El nuevo curso político en el ayuntamiento de Burgos se
anuncia caluroso, denso y conflictivo. Nuestra
ciudad, tras casi una década de poder absoluto del PP, se asoma a su año más
complicado. Lacalle no puede ni podrá
recurrir al pretexto de la herencia recibida para justificar las draconianas
medidas que está tomando ni al posible futuro desastre al que ha abocado a la ciudad. Es él junto con su escudero Ibáñez los principales responsable de dos
legislaturas de política de baldosa y verbena “cultural” que lo único que han
conseguido es situar a Burgos a la cabeza de las ciudades más endeudadas de
España en el peor momento para hacerlo.
El año y medio de gobierno Lacalle ha confirmado lo que
muchos sabíamos, que esta sería la legislatura del pago de los caprichos de
Aparicio, Lacalle e Ibáñez. Caprichos
como el de la Isla, el Plan catedral, o la contratación de Herzog y de Meuron
cuyos honorarios ascendieron a 4 millones de euros para planificar una calle a
la que algunos se empeñan en llamar bulevar.
Tampoco podemos olvidar esas fastuosas noches “Blancas” a medio millón
de euros para fortalecer la quimera de la “capitalidad cultural europea”. Ahora Burgos está de resaca y tiene que pagar
la cuenta del bar.
Con el acceso a créditos prohibidos por el gobierno de Rajoy
y con una deuda de cercana 500 millones
de euros si contamos la de los consorcios del ferrocarril y Villalonquéjar,
Burgos es hoy una ciudad intervenida. La
capacidad de actuación del ayuntamiento es nula. Uno de los últimos en querer darse cuenta parece
haber sido el alcalde cuya tozudez, torpeza y falta de tacto le hicieron
presentar a la ciudad la construcción del Burgos Arena y el Bulevar de la Calle
Vitoria, proyectos que la realidad calamitosa del ayuntamiento han pospuesto
sine die. Podemos anticipar sin temor a
equivocarnos que durante mucho tiempo no habrá grandes obras en la ciudad. Este
año la inercia de la anterior política de construcción de continentes sin mucho
contenido ha llegado a su fin lo que ha permitido que la revista
Plaza Mayor siga haciendo álbumes de fotos del alcalde gracias
a proyectos ya empezados como la biblioteca municipal (¿Habrá dinero para
libros?) o como el mamotreto del auditorio, que se perfila con fuerza como el
nuevo edificio absurdo de la ciudad.
Puesto que de pagar los platos rotos se trata, Lacalle se
afana en seguir el paso que marca el jefe Rajoy, y como éste, en su ámbito
lleva a cabo una política de empobrecimiento masivo de la ciudad, y al grito de
“¡más madera, es la crisis!” va dejando los servicios del ayuntamiento y los
bolsillos de los ciudadanos como el tren de los hermanos Marx. Con tasas que suponen récords de parados en
la ciudad, el PP burgalés decide facilitarles la vida aumentando con agosticidad
y alevosía el precio, muy por encima del IPC de prácticamente todo lo que tiene a su
alcance: grúas, actividades de los CEAS,
la ayuda a domicilio, las escuelas infantiles, el bus, las instalaciones
deportivas, las escuelas deportivas, bicibur, aguas, basuras y el IBI. En definitiva: todo. Sin embargo todo esto supone una gota de agua
en el desierto financiero del ayuntamiento así que se emplea a fondo en
incrementar el número de parados/as en la ciudad despidiendo a todo el que
puede, y aplaude los cables que le echa Rajoy cuando sube la jornada laboral y
quita la extra de diciembre a los trabajadores públicos.
Sorprende en este contexto adverso, las dádivas y mercedes
que ofrece el ayuntamiento a determinadas personas. A pesar de la enorme deuda que pagamos todos/as, a Lacalle no le duelen
prendas a la hora de regalar patrimonio municipal a determinadas empresas y
sectas. Este año se ha cedido gratuitamente durante los próximos 20 años a una
Universidad Privada los antiguos laboratorios municipales o unos terrenos
valorados en 700.000 euros al Opus Dei para erigir un nuevo centro de culto.
¿Cómo es posible demandar sacrificios a la gente y luego regalar el patrimonio de todos?
