El debate celebrado el 9 de noviembre en el Parlament de Catalunya
tiene la enorme trascendencia de clausurar un
histórico baile de máscaras y abrir puertas a lo importante. De modo que
lo urgente es poner sordina al histérico trompeteo que identifica “desconexión”
y Apocalipsis y hacer caso omiso al
carnaval mediático, los titulares escorbúticos y las argumentaciones de
camorristas de taberna afectos al régimen del 78, a su Constitución y a la
Corona para pasar a organizar apoyos y solidaridades con el proceso
independentista abierto.
Hay momentos políticos en que los matices estorban, la conciliación es
cortina de humo y es bueno recuperar el
denostado “trazo grueso” porque separa el grano de la paja. Este es uno de esos momentos y exige
encarar las circunstancias, porque en definitiva, la disyuntiva votada y
aprobada es esta: En Catalunya… ¿Monarquía española o República Catalana? Pues
claro que sí: ¡República Catalana!
Con la Monarquía Española están los beneficiarios de la transición, es
decir los neofranquistas del PP y sus sobrinos
de C’s que nunca asumirán la
barbarie del alzamiento militar fascista que junto al genocidio, esclavizó
económica, política y culturalmente durante 40 años, a la inmensa
mayoría en beneficio de su dominio y corruptelas y después, permanentizó -con la transición pactada- otros
40 años más de subdesarrollo de gentes y pueblos, mediante nuevos expolios encubiertos como las recurrentes “crisis”.
Están también los aparatos políticos
socialdemócratas, que surgidos de la nada tras su profunda reconversión en la
década de los 60 del pasado siglo, se encaramaron a espacios de poder asumiendo
el lampedusiano “que todo cambie para que todo siga inalterable”…esa “involución
tranquila” de la que han obtenido tantas prebendas y pasarelas aunque ya infectadas de progresivo declive.
En medio quedan los tibios, quienes (¡a buenas horas, mangas verdes!)
siguen -o comienzan- difundiendo “el derecho de las naciones sin estado a la
autodeterminación”. En Catalunya ya lo han pagado electoralmente a pesar de la
alianza “pot” y ahora se quejan del
procedimiento empleado por Junts y la CUP por que no cubrieron el protocolo de consultarles.
Debieran preguntarse ¿para qué iban a hacerlo, conociendo la respuesta?
Resulta de un cinismo extremo el recurso de los grandes perdedores de
las elecciones catalanas (PSC-PP) a recordar “el fracaso de plebiscito” para
poner en cuestión en consecuencia, la legitimidad del nuevo poder legislativo catalán. ¡Ahora
recuerdan “sus señorías” que la soberanía reside en el pueblo y no “en las
mayorías absolutas”!
No lo han tenido nunca en cuenta hasta hoy.
No, cuando pactaron el continuismo franquista con la Ley de Amnistía-punto
final y la constitución monárquica y centralista. Tampoco cuando se desmanteló
la siderurgia, naval y extractivas… contestadas por grandes movilizaciones
sociales (Ah! Señor González). Menos aún consideraron el escaso margen obtenido
por los vencedores en el “referéndum” sobre la OTAN que no hizo temblar el
pulso a la hora de la plena incorporación a la estrategia de destrucción y el
derroche en gastos militares.
Qué decir de la concepción patrimonial de los
bienes comunes y los servicios públicos, de la que han hecho gala sucesivos gobiernos de los dos signos
(privatizaciones del sector público, participación en guerras de agresión como
Irak, Afganistán, contrarreformas laborales sucesivas, endeudamiento
especulativo y reforma constitucional al dictado de la troika… rescates a fondo
perdido de la banca…).
En todos esos casos, que ilustran el calvario social de
la mayoría, esas señorías nunca dudaron de su derecho a disponer de lo que solo
debían “administrar”. Su derecho, apuntalado por mayorías absolutas, pactos o
coaliciones no ha conocido freno. Pero ahora…se horrorizan ante lo que llaman
“ruptura catalana con la democracia española” y piden “Firmeza ante la
insurgencia” (como ladra la prensa de centro como el País 10-XI-2015…y avala el
desparrame verbal de todos sus hijos
putativos mediáticos).
Argumento no menos discutible es el que esgrimen gentes de izquierda señalando
la prioridad de graves problemas sociales, laborales…los propios de la explotación capitalista… como para pensar
en “particularidades nacionales”.Eso está muy bien y es muy cierto ¡pero no
cuela! El nacionalismo español constituye “el machismo político” que se ejerce
históricamente sobre las naciones sin estado y como decíamos el pasado 5 de
octubre ese nacionalismo español (¡capitalista también claro!) ha ejercido su
“violencia de género” históricamente desde la centralización
monárquico-compulsiva impuesta por los Reyes Católicos.
Catalunya ya fue Marca Hispánica con Carlomagno, se extendió al
mediterráneo de la mano de sus reyes Jaimes…y sus comerciantes (actividad
siempre más digna que el expolio del oro de las Américas) y fue cuna no solo de
un activo movimiento obrero desde el siglo XIX sino también de ilustres
republicanos como Pi y Margall, (presidente de la Primera República en 1873 y
organizador del Partido Federal en 1894) y Lluis Companys (President en 1933,
condenado a 30 años de cárcel por proclamar en 1934 el Estat Catalá, amnistiado
en 1936… de nuevo President de la Generalitat y exiliado, entregado por los nazis a la dictadura de
Franco en 1940… para su fusilamiento en Montjuic).
Es decir, entre capitalistas anda parte del juego. Pero los
anticapitalismos son más fuertes en Catalunya… ¡debemos jugar!
Pero es que además “la desconexión” territorial es un derecho
inalienable (el imperialismo europeo lo ha explotado en su beneficio en las
antiguas democracias populares como Checoslovaquia, Yugoslavia… y el cinismo no
abrió la boca) y la “desconexión integral” ha sido gran aportación de Samir
Amin en cuanto a estrategias de ruptura con las cadenas de dependencia
neocolonial que se imponen por mediación de las instituciones financieras
internacionales (campaña 1995/FMI-50 Años Bastan). Por tanto, el concepto
“desconexión” nos agrada a “los antisistema”, a los anticapitalistas sin
apellidos.
La Catalunya “peninsular-ibérica” tiene todo lo necesario para ser un
país viable (¿no lo es Holanda, Suiza… incluso Albania?) y su dimensión es muy
idónea para que sea más viable que otros macro-conjuntos estatales, aparatosos
e “inviables”.
En ese asunto de “viabilidades” sigue viva la idea Samall is Beautiful (Lo pequeño es
hermoso) del filósofo-economista del desarrollo Schumacher. Sus propuestas de
Tamaño Intermedio (para la administración de lo político) y Tecnología
Intermedia (para un desarrollo económico al servicio de las necesidades
humanas) establecen puentes con el mejor
marxismo libertario.
Con mayor motivo, cuando existe una herramienta
anticapitalista en desarrollo como es la CUP y unas organizaciones republicanas
en proceso de oxigenación, como las agrupadas en Junts…Lo pequeño es hermoso y
además posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario