Por Diego Izquierdo
Como agua de Mayo, hace cuatro años, un espíritu nos invadió, y de aquel agua han surgido proyectos y procesos políticos, germinando granos de esperanza en todos los rincones de nuestro estado.
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Soñábamos con cambiar
las cosas, con una democracia
real
y justa para todas, y seguimos en ello. Echando la vista atrás, compruebo que
nuestros derechos son limitados por ese poder legislativo que se impuso hace cuatro años en nuestras instituciones. Compruebo que sigo teniendo amigos y amigas trabajando
fuera, con ganas de volver, pero sin oportunidades reales. Compruebo que los
servicios públicos son cada vez menos públicos. Constato que durante
estos cuatro años desde aquella rebeldía colectiva, la conciencia política de
mis vecinos ha aumentado, observo cómo el miedo ha cambiado de bando, ya no nos paraliza ni atenaza, sino que es riqueza y valía. Es bandera y alegato, por
fin hemos conseguido algo real, perder el miedo al cambio.
Como agua de Mayo, hace cuatro años, un espíritu nos invadió, y de aquel agua han surgido proyectos y procesos políticos, germinando granos de esperanza en todos los rincones de nuestro estado.
Ya no nos creemos sus
mentiras, hemos levantado alfombras y despejado cielos en búsqueda de
consensos, hemos dejado atrás banderas y recelos por los bienes comunes y defendemos
a ultranza lo nuestro. Hemos imaginado lo posible,
hemos construido nuestras propias palabras, hemos dejado nuestros egos en
recónditos parajes fuera de plazas y asambleas, hemos creído en la inteligencia
colectiva, en nosotras. Tras cuatro años, el
espíritu quincemayista perdura, impregnando formas y actitudes en nuestro día a
día, aderezando la cotidiana labor de construir en común, de consumir en común,
de hablar e imaginar en común.
Feliz aniversario a
todas.
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