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sábado, 19 de septiembre de 2015

REFUZNIKS, los que se rehúsan a servir en la máquina de guerra israelí

Por Eduardo Nabal

Refuzniks es el nombre hebreo por el que se conoce a los jóvenes israelíes que rehúsan hacer el servicio militar en su país, oponiéndose a una maquinaria estatal y policial nada desdeñable. 
Un pequeño librillo editado por Bardo recoge, con brevedad, algunos testimonios de estos hombres y mujeres que, por razones diferentes, se negaron y se siguen negando a tomar las armas contra un pueblo diezmado en una tierra expoliada aún a riesgo de enfrentarse, no solo a meses o años de cárcel (dependiendo de su posición social), sino también a un estigma frente a una patria y un “estado” presuntuoso que les educó defensores de una “tierra prometida” y venidos de un infierno histórico.

Estudiantes, profesores, periodistas, albañiles…. rechazaron que hasta tres años de su vida estuvieran dedicados a avasallar, proteger, invadir, matar o amedrentar a un pueblo en una situación de desigualdad absolutamente evidente. 

El mismo lavado de cerebro que sufrieron algunos de los que apoyaron a Hitler (creyendo que los muertos en los campos de exterminio eran extras de Hollywood) se hace a los niños judíos inculcándoles un patrioterismo que va incluso más allá del nivel de creencias religiosas.

La frase “sin dinero no hay guerra y sin guerra no hay dinero” les lleva a expandirse cual pueblo elegido como si el sitio donde llegaron estuviera despoblado o sus habitantes fueran invisibles. No lo estaba y no eran invisibles. 
 Un proceso de deshumanización que lleva a que los palestinos de la edad que sea sean vistos como enemigos potenciales, cuando no como razas inferiores o como animales salvajes, que rondan alrededor tu nuevo vallado y reluciente chalet. 

La creación del estado de Israel nunca se hubiera logrado de no ser por el nazismo, pero en vez de aprender lecciones de paz, recibimos lecciones de guerra. Una guerra por otra. 

El odio y el uso de la fuerza al servicio de grandes capitales y expropiación de terrenos de gente desfavorecida continúa desde mediados del siglo pasado. Con la ayuda de potencias ajenas y de grandes fortunas judías se crea un estado que no deja de ser, urbanísticamente, una caricatura grotesca de las ciudades occidentales. Edificado deprisa y mal, pero además, desplazando a los que estuvieron allí, estaban allí. 

En algunos casos se han intentado vender como un paraíso para nuevas generaciones, mujeres de nueva mentalidad, minorías sexuales… pero ni siquiera eso es cierto, y menos si eres árabe. Entonces el estigma es doble. 

La construcción de la masculinidad hegemónica israelí no dista mucho de la de un marine, sus fuerzas sirven a los mismos que los tiran a la papelera de reciclaje cuando ya no son útiles a los poderosos. No obstante muchas personas se han ido quitando la venda y dando cuenta de las falacias que les contaban sus gobernantes; han visto imágenes terribles de gente indefensa lanzando piedras contra misiles, niños contra soldados armados hasta los dientes . 
También censura informativa. Hay jóvenes que han nacido en distintas familias (incluso dentro de castas diferentes creadas por su propio pueblo nada integrador) se plantean ante evidencias visuales o verbales la masacre del estado de Israel sobre los territorios palestinos. Una masacre que cada vez recuerda mas las fotos de los campos. 

La guerra no la gana nadie del todo ya que hay generaciones enteras de jóvenes israelíes que dedican años a matar o conquistar en vez de amar o construir convertidos en maquinas de matar, destruir o no pensar, asumiendo valores militaristas y un miedo irracional a la furia explosiva de los que están detrás de las vallas, incapaces de soportarlo todo. 

Para llegar al acto político de los Refuzniks, muchos de ellos luego se forman como militantes de izquierda, hace falta una limpieza e higiene mental tan grande que estos desertores objetores u opositores a la ocupación no suponen una verdadera amenaza para el poderío isarelí. No son muchos. A pesar de todo se los persigue. 
Hay algunos israelíes que viven en la miseria pero la mayoría de la gente sin casas, sin alimento en esa zona son palestinos. 
Muchos tienen familiares muertos sin enterrar. Una guerra mercenaria que se manifestó en las matanzas de Sabra y Chatila (documentadas por gente como Genet en sus viajes) y que ahora se reduplica en la franja de Gaza, mientras Obama y cualquiera de los mandatarios europeos se limitan a mirar hacia otro lado. Dan náuseas. 
Es cierto que las izquierdas europeas también miraron hacia otro lado con la matanza de gente LGTB en Rusia pero el llamado conflicto palestino-israelí tiene ya demasiada historia, pocas voces valientes en el escenario político y pocos visos de solución atendiendo al posicionamiento ambivalente de la comunidad internacional. Ninguna potencia occidental está por la labor de mojarse en el asunto. 
Más bien al revés, frente al servilismo israelí no solo a su propio imperialismo sino también a los modelos culturales occidentales les causa tranquilidad a las grandes familias judías que viven en otros lugares. 