Como ven, no todo es recesivo en el ayuntamiento de Burgos. La inmoralidad cotiza al alza, y así una de
las escasas partidas que han aumentado
de presupuesto respecto a años anteriores son las de sueldos a concejales. Hay 7 concejales con dedicación exclusiva, 5
del PP y 2 del PSOE. Sin embargo la
asignación de la misma no responde a los intereses de la ciudad, sino a los
intereses particulares de los concejales.
De esta forma, tres de los pesos pesados del ayuntamiento como Ángel Ibáñez
(Vicealcalde), de Foronda (Hacienda), y Carolina Blasco (Industria y Medio
Ambiente) no tienen dedicación exclusiva porque les resulta más rentable seguir
cobrando de sus otras actividades económicas.
Igualmente resulta sorprendente que el supuesto líder de la oposición
Escribano, tampoco figure entre los concejales con dedicación exclusiva. Entre los concejales con virtud ligera, sin duda
merece mención aparte, Ángel Ibáñez, anterior concejal de hacienda a quien en
el futuro se le recordará con el cariño con que se recuerda una plaga bíblica ¿Qué ha hecho Burgos para
merecerlo? No lo sabemos, pero parece sorprendente que después de su gestión de
las cuentas del ayuntamiento, y de escándalos como el del “Caso Espolón” se siga
manteniendo a la derecha de Lacalle.
La dramática situación de la ciudad da lugar a situaciones
de humor negro. Por ejemplo, tiene su
gracia que la flamante candidata a capital europea de la cultura no tenga
dinero para mantener las bibliotecas abiertas más tiempo. Tampoco podemos olvidarnos del estado montaraz y
de abandono de los jardines de Burgos que sin duda envidiarían el de la Isla
antes de que enterraran 4 millones de euros en su reforma. A este respecto mención aparte merece el aeropuerto de Burgos: Es un chiste en sí
mismo. Lo poco que aparece Lacalle hablando de él es un síntoma de su completo
fracaso como director del consorcio.
Al hilo del desastre aeroportuario burgalés cabe señalar otro fracaso de aún mayores consecuencias el del turismo. Desde hace una década los esfuerzos de los gobiernos del PP e incluso el de Olivares fue el de convertir a Burgos en una ciudad referente en el turismo de interior. Al calor de los yacimientos de Atapuerca decidieron reconvertir el alma industrial de la ciudad. Es en este sentido en el que se deben entender tantos esfuerzos que tanto dinero nos han costado como el del Museo de la Evolución Humana, la nueva Cafetería-auditorio, sin olvidarnos de la capitalidad cultural. Este año Burgos ha recibido menos turistas que en 2002. Burgos no resulta atractiva, y campañas absurdas como la de "Sonríe, es Burgos" se muestran completamente ineficaces, ni de cara al exterior, como deberían plantearse, ni para el consumo interno. La siguiente campaña que nos espera, acaso el último intento, es la de "Patrimonio de la Humanidad". A pesar de lo que diga el PP burgalés los rábanos no se cogen por las hojas, y parece complicado que una ciudad en la que lo artístico, cultural, y patrimonial siempre se ha supeditado a intereses del pelotazo urbanístico, se encuentre en buena posición para alcanzar el objetivo. En cualquier caso siempre esperarán atolondrar a la ciudad que cual mula perseguirá una insípida zanahoria mientras continúan aporreándola sin piedad.
De escándalo en escándalo, de fracaso en fracaso, la ciudad está empezando a salir de su habitual quietud y mansedumbre. Posiblemente sea la única legislatura en la que la gente atosiga a los concejales por las calles de la ciudad. La primera, el día de la investidura, al calor del 15-M, la segunda en el mes de julio tras el último atentado social cometido por el gobierno de Rajoy. La cuerda de la paciencia está cada vez más tensa, y septiembre viene con hambre de IVA. ¿Se romperá? Esa es la incógnita de este año. La atmósfera va a estar caliente, porque Lacalle y los suyos llevan años comportándose como auténticos pirómanos, la gente empieza a estar al límite y cansada de pagar por los caprichos de un alcalde y un gobierno caprichosos, miopes, torpes y profundamente inmorales.