Por Eduardo Nabal
El cine iraní abrió sus puertas a otro tipo de público con el filme musical-rock reivindicativo “Nadie sabe nada sobre los gatos persas”- sobre los músicos jóvenes y en la semiclandestinidad- y con “Nader y Nisrin”, donde la denuncia tomaba forma para reforzarse de otra forma en el intenso filme “El pasado” del mismo realizador.
Ha sorprendido en diversos festivales el filme de cámara Ana Lily Amirpour “Una chica vuelve de noche sola a casa”, que nada entre el cine de vampiros y el alegato feminista o contra el miedo inculcado a muchas jóvenes a no volver solas, “por lo que pueda pasar” presentado la violencia de género casi como un fenómeno inevitable, de forma tendenciosa y sin salidas hacia el empoderamiento.
Un miedo que se agudiza con la crisis y el fenómeno parafascista y parapolicial en algunos países o ciudades de Europa, además del rancio machismo al que, aún parece, nos hemos acostumbrado. Personalmente creo que sin problematizar el concepto de género los avances pueden ser buenos y necesarios, igual que las campañas necesarias, pero siempre serán incompletos. Y claro el concepto del género no es igual en un pueblo de Castilla, el un programa de estudios de La Sorbona, en una chabola griega, en una micro colonia iraní, o en una metrópoli Japonesa.
A punto esta de llegar a nuestras carteleras “Taxi Teherán”; un elaborado y hábil documental de Jafar Panahi, el más combativo de los jóvenes cineastas iraníes que se filtran por el lado en que su gobierno, a pesar de sus abundantes contradicciones, formas de extorsión y, también, avances sociales, practica la brutalidad y la tiranía bajo formas mas o menos solapadas y aliadas con la religión o la versión integrista de un modelo religioso aliado con la política.
Una joven debutante acaba de realizar una fábula en contrastado blanco y negro, una fabula de vampira con mensaje sobre iraníes en lugares desolados de EEUU, en el marco del cine independiente, un lugar y un filme no exento de zonas oscuras como esas sombras de conforman el espeso blanco y negro en que está rodada la película, para hablarnos de la condición femenina y las servidumbres no solo en el Irán actual sino en muchas partes del mundo donde perviven esquemas culturales arcaizantes.
Aunque se aleja del cine de animación y belleza formal de “Persépolis” a favor de un cine mas cruento y lleno de ironía “Una chica vuelve sola de noche a casa” no deja de caer en cierto esquematismo al dividir a los personajes en simpáticos y antipáticos (que no en buenos y malos) de una manera un tanto brusca, esquemática y apresurada, coqueteando con el realismo mágico, el cine de la crueldad y el alegato social difuso.
Con todo, y a pesar del aire protector algo cargante que adquiere la pálida protagonista- sobre todo cuando vigila los andares de una prostituta sin suerte-la película mantiene un tono de estilización formal y motivos visuales y auditivos bastante intensos, así como un paraje desolado llamado “Bad City” que bien podría ser un lugar del sur de los EEUU donde convive una pequeña colonia iraní a los que distinguimos por el color de la piel y la lengua de los personajes principales algo perdidos en una historia hecha de momentos previsibles rodados con cierta astucia usando con inteligencia el contraste entre blancos, negros y grises así como la profundidad de campo pero sin despegar lo suficiente como para enganchar todo el tiempo al espectador.
Muchas pensamos que la violencia de género debe erradicarse no solo con el apoyo educativo sino también con el empoderamiento real de las mujeres, cis o transexuales, con la creación de redes de solidaridad que fomenten el apoyo mutuo no la victimización institucional y la tutela. El filme se plantea como un desafío a una cultura que objetualiza a las mujeres pero su análisis, expuesto con elegancia, no acaba de convencernos.
Así ni el melodrama familiar, ni el cuento de vampira, ni el alegato feminista y a favor de la seguridad de las mujeres, ni la búsqueda de la libertad acaban de cuajar a pesar de que la directora abarca muchos temas, da astutas pinceladas sociales y puede dar mucha información con pequeños detalles. Y es que ya no vuelven con miedo solo a cada las mujeres, aunque sigan siendo la mayoría, también la gente pobre, la gente con diversidad funcional, el colectivo LGTB, los estigmatizados por los llamados “cuerpos de seguridad del estado”, los amenzados por macarras y violentos cuerpos parapoliciales.
Así el carácter maternal de la chica queda subrayado por su extraordinario parecido con la madre del protagonista, que reaparece en las fotos de la repisa como un fantasma de un pasado inconcluso, y su libertad para andar sola de noche reside en la amenaza potencial de sus colmillos que se materializa con toda su crudeza en el asesinato del camello chantajista que tortura a esa familia a la que empieza a acercarse formada por el atractivo y paciente joven al que da vida el atractivo Arash Marandi (emergente estrella masculina del cine árabe) y su padre enfermo y destruido por su adicción a las drogas. Ideas como la separación, la dependencia, el chantaje, la soledad, el machismo todo en un decorado fantasmal y filmado en un blanco y negro que nos recuerda a las vampiras de “The Adiction” sustituyendo la soledad urbana por la desolación rural y los grandes desiertos. Aunque la directora maneja con soltura a su protagonista y su dificil interacción con otros personajes- donde los silencios son más importantes casi que las palabras- y se atreve a poner un final valiente y no moralista el filme acaba siendo más didáctico que hipnótico, más voluntarioso que estilizado y de un conjunto desigual podemos rescatar pequeños momentos de extraña fuerza poética como aquella en la que el protagonista masculino le pone los pendientes haciéndole los agujeros en las orejas a la vampira o la forma de jugar con el tdiempo y el efecto de las drogas en el joven durante la secuencia de la fiesta que acaba con el primer y decisivo encuentro entre este joven solitario y esta criatura de la noche.
Dentro del cine realizado no el EEUU sino dentro de Irán destacan algunos documentales valientes como “Off-Side” sobre un grupo de jóvenes que luchan para poder acudir a los partidos de futbol que como los rockeros de los gatos persas se convierten en portavoces de una nueva juventud, que ha convertido su protesta ancestral contra el integrismo en una forma de poesía reivindicativa y de grito de libertad que atraviesa fronteras e ideas preconcebidas.
ESte jueves la echan en el cine club de la UBU, buena oportunidad para verla
ResponderEliminarcine club de la ubu, aula de cine, en que quedamos? algo huele a podrido en Dinamarca.
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