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martes, 13 de enero de 2015

Mafiocracia II. Burgos ante el abismo

Ruinas del Castillo de Burgos 
Por Carolina Rueda Tenaz

Si la superstición no invocara a la mala suerte pensaría que el extraño incendio de Campofrío es un indicio del nuevo cambio ciclo al que se asoma temerosa nuestra ciudad.  Hace medio siglo  Burgos vivió una tardía revolución industrial que ahora es conmemorada por  la élite heredera del tardofranquismo con exposiciones a lo Walt Disney.   El evento tiene más de funeral que de boda.  Burgos, que era la ciudad más rica de Castilla y León, se desangra mes a mes por las costuras del paro y el destierro de la gente joven.  Lacalle  ni siquiera puede esgrimir  las absurdas cifras macroeconómicas de las que habla Rajoy para hablar de una tibia recuperación.  En nuestra ciudad, el paro sigue subiendo y la provincia ha perdido más de 4.000 habitantes en el último año, una auténtica hecatombe demográfica.  Burgos está en liquidación total por el saqueo continuado al que ha sido sometida por las personas que más aparecen en la prensa local, y 2016 aparece en el horizonte amenazante como el año en el que se tendrán que poner las cartas marcadas sobre la mesa.  O hay un cambio radical antes o todo hace pensar que ganará la banca. 

El oasis económico e industrial de Castilla y León se va con ritmo ligero por el sumidero. Hasta ahora lo que diferenciaba a Burgos de una ciudad como Zamora eran dos cosas, en primer lugar, el poseer un músculo industrial que proveía unas rentas y un poder adquisitivo elevado, lo que a su vez impulsaba la segunda diferencia:  el hecho de que en Burgos hubiera dos entidades de ahorro y financieras independientes, circunstancia excepcional no sólo en Castilla y León sino en todo el estado.     Las reformas laborales, y las políticas empobrecedoras que con tanto celo han aplicado PP y PSOE se han unido a la corrupción política y empresarial  autóctona para acabar con el corazón económico de la ciudad.  En un futuro no muy lejano, Burgos, en lugar de medirse con ciudades como Vitoria o Valladolid, tendrá que hacerlo con urbes del tipo de  León, o incluso Palencia.

Una vez asumido el papel secundario en el ámbito político dentro de una comunidad centralista como Castilla y León, a Burgos le quedaba la baza económica y financiera para reclamar su relevancia en la región.  La nuestra era una ciudad rica y con una gran capacidad de ahorro.   Sus dos entidades de ahorro eran la mejor muestra de ello. La Plaza de España y la Calle Santander funcionaban como una pequeña city y en Burgos había capacidad para tomar decisiones autónomamente sin mirar a Valladolid.  Cabe pensar que hoy seguirían existiendo y que no serían sucursales de la Caixa y Caja3 en el caso de que hubieran cumplido con la función que se les suponía, pero la mafiocracia burgalesa no estaba dispuesta a soltar la ubre de los millones del ahorro de las y los burgaleses, así que, en lugar de reinvertir el ahorro de la gente de la ciudad en cuestiones productivas se lanzó a la especulación urbanística.  Las cajas que debían favorecer la función social del crédito decidieron arruinarse mientras promovían el negocio de los constructores. De este modo participaron activamente en la burbuja inmobiliaria que encareció desorbitadamente las casas de sus impositores a muchos de los cuales, después  ha tratado de desahuciar.   

Gracias a los silencios e intoxicaciones de la prensa local aún nadie sabe cómo han desaparecido CajaBurgos, CajaCirculo, y los cerca de 15.000 millones de euros que poseían en activos.  Pocas líneas han merecido en la prensa burgalesa la que pasa por ser una catástrofe mucho peor para Burgos que el incendio de Campofrío.  Hoy sabemos que José María Arribas, último presidente de CajaBurgos, ha sido imputado gracias a una denuncia de UPyD.  También sabemos que, al parecer, CajaBurgos, la entidad que dirigía concedió 34 millones de euros a sus propias empresas, dinero que no fue devuelto porque las empresas cerraron. 
Sabemos que contó con el apoyo tácito o explícito de la casta en su desastrosa gestión, no sólo los Aparicio, Herrera, Lacalle e Ibáñez, o Leal,  también con los traidores a la clase trabajadora PSOE, UGT y CCOO.   Sabemos  que, en pago a su buena gestión, José María Arribas  trabaja como presidente de Eficanza en la empresa dueña del Hospital Privado de Burgos.  Hoy también sabemos que los empresarios, algunos de los cuáles tanto han hecho por hundir las cajas, levantan hoy la voz para quejarse amargamente de que en Burgos no hay interlocutores con capacidad de decisión.  Se quejan de que sólo quedan  monigotes que se dedican  a levantar el teléfono para pedir permiso tratando de esforzarse al máximo en clavar el acento aragonés o catalán.  En definitiva hoy sabemos que gracias a todos ellos Burgos es una ciudad con rango de sucursal, sin capacidad para decidir nada.


