Brasil
país del trópico y también país de tópicos Ciertos
o no, los tópicos han funcionado bien
dentro y fuera de sus fronteras y han hecho de Brasil el país de las garotas
caminando caminho do mar, el de cantantes que bailaban el tico-tico con
fruteros en la cabeza, el del perpétuo carnaval, el de la samba, el del jogo
bonito, el de culos de antología, y cuerpos perfectos. En resumidas cuentas, y a pesar de la campaña
de Sonríe es Burgos, la antítesis de los tópicos que suelen asignarse a Burgos. Por resumir podemos decir que en el
imaginario colectivo, Brasil es a la lambada, la reina del carnaval y el tanga
lo que Burgos, a la jota, la gigantilla y la faja de cuello vuelto. Hay incluso quien afirma que un burgalés jamás
hubiera escrito “la chica de Ipanema”, uno de Burgos jamás se pone melancólico
si la chica que te gusta hace como si no existes, porque lo normal en Burgos es
que las garotas no te hagan ni puñetero caso…
Si
Brasil no era el paraíso era porque Dios en su infinita sabiduría había
repartido gracias, privilegios y carencias a lo largo del globo terráqueo. Los tópicos negativos son el anverso de la
misma moneda. Las y los brasileños
serían la alegría de la huerta, pero del tercer mundo. Alegres pero pobres. Aún recuerdo un chiste de Emilio Aragón en el
que desde un balcón un general con acento brasileiro culpaba a la indolencia de
los ciudadanos de la desastrosa situación económica. La solución al problema quedaba plasmada en
un lema: “menos samba y mais trabalhar”,
pero a base de repetir el lema varias veces el propio caudillo acababa bailando
samba. Se sugería de alguna manera que
los brasileños no podían escapar a su destino, rumboso pero lleno de pobreza, con regímenes políticos cuando menos frívolos y caprichosos cuando más, abiertamente corruptos y autoritarios. Estaban determinados, acaso por el calor del trópico, a ser personas
alegres y un poco simples, como los papeles que representaba Regina do Santos
en el Un, dos, tres. País de
espectáculo, de fútbol, y baile, de vacaciones del Dioni. Los tópicos sobre
Brasil decían que era un país de gente que nunca se preocuparía por la aburrida
política ni de exigir latosos derechos básicos, cuestiones que siempre serían
relegadas si hay un trago de caipirinha que tomar, un bailecito que hacer o un partido
de la canarinha que ver en la tele. A este
respecto Brasil era la antiEuropa, por mucho que su escudo luciera la divisa “Ordem
e progresso” en vez de “Samba e Caipirinha”. Así mientras los europeos caíamos en la
somnolencia existencialista del estado del bienestar, los chicos de Pelé se
dedicaban a ganar mundiales de futibol A cada uno
lo suyo.
brasileña.
Carolina R. Tenaz