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domingo, 28 de julio de 2013

Arte y poder

Por Burgos Dijital

"Si la gente pudiese elegir qué arte quiere en una plaza pública elegirían muñecos de Walt Disney, la estética no es democrática". Con estas palabras el gran artista de la élite norteamericana Richard Serra defendió su posición como el gran escultor vivo y único grande en activo en el siglo XXI (según la crítica). 

En una gran obra audiovisual comprada por el museo neoyorquino y llamada "Cremaster" de Mathew Barney, el mismo Richard Serra interpreta su propio papel de artista trabajando en lo más alto del podio norteamericano de la filantropía. En este vídeo arte se narran las peripecias de un joven artista que tiene que escalar hasta lo más alto del mundo artístico pasando por las diferentes etapas. Es al final, cuando encuentra los símbolos masónicos ocultos en una caja, cuando consigue alzarse como el gran artista de la élite e incorporarse a lo alto de la pirámide junto al gran Serra.  El poder bendice y convierte al artista en tal. Así es en esta sociedad capitalista y liberal, pero eso es precisamente lo que se olvidan de enseñarnos  en la Universidad de Bellas Artes.

Cuando EEUU decidió en plena guerra fría contrarrestar el arte pictórico de la URSS, un arte realista que representaba gente trabajadora, la CIA impulsó el arte individualista del expresionismo abstracto, donde lo más importante era la sensación y expresividad del autor, la individualidad del artista-genio. Por aquellos años hasta Franco quiso colaborar con el imperio ideológico anglosajón e hizo una llamada a artistas de la abstracción españoles para que participaran en las grandes ferias del arte occidental aliado. Cual palomas en busca de miguitas acudieron a la llamada del Dictador artistas como Tàpies "el genio del informalismo de la burguesía catalana" o Chillida. Muchos de ellos ya en democracia renegarían de la españolidad y se cobijarían en otros árboles de sombra más fresca y nacionalista, e incluso ocultarían alguna de esas obras franquistas en lo más profundo de su fundación privada. 
Con el tiempo EEUU acabaría traicionando a todos sus artistas abstractos para crear su último monstruo, el Arte POP, por fin un gran arte que representaría a la perfección los métodos industriales, la reproductibilidad técnica y, por qué no, el capitalismo en sí. Ese artista abstracto que hasta entonces sólo se había conformado con orinar en sus cuadros se convirtió en el nuevo Frankenstein norteamericano: Andy Warhol.  El nuevo artista-genio elegido, traicionaría a todos sus compañeros, De Kooning, Pollock, Rothko, etc... para comenzar realizando banales obras de envases de tomate y cajas de detergente.

El arte contemporáneo llegaría  después con el pretexto de eliminar la injusta figura del artista- genio elegido por Dios, para desembocar en un arte racional, conceptual y sin alma al cual todos los licenciados y diseñadores fuesen los llamados. Pero lejos de la democratización soñada, porque todos sabemos que la democratización no es negocio en el capitalismo, los nuevos frankenstein del arte occidental anglosajón, se preocuparían por realizar razonamientos y disquisiciones en lugar de obras de arte. 

Nos hallamos ahora pues en una infinita charca donde coexisten muchas obras artísticas mediocres y algunas otras brillantes y donde nadie puede justificar qué obra de arte es la valiosa y cuál no. En Españistán el nuevo mecenas del mundo del arte era la caja de ahorros por un lado (ya fallecida), y el político o poderoso por otro. Respetables políticos tienen la extraña rutina de acercarse y juntarse a los artistas, para seguir dando, al igual que Franco, miguitas a su rebaño y aparentar preocupación por la cultura. Ya en Castilla y León es una tradición muy arraigada.

Ahora que la cultura es un lujo caro que no nos podemos permitir (palabras de Esperanza Aguirre cuando disolvió la consejería de cultura), a excepción de los toros, no sé si seguiremos viendo a esos grandes artistas que coquetean con los poderosos o los "Mendezidos por Dios" . Uno quiere pensar que no, pero cuando abre el periódico y se encuentra una foto del gran pintor (más conocido por sus borracheras que por su obra)  junto al presidente de la Junta en una galería de Madrid (dos completos desconocidos en tal urbe), a veces se le pasan cosas por la cabeza y se dice a sí mismo: "¿y si te pagasen por hacer monstruosidades como la escultura del aeropuerto de Castellón? esa maravillosa escultura titánica del aeropuerto que dicen representa un colosal alcalde todopoderoso... ¿qué concepto tendrías de ti mismo?" Entonces,  piensa en Santiago Sierra, Jacques Tardi, o el dibujante Jan, y suspira tranquilo. 

A modo de postdata: El escultor mítico del Guggenheim NY jamás podrá dejar de preguntarse cómo una de sus obras de 38 toneladas de acero quedó en paradero desconocido en un país como Españistán. La empresa española MACARRÓN S.A., con deudas hasta el cuello y quiebra inminente, no pudo hacerse cargo de la custodia de la obra de arte... Bienvenido a España, señor Serra.