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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Beltrán y la deportiva. La Ciudad deportiva militar (II)


   

     Beltrán es un chico de Gamonal. Acaba de cumplir 14 años.  Durante los  veranos rodea los muros de la Deportiva para pegarse un chapuzón en la piscina municipal con los amigos.  Algunas veces van por la calle Cascajera pero cuando la rodean por el otro lado y pasan frente a la puerta, su cuadrilla a veces se cruza con otros chicos de la misma edad que no tienen vedada la entrada.  A veces, la atracción de lo prohibido hace que  se detenga y eche una mirada furtiva a través de los setos.

      Un par de veces ha intentado colarse con Joel, su mejor amigo.  La primera vez trataron de entrar con la bicicleta a toda velocidad pero les pillaron los seguratas o gorilas como les llama Joel, a la segunda consiguió su objetivo.  Su cuerpo menudo y ágil logró zafarse de la valla.  Lo que no logró salir indemne fueron sus bermudas.  Su madre al enterarse de lo ocurrido se enfadó mucho con él, y entre ella y Joel que le repetía una y otra vez que las piscinas del Plantío estaban mucho mejor le hicieron desistir de intentarlo más veces.

Beltrán  no sabe prácticamente nada de la Deportiva.  Sólo es consciente de los metros de muro que tiene que bordear, de lo grande que es, y que, al contrario de otros chicos de su edad, como un amigo de su primo que estudia en Campolara, él no es bien recibido.  Beltrán no sabe que la Deportiva fue un invento de uno de los mayores carniceros de la historia reciente de España, el General Yagüe para que los militares se solazaran.  Tampoco sospecha que se trata de un club privado que se asienta sobre suelo público que el pueblo de Gamonal casi regaló al glorioso ejército en tiempos del Caudillo.

      Tampoco sabe que la casta militar, con la pérdida de relevancia después de la muerte de su mejor padrino y el declive militar de Burgos, se vio en la incómoda tesitura de contar con civiles para ayudar a sufragar los gastos de tan magnas como desaprovechadas instalaciones.  Podemos decir que en un giro pseudolampedusiano los generales tuvieron que cambiar algo para que todo quedara igual.  Había que proceder a una selección de civiles.  No estaban dispuestos a permitir que las majestuosas instalaciones deportivas se llenaran de familias de obreretes.  Cada uno en su casa y Dios en la de todos, que las mezclas no son buenas, no fuera a ser que producto de la efervescencia del verano y la inconsciencia juvenil  a la niña del coronel la preñara  un cualquiera.   Un cualquiera como Beltrán. 

    Para seleccionar a los paganos nice, los militares dieron prueba de sutileza, talante democrático y siguieron un criterio con raigambre entre este colectivo:  el que les salió de los cojones.  De este modo lo que eran unas instalaciones deportivas  públicas para el entrenamiento y descanso de guerreros pasó a ser gestionado  como un cortijo particular.

Por desgracia para ellos una parte de la gente pudiente de la ciudad prefería el Soto , club privado de verdad y aún más nice, que había sido fundado en 1978 unos años antes de que la Deportiva aprobara los últimos estatutos.  Pero aún quedaba esa clase burguesa tan provinciana, que tanto anhela identificarse con las familias bien como mirar por encima del hombro a las que no lo son.  Ya se sabe que lo único que no se pega es la hermosura, pero todo lo demás sí, y además todo el mundo sabe que el frote hace el cariño.  Esa misma burguesía, a veces más quiero  y no puedo que otra cosa, vio la ocasión de escapar al dominguerismo de campo y río, o de las piscinas municipales donde cada vez acudía con más frecuencia una una plebe que empezaba a disfrutar de más momentos de ocio.  Para muchos y muchas no era lo mismo emular el moreno de Gunilla von Bismark a orillas del Arlanzón que en el Solarium de la Deportiva, o tirar de fiambrera y parrilla al lado del Arlanzón que comer en el restaurante de la Depor, al lado de la familia de un político, un empresario, o un oficial del ejército.  Hasta se podían hacer negocios, y si no relaciones.  Siempre se puede colocar al niño o la niña y más si están en edad de merecer.  Esa clase no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad que les brindaban los uniformados a pesar de ser relegados de la dirección del club y en el fondo ser unos subalternos.


    Una vez separada la paja del trigo gracias al compadreo miliko-burgués la otra vía de acceso al pretendido selecto club es la hereditaria porque a través de la familia no sólo se transmiten genes, también principios, alcurnia, valores, y honra.  Es decir la tan ansiada diferencia que conlleva además la preferencia. 

    Este año Beltrán, con las piscinas ya cerradas, habrá comenzado el curso.  A lo mejor en Geografía e Historia estudia a Martin Luther King o a Nelson Mandela.  Le explicarán que la división y discriminación de las personas en función de la raza, el sexo, las creencias, y el uso discriminado de los bienes y espacios públicos pertenecen a otra época y a otros lugares.  Le contarán que  somos afortunados de vivir en una democracia donde todos tenemos igualdad en el acceso a las oportunidades.  A lo mejor Beltrán no se acuerda entonces de los gorilas de la puerta de la deportiva. Quizás ni siquiera escuche a la profesora, pero puede ser que al  mirar la foto del lateral de la página imagine por un  momento que se trata de un espejo, y que él mismo tiene algo de negro, justo cuando el moreno estival le acaba de abandonar.