Páginas

domingo, 2 de agosto de 2015

Luis Martín Santos


Plaza Luis Martín Santos. Instituto de IES Cardenal López de Mendoza donde Luis Martín Santos
impartió sus clases de Filosofía
Por Juan Vallejo

LUIS MARTÍN SANTOS
Alar del Rey, 1921- Burgos, 1988

Los años sesenta en Burgos, tuvieron un hervor de filosofía por parte de un ser particularísimo: un profesor socrático oriundo de un pueblo palentino, hijo del telegrafista de Alar del Rey y sabio hasta el punto de tener plaza a la vera del Instituto donde impartía clases desde el año 1955 en que llegó a la ciudad insulsa donde nada germina. Una plaza que desterró la nomenclatura del doctor Albiñana para ocupar con su nombre el atrio ajardinado del Instituto Cardenal López de Mendoza.

El místico nacionalista, acérrimo partidario de la dictadura de Primo de Rivera, autor del himno España Inmortal y de un Manifiesto por el honor de España; especialista en enfermedades nerviosas y mentales, en Derecho y Filosofía, se vio sustituido en la bella plaza burgalesa por otro filósofo de carácter y personalidad diferentes, muy distante de la sabiduría del doctor Albiñana. Nada que ver. Un gran acierto de los que inspiraron y propusieron poner el nombre de Luis Martín Santos a esta entrañable plaza, al menos para los que hemos sido alumnos de este Instituto; para los que hemos tenido el privilegio de ser sus alumnos y gozar de su amistad.

" Hace trece años, recién llegado a Burgos, organicé una exposición de arte abstracto. Era, por lo visto, la primera que se organizaba en la ciudad y hubo entre el público algo, que por hacerlo de alguna manera, podíamos llamar "estupefacción", acompañado, en ocasiones de respuestas airadas, en la exposición estuvo nada menos que Tápies, pintor hoy universalmente conocido y cotizado, hubo que escuchar, una serie de despropósitos desconsoladores de los supuestos "amantes del arte". Estas frases corresponden a una preciosa crítica sobre mi primera exposición en el Arco de Santa María, realizada en mayo-junio de 1968, y publicada en el Diario de Burgos el mes de junio de ese año.

Profesor de Sociología del Conocimiento en la Universidad Complutense de Madrid, clases que alternaba con las del Instituto burgalés y los artículos profundos del diario El País; además de numerosos libros editados en Akal: Una epistemología para el marxismo, 1976; Teoría marxista de la Revolución, El combate de santa Casilda,1980 ; y la obra de teatro Prometeo editada por La Alianza Francesa del círculo de Burgos en 1970, un librito que poseo en su primera edición del que extraigo estas frases de la nota autobiográfica del autor: " Ahora tengo casi cincuenta años, soy profesor y enseño lo que me mandan, que no es poco. 
A veces añado lo que bien quisieran que me callase, que es bastante. Por lo demás, vivo en una provincia tan deprimida como deprimente, y lucho por eso que llaman vagamente cultura." Doy fe de este texto: el curso de Preuniversitario del 66 donde nos daba clase de filosofía, tuvo para mi el conocimiento de la palabra democracia. 

Nos reunía a unos cuantos alumnos en su casa del Feygon para escuchar la Pirenaica a través de un enorme transistor. Con esta emisora oíamos a Pasionaria y a los exiliados demócratas españoles. Otras veces en la cafetería Roma, nos reunía para hablarnos de libertad, de democracia, de filosofía, de arte. Íbamos a ver exposiciones cuando llegaba algo de vanguardia, pues nos guiaba siempre su espíritu crítico, selectivo. Este hombre de voz rota, barba cerrada y canosa, era sin duda un sabio compilador y estudioso impresionante de Nietzsche, del que se confesaba fervoroso admirador.

