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domingo, 13 de septiembre de 2015

Entrevista a Conchi Unanue

Por Eduardo Nabal 

Conchi Unanue Cuesta- nació en un pueblo de León. Diplomada en Trabajo Social-UNILEON, Graduada en Sociología-UNED, Licenciada en Antropología Social y Cultural-UNED. Máster en Coaching para los procesos de Cambio y Motivación Social. Doctoranda en Antropología. Investigadora: LGTB+ y Queer. Género y exclusión social. Activista feminista-queer y lgtb+. Redactora en MAGLES (revista para mujeres lesbianas). Profesora de Derechos Humanos en UNILEON. Profesora de los Grados de Sociología y Trabajo Social en la UNED. 

"Desde los feminismos debemos cuestionarnos si seguimos asumiendo la heteronormatividad y la categoría mujer en ciertos aspectos, con todas las exclusiones que conllevan y fomentan, cuestionamiento básico para reaccionar y no dejar fuera a mujeres que ahora mismo no están incluidas en la legislación de violencia de género y que también la padecen".

Hola Conchi: ¿Qué tal? ¿Cómo ves el feminismo o los feminismos desde una perspectiva intergeneracional? ¿Y desde una perspectiva intercultural o de particularidades geográficas? ¿Y desde la economía y la situación de precarización?

Conchi Unanue: Hola Eduardo, buenos días. Bien, aquí sigo resistiendo. Desde una perspectiva intergeneracional, en líneas generales, veo que a pesar de que hay cierta continuidad, percibo algunas fracturas importantes , en algunos casos hay cierto hermetismo-limitante . 
Un hermetismo que personalmente no entiendo y no comparto, en el acceso de las más jóvenes a los feminismos. 
Hay quienes se piensan que debido a todos los años de activismo, el /los feminismos son de su propiedad, agradezco la lucha y el trabajo realizado, todo el legado, pero los feminismos como todo movimiento social están vivos, cambian y se adaptan a la realidad en la que están inmersos y, por tanto, necesitan nuevas ideas, nuevos puntos de vista, nuevas fuerzas y alianzas, relevo generacional, autocrítica y construcción de redes de trabajo, activismo, reflexión, etc.

He sido testigo de comentarios del tipo: “no son suficientemente feministas” refiriéndose a grupos de mujeres rurales que empiezan a organizarse, a trabajar y luchar por sus derechos y su espacio vital, como si desde una posición de supuesta superioridad teórica, se pudiera permitir o denegar el acceso a los feminismos a otras mujeres. 

También cómo para realizar algunas acciones de reivindicación en las calles, acciones más novedosas, impactantes y transgresoras, se informa al grupo feminista más antiguo de la ciudad y se espera su opinión y aprobación para continuar. Son algunos ejemplos de lo que me parecen prácticas y estructuras patriarcales que se reproducen inconscientemente.
Cosas así hacen inoperativos y estáticos a los feminismos, los sacan de la realidad y de las calles y desde luego reflejan una especie de clasismo que crea jerarquías y estructuras contra las que precisamente se debería luchar, y sobre todo alejamos y sacamos fuera a mujeres, algo que me parece insólito y demencial. 

En las ciudades pequeñas el control social también tiene lugar dentro de los feminismos y esa es mi realidad más próxima, afortunadamente en ciudades más grandes la continua retroalimentación entre diferentes generaciones, entre la parte más reflexiva y teórica y la más activista de calle, entre diferentes perspectivas, etc. está dando unos resultados diferentes y que, al menos a mí, me atraen mucho y me parecen estimulantes, interesantes y necesarios. 

Y por otra parte creo que cuestiones que pensábamos ya asimiladas y superadas, están haciendo mucho daño a las más jóvenes como por ejemplo todo lo relativo al “amor romántico”; creo que debimos congelar a Walt Disney mucho antes de lo que se hizo para evitar esos daños colaterales que desde la infancia se intentan grabar a fuego en nosotrxs.
En cuanto a la cuestión intercultural / geográfica, pienso que a menos que abandonemos el discurso que se inicia con “la mujer…” y “el feminismo…” estaremos dejando fuera y sin voz a muchas mujeres, a todas aquellas que no cumplimos con las características de la mujer-norma: no hay un estereotipo-norma que encierra a todas las mujeres existentes y por tanto el discurso/los discursos deben modernizarse y abrirse urgentemente si pretenden ser representativos e inclusivos. 

