Por Eduardo Nabal
I WILL SURVIVE
"Cerrojos" el corto de Carlos
Ceacero- que como muchas joyas del cine LGTB más o menos reciente lleva años
sin proyectarse en ningún sitio- un joven y prometedor realizador que ahora vive
y trabaja en Uruguay,- se abre con un
adolescente que comparte piso con otros chicos. Un piso de estudiante. Pero el
joven tiene un desgarro anal y no sabe a qué es debido.
Un agujero que se vuelve portador de
significados ocultos. Una premisa de cine de miedo o fantasía. De pronto la
marca sale a flote, el estigma que lo lleva a avergonzarse, porque algo
visibiliza su diferencia en su identidad sexual en relación a los jóvenes que
lo rodean. La marca de su silencio, la estética algo enfermiza nos remite a
Villaronga. Esta premisa es harto incómoda para varios públicos.
Para el
heterosexual que le gusta saber con quién comparte piso o qué película es que
está viendo, para el gay que no le gusta que identifiquen al homosexual
masculino con un desgarro anal y no sabe si hay ironía, sarcasmo, intriga o
aprecio.
La apariencia del muchacho lo liga más a los adolescentes tuberculosos
de "El mar" o "Pa negre" que al resto de sus amigos pero de
momento no hay choques violentos, solo curiosidad, desconcierto y algo de
recelo.
No estamos en el mundo descerebrado y artificial de "Mentiras y
gordas" con sus interminables fiestas de sexo, drogas, hormonas en
ebullición y machismo a raudales. Aunque
se vaya superando el cuerpo enfermo y el adolescente que muere joven y hace un
bonito cadáver con el se han identificado con los gays masculinos desde el
Platón "Rebelde sin causa" (e incluso mucho antes) al Esteban de
"Todo sobre mi madre". Un adolescente, el del filme de Almodóvar,
cuyos gustos son cuando menos propios de lo "camp" o filo-gay
(Capote, Williams, A streetcar named desire, All about Eve), y cuyo destino es
acabar debajo de un coche. Un
adolescente que solo ha podido conocer una parte pequeña de su vida. Como la
protagonista de "Eloíse" del otrora transgresor Jesús Garay o el
Aitor Merino de la mucho más lejana y ramplona "Historias del
Kronen"- un Montxo Armendáriz en horas bajas adaptando una novela
moralizante- por diferentes motivos parecen todavía condenados a desaparecer de
la foto, e incluso del escenario de la vida, son demasiado raros/as. Suicidio o
asesinato.
Una premisa que no ha cambiado tanto como sería deseable. El
adolescente de "Krampack" de Cesc Gay juega a las pajas con su mejor
amigo pero el juego hay un momento en que deja de ser inocente. Surge un
enamoramiento y una confusión que le llevan incluso a situaciones de violencia
interna que se manifiesta sin mucha claridad de forma externa. Huidas y modelos
que vienen y luego se escapan.
El joven de "Animals" una joya de
Marçal Fores (apreciada más fuera que dentro del Estado Español y que no hemos
podido casi ni ver más que en formato DVD) tiene una novia oficial y hay un
chico extraño que lo atrae de un modo irresistible aunque lo hace entrar en un
juego en el que el S/M están presentes a través de aproximaciones que pueden
ser violentas o erotizadas.
El "intruso" ofrece, como los
adolescentes que hacen bullying, una suerte de "practicas sociales de
riesgo" como las que corrieron los muchachos de Pasolini o Eloy de la
Iglesia. ¿A quién le importan los adolescentes raros? O como decía Beatriz
Preciado en la Francia lepeniana ¿Quién defiende al niño queer? Los maricas y
las bolleras, los heteros con pluma suelen ser, todavía, señalados muy pronto
en su entorno.
¿En qué se diferencian
nuestras adolescencias de las de los chicos de ahora? En que ellos hablan en
primera persona, la discriminación puede volverse más sutil, pero cada uno
tiene una historia distinta que contar (A escondidas, En malas compañías,
Krampack, La mala educación o entre medias el joven pianista de "Manjar de
amor"). Pero parece que a la cultura oficial de hoy no le quita el sueño el
cine ni menos aún el cine LGTB.
