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martes, 5 de agosto de 2014

Cristino y las cristinadas como síntoma

Por Carolina R. Tenaz.


Atenas, Florencia y otras ciudades pueden comprenderse a través de sus escultores.  No es casualidad que Fidias, el escultor del Partenón coincidiera con Pericles en el siglo de oro ateniense, ni que Miguel Ángel arrancara junto a los Medicis el Renacimiento en la ciudad toscana.  Ambos escultores apoyados por mecenas dignos de tal nombre son la concreción plástica de la efervescencia intelectual, social e incluso espiritual de sus civilizaciones.  Sus obras son indicios que condensan y sintetizan el sentir de la sociedad que las engendra, convirtiéndose en los iconos de la democracia ateniense, en el caso del griego y del Renacimiento italiano en el del toscano.  Iconos, en definitiva, de épocas de esplendor y grandeza.  

¿Gota de sangre?
¿Criadilla de Elefante?
Emblema de los donantes
de sangre.
Trasladando esa tesis al Burgos contemporáneo, obtenemos la desoladora certidumbre de hallarnos en unas coordenadas espacio-temporales detríticas, pues no cabe duda que el escultor de cabecera de la ciudad no es otro que el sin par... Cristino Díez.  Podemos constatar que Cristino no es un mal síntoma sólo por la proliferación sin recato de obras escultóricas de mal gusto y peor ejecución.  Además es junto con su amigo y compañero José María Peña, condenado por corrupción urbanística y posteriormente indultado, la persona que más tiempo ha ocupado el puesto de representación en el Ayuntamiento de Burgos.  Este personaje, que hoy dormita plácidamente en los plenos del ayuntamiento, en el siglo XX llegó a ser incluso concejal de cultura.  En la ciudad hay quien afirma, no sabemos con qué intenciones, que ha sido tan buen político como artista, y que además domina con la misma fluidez el castellano, el inglés y el francés.  Con estos antecedentes, parece evidente que algo huele a podrido en Burgos.  
Monumento emblema de la OTAN
Monumento al derramador de sangre ajena.

Monumento al donante de sangre

Hasta que Lacalle volviera a amenazarnos hace apenas una semana con plantar una nueva cristinada, esta vez en una rotonda de Villalonquéjar,  el ayuntamiento había sido especialmente punitivo con Gamonal y sus inmediaciones, donde se concentran la mayoría de sus obras perennes.  La primera de la que tengo memoria es la del "Monumento al donante de sangre".  Esta agresión a Gamonal fue perpetrada gracias a la ayuda de numerosos empresarios de la ciudad, que curiosamente se han cuidado mucho de promover el arte del prócer burgalés en sus respectivos barrios.  A mí siempre me ha recordado al emblema de la OTAN.  Lo cual tiene su gracia porque mientras aquí es un homenaje a los donantes de sangre, en Bruselas lo es para los que la derraman.  La escultura es una recreación personal del emblema de los donantes de sangre, que está constituido por una cruz azul y una gota roja que cae.  Lo que más me sorprende de este monumento es que por las dimensiones esa gota de sangre tiene toda la apariencia de una criadilla de brontosaurio.  El truño metálico es de considerables dimensiones  vendida al peso nos podríamos quitar un pico de la deuda de la ciudad..  


Juan XXIII. El papa bueno...
La segunda de las obras perpetradas en Gamonal por obra y gracia del ayuntamiento de Burgos es la del busto de Juan XXIII.  Como hemos señalado una de las cualidades de Cristino es la regularidad.  Ya hemos dicho que en la ciudad se le considera tan buen político como escultor  Gracias a esta obra descubrimos además que Cristino domina con la misma destreza el arte abstracto y el figurativo. No era fácil conseguir que el conocido como "El papa bueno", famoso por su imagen risueña y campechana inspirara miedo.  Cristino, no solo lo consigue,  lo borda.  Hay una leyenda urbana que dice que  las mamás de Fátima y Lavaderos amenazan a sus hijos si no se duermen  o no comen la fruta no con el coco u otro personaje de ficción, sino con la imagen de Juan XXIII que Cristino modeló.   Nadie como él para inspirar pavor.   La primera vez que lo vi, dudé.  No sabía si se trataba de Torquemada o  Urtain disfrazado de papa.  Luego leí lo que viene en el pie del busto y me sacó del error.   
Aunque parezca mentira "esto" es un homenaje
a las víctimas del Yak-42.




En esta legislatura Cristino ha gozado de tiempo libre, pero para nuestra desgracia no ha desaprovechado el tiempo.  Además, como casó bien y medró mejor hace las obras gratis.  De este modo ensucia la ciudad y además hay quien aún se lo agradece.  La tercera cristinada plantada en la ciudad es el monumento situado en las inmediaciones del Centro Comercial Camino de la Plata.  Se trata de un homenaje a los militares muertos en el accidente aéreo del Yak-42.   Las familias de esos militares  fueron humilladas vilmente por Federico Trillo, ministro de defensa del Aznar quien asignó los restos mortales frívolamente al pito pito. Formalmente la escultura me parece un completo desatino.  Para empezar porque si se quiere hacer un homenaje no se hace una escultura en medio de una rotonda.  Tiene toda la apariencia de tratarse de un delirio cristiniano  de Ciencia Ficción.  Al verla no puedo evitar pensar en una especie de amenazante artrópodo alienígena.   

En todo este asunto hay margen para la esperanza.  Los tiempos están cambiando, y  lo que está a punto de nacer tendrá que hacer una relectura del régimen que ahora fenece. La proliferación de obras de Cristino el"Sardinas" no es, aunque a veces lo parezca, el anuncio del apocalipsis, sino la mejor evidencia de la arbitrariedad y corrupción moral en la política en general, y en el  gobierno del espacio público en particular.  Son el síntoma de una ciudad en crisis de valores éticos y estéticos.  Las obras de Cristino están sujetas a consideraciones subjetivas, como las expuestas aquí, pero su proliferación no.  Mientras en la ciudad hay otros artistas a los que sistemáticamente se les niega exponer en el espacio público, Cristino, se vale de su complicidad con el poder para plantar sus truños en el espacio público de las víctimas de la corrupción.  Las estatuas se eliminan con la misma facilidad que se perpetran. Los nuevos tiempos deberán limpiar la ciudad de los símbolos de la corrupción y la mediocridad y sustituirlos por otra iconografía que represente la limpieza, la honestidad, y la esperanza de ese renacimiento que ya se anuncia.