No podemos ni debemos caer en divisiones como la de “nosotras frente a las otras”, no debemos reclamar legitimidad al precio de usurpársela a “las otras”. 
Creo que eso está en la base de algunas actitudes paternalistas/maternalistas de supuesta protección con respecto a mujeres a las que apenas se escucha, pero se decide lo que mejor será para ellas en un intento por liberarlas, x ej. musulmanas, gitanas, rurales, etc. 
Tanto en cuestiones intergeneracionales, como interculturales y de particularidades geográficas, pienso que el cuestionamiento continuo nos aportará vida, espacios de crecimiento y diálogo muy interesantes, de igual modo que el permitir que diferentes disciplinas compartan, convivan y nutran nuevas perspectivas y formas de abordar y analizar las realidades. 


-¿Cómo ves el tema de la violencia de género y las diferentes estrategias de respuesta? Personalmente no me gustan demasiado los presupuestos en que se basan las campañas institucionales. No digo que no sean necesarias, al revés, digo que deberían enfocarse de otra forma. Pero supongo que dentro del feminismo habrá diferentes formas de abordarlo. 

Conchi Unanue: La violencia de género es algo espeluznante, atroz, terrible, este verano lamentablemente asistimos a unos asesinatos que parecen retroalimentarse, ante la pasividad de quienes deben activar y garantizar la seguridad de la ciudadanía, y creo que en parte esa es una de las cuestiones del problema ¿quién es ciudadanía y quién no lo es?, ¿quién merece urgencia en las medidas y quién no?, ¿qué dolor importa y qué dolor no?, ¿qué cuerpos importan y qué cuerpos no?, ¿qué es prioritario y qué no lo es a la hora de aplicar recortes?... 

Deberíamos analizarlo desde la desigual distribución de la vulnerabilidad, de la atención mediática y del duelo. Creo que el resultado sería muy clarificador, ¿por qué los asesinatos machistas, que son más de 750 en la última década (según cifras “oficiales”), no tienen la atención mediática, los espacios en los medios de comunicación que tendrían otros asesinatos u otro terrorismo?, ¿por qué ese desajuste entre el cómputo oficial y el de la sociedad civil?... 

Estas serían algunas de las cuestiones a plantearnos, el hecho de que es algo cultural lo sabemos, como sabemos que el seguir transmitiendo y perpetuando determinadas actitudes, referencias, valores y silencios desde la sociedad, los medios de comunicación, las familias y las instituciones educativas principalmente, aseguran el “no cambio” de la situación, la continuidad de las desigualdades, todo eso lo sabemos y conocemos, como también conocemos que la confesión del asesinato machista sigue considerándose atenuante, a pesar de que el 74% se entrega voluntariamente y el 16% se suicida tras el asesinato, lo que implica que son plenamente conscientes del asesinato que han cometido y por tanto no es entendible, y mucho menos permisible, que esa entrega facilite o reduzca la condena. 

Si continuamos planteando leyes desde el punto de vista coloquial-opiniones, en vez de profesional y operativo, estamos posicionándonos claramente en un “no querer cambiar” en no ceder privilegios, no es entendible que la respuesta que se obtenga en los juzgados desde el punto de vista de medición de riesgos y respuesta ante los mismos, sea la misma respuesta que podría dar a una víctima cualquier persona de su vecindario. 
Eso lleva implícito un mensaje bastante claro de que lo secundario no requiere la contundencia ni los medios de lo que es urgente y prioritario, es un claro “esperad que solucionemos lo importante y después, ya si eso, nos ocupamos de lo vuestro, no es nada personal, es cultural y claro… cuesta demasiado cambiarlo, nosotros también somos víctimas de ello”. 

