Por Eduardo Nabal
“Muchas nos hemos visto obligadas a invertir nuestras fuerzas en la
construcción de otros espacios, para lograr, en efecto, procesos de
convergencia que no se agotan en las elecciones de mayo”.
Tras su salida de Izquierda
Unida, el joven activista feminista LGTBI, Josué González (@unvirusqueer),
nos transmite su visión de la política madrileña y nacional, además de sus
razones para participar activamente en la plataforma impulsada por Tania
Sánchez, Convocatoria por Madrid.
Eres un canario asentado en Madrid. ¿La región ha recortado
tu pluma o sabes cómo sortear ese tipo de recortes? ¿Qué te da más quebraderos
de cabeza, la universidad o tu militancia política y activista? ¿Y más alegrías?
Me gusta eso de “ha recortado tu pluma”. Sí, es la idea de
que, en estos momentos, las personas LGTBI (Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales
e Intersex) ocupamos posiciones de vulnerabilidad frente a los recortes
ejecutados, más que por la “región”, por aquellos que velan por los intereses
de los que mandan, de los que ganan sin presentarse a las elecciones. Por
aquellos a los que Esperanza Aguirre les parece una tía “cojonuda”. Esa señora
ha activado la fuerza de la gente, desde el momento en el que decide encargarse
de expoliar todo lo público. Incluida esa universidad que tan disputada se
encuentra hoy por miles de estudiantes que se movilizan contra el 3 más 2, que
no es sino otra vuelta de tuerca más a la idea que manejan algunos de que la
educación universitaria debe ser otro nicho de mercado y con ello destrozar los
sueños de todas aquellas que pretendemos continuar nuestros estudios.
¿Alegrías? La más grande: que somos capaces de señalar a los culpables de esta
situación. Si así no fuese, sí que tendría, como mínimo, muchos quebraderos de
cabeza.
-Has anunciado tu decisión de formar parte de Convocatoria
por Madrid, ¿qué opinas de esta plataforma (Convocatoria por Madrid) impulsada
por Tania Sánchez en Madrid, ya fuera de IU, para lograr la convergencia?
Desde el primer momento, he dado mi apoyo a la compañera
Tania Sánchez. Como ella, muchas otras hemos considerado que Izquierda
Unida-Comunidad de Madrid, en la situación actual y con la presente dirección,
ha dejado de ser un instrumento útil para la transformación social. La compañera
Tania, al igual que Mauricio Valiente, se presentó a unas primarias donde
arrasó, sin lugar a dudas, en una consulta con bastantes trabas impuestas desde
la dirección regional. Esas candidaturas no solamente representaban
determinados perfiles políticos ilusionantes sino también un proyecto político
concreto: la construcción de la unidad popular y la convergencia con otros
actores políticos. La dirección regional, desvinculándose de las resoluciones
propias de IU federal, hizo todo lo posible por impedir este proceso y aún
continúa en esa tarea. Ante esta situación, muchas nos hemos visto obligadas a
invertir nuestras fuerzas en la construcción de otros espacios, para lograr, en
efecto, procesos de convergencia que no se agotan en las elecciones de mayo ni
pueden ser pensados en esos términos. Dicho esto, todo podría haber salido
mejor, de otra forma y con menos prisas, pero en política no siempre se eligen
las condiciones en las que actuar. Por último, me remito a Monereo (PCE) para
recordar que ha sido el Partido “Bankia” el que ha intentado arrollar a Tania
Sánchez y contra esa “trama” luchamos todas. Siendo esto último algo
indiscutible, también debería serlo que nuestra compañera debe cumplir un
importante papel en todo ello – cosa, que por otra parte, ya es una realidad-.
Tras el acuerdo de Convocatoria por Madrid (CxM) con Podemos
¿por qué esa decisión de presentarte a las primarias de este último a la
Comunidad de Madrid?
La razón es evidente. Mi deber es aportar un granito de arena
a una candidatura ciudadana, de gente decente que mantiene una gran trayectoria
de compromiso con la democracia, con los derechos más elementales que ahora son
puestos en cuestión por unas élites que, pese a gobernarnos, muchas veces ni le
ponemos cara. Además, nos encontramos ante un escenario donde la conflictividad
social se sitúa en numerosas relaciones sociales, como en aquellas donde
sufrimos diferentes expresiones de violencia por ser maricas, lesbianas,
transexuales, bisexuales o por ser mujeres. Es importante que quienes
mantenemos un compromiso con la justicia social intentemos participar en la
única candidatura que ahora mismo puede representar los anhelos de la
ciudadanía, o aún más claro: en la apuesta política de la ciudadanía.
