Al igual que algunas serpientes
mudan de piel, así vamos también cambiando de hábitos las personas. En estos extraños momentos de calma chicha
veraniega, con un trasfondo de angustiosa incertidumbre en nuestros modos
habituales de vida, provocada por el estupor al constatar los frágiles
cimientos que sustentan aún nuestro frágil sistema de bienestar, tomamos
decisiones irrelevantes que marcan tendencias.
La movilidad en nuestros espacios
más próximos es una de las características que nos definen y conforman así
mismo las urbes en las que nos gusta, o nos toca vivir. Y Burgos sin ser
probablemente una abanderada, sí está marcando tendencia en este cambio
perceptible que seguramente viene para quedarse. Comprobamos que la utilización
del automóvil privado para desplazarse dentro de los límites de la ciudad ha
perdido adeptos los últimos años, al menos eso dicen las estadísticas,
sorprendentemente también nos informan que no ha aumentado el uso del
transporte público, lo que sí es evidente es que los vecinos de Burgos cada vez
escogen de forma más frecuente desplazarse en dos ruedas o incluso caminando, a
fin de cuentas las distancias en nuestra ciudad no son tan descabelladas.
Efectivamente, la bicicleta ha roto
su maleficio y se abre paso con fuerza, no ya como transporte alternativo, si no como estupenda
respuesta a la crisis del sistema de movilidad basada en el automóvil privado.
En este sentido hay que reconocer las políticas municipales, que por voluntad o
carambola han apostado por medidas favorecedoras: la construcción de una red de
acera-bici importante, el servicio Bicibur de alquiler barato de bicicletas,
ciertas campañas de difusión, etc. Igualmente es meritoria la actividad de
fomento y difusión de la bicicleta llevada a cabo por los integrantes de BURGOS
CON BICI, que han apostado con fuerza por este medio de transporte, asesorando
o presionando al Ayuntamiento, animando a los ciudadanos e iniciando los
pioneros la educación diaria de los conductores, escasamente acostumbrados a
compartir el asfalto con vehículos de otras velocidades.
Ha sido tal el éxito del uso de la
bicicleta entre los burgaleses que no pasa desapercibido y genera nuevas fricciones en su convivencia.
El Ayuntamiento, finalmente medroso en sus actitudes, se queda a medio camino
en sus políticas de movilidad no atreviéndose a profundizar en modelos
alternativos, y dado el tamaño de la ciudad, probablemente mucho más
satisfactorios. Por ejemplo la creación de vías específicas para las bicicletas
en las aceras ha supuesto reducir el espacio reservado a los peatones, con la
apuesta de las aceras-bici, obviamente esto supone competitividad por el mismo
espacio entre peatones y los usuarios de la bicicleta, que no deja de ser un vehículo.
Así mismo, el Ayuntamiento no ha tenido el valor suficiente para apostar por la
domesticación del tráfico urbano, reduciendo y limitando la velocidad máxima en
sus calles, apostando por reducir carriles en beneficio, eso sí de carriles bici reales. Estas carencias y la
falta de costumbre de la mayoría de los conductores, presionan a la mayor parte
de los neociclistas urbanos a usar para sus desplazamientos las aceras. E igual
que los conductores y los peatones, hay ciclistas repetuosos y otros que no lo
son tanto. El conflicto por un mismo espacio es cuestión de tiempo, y añadiría
una observación que comparto con otras personas. Burgos es una ciudad con una
población muy envejecida, que se desplaza con inseguridad por sus aceras y que
teme como a un nublado cualquier circunstancia que le pueda hacer caer y
romperse la cadera. Las bicicletas por las aceras, y lo imprevisible de su
derrota son un elemento de inseguridad insoportable para los ancianos, un hecho
bastante comprensible, por otra parte.
El Concejal de Movilidad, un
profesor de autoescuela, Esteban Rebollo, amaga desde hace meses con resolver
el problema a golpe de Reglamento. Y no es que no haya que abordar el tema,
porque los malos usos de algunos pueden perjudicar a todo un colectivo, y lo
que es más importante entorpecer el desarrollo sostenible de la ciudad. No
obstante, las propuestas del Concejal, parten del temor, del desconocimiento y
de la prohibición. No parece pretender fomentar una movilidad sostenible y
respetuosa, si no que la criminaliza, como si todos los ciclistas cruzaran el
Espolón una tarde de domingo haciendo un esprín. Se equivoca porque el uso de
la bicicleta no es ocioso o deportivo, si no que se ha transformado en un uso
mayoritariamente utilitarista que permite aprovechar mejor las distancias y los
espacios de la ciudad, convirtiéndola en más habitable y también en una en un
modo novedoso y fresco de concebir las relaciones urbanas. De acuerdo con el
Concejal en que hay que sancionar a los que hagan un uso temerario trasladándose
en su bicicleta, pero para ello ya existe normativa, no es necesario sacarse de
la chistera una nueva. De acuerdo también con el señor Rebollo, en que hay que
fomentar que los ciclistas salgan de las aceras, pero para compartir la calzada
con vehículos a motor, tienen que sentirse seguros, para ello, acaso sea más
conveniente el rigor con la velocidad y las distancias que dejan los
conductores. Las propuestas del señor Rebollo carecen de ambición, responden
coercitivamente, creo que no es capaz de comprender el cambio de mentalidad y
de construcción mental de la ciudad que supone el uso de la bici para los
desplazamientos urbanos. Se le está escapando la posibilidad de proponer
opciones novedosas que cimenten a Burgos como una ciudad pionera en la
movilidad de sus ciudadanos.
Señor Rebollo: deje atrás los
anteojos mentales que le impiden imaginar un Burgos distinto, que aprovecha su
entramado urbano para facilitar el encuentro y los intercambios entre sus
vecinos, parece que la bicicleta puede fomentar la satisfacción de los mismos,
y está en sus manos apostar por el cambio, ya iniciado. De todos modos, como le
digo, las “las bicicletas no son sólo para el verano”, han venido para
quedarse, porque su penetración en los ciudadanos es transversal, usted mismo
lo habrá podido comprobar y aquel o aquella que prueban perciben sus ventajas,
ande dese cuenta.
Arcadio Tomás Moro