Si la superstición no invocara a la mala suerte pensaría que el
extraño incendio de Campofrío es un indicio del nuevo cambio ciclo al que se
asoma temerosa nuestra ciudad. Hace medio
siglo Burgos vivió una tardía revolución industrial que ahora
es conmemorada por la élite heredera del
tardofranquismo con exposiciones a lo Walt Disney. El evento
tiene más de funeral que de boda.
Burgos, que era la ciudad más rica de Castilla y León, se desangra mes a
mes por las costuras del paro y el destierro de la gente joven. Lacalle ni siquiera puede esgrimir las absurdas cifras macroeconómicas de las que
habla Rajoy para hablar de una tibia recuperación. En nuestra ciudad, el paro sigue subiendo y
la provincia ha perdido más de 4.000 habitantes en el último año, una auténtica
hecatombe demográfica. Burgos está en
liquidación total por el saqueo continuado al que ha sido sometida por las
personas que más aparecen en la prensa local, y 2016 aparece en el horizonte
amenazante como el año en el que se tendrán que poner las cartas marcadas sobre
la mesa. O hay un cambio radical antes o
todo hace pensar que ganará la banca.
El oasis económico e industrial de Castilla y León se va con ritmo
ligero por el sumidero. Hasta ahora lo
que diferenciaba a Burgos de una ciudad como Zamora eran dos cosas, en primer lugar, el poseer un
músculo industrial que proveía unas rentas y un poder adquisitivo elevado, lo
que a su vez impulsaba la segunda diferencia:
el hecho de que en Burgos hubiera dos entidades de ahorro y financieras independientes, circunstancia
excepcional no sólo en Castilla y León sino en todo el estado. Las reformas laborales, y las políticas empobrecedoras
que con tanto celo han aplicado PP y PSOE se han unido a la corrupción política
y empresarial autóctona para acabar con
el corazón económico de la ciudad. En un
futuro no muy lejano, Burgos, en lugar de medirse con ciudades como Vitoria o
Valladolid, tendrá que hacerlo con urbes del tipo de León, o incluso Palencia.
Una vez asumido el papel
secundario en el ámbito político dentro de una comunidad centralista como
Castilla y León, a Burgos le quedaba la baza económica y financiera para
reclamar su relevancia en la región. La
nuestra era una ciudad rica y con una gran capacidad de ahorro. Sus dos entidades de ahorro eran la mejor
muestra de ello. La Plaza de España y la Calle Santander funcionaban como una pequeña city y en Burgos había capacidad para
tomar decisiones autónomamente sin mirar a Valladolid. Cabe pensar que hoy seguirían existiendo y
que no serían sucursales de la Caixa y Caja3 en el caso de que hubieran
cumplido con la función que se les suponía, pero la mafiocracia burgalesa no
estaba dispuesta a soltar la ubre de los millones del ahorro de las y los
burgaleses, así que, en lugar de reinvertir el ahorro de la gente de la ciudad
en cuestiones productivas se lanzó a la especulación urbanística. Las cajas que debían favorecer la función social del crédito decidieron arruinarse mientras promovían el negocio de los constructores. De este modo participaron activamente en la burbuja inmobiliaria que encareció desorbitadamente las casas
de sus impositores a muchos de los cuales, después ha tratado de desahuciar.
Gracias a los silencios e intoxicaciones de la prensa local aún nadie
sabe cómo han desaparecido CajaBurgos, CajaCirculo, y los cerca de 15.000
millones de euros que poseían en activos.
Pocas líneas han merecido en la prensa burgalesa la que pasa por ser una
catástrofe mucho peor para Burgos que el incendio de Campofrío. Hoy sabemos que José María Arribas,
último presidente de CajaBurgos, ha sido imputado gracias a una denuncia de
UPyD. También sabemos que, al parecer,
CajaBurgos, la entidad que dirigía concedió 34 millones de euros a sus propias
empresas, dinero que no fue devuelto porque las empresas cerraron.
