Por Eduardo Nabal
Uno pensaba que las cosas
habían avanzado más, pero todavía hay discursos que vienen de antiguo que nos
sumen en la estupefacción a los que seguimos llamando a las puertas de la
izquierda porque pensamos que la causa LGTB atraviesa el tema de la justicia
redistributiva, el reconocimiento social y los regímenes de lo normal.
Afortunadamente hay jóvenes, de una u otra orientación sexual, que quieren,
desde la izquierda o las izquierdas, que nuestra lucha llegue a las provincias,
no se conforman con lo de siempre. Pero aún tenemos que aguantar cosas como el
guetto, todos somos personas, iguales hombres y mujeres. O en el caso de Burgos
con sus San Pedros ¿que es eso del 28 de junio? En fin que mientras la
izquierda verdadera (no me refiero a la tolerancia socialdemócrata) no deje de
mirarse en el espejo revolucionario, seguimos siendo, como decía Butler algo
"meramente cultural" que distorsiona "la política con
mayúsculas".
Afortunadamente en otros lugares hay jóvenes que no están
dispuestos a que su partido recorte su pluma ni a que se les diga que todos
somos personas humanas sin un alto grado de desconfianza. La construcción
social del género, denunciada desde hace tiempo por los grupos feministas, se
ha convertido ahora en un debate para el que no tienen tiempo las izquierdas a
pesar de su capacidad autocrítica y sus escuelas de formación: la construcción
social del sexo.
Esto que parece un debate filosófico ha dejado de ser teoría
en momentos en que las estafas bancarias se traducen en recortes sociales, en
involucionismo educativo, en
privatización de la sanidad, en populismos varios, en miedo a perder o no
conseguir un empleo, en miedo a perder la camaradería de tus colegas de lucha.
En fin, que no hemos avanzado tanto. Hay un punto en que derechas e izquierdas-
al menos en el ámbito en el que me muevo. coinciden: la incapacidad de escuchar
a los llamados grupos subalternos desde posiciones altaneras. Y no estoy
generalizando, hay maravillosas y cada vez mas frecuentes. excepciones. Pero el
pensar todavía que los lugares de encuentro LGTB son el "guetto" o
que la prostitución (así en abstracto)
debe ser abolida demuestra que han estado décadas sin escuchar ni a unos
ni a otras, porque desde su bondadosa resignación "todos somos personas"
y así se ahorran trabajo, hasta gastan menos neuronas.
El discurso humanista de
occidente no solo ha "entrado en crisis" por la debacle neoliberal
sino también por que las personas in-migrantes, con discapacidad, las mujeres
en general , los grupos LGTBI han dejado de creer que los discursos de la
izquierda tradicional no están plagados de machismo y homofobia. Los sin
papeles, las prostitutas, los LGTB que viven en pueblos no quieren ni caridad
ni menos piedad, quieren que sus posiciones de subjetividad transformadora sean
vistos como espacios de lucha social. Bien es cierto que en el estado español,
como en otros países de Europa, vivimos un momento rarito (que no
necesariamente queer) en el que como decía el dueño del "Shortbus":
es como en los años setenta per con menos esperanza. La movilización ciudadana
contra los desahucios, la participación activa, el 15 M el efecto Gamonal, han
dado un paso adelante ante una situación socioeconómica cada vez más
lamentable.
El otro día viendo Salo me acorde de las máximas foucaultianas en
torno al poder. Es muy ingenuo pensar que los oprimidos no colaboran con los
opresores, o al menos han interiorizado demasiadas cosas como para luchar sin
complejos. El miedo y la pereza mental se dan de la mano retrasando los cambios.
Yo no he perdido la fe en las nuevas fuerzas políticas, puede hasta ser una
cuestión de supervivencia el que estas salgan adelante- y debemos impulsarlas-
pero hemos llegado a un punto de descreimiento en que es mas importante el
resultado de un mundial de fútbol. Esperemos que el 24 M cambie definitivamente
algo de todo esto, aunque sea poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario