Hace poco algunos
desalmados celebraron en rancias hojas de papel de "periódico" el
aniversario de las exequias el Cid, que quiso ser Aquiles y solo llegó a ser
zombi sobre un caballo encabritado, señor de infieles cuando le expulsó su
propia tierra, hoy casi despoblada y aun medieval en gran medida; héroe del
inframundo con espada de tinieblas, arquetipo de viejo cristiano castellano que
simboliza una España moribunda, como él mismo, ya muerto, sobre su caballo
enloquecido, avanzando sin control sobre un enemigo imaginario.
Mientras los bárbaros enviados por la Iglesia masacraban a todo ser vivo en Jerusalén durante la primera Cruzada, los sitiadores de Valencia presenciaban la resurrección descrita en el Apocalipsis, pensando que tras él llegarían los fantasmas vengadores de la Iglesia. Tenían razón. Esos fantasmas aún viven entre nosotros, y no ha habido exorcismo alguno que les haya hecho regresar a sus tumbas. Símbolo rancio de la masculinidad castellana, mercenario sin escrúpulos y objeto de un poema mediocre, parece presidir el negocio turístico burgalés, montado para lucro de unos pocos, que ya quieren erigir sus estatuas municipales.
Mesones, blasones, avenidas en nombre de un hombre destacado por asesinar gente de otras razas o creencias, no casualmente interpretado por el Presidente de la Asociación del Rifle.
Curiosamente, hoy su estatua señala con su espada al Museo de los Orígenes, al Museo de las Autoridades y los Eventos , a ese mundo perdido donde el hombre de Atapuerca nos cuenta su pasado caníbal, cruel y predador. Es el fin de la Historia, aunque no el que Fukuyama predijo.
Mientras los bárbaros enviados por la Iglesia masacraban a todo ser vivo en Jerusalén durante la primera Cruzada, los sitiadores de Valencia presenciaban la resurrección descrita en el Apocalipsis, pensando que tras él llegarían los fantasmas vengadores de la Iglesia. Tenían razón. Esos fantasmas aún viven entre nosotros, y no ha habido exorcismo alguno que les haya hecho regresar a sus tumbas. Símbolo rancio de la masculinidad castellana, mercenario sin escrúpulos y objeto de un poema mediocre, parece presidir el negocio turístico burgalés, montado para lucro de unos pocos, que ya quieren erigir sus estatuas municipales.
Mesones, blasones, avenidas en nombre de un hombre destacado por asesinar gente de otras razas o creencias, no casualmente interpretado por el Presidente de la Asociación del Rifle.
Curiosamente, hoy su estatua señala con su espada al Museo de los Orígenes, al Museo de las Autoridades y los Eventos , a ese mundo perdido donde el hombre de Atapuerca nos cuenta su pasado caníbal, cruel y predador. Es el fin de la Historia, aunque no el que Fukuyama predijo.
Yo comprendo que cada secta tiene su idioma o su jerga, llamense economistas, toreros, futboleros o...lo que sea quien ha escrito esto, pero....
ResponderEliminarcierto....su idioma y su gente que le entiende...
ResponderEliminarY los anonimos también forman una secta
ResponderEliminaryo no soy gente de nadie y le he entendido perfectamente, eso sí, estoy anónimo pero no hay secta que proteja de la "entente cordiale" local
ResponderEliminarEn Burgos cordial no rima con local, cuando hay tantos intereses, oportunistas, artistillas subvencionados, oportunistas de segunda...pero vamos yo prefiero no poner anonimo aunque a veces lo entiendo
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