En el obituario de El País, con fecha 24 de octubre de 1988, Carlos Gurméndez, decía con motivo del fallecimiento de Luis Martín Santos: "Era un hombre profundo, rico de saberes múltiples, grave castellano, a veces taciturno, pero también jovial y abierto, un profesor socrático que se adentraba en el espíritu de sus alumnos y les revelaba sus virtudes ocultas. "Cómo no apostillar todo esto si uno vivió su enseñanza como un milagro que rociaba cada clase que impartía. Instalaba en nuestra fresca y reciente juventud una libertad desconocida con una sencillez pasmosa. Leer a Herbert Marcuse en su Hombre unidimensional de su mano era todo un experimento. Lo mismo que visitar las exposiciones abstractas de la Galería Mainel.

Hablar de Picasso al que conoció, de Tápies, de Miró, era todo un aliciente, un estímulo: una época preuniversitaria donde la clase de religión impartida por el sacerdote Don Áureo Torres Capellán, fluía entre los aromas persistentes de la pipa interminable de Marín Santos; aquél con su Fetén: tabaco que degustaba y saboreaba con deleite y que no lograba diluir el aroma del tabaco holandés Clan, del sabio profesor. Curioso tipo este profesor de religión.Y otros como el señor Hernán, de matemáticas. No se me olvida, cómo las libertades que "infligía" don Luis a sus alumnos tuvieron eco en el claustro de profesores hasta el punto de ser apercibido y amenazado de expulsión. Tiempos de censura, de delación, de envidia que aún perdura.

La máscara frente a la voluntad de vivir, su misoginia incomprendida. Llego a decir en el café Barbieri de Lavapiés del cual era asiduo: "Soy un misógino no practicante". Un artículo suyo: Contra la mujer, provocó al día siguiente de su publicación, a un grupo de alumnas de la Complutense. Le esperaron a la salida de clase con una pancarta que rezaba: Contra Martín Santos. Una misoginia sui generis que muy pocos entendían. 



Despreciaba la misoginia de Schopenhauer, del cual decía que era un señorito incapaz de haber sostenido nunca una relación con ninguna mujer. Coincidía con su amado Nietzsche, en que la mujer es "un órgano de conocimiento" no sexual. Convencido de que se puede ser un sublimador de la mujer sin por ello esclavizarla. " Mi misoginia va contra el surco de esa doble actitud femenina, que fatalmente desemboca en que no sea ya fácil escuchar cuando una mujer habla como mujer, porque cuando habla como mujer, puede convertirse en Sybila". Siempre pensó que su misoginia fuese mal comprendida.

Invocaba el arte de vanguardia cuando hablaba de los caminos del conocer, del saber actuar. "¿ Cómo ocupar el poder si renunciamos a cualquier otra forma de denuncia o compromiso que no sea la imaginación?", decía. Lo esencial del conocimiento, era para Martín Santos, hacer frente al destino: La séduction, c'est le destin. Era un referente entre sus amigos. Siempre estaba donde se le necesitaba. Gran urdidor de teatros en la sombra, de eventos artísticos en los cursos Merimé-Sebastián, en la Alianza Francesa. "Pero como Río loco, no busco el consuelo del reconocimiento. Prefiero el instante abrupto, roto." Alles ist hin, todo se ha ido, como los ríos del deseo y de la muerte, todo se ha ido hacia el silencio que guardan las pirámides. Alles ist hin. ( Luis Martín Santos, Encuentros en Sils María, 1986 ).


En su obra, La muerte de Dionisos, 1987, llega a la conclusión de que el único mensaje sinceramente posible, es la página en blanco. Textos inéditos suyos fueron publicados por Amábar en el año 2000, así como una reedición de Prometeo en el 2001.
Obsesionado con el azar, abrazó estrechamente la Teoría de la Catástrofe. Prueba de ello es su ensayo: El amante catastrófico.


Un profesor siempre de tránsito, entre uno y lo mismo, entre Burgos y Madrid, en Millersville, en la Sorbona, donde se ocupaba de revisar la cultura y la filosofía españolas con diversas actividades relacionadas con su medio creador, intelectual. También en Virginia, Carolina del Norte, Sacramento, compartió los históricos y acreditados cursos Merimée-Sebastián, su filosofía. Su espíritu crítico, su audacia en el conocimiento, dejaba rastro en todos los que tuvimos el placer de escucharle, de ser sus alumnos.
"Éramos típicamente de izquierdas", decía en un artículo del 2008, su amigo Román Reyes con motivo de los veinte años de su fallecimiento, titulado: Compañero del alma, compañero.