Los disidentes siguen siendo pocos para producirse, ahora mismo, un cambio importante, un alto el fuego significativo. Es cierto que hay representantes de una nueva generación que quiere paz (en la literatura, la música, el cine) pero esos no llegan casi nunca al Parlamento israelí. 
Las fuerzas de izquierdas israelíes son tan endebles o más que la izquierda en el estado más conservador de EEUU o Europa, entre los que se encuentran países maltrechos económicamente como el nuestro. 
Algunos Refuzniks se han librado aduciendo razones psiquiátricas- reales o ficticias- o han optado por el exilio temprano pero se exponen a ser marginados dentro o a no poder volver a pisar suelo israelí con seguridad. Como dice un realizador de cine de por allí: Israel es un país de derechas con un cine de izquierdas. 
Películas realizadas normalmente gracias a co-producciones con sectores progresistas denuncian lo que sigue ocurriendo, desenmascaran las mentiras cotidianas, pero no es suficiente, muchas veces no gritan tan alto. 

Las grandes potencias ofrecieron una tierra ya habitada por otras gentes, judíos y árabes, a esa gente que estuvo en los campos de concentración nazis. Pero el gesto nunca fue desinteresado y por eso no hacen nada por buscar soluciones. 
Al principio incluso en Israel no se permiten hablar de su experiencia de los campos. Los libros de Primo Levi, las impopulares declaraciones de Hannah Arendt sobre los campos de concentración, todos ellos sacaron a la luz su dolor, y no siempre su heterodoxia fue bien recibida. Hubo muchos ataques de amnesia pero sobre todo de ceguera, al ver a los que allí estaban de distinta forma si eran judíos y árabes. 
Dentro de la propia sociedad israelí existe un gran racismo entre unos y otros que se convierte en asesino cuando se trata de esos pueblos salvajes y sin dinero conocidos como “palestinos”, al otro lado de enormes muros de hormigón o vallas electrificadas. . La idea de una tierra prometida es ya una idea peligrosa. ¿Qué haríamos si los árabes reclamaran Córdoba o Granada? 

Todo es muy complejo pero lo sencillo es la idea del enemigo común: el pueblo palestino o árabe que ni siquiera forman un todo unitario y que muchos de ellos ni siquiera podemos distinguirlos como muestra el filme “El hijo del otro”. Las fuerzas sionistas que se alarmaron un poco cuando se presentó “Paradise Now” en los Òscar ya no ven una amenaza en “Omar” (la siguiente película del mismo director) porque aunque toda la izquierda europea y algún literato o activista isarelí no comparta esas ideas los que tienen el dinero y las armas siguen siendo los que cortan el pastel. 
Un holocausto lento, pero holocausto al fin y al cabo que además hace que el fundamentalismo árabe se refuerce en sus líderes religiosos, que ven sus tierras destruidas por armamento de última generación. En EEUU todo el mundo conoce a Spielberg pero cuatro películas de denuncia apenas tienen público. 
Los Refuzniks – como los anarquistas contra el muro- son una promesa en una sociedad militarista y esquizofrénica pero, de momento, una esperanza de paz muy lejos de cumplirse. Estremece la vigencia de esta carta hermosa y lúcida escrita hace décadas por un palestino a un amigo judío 

"Estás por descubrir, estoy convencido, a retazos, la dura realidad: la de un Israel conquistador que pronto será incontrolable.
Más que cualquier discurso, la imagen de ese hospital de Gaza, pletórico de adolescentes mutilados, no puede haberte dejado impasible.
Lo afirmo, porque adivino el tumulto en tu conciencia. Por lejos que esté.
Llegará el día en que una nueva generación de israelíes se alce.
Esos no habrán detectado el menor sentimiento de vergüenza o de culpabilidad en sus padres. Estarán condenados a enfrentarse sin ayuda con la profundidad de esa culpabilidad, cuando descubran que sus padres han matado o que vivían en casas confiscadas a hombres deportados.
Esa generación se considerará víctima de sus padres.
Muchos de sus miembros circulan ya por las calles de Tel-Aviv.