La campa de Villalar es un espectro de luz. Quiero
marcharme de esta carpa y acompañarme en la música; no en el guitarreo, sino en
el punto exacto en que la canción se rompa, cuando las ondas lleguen al suelo y
entronquen con las plantas y los nervios de los pies; entonces empezaré a
bailar, a agitarme hasta que no pueda más.
Soles resquebrajados por la noche; rostros marcados y
líneas en los ojos y ojos culpabilizados, aquí ha aparecido lo mejor y lo más
interesante de la juventud oprimida, cómo se entiende sino que l@s
compañeros me hablen de los hierros oxidados, de la vomitiva chatarra familiar
y del infierno social del instituto, escoria que Doña Autoridad ha arrojado,
maniatando sus movimientos y sometiendo sus ansias de Libertad, haciéndoles
culpables hasta de respirar; l@s compañer@s
continúan manteniendo su lucha, a pesar de las penas de prisión y los montajes
policiales, la criminalización y las torturas; y no sólo resultan de lo más
interesante sino que, además, constituyen la representación de la juventud
oprimida.
Gilles Deleuze decía que “la minoría”, la aparente
minoría de jóvenes que, en el caso que nos ocupa, es presa de la autoridad, familiar
y escolar, la opresión económica de un trabajo precario, además de la represión
política e ideológica, contiene factores exportables a “la mayoría” - de la juventud-, con la diferencia de que l@s compañer@s luchan habiendo tomado
conciencia del problema.
La carpa ha sido rodeada por pancartas solidarias con
los compañeros encarcelados por
luchar; banderas, pendones castellanos, octavillas, material que espera a los
debates y las charlas de mañana, centradas en las protestas de Gamonal y las
nuevas formas de represión.
Comienza el reggae. La excitación es elevada por el
tropel rítmico, dibujado como olas espasmódicas y el fluir de los movimientos
esquizoides, aun ordenado como la única compañía, la verdad unívoca de esta
noche; que la música nos regala un espacio para escurrirnos en libertad. Los ritmos verdes son de subida, in crescendo hacia las nubes blancas y
los pájaros azules que gorgotean en las gargantas de l@s
jóvenes, en el fuego del baile.
Como quien no quiere la cosa, me acerco a charlar con
la compañera. Es preciosa, pero tiene los ojos tristes.