Sabemos que contó con el apoyo tácito o explícito de la casta en su desastrosa gestión, no sólo los Aparicio, Herrera, Lacalle e Ibáñez, o Leal, también con los traidores a la clase trabajadora PSOE, UGT y CCOO. Sabemos que, en pago a su buena gestión, José María Arribas trabaja como presidente de Eficanza en la empresa dueña del Hospital Privado de Burgos. Hoy también sabemos que los empresarios, algunos de los cuáles tanto han hecho por hundir las cajas, levantan hoy la voz para quejarse amargamente de que en Burgos no hay interlocutores con capacidad de decisión. Se quejan de que sólo quedan monigotes que se dedican a levantar el teléfono para pedir permiso tratando de esforzarse al máximo en clavar el acento aragonés o catalán. En definitiva hoy sabemos que gracias a todos ellos Burgos es una ciudad con rango de sucursal, sin capacidad para decidir nada.
Sabemos que contó con el apoyo tácito o explícito de la casta en su desastrosa gestión, no sólo los Aparicio, Herrera, Lacalle e Ibáñez, o Leal, también con los traidores a la clase trabajadora PSOE, UGT y CCOO. Sabemos que, en pago a su buena gestión, José María Arribas trabaja como presidente de Eficanza en la empresa dueña del Hospital Privado de Burgos. Hoy también sabemos que los empresarios, algunos de los cuáles tanto han hecho por hundir las cajas, levantan hoy la voz para quejarse amargamente de que en Burgos no hay interlocutores con capacidad de decisión. Se quejan de que sólo quedan monigotes que se dedican a levantar el teléfono para pedir permiso tratando de esforzarse al máximo en clavar el acento aragonés o catalán. En definitiva hoy sabemos que gracias a todos ellos Burgos es una ciudad con rango de sucursal, sin capacidad para decidir nada.
Otros de los factores que bogan con fuerza hacia la insignificancia de
Burgos es el final de un tipo de relaciones laborales y también el fin de una
élite de industriales autóctonos con cierto vínculo con la ciudad. El ayuntamiento puede poner una muy populista
pancarta diciendo que Burgos es Campofrío.
Pero de lo que no cabe duda es que Campofrío no es burgalesa sino china
y mexicana, y que tienen unos accionistas que no saben donde está Burgos aunque
estarán encantados de repartirse como dividendos los 12 millones regalados por
el ayuntamiento sin que aún se sepa la causa del incendio. Como Campofrío hay muchas otras empresas
creadas por gente de Burgos que serán vendidas, o que están siendo heredadas
por gente que no tienen, ni el vínculo con
Burgos, ni el interés ni posiblemente el talento de los fundadores. Como hemos dicho, unas se venderán, otras se
deslocalizarán, y las que queden se verán sometidas a condiciones de trabajo
cada vez peores, con recortes de sueldos y derechos, en un sistema que se
asemeje cada vez más al de las maquilas mexicanas, o incluso al modelo de
producción chino. Si no hay un vuelco
político de primer orden, los sueldos de
la industria van a depauperarse progresivamente y asemejarse más a los del
comercio, frecuentemente mucho más bajos con lo que, aún en el caso de que
Burgos sea capaz de mantener su tejido industrial los obreros trabajarán en
condiciones mucho más precarias y tendrán menos capacidad de consumo. El pequeño comercio no saldrá de la crisis,
si además el PP y el PSOE siguen favoreciendo a los grandes supermercados y centros
comerciales en lo referente a política de horarios y exenciones fiscales no tendrá
alternativa para competir. El pequeño de
comercio, que era síntoma del vigor de una ciudad, y que aseguraba que una
serie de decisiones se tomara en la ciudad seguirá con paso firme hacia su
insignificancia o extinción.
La estructura de la ciudad se tambalea. Los datos del paro y de la emigración lo confirman cada día. Todo hace pensar que lo hará aún más el próximo año. Burgos es hoy una ciudad arruinada, y anémica porque ha sido vampirizada desde hace más treinta años por una casta extractiva y parasitaria. Políticos, empresarios y sindicatos de la casta se han conjurado contra nuestra ciudad. Si en 2015 no hay un cambio radical en las relaciones de poder y en las políticas de la ciudad, posiblemente en 2016 año en el que Burgos soñó con ser capital europea de la cultura, Burgos ya sólo podrá aspirar a ser una sucursal de regional preferente. Al paso que vamos tendremos que poner la catedral en almoneda.
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