Pueden tener que soportar a gente
universalmente conocida como Almodóvar, Amenábar, pero si bien el primero sigue
siendo algo incómodo, el segundo no parece que de momento vaya a molestar al
respetable, a pesar de proyecciones homoeróticas que sacuden su cine. Que Marta
Balletbó Coll deje el cine no parece una tragedia ni para Cataluña ni, a
priori, para el resto de los comentaristas del Estado. Pero ya la echamos y la
echan de menos las cinéfilas en busca de verdaderas autoras de cine de amor
entre mujeres. Marta tenía muchas seguidoras entre las lesbianas de todo el
mundo y se hizo su hueco en el llamado "cine hecho por mujeres". Pero
la huella de Marta, retirándose después de "Sevigne", su mejor
película, es tan inquietante como cómo y cuándo regresará, si regresa al cine.
B
Los y las trans buscan a la "Tomboy" de Celine Sciama o a los "Romeos" porque aquí salvo
los casos de Salazar, Almodóvar o Chus Gutiérrez, no existen o sobreviven entre
el tópico, la nada y el exceso, y casi siempre
de mujer a hombre, hasta la fecha...
El armario español tiene sus
particularidades. Nuestra sociedad no es, a priori, más o menos homófoba que
Francia o Italia pesar de los años de nacionalcatolicismo y leyes represivas.
No es hoy más machista que, por ejemplo, el estado Francés y su sociedad tomada
por la derecha ultra. Pero el estado francés tiene unos realizadores más
atrevidos a pesar del rearme moral una herencia cultural. Ozon o el marroquí Taia nos cuentan la
historia de cómo sobrevivieron no solo a sus respectivas sociedades sino a
distintas formas en las que el heteropatriarcado extiende sus redes sobre esos
universales binarismos de género que se reafirman con virulencia en la
adolescencia.
Los adolescentes de Albadalejo (Ataque verbal, Cachorro) o
Antonio Hens (En malas compañías) o la más reciente "A escondidas" de
Mikel Rueda (donde se aborda mejor el tema del racismo que el de la homofobia)
parecen envidiables protagonistas de una generación con muchos menos prejuicios
pero no son representativos de todas las adolescencias LGTB igual que no lo son
ni los enfermizos protagonistas de "Animals" o "Cerrojos",
al borde de la locura o el suicidio.
Muchas actrices y, sobre todo, actores
jóvenes dudan antes de aceptar un papel, son pocos los que ahora quieren
representar a unas supuestas minorías que vuelven a ser señaladas por la
derecha en el poder. Pero empiezan a ser distintos, diversos. Ni siquiera su
destino es el mismo. Los azafatos de "Los amantes pasajeros" desafían
al puritanismo y reflejan una sociedad sin rumbo claro pero mas libre que en la
comenzó a rodar Almodóvar.
No obstante, el
público adolescente aquí y ahora (por lo general) se siente más a gusto con las
representaciones en otros lugares, no porque las sociedades sean más avanzadas
sino porque sus personajes no parecen, como los actores españoles pendientes de
la palabra "macho" y el estigma de sus admiradores/as.
Así todos rechazan las etiquetas porque se
sabe que hay un fuerte sustrato conservador que ha renovado la derecha y que
forma, también, de otra forma, parte del pasado y el imaginario de la
izquierda. Y dejan a los y las adolescentes con modelos escasos, al menos, en
el cine patrio.
Nos podemos sentir bloqueados por un adolescente deshinibido que
liga en unos grandes almacenes, admirarlo, imitarlo o incluso vernos reflejados
(En malas compañías).
El filme incluye
un puyazo al conservadurismo homófobo de la policía y un final feliz y
desafiante a la hteronormiatividad. Yo
hubiera querido ser así a los dieciocho en vez de estar con una pata dentro y
otra fuera del armario, dirán unos, yo ya era así dirán otras y otros.
Pero de pronto
surgen representaciones que nos indignan porque presentan adolescencias
infelices e incluso (como en "Eloise" de Jesús Garay) la idea del suicidio, el aislamiento, el oprobio . ¿Nos
encontramos con un problema generacional? ¿Llevamos todavía el policía de las
imágenes positivas o negativas? Ofensas simbólicas que se acumulan a través de
mucho tiempo de invisibilidad, una situación que ha cambiado de forma decisiva
pero que nunca esta exenta de volver atrás sea bajo la forma de Clint Eastwood,
David Fincher o Crepúsculo.