Las que mantenemos luchas también contra el sistema
heteropatriarcal y no estamos ahora en ningún partido, nos tememos una experiencia bastante
desagradable y ya vivida: que se nos repite que lo nuestro “no es prioritario”. Historias que se repiten, agudizadas por la llamada "crisis".
Este temor lo hemos
tenido todas, pero ya el miedo ha cambiado de bando en un sentido estricto.
Ante una crisis de régimen como la actual, donde sus cimientos son puestos en
cuestión por un amplio sector de la población, no podemos desaprovechar la
oportunidad que nos permita disputar que ese sujeto político de ruptura no se
muestre opaco ante las luchas feministas y LGTBI. Eso se podrá elaborar desde
la forma “partido”, instrumental por ejemplo, o a través de los movimientos
sociales porque, en ningún caso, una parte tiene que solapar a la otra cuando
se pueden mantener dinámicas políticas, productivamente conflictivas y
tensionadas, entre ambas en aras de una radicalización de la democracia.
-El movimiento
feminista, o mejor dicho los movimientos feministas, se quedan estupefactos ante
el gobierno varonil en Grecia. Claro está esto no es extrapolable aquí, sobre
todo cuando en las organizaciones que apuestan por la ruptura democrática se
empiezan a trabajar por fin cuestiones de género y sexualidades, con bastantes
mujeres. ¿Crees que eso ocurre únicamente gracias a las propias mujeres o gente
LGTBI que participa en esos espacios?
Es evidente que sí.
La relación entre movimientos feministas y partidos políticos rupturistas
siempre ha sido muy parecida a la de un “matrimonio infeliz”. Y quizás es
deseable que así siga siendo. Con esto quiero decir que siempre será necesario
que los movimientos mantengan una autonomía propia frente a los procesos más
institucionales, porque no sería deseable que se suspenda un conflicto político
productivo que, a ser posible, no destruya las condiciones políticas para el
diálogo y la confluencia, pero igual de indeseable sería un orden donde lo
institucional no pinte nada. Esto, por un lado, permite sostener las medidas
impulsadas desde la institución, en un terreno complejo, pero, por otro lado,
desbloquea la posibilidad de impulsar otras que se encuentren ausentes en las
prioridades políticas de los partidos que pretenden representarlos o que se
sienten representados en su actividad democrática en el asfalto. Dentro de los
partidos como tal, existen grandes resistencias a que lo nuestro no sea
relegado a “meras mariconadas” o a “cosas secundarias” pero también es cierto
que tenemos a grandes aliadas cuyo trabajo y cuya lucha han agrietado esa
falacia desde dentro y redefiniendo la política desde una posición feminista,
explícita o no, como es el caso de María Espinosa (CxM), Beatriz Galiana (CxM),
Beatriz Gimeno (Podemos), Ada Colau (BcnEnComú), Lara Hernández (IU) o la
propia Tania Sánchez, sobre la cual han recaído todo tipo de tópicos machistas,
empezando por considerarla una mera “herramienta” de su pareja, como si no
tuviera existencia política propia, como si ya no se hubiera construido “esa
habitación propia”.
-Hablemos un poco
de Podemos. Lo han atacado por todas partes de las formas más viles posibles,
aunque también ha captado mucho descontento. Pero yo lo que me temo es que no
puedan cumplir sus promesas, es decir, coacciones desde fuera como los griegos
que se traducen en concesiones.
