Por Ismael Aguado
CGT enseñanza
Una de
las películas que más me han marcado como profesor es “La Lengua de las
mariposas”. El protagonista, Don
Gregorio, interpretado por el genial Fernando Fernán Gómez, era un maestro
republicano con unas ideas que chocaban con la conservadora sociedad de una aldea gallega poco antes del golpe
de Estado del 36. En una de mis escenas
favoritas, Don Gregorio, mirando por la ventana, anunciaba a sus alumnos que, con
motivo de la llegada de la primavera, la clase de historia natural la darían en
el campo. El maestro, con la voz vibrante
de emoción, afirmaba que la naturaleza era el espectáculo más asombroso del
mundo. El rostro de los alumnos, en principio incrédulos, fue mutando cuando Don Gregorio empezó a hablar de los
rebaños que poseen las hormigas, de los submarinos que construyen ciertas
arañas, y de la lengua en espiral que tienen las mariposas. Las cuatro paredes del aula constreñían a un maestro que entendía la educación como
un camino hacia la libertad. Era fuera del
aula donde el aprendizaje cobraba sentido al no encontrarse separado del mundo
real. Para Don Gregorio,lo esencial no era que los chicos memorizaran nombres como “espiritrompa” sino que observaran y experimentaran cómo se sirven de ella
las mariposas.
Las actividades
complementarias y extra-escolares, como las clases de Don Gregorio, tienen por
objeto lograr un aprendizaje integral del alumnado rompiendo el corsé del aula
de clase. A pesar de que la importancia
de estas actividades ha ido en aumento y es obligatorio incluirlas en las
programaciones didácticas sus nombres
denotan aún un carácter subsidiario. La singularidad de las actividades
extra-escolares respecto de las complementarias radica en que éstas se pueden
desarrollar en un horario diferente al de clase, lo que a su vez genera otro
tipo de diferencias como el de tratarse de actividades no-obligatorias para el alumnado o que el
profesorado tenga que recibir una indemnización o dieta correspondientes por manutención, alojamiento
o cualquier otra cuestión por el perjuicio que el desarrollo de la actividad
pudiera causarle.
Otra de
las particularidades que las frías normativas no contemplan pero que no son nada
desdeñables es que estas actividades quiebran la monotonía del aula. En los días en los que hay programadas excursiones, visitas, o cualquier otra actividad se genera una atmósfera
emocionante, y motivadora. Hacer algo diferente con
las y los compañeros de clase y el o la profe resulta muy saludable, se rompen las fronteras y aprendemos a
relacionarnos en otro ambiente, a conocernos mejor, lo cual redunda positivamente
en la convivencia del grupo. Esta
sensación no es desconocida para los que formamos parte de la comunidad educativa.
A nadie se le escapa que estas
actividades y las experiencias a ellas asociadas quedan grabadas de forma
indeleble en nuestra memoria, y constituyen parte de nuestra identidad
individual y colectiva ¿Quién no recuerda aquellos viajes en autocar? ¿O la excursión a algún museo de Madrid? ¿O
aquella obra de teatro en el Salinas? El
aprendizaje se impregna de vida y viceversa. Así el velociraptor se mezcla con
la complicidad de la amistad, el amor adolescente se entrelaza con la
observación de la osa polar en el planetario, la comprensión del bifaz Excálibur
con el aroma a bocata de chorizo pamplonica que te ha preparado mamá, y las primeras lecciones
de esquí con las interminables noches de bromas y confidencias en un
albergue. Me pregunto si estas
actividades no debieran abandonar la periferia que denotan sus prefijos y
ocupar un lugar de centralidad en el esquema educativo. Apuesto a que Don Gregorio estaría de acuerdo
con esta propuesta.
Las
actividades complementarias y extra-escolares poseen otras dos características: en
primer lugar, que cuestan dinero; y posteriormente que la Junta de Castilla y León no sufraga directamente estas actividades
educativas, son los colegios e institutos con sus presupuestos los que las tratan de financiarlas
total o parcialmente, aunque sería más correcto hablar en pasado. Los centros financiaban estas actividades,
porque tras seis años de recortes, llueve sobre mojado y los presupuestos de
los centros educativos están anémicos. Según
cuentan diferentes secretarios de centro consultados, el dinero llega para la
calefacción y poco más. De este modo, en
los centros de enseñanza pública se está exigiendo un repago cada vez mayor a
las familias para que sus hijos e hijas puedan participar en las actividades
extra-escolares. La consecuencia
inmediata es que comienza a haber muchos chicos que nunca participan de estas actividades. Siempre se quedan en clases cojas con cuatro o cinco
compañeros bajo la supervisión del
profesor de guardia. Creo que en muchas ocasiones no acuden no porque
no quieran, o porque hayan sido castigados, sino simplemente porque su familia
no se puede permitir pagar siete euros por acudir a una obra de teatro, por
poner sólo un ejemplo. Tras seis años de crisis ya no es necesario acudir a la
enseñanza privada subvencionada para encontrar discriminación por razón de
renta. En la escuela pública, la que se
reivindica de tod@s para tod@s, también se discrimina. Además es una discriminación por partida
doble porque además de aislar y segregar
a parte del alumnado del resto de la clase por razón de renta, se está
procediendo a asignar recursos pagados por todos, el profesorado lo es, al alumnado que aún es capaz de hacer frente al repago de las actividades extra-escolares. El alumnado pobre no sólo se queda sin actividad
formativa, sino que en la mayoría de los casos se queda también sin profesor.