Otros de los factores que bogan con fuerza hacia la insignificancia de Burgos es el final de un tipo de relaciones laborales y también el fin de una élite de industriales autóctonos con cierto vínculo con la ciudad.  El ayuntamiento puede poner una muy populista pancarta diciendo que Burgos es Campofrío.  Pero de lo que no cabe duda es que Campofrío no es burgalesa sino china y mexicana, y que tienen unos accionistas que no saben donde está Burgos aunque estarán encantados de repartirse como dividendos los 12 millones regalados por el ayuntamiento sin que aún se sepa la causa del incendio.  Como Campofrío hay muchas otras empresas creadas por gente de Burgos que serán vendidas, o que están siendo heredadas por  gente que no tienen, ni el vínculo con Burgos, ni el interés ni posiblemente el talento de los fundadores.  Como hemos dicho, unas se venderán, otras se deslocalizarán, y las que queden se verán sometidas a condiciones de trabajo cada vez peores, con recortes de sueldos y derechos, en un sistema que se asemeje cada vez más al de las maquilas mexicanas, o incluso al modelo de producción chino.  Si no hay un vuelco político de primer orden,  los sueldos de la industria van a depauperarse progresivamente y asemejarse más a los del comercio, frecuentemente mucho más bajos con lo que, aún en el caso de que Burgos sea capaz de mantener su tejido industrial los obreros trabajarán en condiciones mucho más precarias y tendrán menos capacidad de consumo.   El pequeño comercio no saldrá de la crisis, si además el PP y el PSOE siguen favoreciendo a  los grandes supermercados y centros comerciales en lo referente a política de horarios y exenciones fiscales no tendrá alternativa para competir.  El pequeño de comercio, que era síntoma del vigor de una ciudad, y que aseguraba que una serie de decisiones se tomara en la ciudad seguirá con paso firme hacia su insignificancia o extinción.

La que fuera la ciudad más rica de la meseta está arruinada porque hizo demasiado fuerte a la élite que aún la parasita.  Parte de esta élite está disolviéndose, ya hemos hablado de la degeneración de los responsables financieros, y de la desaparición de los grandes industriales.  Nuestra ciudad también ha sido testigo de la aniquilación de la casta de los constructores, con los Tubitos, Arranz Acinas, Aragón Izquierdo.  A buen seguro cada uno de ellos estará forrado, pero políticamente no cuentan.  Sólo queda en el horizonte los herederos de la familia Méndez Ordóñez.  Sin embargo también aquí hay una degradación.  Según el periódico El País las empresas de la familia acumulan una deuda de 1.300 millones de euros.  Si esto se confirmara  los herederos del patriarca serían más ricos por lo que deben que por lo que tienen, aunque eso no les impide seguir controlando a la ciudad como si fuera su finca.  Hace unos años, cuando aún no había empezado la debacle económica, uno de los hijos presumía públicamente de haber pagado un viaje a Lacalle por su “lealtad sin límites”.   El plan era que las obras innecesarias y absurdas fueran el pretexto para conseguir una transfusión de rentas públicas a bolsos particulares.  La crisis hizo variar  el escenario pero no el fondo del asunto.  Ahora ya no se trataba de transferir beneficios a manos privadas como el de transferir la deuda privada a las instituciones públicas.  Las empresas de la familia están enjugando su deuda traspasándosela a la ciudad.  Este es el escenario en el que debemos entender la obra del bulevar de Gamonal, el de la absurda Plaza de Toros,  y sobre todo el de los más de 2.000 millones de euros que nos va a costar el Hospital Privado de Burgos si no se hace justicia.

La estructura de la ciudad se tambalea.  Los datos del paro y de la emigración lo confirman cada día. Todo hace pensar que lo hará aún más el próximo año.  Burgos es hoy una ciudad arruinada, y anémica porque ha sido vampirizada desde hace más treinta años por una casta extractiva y parasitaria.  Políticos, empresarios y sindicatos de la casta se han conjurado contra nuestra ciudad.  Si en 2015  no hay un cambio radical en las relaciones de poder y en las políticas de la ciudad, posiblemente en 2016 año en el que Burgos soñó con ser capital europea de la cultura, Burgos  ya sólo podrá aspirar a ser una sucursal de regional preferente.  Al paso que vamos tendremos que poner la catedral en almoneda. 


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