Cuando en un
determinado momento, en la sociedad, existen una serie de demandas
insatisfechas, que no son reconocidas por las instituciones, nos encontramos
ante las condiciones de posibilidad de emergencia de populismos que pretenden
construir un sujeto político, denominado “pueblo”, que puede fijarse contra una
mafia que nos expropia e insulta o contra los inmigrantes, las feministas, los
sindicatos o las personas LGTBI. En Francia ha sucedido esto último con Marie
Le Pen, mientras Podemos, en nuestro país, ha logrado que eso no sea así, que
ese hueco no lo dispute una fuerza política de “extrema” derecha. Por eso mismo
surgen los ataques ya que lo que esperan los de arriba no es que el pueblo
cuente en tanto que sujeto político que pide el respeto que estos no están
dispuestos a concederle. Lógicamente no es suficiente, de ahí el affaire
por la convergencia. Sobre todo porque, como bien dices, en el marco de la
Unión Europea no nos lo van a poner sencillo y el primer síntoma de ello es la
demonización que ha sufrido Syriza en los medios de comunicación y que sigue
presente aunque desde el gobierno griego se hayan impulsado una serie de
medidas que han abierto la brecha de la esperanza. Esto último se refleja en
las últimas encuestas donde se sigue manteniendo como primera fuerza política
y continúa creciendo.
En mi corta
experiencia en un trabajo en una fábrica, la homofobia era tan brutal que si
hubiera dicho que era gay -y lo hice- no me hubieran creído. ¿Crees que hay
sitios a donde los avances no han llegado y tardarán mucho en llegar o depende
de cada caso?
Llevábamos una racha
donde lo LGTB se pensaba desconectado de otros ámbitos de la sociedad, como es
el caso del trabajo, y eso ha sido un error que vamos paulatinamente
subsanando. Me parece positiva la actividad política que numerosas
organizaciones LGTBI llevan a cabo con los sindicatos o que existan áreas LGTBI
en las fuerzas sindicales mismas, como en CCOO-sindicato al que pertenezco-,
porque también la aversión contra nosotras juega un importante papel en las
relaciones laborales. Últimamente se están denunciando casos de homofobia en
importantes empresas como SuperSol o Burguer King o de acoso sexual como en
Mercadona y esos sucesos invitan a reconsiderar la forma en la que la homofobia
puede ser un instrumento de domesticación dentro de las empresas para aceptar
determinadas condiciones laborales bajo el miedo al despido por “maricón”. En
este ámbito, en el mundo del trabajo remunerado, no puede darse una lucha
eficaz contra el sexismo y la LGTBfobia (fobia a lesbianas, gays, transexuales
y bisexuales) si no se derogan las reformas laborales, impulsadas por el PP y
el PSOE, que cierran la puerta a la democracia en las empresas.
Parece que el PSOE
está más cerca de pactar con el PP que de permitir que gane Podemos. Eso es
triste pero parece cada vez más evidente. Pero ¿cómo enfrentar el reto de ser
otro país que no sigue los dictados de la Troika?
Sobre todo es triste
para muchas personas simpatizantes del PSOE, que se sienten engañadas porque no
comulgan con los pactos que este realiza con el PP, tanto de forma visible como
de forma más sibilina -como el caso del TTIP o de la reforma del artículo 135
de la Constitución Española-. Son personas inteligentes y muchas de ellas no
han dudado en mostrar, desde aquí, su apoyo a Syriza. Eso demuestra que la
política tiene un barniz de laicidad ante las siglas y que algunas del PSOE, paradójicamente, han
aprehendido antes que otras situadas en círculos de una izquierda más clara y
rupturista.
Respecto al reto, que
lo es, de recuperar la democracia frente a la Troika, lo que hay que tener
claro, antes que cualquier otra cosa, es que la economía de mercado no puede
estar por encima de la voluntad general. Partiendo de esa posición, que no es
otra que la que asumiría cualquier demócrata, nos situamos en un marco donde la
negociación es diferente a la que mantiene Rajoy hasta el momento, si es que se
puede llamar “negociación” en vez de “sumisión”. El ejercicio de inversión de
las relaciones de poder en Europa que ha sido impulsado ya desde el triunfo de
Syriza, debe seguir imitado por los paises del sur, en alianza fraternal,
sustituyendo unas políticas que no convencen a nadie por otras que numerosos
organismos consideran factibles y necesarias: de sentido común.
Dicho eso, continuamos hablando de Gamonal y
del “si se puede”, pero cuenta un triunfo por veinte derrotas frente al
caciquismo neoliberal. Con la Ley Mordaza ya aprobada por el Senado ¿van a
conseguir callarnos?
