Por Basilio el Bagauda
Nada es casualidad, y en los vientos políticos menos. La extrema derecha avanza en Europa, y sus ideas y sus proyectos estimulan la metástasis en las dos grandes alas políticas que, no nos engañemos, siguen copando todo el poder en todos los países y en el parlamento del viejo continente. No contentos con hacer competir programáticamente a los partidos de siempre con discursos racistas, homófobos y clasistas, han comprobado que su violencia física y discursiva puede obtener pingües beneficios calando entre lo que queda de las clases medias y una parte importante de las clases trabajadoras desoladas por la necesidad de supervivencia a corto plazo.
Así, comprobamos el ejemplo de la nueva búsqueda de alianzas de la ultraderecha ante los próximos comicios europeos en una suerte de Internacional Ultraderechista liderada por la hija del viejo Le Pen, mucho más inteligente y demagoga, cual Talleyrand, que su sincero y bravucón padre: una bonita sonrisa con una gran oratoria que mezcla en su coctelera un buen chorro de nacionalismo económico, aprovechando las heridas de muerte de los estados-nación, unas gotitas de oposición a la euroburocracia y una medida generosa de supuesta defensa de los nacionales más desfavorecidos, siempre que tengan el “conforme” tras la debida supervisión en su conducta, raza y creencias. Por supuesto nada de heterodoxia.
Otro gallo parecía cantar en España dado el acomodo de los más extremistas en el siempre bien agradecido partido conservador, pero las sierpes empiezan de nuevo a enseñar sus dientes demostrando lo que muchos ya sabíamos: que nunca se habían ido y que han mantenido cuotas de poder importantes en el sistema.
Nada es casualidad, y muy probablemente, y ahora que está de moda hablar de financiación ilegal, detrás de actos criminales como el sucedido en la Oficina de la Generalitat en Madrid el día de la Diada, el intento de emulación de “Amanecer Dorado” en localidades de la Comunidad Valenciana creando una especie de sociedad de ayuda a los necesitados españoles blancos y católicos, o las agresiones que se suceden en diversas ciudades españolas a activistas por parte de grupos organizados se realicen con “donaciones” que lleguen de grandes grupos políticos en Francia, Holanda, Austria o Grecia…
La violencia y su exaltación también es una manera de hacer política, y si como sociedad permitimos a través de nuestro silencio y de nuestro miedoso acomodo que las serpientes salgan de la cueva, tras mudar otra vez su piel, debiéramos de preguntarnos antes si queremos vivir en el infierno.
Hace no demasiados días un “entrañable” personaje de la política burgalesa volvió por enésima vez a la carga con el mismo rollo de siempre. Estoy hablando de la inefable hija de Juan Yagüe: sí, el militar golpista y filonazi amante de las matanzas masivas y de la estrategia de tierra quemada… Ni quiero ni es mi objetivo extenderme más en las hazañas bélicas y políticas del “salvapatrias”, que de él ya se han escrito bastantes cosas.
El caso es que Maria Eugenia Yagüe junto a su “Fundación” sigue aprovechando la matraca del fondo documental de su padre para soltar las venenosas esporas de lo que representan, y estoy seguro que a estas alturas algunos de nuestros lectores estarán bostezando y pensando que esta anciana sigue aburriéndonos con su padre que para eso es su padre y que el que escribe estas humildes palabras vuelve al bucle guerracivilista, a la vieja tonada de la memoria histórica, y que todo eso ya es trasnochado pasado. Quizás es lo que la hidra asesina quiere que pensemos mientras sale de las sombras.
Pues bien, la buena señora, aprovechando aún el tirón que tiene entre las repulsivas élites de esta ciudad, salió muy bien colocada en las hojas de un periódico local quejándose del trato recibido al legado documental de su padre y amenazando a los responsables políticos - esta mujer aún no se ha enterado que ese concepto en España no existe - de las supuestas y humillantes irregularidades dejando su “caso” en “Manos Limpias”, que digo yo que de dónde sacarán el parné para tanto abogado y tanto pleito.
Mª Eugenia aún no se ha enterado, más bien no se ha querido enterar, que no hay “caso” que valga, y sí, lo utiliza para que ella y su irrespirable ideario siga en la densa atmósfera que todos soportamos. El caso es que su padre, producto de una ideología y de una época, consideraba que todo papel expedido con su firma, todo papel dirigido a él mismo, todo papel utilizado en su trabajo, en definitiva todo papel que fuera tocado por el Dios Yagüe era parte de su patrimonio, al igual que los muertos que causó... He aquí que la Justicia intervino para definir la naturaleza del legado documental y tras pasar por diferentes instancias judiciales, incluida la del Tribunal Supremo, se decidió que más del 90 % de los documentos y libros que el general había acumulado en su casa eran de origen público y que estos debían acabar en un Archivo Histórico dada la importancia y la antigüedad de los mismos.
Ella no consiguió lo que pretendía, que era ni más ni menos que los documentos pasaran a formar parte del patrimonio de la Fundación que ella misma dirige para que este fondo documental sólo fuera investigado por aquellos “cronistas” que considerara oportuno: algo muy típico en este país si tenemos en cuenta que existe una Fundación con el nombre del dictador y cuyos documentos, la mayor parte de ellos de origen público, forman parte de su patrimonio al que acceden especialmente revisionistas y negacionistas de todo tipo y pelaje.
Ya que la jugada no salió, pasó al plan B: convencer a la Junta de obtener una serie de privilegios sobre dicha documentación y que ésta acabara por Orden del Ministerio de Cultura en un archivo cercano a sus lugares de residencia, bien podría ser Burgos bien podría ser Soria. Ante la falta de criterios de dicho Ministerio la decisión “sotto voce” fue tomada por la Consejería de nuestra Comunidad y la apuesta la ganó Burgos. En su Archivo Histórico Provincial estuvieron instalados miles de documentos para su organización y descripción, y allí estuvieron arrumbados en un limbo extraño, ya que por razones desconocidas y a pesar de ser declarados “bien público” no se dio a conocer su presencia y mucho menos el debido acceso a la investigación. Se ve que por aquel entonces el Ministerio de Cultura estaba a otras cosas mucho más jugosas como la Ley Sinde y los derechos de autor.
Fue el nuevo Gobierno el que decidió su instalación definitiva en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, y ese fue el aldabonazo definitivo a las aspiraciones de la “Yagüe” que consideró esta jugada como la última gran traición de la Junta de Castilla y León.
Ahora se encuentra dolida y enrabietada como una leona herida. Por eso nos amenaza a todos con un gran homenaje y una gran exposición en Burgos a la figura de su padre para el próximo año. ¡Vale que quiera a su padre! Lo entiendo, como la mayoría queremos al nuestro, pero ¿es necesario que yo tenga que soportar en la ciudad en la que vivo que se le haga homenaje a un hombre que formó parte y ayudó a la implantación de un régimen opresor y criminal? ¿La exaltación pública de este individuo, de intentarse llegar a hacer, encaja en el marco de la Ley de Memoria Histórica? ¿Quién va a colaborar con recursos del tipo que sean para semejante atropello?
¿Quién, en definitiva y si llega el caso, va a permitir con su silencio, con su desidia o con su cinismo acomodaticio que el tumor siga avanzando?
Nada es casualidad, y el que calla otorga.
Muy buen artículo, Sr. Bagauda...
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