Obras de Henry Moore estuvieron varios días envueltas en logos bancarios en lo que realmente es una demostración de poder |
Por Marcos Mesa
Nunca se supo, hasta que quedó inmortalizado en la gran película “El Padrino” de Francis Ford Coppola, qué papel tuvo la mafia italoamercicana en la carrera de destacados músicos o artistas.
En la película, un cantante llamado Paul Fontaine aspira a hacerse con el papel protagonista de una película de cine, un musical.
Solo les bastaron unos días de “argumentos convincentes” (y alguna cabeza de caballo cercenada) para convencer al inamovible productor para que diese ese papel protagonista al cantante.
Todo el mundo sabía que ese músico en realidad era Frank Sinatra, cantante-actor que se hizo con el papel de “De aquí a la Eternidad” y más tarde con el respectivo Óscar de Hollywood por una actuación que no era tal pues solo tuvo que ser él mismo en todo el largometraje.
Años más tarde el director David Lynch plasmaría esa
siniestra mano negra Hollywoodiense en su estrafalaria Mulholland Drive donde también nos contaría cómo han sido colocadas “a dedo” las actrices protagonistas en las películas de la mano de
los que ostentan el poder económico (y no me refiero a Pablo Iglesias).
Ya se sabe que quien ostenta un poder económico y decide o impone, en la mayoría de casos es gracias a actividades económicas delictivas o criminales bajo amparo legal (no estamos hablando de un ático ilegal, sino de algo más).
La imposición y el silencio son los engranajes de un sistema vertical de unos pocos que en realidad viven para el control de la sociedad.
A falta de la aplicación de los códigos de buenas prácticas que asociaciones artísticas han elaborado durante años se utiliza el farandulismo. Te llamo por teléfono o hablas personalmente conmigo saltándote el diálogo normalizado con los grupos de trabajo o con las instituciones.
El arte es política con mayúsculas, como lo es también el fútbol y como últimamente gracias a los cambios de camisetas rojo-morado parece ser que es fútbol la política de izquierdas.
Ya se sabe que quien ostenta un poder económico y decide o impone, en la mayoría de casos es gracias a actividades económicas delictivas o criminales bajo amparo legal (no estamos hablando de un ático ilegal, sino de algo más).
La imposición y el silencio son los engranajes de un sistema vertical de unos pocos que en realidad viven para el control de la sociedad.
A falta de la aplicación de los códigos de buenas prácticas que asociaciones artísticas han elaborado durante años se utiliza el farandulismo. Te llamo por teléfono o hablas personalmente conmigo saltándote el diálogo normalizado con los grupos de trabajo o con las instituciones.
El arte es política con mayúsculas, como lo es también el fútbol y como últimamente gracias a los cambios de camisetas rojo-morado parece ser que es fútbol la política de izquierdas.
¿Sabían ustedes que Coca Cola posee en su capital geográfica, Atlanta, una de las mayores salas de conciertos de Estados Unidos y del mundo? ¿Qué harían ustedes si siendo músicos se les invitara a tocar en festival de tales características? ¿Cómo explicarían a los trabajadores de Coca Cola Fuenlabrada que gracias a su deterioro laboral y extorsión sufrida por la empresa ustedes han podido realizar el concierto de su vida en la mejor sala de Norteamérica?
Eso si ya no tenemos en cuenta a los sindicalistas que Coca Cola ha mandado convencer con métodos más coercitivos (por no decir algo peor) en América del Sur.
¿Es que el arte no se puede financiar sin esclavismo y sufrimiento? ¿Cuál es el papel que deben tener los artistas frente a este tipo de hipocresías en los países occidentales? Pues hombre, podemos hacer como lo que hacen los políticos, me meto en un despacho y como no veo las consecuencias de lo que estoy manejando pues no pasa nada, o bien podemos ser consecuentes con lo que estas personas organizadas hacen en el mundo y rehusar éticamente a participar en despropósitos y parches, fotografías para el diario con políticos corruptos, exposiciones programadas con alcaldes y presidentes de dudosa credibilidad, fanfarrias e himnos varios, asignaciones de territorios porque yo lo valgo, homenajes al orden establecido, que no atienden la raíz de los problemas y tan solo sirven para anestesiarnos cada vez más, función asignada a la gran mayoría del arte en nuestros días.
Eso si ya no tenemos en cuenta a los sindicalistas que Coca Cola ha mandado convencer con métodos más coercitivos (por no decir algo peor) en América del Sur.
Dibujo de la escultura del aeropuerto de Castellón
encargada por el imputado y condenado Carlos Fabra
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"Tenía que ganarme la vida", se dirá uno para siempre.
Como dijo el artista (utilizado por los poderosos a cambio de dinero y vanguardia abstracta impuesta a golpe de "decreto" en detrimento de otras corrientes) Antoni Tápies meses antes de dejar este mundo en una entrevista: "Solo aspiro a que mi trabajo sea útil".
Una más que desdichada reflexión para un artista que siempre se las había dado de filosófico cabalgando por la profundidad de la existencia (con infinidad de obras en la moncloa). Su frase póstuma lo dice todo.
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