La nueva visibilidad y el fenómeno metrosexual que
se extiende de Cristiano Ronaldo a Angelina Jolie, así como a modelos de gays
nuevos en las series de televisión que han supuesto un avance en costumbres pero
también un punto de alerta en los más conservadores, hoy día en auge. Conchita
Wurst gana Eurovisión.
El tema del bullyng homofóbico y el
primer amor gay aparecen en algunas
series españolas pero después de grandes dudas y salvo honrosas excepciones los
guionistas no suelen guardar finales felices para estos personajes. Por eso
muchos chicos y chicas se miran en series de EEUU, sexualmente más explícitas y
con personajes normalmente más positivos o variados aunque el ambiente social sea distinto.
En
Rusia se declaran leyes anti-gays. En los colegios se deja de hablar de
homofobia aunque ya se hiciera en la pequeña pantalla. Media Francia sale
contra el matrimonio gay. La vida de Adele -la película lésbica más famosa de
la década- gana en el festival de Cannes. Un mar de contradicciones y paradojas que no
siempre benefician a los y las adolescentes..
Se empieza a revindicar el
espacio de lo prohibido pero también hay reacciones e inmovilismo en algunos
sectores. Los chicos de Eloy de la Iglesia vuelven al imaginario de una
juventud en precariedad. Esto nos ha pasado con el cine social.
El cine de
izquierdas como mucho se ocupa de cuestiones de raza y género. La diversidad
sexual sigue siendo un terreno que quema porque supone estigma o hablar en
primera persona. Basta ver las representaciones de adolescentes raritos en
"Historias del Kronen" o, mucho más recientemente, en "15 años y un día" de la familia
Querejeta.
El joven pianista, sensible, descontextualizado, sobre el que no
sabemos gran cosa, que no desea, solo es objeto de estigma pueblerino. Un
personaje que hubiera sido igual hace veinte años. Sánchez Arévalo metió un
"Gol" al heterosexismo pero de pronto se ha decantado por "La
gran familia española", esa donde todavía ocupamos un lugar ambivalente.
Hens se va a Cuba (La partida) , Torregrosa rueda en Nueva York.
Nuevos
directores como Salazar, Abaladejo, Hens, Roberto Castón, Marçal Fores o
recientemente Milel Rueda ( A escondidas, un filme resultón pero algo pacato en
sus expresiones de afecto ) generan
nuevas representaciones pero de nuevo tentemos el peso de una generación de
críticos y cineastas que ha optado por los eufemismos y la autocensura. Una crítica masculinista,
apolillada, sexista y heterocentrada.
El crítico de cine era antes comentarista
deportivo o siempre un varón erudito y algo machista. El joven de "Cerrojos"
bien podría responder sin miedo hoy que se hizo el desgarro haciendo
fist-fucking o acabar en un psiquiátrico lleno de culpa y auto-represión. Ambas
cosas están potencialmente o son todavía posibles en las vidas maricas y
bolleras de hoy en día, aunque en menor medida que en el pasado. Hemos avanzado
pero no pisamos terreno seguro. La victimización y el empoderamiento, el
sentimiento de aislamiento y un gozoso sentimiento de pertenencia. Los
adolescentes LGTB no son víctimas ni se les debe presentar como tales al mismo
tiempo que se encuentran con espejos deformantes al servicio de un tipo de
sociedad que tienen que respetar o reventar. El guardar silencio es peligrosos.
Ellos guardan
silencio o cantan sin temor. O algunos más jóvenes, seguros e informados le dan
una patada al armario. Ninguna sociedad es amiga de sus excepciones aunque
legisle o facilite ciertas cosas como el matrimonio, algo que en este momento
está en retroceso. Así surge el camp, la apropiación indebida, la música de
divas, el amor/odio a lo deportivo, el refugio en el arte, el aprendizaje de la
jerga, la búsqueda de modelos, los primeros bares, los silencios caseros , el
huir de las chicas o el no separarse de ellas al principio. De pronto los gays
somos objeto de turismo, después de haberlo sido de estigma y estudio. Algunos
lugares de encuentro entran en crisis pero hay miradas nuevas que ya no pueden
cegar. Como decía Patricia Charboneu a sus dieciocho años en "Desert
Hearts" tal vez no hemos cambiado el
mundo pero el mundo tampoco nos ha cambiado a nosotras.