Las
directivas de los centros educativos públicos generalmente aceptan gestionar
unos presupuestos que son insuficientes
para desarrollar todas sus responsabilidades educativas. Las actividades complementarias y extra-escolares
son un claro ejemplo de esto. A pesar de carecer de dotación presupuestaria, y de que su falta de
financiación suponen una vía de discriminación y exclusión de una parte del alumnado, nadie quiere renunciar
a ellas, entre otras cosas porque dan
prestigio al centro. En un contexto de competencia voraz, la mayoría de los colegios e
institutos luchan por captar estudiantes de familias sin problemas económicos,
porque a priori auguran menos conflictos disciplinarios y mejores resultados académicos. En este marco de competitividad, muchos
centros educativos no sólo contemplan las actividades extra-escolares y
complementarias como un medio para mejorar las capacidades del alumnado sino que se convierten en una estrategia de marketing para conseguir un determinado perfil de
estudiantes. Basta con observar las páginas web de muchos centros para comprobar el lugar de centralidad y privilegio que ocupan las fotografías de unas actividades
consideradas por muchos como subsudiarias desde el punto de vista
educativo. Una estancia en Brighton, o
en París, da una buena imagen de marca
del centro educativo, una semana blanca
en los Pirineos, también, y poco importa que hablemos de actividades que
cuesten cientos de euros, y que en consecuencia estén fuera del alcance de
muchas de las familias.
En una
nueva perversa vuelta de tuerca en algunos centros educativos se están viendo
abocados a no abonar las indemnizaciones o dietas a los profesores que programan
y organizan actividades extra-escolares.
Ante la negativa de algunos profesionales a trabajar en esas
condiciones se está promoviendo que las
dietas de los profesores puedan ser pagadas por las familias incluyéndolas en
el coste general de la actividad. Posiblemente estas medidas no pasen el filtro
de la legalidad, pero más allá de esta cuestión parece obvio que si se añade el pago de la
dieta del profesor al coste de la actividad el precio de estas actividades se
encarecerá aún más, y también aumentará la parte de alumnado excluido de este tipo de
actividades. Sin embargo lo más
preocupante de este tipo de dinámicas es que
abren de par en par las puertas de las transacciones privadas entre
familias y profesores. Si se continúa
por esta senda, el departamento de actividades complementarias y extra-escolares
corre el riesgo de convertirse en una agencia de viajes, de hecho ya hay
empresas que ofertan intercambios y estancias en el extranjero a través de los
departamentos correspondientes. Lo más
triste del asunto es que estas actuaciones están pasando a formar parte de la
normalidad de la vida académica ante la aparente indiferencia o incluso
complicidad de demasiados profesionales de la enseñanza pública. Esta situación me trae al recuerdo otra escena de “La lengua de las mariposas”, en la que el
cacique del pueblo trata de regalar dos capones a Don Gregorio para que éste tratara de manera diferenciada a su hijo. De seguir por esta senda ¿Cuándo volveremos a ver estas escenas en los centros públicos de enseñanza?
Las actividades complementarias y extra-escolares son muy importantes tanto en lo académico como en la conformación de una comunidad educativa. Debería hacerse una evaluación de la organización y participación de este tipo de actividades para ser plenamente conscientes de la situación. La insuficiente financiación de la educación como consecuencia de los recortes ha promovido un mayor repago de este tipo de actividades y esto a su vez la exclusión y discriminación de cada vez más estudiantes. Ante esta situación, una parte del profesorado parece encontrarse cómodo haciéndose cómplice de unos recortes que también amenazan sus condiciones laborales y está aceptando una privatización de la organización de este tipo de actividades. Para que, la enseñanza pública siga siendo la de tod@s y para tod@s son necesarias dos cosas. En primer lugar, una financiación acorde a los retos y las responsabilidades que se asumen, y por otro lado, una toma de conciencia de todo el mundo, pero muy especialmente de sus profesionales quienes deberían ser los principales garantes de su trascendente labor.
Las actividades complementarias y extra-escolares son muy importantes tanto en lo académico como en la conformación de una comunidad educativa. Debería hacerse una evaluación de la organización y participación de este tipo de actividades para ser plenamente conscientes de la situación. La insuficiente financiación de la educación como consecuencia de los recortes ha promovido un mayor repago de este tipo de actividades y esto a su vez la exclusión y discriminación de cada vez más estudiantes. Ante esta situación, una parte del profesorado parece encontrarse cómodo haciéndose cómplice de unos recortes que también amenazan sus condiciones laborales y está aceptando una privatización de la organización de este tipo de actividades. Para que, la enseñanza pública siga siendo la de tod@s y para tod@s son necesarias dos cosas. En primer lugar, una financiación acorde a los retos y las responsabilidades que se asumen, y por otro lado, una toma de conciencia de todo el mundo, pero muy especialmente de sus profesionales quienes deberían ser los principales garantes de su trascendente labor.