Diría que la llamada “ley mordaza” no es una
demanda social. ¿Hemos visto masas enfurecidas de gente solicitando que se
multen a quienes ocupan una sucursal bancaria para exigir lo que les ha sido
robado? Es evidente que no. Esta ley es una respuesta de las élites a numerosas
prácticas políticas, abanderadas sobre todo por el 15M, que han quebrado el
violento consenso que alentaba a que todo siguiera igual, que nos invitaba
digerir toda una serie de atropellos contra la democracia y contra nuestra
dignidad. Sin embargo, la existencia de una compleja red de agentes políticos
que han mostrado su oposición a la norma, ya advierte que el silencio no va
imperar, que lo que debe ser silenciado son aquellos dictados de una Troika a
la que nunca le concedimos el derecho de ejecutar determinadas políticas que
nos arruinan una vida que solo se disfruta una vez.
Has dado tus pasos
también en el mundo académico. Por mi parte, he visto claros enfrentamientos, o
no tan claros, entre gente como Celia Amorós e Itziar Ziga. Parece que hay
mucho desencanto y pocas ganas de entendimiento entre lo antiguo y lo nuevo,
simplificando. Pero hay un problema generacional real porque lo queer,
en estos tiempos, ha dejado de ser solo teoría para convertirse en experiencias
nuevas y en ocasiones nada agradables.
Creo que sé a lo que
refieres. Es un tema complejo y quizás ahondar en ello convertiría esta
entrevista en algo demasiado cerrado, ya que son cuestiones que no son vox
populi. A mi juicio, desde un sector del feminismo se mantiene la idea de
que existe una jerarquía entre hombres y mujeres y que se conserva a través de
prácticas violentas como el feminicidio que nos deja más de sesenta muertas al
año en nuestro país. Por otro lado, hay otras voces que, sin negar lo anterior,
también cuestionan ese binarismo que nos encasilla, de forma coercitiva, en
“hombres” y “mujeres”, siempre heterosexuales, y que eso limita nuestro
desarrollo humano. Dicho esto, no necesariamente debe existir un desencuentro
entre ambas posturas que cierre cualquier posibilidad de diálogo y traducción,
sobre todo cuando seguramente ambas partes aceptan que los principios, de
libertad e igualdad, que alientan la emancipación de las mujeres y de todos los
seres humanos siguen vigentes porque jamás se han realizado de una forma
radical. Digamos, que podría darse una tensión entre ambas partes con un
resultado productivo donde podamos aprovechar lo “mejor de cada casa”.
Para Sayak
Valencia, escritora mexicana, no solo el capitalismo es gore si no que la
izquierda debe abandonar su machismo y su homofobia y una visión
tradicionalista del trabajo productivo que invisibiliza por ejemplo a las amas
de casa, a las migrantes etc. ¿Qué opinas de la economía feminista en estos
tiempos?
No sólo Sayak, a la
que conozco poco, sino también muchas otras como Amaia Pérez Orozco, Bibiana
Meldialdea, Cristina Carrasco, Yayo Herrero o Justa Montero han puesto su
granito de arena para desplazar las fronteras de lo político, situando el
trabajo de cuidados, lo que no se ve pero que “mueve el mundo”, en la arena de
lo público, exigiendo su reconocimiento y visibilizando su importancia para
sostener todo un aparato productivo que desprecia las necesidades de la vida.
Los ritmos histéricos de un sistema económico, que no respeta los límites de la
naturaleza o que promueve el eslogan de que somos “invulnerables”, sólo son
posibles si existe una parte de la población que -de forma gratuita, sin
derechos y parece que de forma “natural”-se encarga de ello. Por eso las
consignas feministas de “nosotras movemos el mundo” porque nuestra sociedad
adjudica a las mujeres el papel de cuidar de todo aquello que es necesario pero
que no genera el beneficio inmediato que profesa el neoliberalismo, como el
cuidado de las personas mayores. La economía feminista aquí nos invita a pensar
la ruptura admitiendo las limitaciones del medio natural pero también aceptando
nuestra interdependencia natural, es decir, que todas necesitamos cuidados y
que todas somos capaces de ofrecerlos. Esto último implica un desafío en aras de un modelo desarrollo que apueste
por el “buen vivir”, en un sentido amplio y controvertido, en lugar del viejo y
agotado “modelo del ladrillo” y de la “espe”-culación que tanto ha llenado las
colas del INEM de la Comunidad de Madrid y de toda España.