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miércoles, 4 de mayo de 2011

Villalar, una fiesta rebelde

La de los Comuneros siempre me ha parecido una fiesta deliciosamente extraña.  Un soplo de frescura en la que pasa por ser la tierra de la quintaesencia del patrioterismo hispano y del conservadurismo más casposo.  Otras tierras celebran fiestas institucionalizadas hechas a la medida de los políticos que las organizan, con cocktails, canapés, caterings y demás.  A pesar de los múltiples intentos  del PP por cargarse el evento, la fiesta de Villalar sigue conservando un marcado carácter popular, juvenil, y reivindicativo en la agostada, obediente y a veces senil Castilla.

He tratado de comprender el porqué de esta paradoja, y no encuentro una respuesta clara.  Me inclino a pensar que en aquello que se conoce como transición, la apolillada derecha meseteña se dejó meter un gol por la escuadra.  Nostálgica de la España con perfume a naftalina, y desdeñosa con toda idea ajena al nacionalismo franquista se ocupaba en observar con ojos de comadre lo que hacían los vecinos.  Lo de las autonomías les pilló en fuera de juego y se vio viviendo en una casa sin amueblar a la que alguien le coló una alfombra de colores que no pega con el tono monócromo del resto de la decoración.  Desde entonces esa derecha trata de deshacerse de esa alfombra, a la que siguen sin acostumbrarse.

Los intentos han sido de variada índole.  José María Aznar y sus mayordomos Jesús Posadas y Juan José Lucas trataron de cargarse la fiesta de los Comuneros organizando alternativamente en las capitales de Castilla y León unos ágapes para ellos y sus amigos.  También era invitada la prensa que, en agradecimiento, se ocupaba de desacreditar a las miles de personas que se daban cita en Villalar de los Comuneros.  No pudieron con ella.

La estrategia cambió con la llegada de Juan Vicente Herrera quien abandonó el furor exterminador de sus predecesores por una táctica más sutil:  la reconquista de la campa, la re-invención y re-institucionalización de la fiesta.  A tal efecto se creó la fundación Villalar, cuya única misión, aparte de dar de comer a algún glosador obediente, es asegurar una camuflada presencia del PP en Villalar.  Herrera pretende crear del 23 de abril una romería y que la fiesta de los Comuneros pierda su toque rebelde.

A pesar de este cambio siguen existiendo sectores a los que la fiesta no les gusta ni mucho ni poco.  Ahí tenemos al provincianismo burgalés o a los comerciantes que quieren hacer trabajar a los empleados este día.  Hasta ahora no se han manifestado en este sentido con otras fiestas como el 12 de octubre o la inmaculada.  Pero este año se merecen una mención aparte las declaraciones de Donaciano Dujo, presidente de ASAJA en Castilla y León quien dice no sentirse identificado con la fiesta de los Comuneros porque  para ellos la fiesta de, "los agricultores y ganaderos, y del medio rural es el día de San Isidro".  Sin comentarios.

Para mí, la fiesta de Villalar es un día para disfrutar con mis amigas y amigos de Burgos, y encontrarme con otros de Palencia, Zamora, Valladolid, Zaragoza o Tindouf.   Un día para hablar, comer, beber, reir,  o escuchar un concierto con mi gente.   El 23 de abril es además una oportunidad para recordar a todos y todas las rebeldes de esta tierra, porque los ha habido, aunque el poder las quiera olvidar y para, simbólicamente, tomar su relevo y seguir gritando que otro Burgos, otra Castilla  y otro mundo son posibles.

                                                                                                                Khristine de Islandia

5 comentarios:

  1. ¿por qué a Aznar y compañía no les gusta Villalar?
    si hay sexo, comida y bebida, no lo entiendo...

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  2. Al PP solo le gusta la beatificación del PaPa.

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  3. L pp no le gusta esto, porque no se da misa, y estamos todos en pecado

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  4. todos al infierno, !de puta madre !

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  5. Villalar for ever.Viva Villalar.

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