Por Burgos Dijital
Las elecciones
europeas han puesto de manifiesto que la estructura socio-política de nuestro
continente está cambiando a gran velocidad.
El armazón institucional de la Unión Europea no sobrevivirá a no ser que se
cambie de rumbo de forma drástica. Los
resultados electorales parecen dejar claro que las y los europeos desconfiamos
de unas instituciones que fueron creadas con el pretexto de protegernos de la
intemperie de la mundialización y ahora parecen trabajar sin rubor para
favorecer la precarización generalizada de las condiciones de vida de la ciudadanía europea.
El principal síntoma de lo que decimos no son sólo los resultados de los votos recibidos por las diferentes candidaturas sino también los niveles escandalosos de abstención que se han dado en todos los países de la Unión. El parlamento es una institución que no representa a los ciudadanos del continente porque ni siquiera la mitad de la gente con derecho a voto lo ha ejercido. Mientras los partidos conservadores y social-liberales, principales responsables de las políticas de saqueo público reculan en todas partes salvo contadas excepciones, crecen los partidos que vuelven a reclamar una renegociación de la soberanía trasladada a la UE.
El principal síntoma de lo que decimos no son sólo los resultados de los votos recibidos por las diferentes candidaturas sino también los niveles escandalosos de abstención que se han dado en todos los países de la Unión. El parlamento es una institución que no representa a los ciudadanos del continente porque ni siquiera la mitad de la gente con derecho a voto lo ha ejercido. Mientras los partidos conservadores y social-liberales, principales responsables de las políticas de saqueo público reculan en todas partes salvo contadas excepciones, crecen los partidos que vuelven a reclamar una renegociación de la soberanía trasladada a la UE.
Dos ejemplos se imponen como los paradigmas de movimientos políticos en auge en el continente. Por un lado los partidos que ven en un repliegue nacional la solución a los problemas. En este sentido hay que citar el UKIP que se impone en el Reino Unido pero sobre todo sorprende el auge del Frente Nacional de Marine Le Pen que se impone en Francia con claridad poniendo contra las cuerdas no solo la presidencia de François Hollande sino todo el entramado institucional de la 5ª República. El Frente Nacional ha construido un discurso en el que se mezcla lo xenófobo con la renacionalización de la política monetaria que le ha hecho imponerse en antiguos feudos de la izquierda tradicional.
En el otro lado se encuentra el caso de Siryza que ha ganado las elecciones en Grecia, el país más golpeado por las políticas de saqueo llevadas a cabo por los mayordomos del mundo financiero. Syriza al igual que otros ejemplos más cercanos aboga por ver la solución del problema en un cambio radical de política de las instituciones europeas más que en una vuelta las viejas fronteras nacionales.
Dado que el parlamento y la comisión europeas tienen poderes limitados, y los dos grupos mayoritarios (conservadores y social-liberales) siguen ostentando la mayoría de escaños nada hace pensar que el terremoto político vaya a tener unas consecuencias inmediatas en el cambio de política homicida llevada a cabo hasta ahora. A medio plazo, de seguir por la senda política de los últimos años la UE corre el riesgo de desvanecerse. La institución que levantó en nuestro país enormes expectativas de democracia, desarrollo social, económico y cultural, se muestra hoy como un monstruo informe cuyas directrices nos empujan hacia la pobreza, el abuso de poder, y la inseguridad. Su supervivencia dependerá de si en los próximos años es capaz de recuperar la credibilidad que han dilapidado las fuerzas del mercado y sus adláteres políticos. Muy posiblemente la pérdida de importancia de los dos grupos parlamentarios más numerosos favorezca una coalición entre el Partido Socialista Europeo y al Partido Popular. En el horizonte se atisba el próximo saqueo de soberanía en forma de Tratado de Comercio entre EEUU y Europa. El rapto de Europa está consumado y cuesta pensar que la actual composición del Parlemento Europeo sea capaz de rescatarla.
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