A nivel social, me llama poderosamente la atención que el argumento de las denuncias falsas se sostenga frente a las cifras de asesinadas. He buscado y no encuentro ningún tipo más de delito de esta magnitud, en el que frente a la petición de medidas, implicación, justicia y soluciones respecto a los asesinatos, la respuesta de cierto sector sea “hay denuncias falsas”. Y estoy segura de que en ningún otro caso se permitiría utilizar ese argumento, que no deja de ser un ataque más. 
Y desde los feminismos debemos cuestionarnos si seguimos asumiendo la heteronormatividad y la categoría mujer en ciertos aspectos, con todas las exclusiones que conllevan y fomentan, cuestionamiento básico para reaccionar y no dejar fuera a mujeres que ahora mismo no están incluidas en la legislación de violencia de género y que la padecen.

-¿Cómo ves el futuro del movimiento? ¿Y la resistencia del feminismo a lo queer o el lesbianismo visible, si es que existen realmente esas resistencias? 

Conchi Unanue: Espero que la autocrítica y el cuestionamiento desde dentro generen nuevos espacios, en los que superemos definitivamente los binarismos de género y sexuales y el heterocentrismo que se sigue arrastrando, y que ocultan o niegan la existencia de mujeres diversas, con realidades y vivencias múltiples, diversas y diferentes. 

Esa resistencia me llama la atención, porque cuando he escuchado críticas a lo queer, incluso con desprecio a ciertas autoras, temas y libros, he preguntado las razones de esa crítica y en no pocos casos la crítica era infundada, era una crítica “porque sí” y no era un cuestionamiento de ideas o de posicionamientos; era un cuestionamiento a personas, en especial a Butler y en algunos casos a Beatriz Suárez Briones, a las que sigo y me parecen muy lúcidas, certeras y necesarias (casi imprescindibles). 

Creo que en el fondo es una cuestión de resistencia a los cambios y al esfuerzo de apertura y aprendizaje que implica todo cambio, cierta pereza ante nuevas ideas que desconozco y pueden conocer otras personas. 
El pensar, equivocadamente, que si deconstruimos la identidad también deconstruimos la política; desde ese error parece que surge la catástrofe de la desaparición del “ente mujer”, pero no somos conscientes de que ese “ente mujer” asfixia a la diversidad de realidades mujeres y las/nos excluye (resistencia lesbiana entre otras).
Creo que la intersección de variables en el análisis nos dará nuevas perspectivas desde las que tendremos en cuenta multitud de identidades, de prácticas y en el que no fomentaremos la existencia de “fugitivas”, ni “proscritas”. 

-¿Crees que se han creado redes de solidaridad suficientes o que estamos en un momento socioeconómico muy delicado para los avances? ¿Percibes, como yo, una juventud con ideas nuevas en un momento socioeconómico complejo? 

Conchi Unanue: Movimientos como el 15M son esperanzadores, toda la renovación y cambio que suponen son imprescindibles y se ha visto que los que despectivamente eran “lxs notas de siempre”, “cuatro perrxflautas” han terminado por hacer temblar la comodidad de un sistema desgastado, poco o nada representativo de la realidad social, e incapacitado para la empatía con la ciudadanía y su sufrimiento. 

La solidaridad social, crear redes, poner en valor todo y a todxs aquellxs que han sido desposeidxs incluso de su propia legitimidad debido a su éxodo de lo normativo, es vital, para un posicionamiento político de resistencia en la calle y en las instituciones, reapropiarse de lo que es de la ciudanía e incluir en esa lucha y resistencia a todxs es esencial, si pretendemos cambiar un sistema caníbal y depredador, por uno que conlleve la calidad y calidez humana suficiente como para poner en el centro a las personas. 
En este sentido creo que se ha visto cómo las distintas acciones han configurado las distintas identidades y no al revés como se pensaba tradicionalmente, lo que confirma el dinamismo y la diversidad de las identidades y no su permanencia estática e inmutable. 

