Por Carolina Rueda Tenaz
Morcilla sobre el cartulario de Valpuesta: Metáfora visual de la política cultural del Lacallismo. |
Fernando Gómez se ha salvado inmerecidamente de la quema del peor equipo de gobierno de la historia de Burgos. Hay quien, al compararlo con Ibáñez, Villanueva, o el mismo Lacalle, no duda en calificar su gestión como: “fetén”, pero el haber apostado durante estos cuatro años todo a la carta de la moda culinaria y a los congresos ha sido una torpeza fatal. Si en algún aspecto nuestra ciudad es genuina, o para que me entienda el señor concejal si en algo “la marca Burgos” tiene prestigio internacional es en lo referente a la lengua que alumbró. Fernando Gómez lo ha ignorado y Burgos ha perdido una oportunidad dorada de desarrollar un turismo de calidad como es el idiomático.
Para
ilustrar la estrategia turístico-cultural del lacallismo se me viene a la cabeza a modo de alegoría la espeluznante imagen de Fernando Gómez sonriendo a los turistas
mientras vende morcillas envueltas en el cartulario de Valpuesta, la edición
burgalesa de la Celestina, o el Cantar de Mío Cid. Cierto es que con tanto
“MásterTopChefs”, y “Pesadilla en la cocina” muchos se preguntan quiénes son
Quevedo o Cervantes al lado de Fernando Arrabal o Chicote. Es probable que nuestro gastroconcejal
perciba más sensibilidad en unas albóndigas deconstruidas que en un poemario de
Bécquer, más belleza en una ensalada bien emplatada que en unas pinturas de
Goya. Eso entra dentro de lo que
podríamos denominar síntomas de la clase política que sufrimos. Sin embargo, que los que se jactan de ser
gestores, no hayan sido capaces de atisbar la repercusión económica que tiene
el llamado turismo lingüístico es un error lamentable que Burgos pagará caro.
Otras ciudades con menos pedigrí en este asunto sí se han percatado de
la existencia de esta mina de oro que además reporta otras muchas otras
ventajas.
Fernando
Gómez ha puesto la política cultural al servicio de la turística y ambas a medio plazo serán un completo fracaso.
La estrategia turística ha sido
el enésimo conejo que han sacado de la chistera. La
moda gastronómica y los congresos sólo han servido para subvencionar al lobby
hostelero y dar una falsa imagen de prosperidad a la ciudad. Burgos nunca tendrá tirón turístico si se dedica a hacer lo mismo que todas las demás, sin embargo nuestra ciudad es absolutamente única en
la posibilidad de reivindicarse la raíz, el germen, la fuente, el Sancta Sanctórum de la lengua de
Cervantes, cosa que no pueden argüir otras como Madrid, Barcelona, Sevilla, Alicante, Valencia, Granada o Bilbao, cuyas
instituciones sí que han visto un filón en el turismo lingüístico.
El
turismo idiomático debería ser un sector estratégico para la ciudad. Diferentes estudios hablan de un crecimiento
anual de un 7% durante los últimos años. En 2001, 130.000 estudiantes visitaron España para mejorar el
castellano, en 2007 lo hicieron 237.600. En el mundo hay más de 8 millones de estudiantes de castellano y son por consiguiente potenciales visitantes, 3 millones viven en Europa. Los expertos José Manuel Hernández y Ana María Campón señalan que el turismo idiomático promueve "la desestacionalización de la demanda, el alto consumo de la oferta y de los servicios culturales, y estancias medias cuatro veces más prolongadas que las de los turistas comunes". Además inciden en el consumo de servicios complementarios como "transporte, alojamiento o restauración". Se estima que cada estudiante gasta una media de 2.000 euros, en su estancia.
Los datos de Burgos son desalentadores y reflejan el desprecio del ayuntamiento de Burgos hacia este sector. En 2011 más de 250.000 estudiantes visitaron España para mejorar su castellano. Un 71% de los 46.700 alumnos que vinieron a Castilla y León apostaron por Salamanca seguida de lejos por Valladolid con el 12,3%, León con el 5,4 % y Burgos con un misérrimo 2,2%. Mientras a Salamanca acudieron 33.400 estudiantes los que escogieron Burgos como ciudad para aprender o mejorar su castellano no llegaron al millar. Sólo uno de cada doscientos cincuenta personas que vinieron a España para aprender o mejorar su castellano eligió nuestra ciudad. A pesar de contar con la experiencia de los cursos de idiomas más antiguos de España como los Mérimée de Sebastián, y con instituciones como Universidad de Burgos, la Escuela Oficial de Idiomas o el Instituto Castellano-leonés de la lengua, Burgos sigue sin ser un destino preferente. Además, en muchos de los casos de los que tenemos constancia, la presencia de estudiantes extranjeros en nuestra ciudad responden preferentemente al interés y empeño de las instituciones de los países de origen.
Para cambiar el rumbo, en primer lugar habría que reunir a las instituciones antes citadas junto con profesionales del ámbito turístico para ponerles a trabajar en este proyecto. No estaría de más comprobar si el Instituto Castellano-Leonés de la Lengua sirve para algo más que para solaz de Gonzalo Santonja. Sería recomendable que Gómez, Lacalle y Herrera entre otros, dejaran de utilizar una terminología franquista para referirse al idioma. El castellano es su nombre lógico y constitucional. Si no lo hacen por convicción podrían hacerlo en nombre del pragmatismo del que tanto hacen gala en otros casos porque no es lo mismo estudiar castellano en Burgos que en Girona, donde por cierto se habla otro idioma español. Sin embargo, si las elecciones no lo remedian y conociendo como ha funcionado el lacallismo, Fernando Gómez sólo verá lo evidente cuando los capos de la ciudad comiencen a tener negocios en la enseñanza del castellano, y el turismo idiomático. Es posible que para entonces ya se den clases de violín-trompeta en el conservatorio de Burgos.
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Para cambiar el rumbo, en primer lugar habría que reunir a las instituciones antes citadas junto con profesionales del ámbito turístico para ponerles a trabajar en este proyecto. No estaría de más comprobar si el Instituto Castellano-Leonés de la Lengua sirve para algo más que para solaz de Gonzalo Santonja. Sería recomendable que Gómez, Lacalle y Herrera entre otros, dejaran de utilizar una terminología franquista para referirse al idioma. El castellano es su nombre lógico y constitucional. Si no lo hacen por convicción podrían hacerlo en nombre del pragmatismo del que tanto hacen gala en otros casos porque no es lo mismo estudiar castellano en Burgos que en Girona, donde por cierto se habla otro idioma español. Sin embargo, si las elecciones no lo remedian y conociendo como ha funcionado el lacallismo, Fernando Gómez sólo verá lo evidente cuando los capos de la ciudad comiencen a tener negocios en la enseñanza del castellano, y el turismo idiomático. Es posible que para entonces ya se den clases de violín-trompeta en el conservatorio de Burgos.
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