Pasillo del Instituto Cardenal López de Mendoza
Aquel mayo del 68, fecha de mi primera exposición en el Arco, de aquella primera crítica, de aquella ósmosis entre Francia y Burgos que originaba una corriente diferente, nueva, quedaba reflejada en estas palabras que extraigo del texto escrito por Martín Santos: "...Pero los tiempos cambian: ayer en la exposición de Vallejo había un "clima" fervoroso. 
El pintor, que apenas tiene dieciocho años y que "pinta como quiere", estaba asistido por una masa de jóvenes que nunca he visto en una exposición de pintura. La soledad del pintor independientemente de antaño se ha sustituido por los "fans"que toman, lo que toman, como si fuese cosa "suya". Desde el punto de vista sociológico el hecho es tan decisivo, que sólo un insensato puede negarlo".

Su voz fue quebrándose por el cáncer que sobrellevó estoicamente hasta la afasia total. Una voz que provenía de las ágoras griegas, de los epicúreos y socráticos filósofos; de las aulas de la Universidad, del Instituto, de revolucionario Marx del que nos enseñó a leer su Manifiesto Comunista, a sentir su doctrina como una fuerza incontenible capaz de cambiar el mundo, de renovar la vida hasta la lucha final; una voz que perdura en mis cuadros, que me hace sentir útil en un país encardinado en la antidemocracia: cainita y mediocre país por el que un Gobierno inculto, pervertido hasta más no poder por el capitalismo cruel, se enseñorea, desprecia e insulta la inteligencia de sus súbditos a los que hace sufrir desde una codicia y corrupción omnímodas que ha desollado cualquier ilusión creadora, la de una juventud sometida a la mordaza, a la pobreza y a la diáspora.


Luis Martín Santos, profesor inolvidable, irrepetible: La plaza que tu nombre preside, tiene rosas perennes, setos, cipreses y parterres, arbustos de boj y pensamientos de mil colores que iluminan tus pasos hacia el aula, hacia una clase en donde perdura la afónica palabra tuya que retumba libertad en un eco largo que entremezcla baharadas de Clan, Hall Hall, Príncipe Alberto y cigarrillos Fetén.




5 comentarios:

  1. No se mucho de Martin Santos. Solo de oídas. Pero como Agustín Garcia Calvo no parecía distinguirse por acompañar su lucha por la libertad a otras luchas y hacerlo extensivo a las mujeres o sus alumnas, algunas de las cuales no cuentan batallas heroicas. Sin duda ha tenido una importancia indiscutible, cuyo alcance se me escapa, pero ¿Porque la izquierda burgalesa- si es que existe tal cosa- no piensa en renovar su imaginario en favor de lo inclusivo, de nuevas formas de hacer polítia y contra los mitos de siempre?.

    ResponderEliminar
  2. Suscribo lo que dices, compañero. Pero la izquierda burgalesa...dónde está? Un abrazo. Juan Vallejo

    ResponderEliminar
  3. Pues es dificil de decir depende de lo que entiendas por izquierda y por burgalesa. Desde luego no está en el periódico. Gracias y Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Fue profesor mío de filosofía, la cual impartía sin seguir el texto oficial y del curso me dio matricula de honor y no por saberme el texto precisamente, pero quizá algo entendí de sus palabras, en cambio de D. Áureo Torres Capellán, no guardo precisamente buen recuerdo,

    ResponderEliminar
  5. Este señor,Martín Santos, era un creído y poco amigo de hablar con sus alumnos. Sus clases eran un monólogo, nada entretenidas y sin un claro sentido. Mal filósofo y peor profesor.Su mirada era típicamente sádica, propia de una persona preocupante, posiblemente enferma. No entiendo esos halagos y menos aún que le homenajeen con una plaza a su nombre. Realmente,¿ qué ha hecho?

    ResponderEliminar