa que monopoliza los mass-media o la falta de imaginación de los artistas subvencionados que van de "progres" solo cuando les conviene.  El día 19 de Mayo se celebra el Día Mundial contra la LGTBfobia. Ningún grupo  me ha apoyado en la convocatoria pero no me ha importado. No me sorprende, hay gente en partidos de izquierdas que no saben lo que es el 28 de junio. Y no son precisamente principiantes. No soy nuevo en una ciudad de derecha férrea y unida e izquierdas bajo mínimos y divididas y/o enfrentadas. A la gente que cobra de la Universidad por poner cuatro películas ya estrenadas no los considero de izquierdas y a los escritores arribistas y localistas  tampoco. Hay que renovar y limpiar de trepillas la enseñanza del cine en la Universidad. Ya decía María del Mar Bonet “No hay peor amo que un esclavo con un látigo en la mano”.

Las heridas de mucha gente LGTB que vive fuera- al menos en generaciones anteriores- han sido tan dolorosas que no pisan Burgos ni en Navidad. Perseguidos por la fama conseguida en el extranjero o refugiados en el anonimato del exilio están convencidos de que nunca habrá bares ni barrios gays en Burgos, y que si  las derechas se dedican a destruir empleo y atemorizar a los ciudadanos/as, las izquierdas siguen pegadas a un busto de Lenin o mirando a Venezuela para la galería. Les importan más los derechos de los caracoles que las cuestiones de género. No siempre es así y a veces el ejemplo de fuera les hace abrir un poco la mente pero no suele ser duradero.

Es posible que como dicen los psicólogos cristianos cada vez mas abundantes “La felicidad esté dentro de uno mismo” pero uno no cree en el tantra ni el taichí y sabe que cuando pisa otra ciudad mayor respira otro aire incluso ve parejas del mismo sexo, gente creativa de verdad, a pesar del miedo que nos han inculcado políticos y banqueros. Vamos, que goza de una libertad que se ha ganado el resto de la semana, o el mes o el año.

Como decía Pedro Lemebel “Yo no voy a cambiar por el marxismo que me rechazó tantas veces”. Siempre hay excusas de las asociaciones o colectivos progresistas para no hablar de gays, lesbianas y trans casi igual que en los colegios de curas. Basta con ver sus bibliotecas o sus agendas políticas. Lo mismo ocurre con los grupos de gente con diversidad funcional o los inmigrantes sin papeles porque la visibilidad y los espacios lúdicos conseguidos en otras ciudades contrastan con el frío y la sequía en Burgos.

Burgos es una ciudad bonita pero que puede volverse un infierno si no eres un paseante bien situado, enchufado a alguna institución o buscas  cambios sociales reales o duraderos.  Mis vecinos, tus vecinos van a votar al PP como quien va a comulgar y las asociaciones que dependen del dinero municipal (sean Tangentes, Prehistóricas  o Ububursátiles) se mantienen en la línea de la discreción para salvar su triste pellejo de oportunistas y mercaderes.

Burgos se ha convertido en un paraíso no solo para jubilados nostálgicos del franquismo sino también para jóvenes sin cerebro pero con  codicia y espacios para ellos, en El Museo de la Evolución, la Prensa localista, espacios donde dan rienda suelta a su falta de escrúpulos.  El estallido de Gamonal ha sido importante, esperanzador  y sorprendente pero a algunos nos pilla con las heridas recién cicatrizadas, algo escépticos, buscando trabajo o ubicación y mirando con desconfianza las distintas caras que adoptan el oportunismo y la despolitización o mercantilización  de la vida pública.  Una ciudad donde el concepto de ciudadanía es un lujo y la democracia ha pasado de puntillas

Mientras leo esto, leo el provocador “Manifiesto Niní” de Víctor Atobas que retrata sin piedad la corrupción municipal y siento que, al menos aquí en Burgos, nunca verá la luz.