Los movimientos sociales de calle deberían ser algo permanente, algo que recuerde en todo momento a quien gobierne que su legitimidad, su autoridad, proviene de la ciudadanía, sin olvidar que todo sistema de liderazgo más o menos injusto, requiere no sólo nuestra sumisión física, sino también nuestro consentimiento y cooperación. Por ello es vital el cuestionamiento que los grupos sociales de resistencia hacen en la deslegitimación de la ideología utilizada para gobernar y aplicar medidas abusivas como puede ser ahora mismo la “ley mordaza”, la reforma del aborto, políticas de miedo, sometimiento y desposesión que crean precariedad de vidas y violencia. 

-El término transfeminismo o feminismos queer son, de entrada, muy interesantes y me gustaría que entiendes tú por todo ello, dentro y, sobre todo, fuera de la academia. La gente joven tiene ahora mucha información pero no saben como empezar. A lo mejor porque dentro de su entorno, núcleo de amigos/as o formación política, no se propicia el surgimiento de voces nuevas o jóvenes. 

Conchi Unanue: Dentro de la academia también hay muchas voces críticas a lo queer, y otras voces que “no saben si defienden o atacan” pero que, ante la duda, ya se sabe que la mejor defensa es un buen ataque. 
Como ya he comentado, esto también se da en ciertos grupos feministas. 

La academia y los movimientos sociales están compuestos por personas y dentro de esos grupos hay personas de todo tipo, afortunadamente cada vez dentro de la academia hay más voces disidentes, que como no podía ser de otra forma terminamos por encontrarnos y formar una especie de resistencia periférica, personalmente me siento más atraída por esta periferia y por las personas que me encuentro en ella, que por la estabilidad en ciertos aspectos que hay en los lugares centrales y quienes allí viven, es estimulante sentirte dentro de las incesantes corrientes de ideas que te obligan a aprender y desaprender continuamente, a construir y deconstruir, aunque reconozco que el precio a pagar por ello es en ocasiones alto y no siempre visible. 

En parte este espacio del que hablo podría ser a lo que Judith Butler se refiere como el encuentro de lxs rarxs y la certeza de que no hace falta ser o pretender ser normales para tener legitimidad. Una vez que cae la obsesión por ser aceptadxs, por ser normales, solamente quedan potencialidades: la de ser nosotrxs mismxs, la de poder cambiar cuantas veces necesitemos, la de no poner límites a las posibilidades, de hacer alianzas que transciendan lo individual y lo grupal, vale estamos en la periferia, en los límites, pues muy bien vamos a trabajar y a crear vidas y espacios vivibles que merezcan la alegría, porque la pena y lo no vivible ya lo teníamos en el centro.
Creo que se terminará por ver la oportunidad y libertad que suponen la destrucción del binarismo sexual y de género, la ruptura de la norma heterosexual, la asunción como natural e inamovible de cuestiones que solamente son construcciones culturales y por tanto pueden y deben ser cambiadas. 

En ese sentido como tu denominas el transfeminismo o los feminsimos queer han puesto sobre la mesa la necesidad de incluir a sujetos diversos que hasta ese momento no estaban en “el orden del día de la agenda feminista” o no lo estaban suficientemente, a pesar de que algunas de esas personas habían trabajado muchísimo en la lucha feminista, como es el caso de las lesbianas. 

Como he comentado ya anteriormente, el desterrar “la mujer” y “el discurso”, es el primer paso para poder incluir la diversidad y con ello ser conscientes de las diferentes variables y realidades que atraviesan a cada mujer, y analizar si están relacionados y cómo nos afectan a cada una. 

Todo sin perder el contacto, el intercambio, la puesta en común, que es lo que genera un potencial imparable. No solamente me refiero a espacios de diálogo, espacios en los que poder hablar La clave también estaría en la aparición de espacios en los que escuchar otras voces y otras realidades. Pero todo ello dejando abierta la posibilidad de ser, es decir una identidad que no es acumulativa , es abierta y desde esa identidad abierta aparecen interacciones , alianzas y espacios sumamente interesantes.