Por Eduardo Nabal
Ana Botella acaba de poner una cuantiosa multa a la Manifestación del Orgullo Gay por exceso de ruido.
Otros años el ruido ha sido mucho mayor pero esta vez los manifestantes se tumbaron delante del Ministerio de Sanidad y algunos grupos se atrevieron a protestar por los recortes en cultura, derechos y ayudas. Por si fuera poco la embajadora olímpica, amiga de Putin, acaba de orquestar la mayor campaña contra la salubridad pública poniendo contra las cuerdas a barrenderos y basureros allí donde ella se toma un “relaxing café con leche”.
La Botella, tomada por simple al principio (como esos cuentos para niños que decía prologar) va aprendiendo de otros dirigentes de su partido en Madrid y se dedica a meter miedo a las minorías y, a ser posible, también a las mayorías cuando se salen del tiesto. Este personaje, que nunca fue votado por los madrileños, representa todo aquello contra lo que luchamos los que nos opusimos a la dictadura franquista: trampas, evasivas, triquiñuelas, nacionalcatolicismo, irresponsabilidad, populismo… Aquello que se le da mejor (no sabemos si por experiencia o cuna) a Esperanza Aguirre, todo contra el pueblo y encima engatusando o asustando al pueblo y sin el verdadero pueblo.
Si Gallardón se fue de Ministro del Interior y a legislar contra el aborto, la protesta social o los adolescentes a su segunda de a bordo le toca criminalizar a los trabajadores de la calle o a las llamadas “minorías sexuales” o a los que limpian lo que Eurovegas ensucian. Todo cuando el barco de la economía de los españoles se hunde. Entre el miedo y la precariedad las ratas no abandonan el barco, se alían a los gorilas uniformados, y toman el mando. Como los mossos de esquadra asesinando en Barcelona o los burgaleses de pro que solo piensan en salir en la foto municipal y de paso irse “por la tangente”. Mucho ha perdido en derechos el ciudadano medio. Algo ha aprendido la inepta botella de su colega ruso… A utilizar a los más débiles para contentar a los que ven peligrar sus privilegios o se empeñan en seguir amasando fortunas. Va a ser difícil que este cuento tenga final feliz.
La señora de las peras y las manzanas solo merece que le tiremos tomates. Aunque nos mande a Siberia.
No se podrida haber descrito este personajillo, y su gestión de mejor forma.
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